Mensaje a los funcionarios, profesionales y
trabajadores de EPM
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Probablemente una cuarta parte de mi vida laboral
trabajé para EPM, bien sea como empleado o como consultor. El período más
entrañable y significativo fue cuando me desempeñé, entre 1990 y 1994, como
jefe de Investigaciones Económicas.
En esa dependencia, adscrita la Gerencia Financiera,
hacíamos los estudios de costos necesarios para fijar las tarifas, las cuales,
mensualmente, salían de allí para el departamento de sistemas y facturación.
Un día, pocas semanas después de estar en el cargo, me
llamó Nubia, la secretaria de mi jefe, Tatiana Aristizábal, la gerente
financiera, y me dijo que me presentara a la Sala de Junta.
Había reunión de Junta Directiva a la que asistían
todos los gerentes, la pesada en pleno. Tatiana me indicó que me sentara a su
lado. El orden del día siguió y en un momento dado apareció un asunto sobre el
cual yo le había presentado recientemente un informe. Yo estaba azorado y no
sabía que hacer hasta que Tatiana, acompañada de un discreto codazo, dio la
orden: ¡Hable!
Esa sería la primera de las muchas intervenciones en
Junta Directiva o Comité de Gerencia para presentar informes salidos de mi
oficina. Era práctica corriente que los gerentes permitieran el lucimiento de
sus subalternos en esas instancias, que apoyaran sus trabajos y que siguieran
sus recomendaciones. Había un gran respeto por lo técnico, por el trabajo
profesional bien hecho.
Con Tomás Elejalde Jaramillo, gerente de acueducto y
alcantarillado, hice mi primera visita a una instalación productiva de EPM, la
planta de Potabilización de Villa Hermosa. Me impresionó de entrada la pulcritud
de las instalaciones, los pisos brillantes, acrisolados; los jardines de verde intenso
y geometría perfecta. Ese día le dije a mi mamá que en esas instalaciones se
podía comer en el suelo.
Con Alberto Vásquez, gerente de telecomunicaciones, y
Jaime Vélez, de energía, fui conociendo otras instalaciones y encontrando
siempre, al modo de cada una de ellas, lo que había visto en Villa Hermosa y
que reflejaba lo que a mi modo de ver es otro rasgo fundamental de la cultura
de EPM: el respeto por el activo.
De todos los gerentes y jefes de división aprendí. En
particular, aprendí mucho de Himerio Pérez López quien, antes de ser auditorio, fue
una persona y un profesional de carne y hueso. De hecho, se convirtió en
auditorio por ser la persona bondadosa y amable y el profesional íntegro,
inteligente, dedicado que fue. A Himerio lo quería y lo respetaba todo mundo en
EPM y su consejo era escuchado dentro y fuera de ella. Su muerte, por
ahogamiento en el embalse de Miraflores, conmovió las fibras más profundas de
EPM.
Hay que hacer todo lo necesario para que a EPM retorne
el respeto por lo técnico, el cuidado del activo y la inteligencia bondadosa en
su dirección.
LGVA
Octubre de 2023
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