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miércoles, 24 de octubre de 2012

Una reforma tributaria contra la clase media: como de costumbre.


Una reforma tributaria contra la clase media: como de costumbre.

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT
 

“Evitar los impuestos es el único esfuerzo intelectual que tiene recompensa” J. M. Keynes
“Los ricos no son como nosotros, pagan menos impuestos” Peter De Vries
“El arte de los impuestos consiste en desplumar al ganso de forma tal que se obtenga la mayor cantidad de plumas con el menor ruido” J. B. Colbert
“Hay dos clases distintas de personas en la nación, aquellos que pagan impuestos y aquellos que reciben y viven de los impuestos.” T. Paine
 

Cuando el gobierno anuncia una reforma tributaria, lo que ocurre cada uno o dos años, la clase media se llena de pavor. Los impuestos son ideados, aprobados, ratificados y recaudados por quienes viven de ellos. Es decir, por lo burócratas del ejecutivo, los congresistas, los políticos, etc. Los llamados pobres, es decir, la inmensa mayoría de los que votan en las elecciones, están siempre al abrigo de casi todas las contribuciones y las pocas que pagan les son devueltas con creces mediante múltiples subsidios, dádivas graciosas y todo tipo de transferencias  en el marco de lo que se denomina el gasto público social. En cuanto a los ricos, ellos cuentan siempre con sus lobistas, sus políticos serviles y sus asesores tributarios para impedir, evitar, eludir o evadir buena parte de las cargas que gravitan sobre sus fortunas. La fuerza electoral de la clase media es insignificante y puede ser despreciada. Sus agremiaciones – cuando existen – están atomizadas. Usualmente no protesta en las calles, no provoca disturbios ni motines: de ella es poco lo que se puede temer.  A pesar de ser la que más contribuye, la clase media tiene una influencia muy escasa o nula en la aprobación de los impuestos. Si la tuviera muy seguramente el tamaño del gobierno sería moderado y las cargas fiscales sustancialmente menores. Pero no es así. Por ello no es sorprendente que en Colombia, como en la mayoría de los países democráticos, el gasto público y con él los impuestos que inexorablemente lo financia tiendan a crecer.

Para precisar los términos y ponerlos en consonancia con los empleados en la exposición de motivos de la reforma tributaria, por clase media se entiende el conjunto de personas naturales cuyo ingreso bruto mensual está entre 5 y 20  millones de pesos. Este segmento de la población parece ser el principal objetivo de la reforma  tributaria pues según el Ministerio de Hacienda su tarifa efectiva del impuesto de renta es del 5% en promedio[1]. Ignoro la forma cómo se llega a esta cifra. Aplicando todas las deducciones y exenciones contempladas en el actual estatuto tributario es prácticamente imposible que un ingreso bruto mensual de 12 millones tenga una tarifa efectiva inferior a 14%. Pero hay algo más grave aún. El Ministerio de Hacienda parece creer que el de renta es el único impuesto que paga la clase media. Se olvida de más de 20 tributos y contribuciones nacionales, departamentales y municipales que gravan sus ingresos y propiedades. La tabla 1 presenta una estimación no exhaustiva de los impuestos pagados en 2011 por un contribuyente de clase media que tuvo una renta líquida de $ 147 millones. 
En conjunto nuestro contribuyente pagó $ 51 millones; es decir, el 35% de sus ingresos o, si se prefiere, poco más de 4 meses de sus ingresos anuales. Por mucho menos que eso se hizo la Revolución Francesa; cuyo lema inicial, es bueno recordarlo, era: un gouvernement à bon marché. Un gobierno barato.

Tabla 1

Según el gobierno el principal objetivo de la reforma tributaria es estimular la generación de empleo y combatir la informalidad. Para ello se propone eliminar los parafiscales, reducir a 25% la tarifa de renta a las empresas y crear el llamado impuesto para la equidad del 8% sobre la renta, pomposamente denominado CREE.  Cree el gobierno con esto se favorece a las empresas intensivas en empleo. Las cuentas del gobierno pueden resumirse en la tabla 2.

Tabla 2
 
 
La reforma parece neutral para las empresas intensivas en capital, pero implica una reducción de 7 puntos porcentuales a las empresas intensivas en trabajo. No se sabe si esto aumentará el empleo, pero es claro que la eliminación de los paraficales genera un hueco fiscal. El gobierno sostiene que la reforma no busca incrementar el recaudo, pero tampoco reducirlo. El hueco fiscal debe llenarse de alguna forma. ¿De dónde? No es difícil adivinarlo.  El gobierno espera recaudar, para compensar las eliminación de los parafiscales,  5 billones de pesos de las rentas de las personas naturales.

Para desplumar a la clase media la reforma tributaria se ha inventado el IMAN: Impuesto Mínimo Alternativo Nacional. La cosa es muy simple: para determinar la base gravable se deducen de los ingresos brutos los pagos por seguridad social, los gasto en salud no cubiertos por el POS, las pérdidas en calamidades públicas (¿?) y los parafiscales de empleo doméstico. Al mismo tiempo, la reforma tributaria suprime la exención sobre el 25% de la renta de los asalariados y  elimina los beneficios tributarios por aportes voluntarios a fondos de pensiones y a las cuentas AFC, que habían estimulado el ahorro de la clase media. Se eliminan, igualmente, las deducciones por gastos de educación de los hijos y por intereses pagados en créditos de vivienda – otro desincentivo al ahorro – y las deducciones por medicina prepagada. Se propone, incluso, que ésta sea gravada  con un IVA del 16%.  En pocas palabras: se eliminan todos los beneficios tributarios que favorecían a  la clase media y que estimulaban el ahorro y la inversión en educación, salud y vivienda. Esta es la reforma tributaria.

LGVA
Octubre de 2012

 



[1] Ministerio de Hacienda, Proyecto de Ley de Reforma Tributaria. Exposición de motivos, gráfico 19, página 70.

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