El Foro de Sao Paulo, el Consenso
de Nuestra América y el paro del 21 de noviembre.
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
El documento programático fundamental del Foro de Sao
Paulo es el llamado “Consenso de Nuestra América”[1], elaborado por el Grupo de
Trabajo del Foro, reunido en Managua, en febrero de 2017, bajo el liderazgo de los
presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega; Venezuela, Nicolás Maduro; y Cuba,
Miguel Díaz-Canel.
El documento comienza exaltando la figura de Fidel
Castro, como ejemplo de “unidad e internacionalismo”, e invoca luego el
“inestimable acervo histórico” de “protagonistas ejemplares de la batalla
contra el coloniaje” entre los que se destacan Manuel Marulanda, Néstor Kirchner
y Hugo Chávez.
También se dice que el documento se nutre del “legado
ético” del Che Guevara, célebre por haber llevado al paredón, sin fórmula de
juicio, a centenares de cubanos, como lo reconoció el propio Guevara en un
discurso pronunciado en la ONU, el 11 de diciembre de 1964, donde dijo
desafiante: “Hemos fusilado. Fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea
necesario”.
Después de saber quiénes escribieron el “Consenso” y
cuál es su fuente de inspiración, veamos a quienes compromete. Se lee:
“Este documento es el resultado de
un trabajo desarrollado a partir de un conjunto de ideas y conceptos con el
objetivo de contribuir al desarrollo de los procesos progresistas y
revolucionarios en las diversas regiones y países de América Latina y el
Caribe. A la fecha es ya un documento
colectivo de partidos y organizaciones del subcontinente. El nombre hace
referencia a una unidad tanto
declarativa, como en torno a un programa y a una práctica política”
Son miembros del Foro 120 partidos y movimientos de 27
países de América Latina y el Caribe. De Colombia son los siguientes: Marcha
Patriótica, Movimiento Progresista hoy Colombia Humana, Partido Alianza Verde,
Partido Comunista Colombiano, Partido Polo Democrático Alternativo, Presentes
por el Socialismo, Unión Patriótica y Movimiento Poder Ciudadano[2]. También las Farc y el ELN participan en encuentros del Foro y comparten
plenamente su ideología. La FECODE, Asonaljudicial y la CUT son unos sindicatos
de industria abiertamente politizados y controlados desde hace mucho tiempo por
los partidos del Foro.
Todo el diagnóstico del
“Consenso” está basado en la tesis marxista del derrumbe inevitable del
capitalismo, acosado por sus insalvables contradicciones, y en la negación
progreso económico y social que ha traído al mundo ese capitalismo. Para los
comunistas, las tesis de la “miseria creciente” y el “derrumbe inevitable” no
admiten cuestionamiento alguno y por ello se siente portadores iluminados de la
verdad histórica, llamados a conducir a la humanidad al comunismo. De ahí
resulta el dogmatismo intransigente que los caracteriza y su disposición a
hacer cualquier cosa – como fusilar mientras sea necesario - para lograrlo.
Llama la atención en hecho
de que en el “Consenso” no aparezcan las palabras “comunismo” o “socialismo”.
De hecho, es difícil encontrarlas en cualquier documento de el Foro. ¿Significa
esto que los partidos del Foro han renunciado llevarnos – querámoslo o no – al
paraíso comunista destino final de la humanidad? ¡De ninguna manera!
En el punto 11 de la parte
titulada “La realidad que queremos transformar (diagnóstico)” se lee lo
siguiente:
“Se
reconocen la existencia y convivencia de diversas formas de economía plural
(estatal, comunitaria, social cooperativa y privada) bajo un régimen de
planificación en el que el Estado controla los sectores estratégicos y
organiza su interrelación (…) debemos respetar todas las formas de propiedad
democratizando los medios de producción, defendiendo solidariamente a los
pequeños y medianos industriales y productores, fomentando y profundizando
las formas de propiedad estatal y asociativa que otorguen mayores niveles
de libertad de producción y asociación”
Planificación, control de
los sectores estratégicos por el estado, propiedad estatal: eso es socialismo o
comunismo, en América Latina y cualquier parte del mundo.
Unas citas más para dejar en
claro que el objetivo del Foro es transformar las relaciones de producción
capitalistas, acabar con la propiedad privada, implantar la propiedad estatal e
imponer desde el estado la ideología y los valores comunistas.
“Reconocemos
los éxitos de estos más de veinte años de trabajo de la izquierda organizada en
el Foro de Sao Paulo, y casi veinte luego de la victoria del presidente Hugo
Chávez. Hay balances positivos de la colosal batalla económica y social
librada, aunque no pudimos transformar aún las relaciones de producción
capitalistas”.
“El Estado
debe poseer empresas que sean productivas, eficientes y sanas, sobre todo
en áreas estratégicas como: Energía, Finanzas, Telecomunicaciones, entre otras”.
“Esta
estrategia supone asignar al Estado un rol central en la construcción de
objetivos y en la fijación de sistemas de incentivos y la construcción
ideológica y de valores”
Después de la caída del Muro
de Berlín en 1989 y del derrumbe de las economías del “socialismo real”, las
palabras “socialismo” y “comunismo” perdieron su antiguo encanto y, en lugar de
evocar el “paraíso bello de la humanidad”, empezaron a vincularse con la
realidad espantosa de los regímenes totalitarios de los cuales, por aquellos
años, huía la gente en masa buscando la libertad y el progreso en los países de
Europa Occidental. Por eso los comunistas cubanos, que fundaron el Foro y lo
orientan en la actualidad, entendieron que su propuesta política no podía
basarse en un mensaje general de invocación al comunismo, sino que debía
fragmentarse en mensajes específicos dirigidos a diversas audiencias. Esa es la
razón por la cual su discurso se transforma y se llena de temas diversos como
el medio ambiente, el género, la corrupción, el feminismo, la educación, la
juventud, la igualdad, las etnias, la sexualidad, etc.
Este es un punto tan
importante que, en la parte final del documento, titulada “Los instrumentos
políticos para el cambio”, donde se dan a los partidos del Foro 17
instrucciones para “implementar este programa”, se lee lo siguiente:
“Una
verdadera fuerza popular y de izquierda debe tener políticas específicas
hacia todos los sectores sociales como los trabajadores, los pequeños y
medianos empresarios, la juventud, los estudiantes, las mujeres, las minorías
excluidas”.
Y esta otra, que explica, sin necesidad de comentario adicional,
la importancia de ka manipulación ideológica de la juventud en la estrategia de los
partidos y movimientos del Foro:
“Es
prioridad nuestra aprender a conocer cómo ven la vida y las necesidades
objetivas y subjetivas los sujetos hacia quienes dirigimos nuestro mensaje, especialmente
los jóvenes. La incorporación activa y militante de las nuevas
generaciones en la lucha por sociedades superiores es una necesidad
urgente. La juventud es ya protagonista principal en muchos escenarios y
debemos reconocer la trascendencia de su participación como uno de los sujetos
históricos principales, por lo que debemos luchar por impedir que el enemigo
despolitice, neutralice o se apodere de este gran sector de la sociedad”
La diversidad de los
mensajes y de los auditorios a los cuales están destinados implica también la
diversidad de los mensajeros. Esto explica por qué la izquierda se presenta fracciona
en diversas organizaciones y movimientos encargados cada uno de vehicular uno o
varios mensajes específicos dirigidos a distintos auditorios, oscureciendo de
esta forma que todos esos mensajes y todos esos mensajeros están articulados en
un programa, una organización y una estrategia global cuyo objetivo es la
implantación de socialismo en toda América Latina.
Anteriormente, antes de la
caída del Muro de Berlín y el derrumbe del socialismo, la estrategia y la
acción política de los comunistas estaba guiada por el concepto de partido
comunistas único, que se constituía como la vanguardia del proletariado que a
su turno lideraba las demás clases sociales. Sin haber renunciado al partido
único ni al centralismo democrático, que se mantiene en los países, como Cuba y
Nicaragua, donde el Foro tiene firmemente el poder; en países grandes,
complejos y donde el capitalismo parece más consolidado - Argentina, Chile,
Colombia, Ecuador, Brasil, Uruguay – aplica la división táctica de los partidos
y movimientos, que aparecen y desparecen, que cambian de nombre como cambian de
etiqueta y envase las mercancías en el mercado y que tras su aparente
diversidad se mueven todos por un mismo objetivo.
Los redactores del
“Consenso”, lo expresan con claridad meridiana:
“Sus
formas de organización sólo es posible definirlas en cada lugar o país, sobre
la base de las experiencias acumuladas, a la historia de lucha y a la realidad
concreta donde se actúa. Este enunciado no supone la existencia de una única
organización cuando esto no sea posible, sino de encontrar bajo
determinados principios las mejores formas asociativas para potenciar y
articular nuestros saberes y experiencias de lucha. Independientemente de la
diversidad, una serie de principios pueden ser válidos para lograr
organizaciones políticas capaces de superar con éxito los retos que tenemos y
encabezar los procesos de cambios y alcanzar los objetivos plasmados en estas
propuestas”
La dispersión de las fuerzas
de izquierda y su mimetización en diversos movimientos con propuestas
específicas es un elemento clave de la “unidad en la práctica política”. Hay
otros dos muy importantes para entender lo que está pasando en América Latina:
la construcción de poder popular y la infiltración de las fuerzas armadas.
Sobre la importancia del poder
popular se lee lo siguiente:
“Es
fundamental la construcción y consolidación del poder popular en el ámbito
económico y político, como condición indispensable para desarrollar el programa
y las metas estratégicas de los cambios estructurales necesarios, que permitan
la profundización democrática de la institucionalidad, adecuada en cada caso a
las propias realidades de cada país o región”
Y se explica que:
“La
necesidad de ser eficientes en el terreno electoral nos obliga a priorizar la
presencia territorial, justamente donde están los electores; no obstante, la
realidad ha demostrado que allí donde gobernamos resulta prudente organizar estructuras
de base en espacios estratégicos como las grandes empresas, las
universidades y otros lugares donde se hace política cotidianamente”
En Cuba y Venezuela deben
buscarse las experiencias ilustrativas de ese “poder popular”.
En 1959, fueron creados por
Fidel Castro los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Inicialmente eran
grupos de matones encargados de intimidar a los “enemigos de la revolución”.
Hoy subsisten conformando una estructura jerárquica, cada cuadra tiene el suyo
de los cuales surgen los CDR del barrio, luego los de zona, después los
municipales seguidamente los provinciales y, finalmente, el CDR nacional. Todo
cubano mayor de 14 años puede pertenecer “voluntariamente” al comité de su
cuadra. El presidente del comité es elegido por su compromiso con la revolución
y cumple sus funciones - que incluyen llevar el registro de los pobladores y suministrar
información sobre cada ciudadano al Partido Comunista y al Departamento de
Seguridad del Estado – con la ayuda de un responsable de vigilancia, un
responsable ideológico y un responsable de trabajos voluntarios. Unos 8
millones de cubanos, el 70% de la población, son miembros de los CDR.
En Venezuela el “poder
popular”, encargado de defender la revolución bolivariana, lo ejercen los
“Colectivos Chavistas”, armados por el gobierno y entrenados militarmente, que
operan como amos absolutos de las zonas que ocupan. Además de adelantar
“proyectos culturales” financiados por el gobierno, tienen a su cargo la distribución
de alimentos, las famosas cajas CLAP, lo que les da un gran poder sobre la
población. Hay cientos de esos colectivos, algunos de los cuales - como los
Carapaicas, los Tupamaros, La Piedrita y el Simón Bolívar, que operan en
Caracas- tienen armamento sofisticado – fusiles AK y gases lacrimógenos – y
reciben adiestramiento de las Farc. Muchos de esos colectivos combinan su
actividad política con el narcotráfico, el robo de automóviles y otras
actividades criminales[3].
Las bandas de encapuchados –
supuestamente infiltradas en las manifestaciones pacíficas que organiza la
izquierda – pueden ser el germen del “poder popular” en Colombia.
Sobre el ejército se lee lo
siguiente:
“Es
necesario democratizar y subordinar las estructuras de mando del ejército y
los órganos de orden interior, al poder político instituido libremente por
la voluntad popular y en función de los intereses nacionales”.
En Venezuela parecen haber
logrado la completa subordinación del mando del ejército a los intereses de la
izquierda, mediante la corrupción y el narcotráfico. Evo Morales en Bolivia no
alcanzó a hacerlo. En Colombia, se está empezando a buscar esa subordinación,
empezando por minar su moral, mediante el cuestionamiento sistemático, por parte
de la izquierda y los medios bogotanos, de la legitimidad del accionar del
ejército y de la fuerza pública. No es improbable que los políticos de la
izquierda estén adelantando trabajo ideológico entre el cuerpo de oficiales y
la misma tropa.
El gobierno y los
partidarios del gobierno están tratando de disuadir a la gente de participar en
el paro mostrando los buenos indicadores de la administración del Presidente
Duque y desmintiendo las falsedades esgrimidas por sus promotores. Eso está
bien para las personas de buena voluntad, pero no para disuadir a los
promotores que tienen un objetivo claramente destabilizador acorde con las
orientaciones del Foro de Sao Paulo como se ha puesto en evidencia con el
análisis del documento “Consenso de nuestra América” y como lo declara
expresamente el Documento base del XXV encuentro del Foro realizado en Caracas[4]:
“Las modalidades de las luchas en desarrollo
son distintas en cada caso, y han de estudiarse según sus particularidades, sin
perder de vista, ni por un instante, el carácter continental de la confrontación
histórica en curso”
LGVA
Noviembre de 2019.
felicitaciones
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