Hablemos de pobreza, Fajardo (IV)
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Según un viejo chiste, cuando ambos dirigían sus respectivos países en los años ochenta del siglo pasado, Mario Soares, socialista de Portugal, le dijo a Olof Palme, socialdemócrata sueco, que el propósito de su gobierno era acabar con los ricos. Es curioso – habría respondido supuestamente Palme – nosotros queremos acabar con los pobres.
Portugal hoy tiene unos 4 de sus 10 millones
de ciudadanos en la lista de multimillonarios de Forbes, Suecia tiene unos 41 de
sus también 10 millones de habitantes, aproximadamente. El PIB per cápita de
Portugal, que lidia todavía con la pobreza, está por debajo de los 20.000 euros;
el de Suecia, donde es casi inexistente, supera los 45.000.
La antipatía por los ricos está muy extendida en el
mundo y en algunos países de América Latina, Colombia entre ellos, llega al odio
visceral. A pesar de la pandemia, se escandaliza la oenegé OXFAM y con ella los
medios colombianos, creció el número de multimillonarios y la riqueza que
acumulan. Y llama a combatir el “virus de la pobreza y la desigualdad”. Y ese llamado encuentra eco entre los
políticos que agitan la envidia de las masas y, lamentablemente, entre economistas, algunos de los cuales, como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, han
alcanzado cotas de popularidad similares a las de estrellas Pop, denunciando al
1% que lo acapara todo.
No siempre fueron así las cosas en economía. Arthur
Lewis, gran economista del desarrollo económico, señalaba que no importa lo que
ganan los ricos sino lo que hacen con lo ganado. “Es el hábito de la inversión
productiva y no las diferencias en la distribución de ingresos – dice Lewis - lo
que distingue a los países ricos de los pobres”.
Si bien se pagan ciertos lujos, algunos bien
considerables, a diferencia de los ricos de sociedades precapitalistas, los
ricos de las sociedades capitalistas no suelen gastar sus ingresos en sostener
un séquito o en erigirse mausoleos. La mayoría destinan la mayor parte de sus
rentas a inversiones productivas que son aquellas que elevan el rendimiento del
trabajo, aumentan la cantidad y la diversidad de los bienes de consumo y elevan
a la postre la renta real de todos que en definitiva no es más que el disfrute
que nos dan los bienes que satisfacen nuestros deseos.
La inversión productiva de los ricos se traduce siempre en elevar, léase bien, siempre, el acervo productivo de la sociedad con relación a la cantidad de personas que trabajan o, para decirlo técnicamente, en aumentar la relación capital-trabajo, lo cual aumenta la productividad del trabajo y, a la postre, el producto y el consumo por habitante. Lo que distingue a los países ricos de los países pobres, hay que repetirlo, no son las diferencias en la distribución de los ingresos sino el hábito de inversión productiva, que lleva a la transformación del ingreso en capital productivo acumulado.
Capital es todo aquello que eleva la potencia
productiva del trabajo. Capital es el hacha, la lanza, la red, el arado
rudimentario que permitió a los hombres primitivos cazar más, pescar más,
obtener de la tierra cultivada una mayor cantidad de frutos. Capital son las
instalaciones fabriles, las obras de riego, las carreteras, los trenes, los
computadores, las habilidades adquiridas, nuestros conocimientos, en fin, todas
aquellas cosas materiales e inmateriales que facilitan y potencian el trabajo
de cada cual. En las sociedades capitalistas, todo eso, absolutamente todo,
procede de la inversión de los ingresos de los ricos.
Por eso no tiene nada de sorprendente que en la lista de los más ricos de Forbes – los que tienen más de 1.000 millones de dólares – no aparezca
ningún ciudadano de los países más pobres del mundo. Porque tener ciudadanos en
esa lista es un indicador de la inversión y la acumulación de capital.
Gráfica
1
La gráfica 1 muestra en el eje horizontal la tasa de pobreza en la brecha de US$ 5,50 dólares/persona/día y el vertical la densidad de ricos – número de ricos por 10 millones de habitantes - del país en cuestión. Colombia tiene 6 ricos en la lista Forbes, lo que arroja una densidad de ricos de 1,2. Estados Unidos tiene 724 ciudadanos en esa lista y una densidad de ricos de 22,1. En fin, Tanzania con 58 millones de habitantes, tiene un solo multimillonario lo cual arroja una densidad de 0,2 que corresponde a una tasa de pobreza monetaria de 58%.
Los ricos de Colombia son más bien pocos tanto para el tamaño de su población como para el de su economía. Tampoco su riqueza es muy grande pues equivale a menos del 10% del PIB colombiano; mientras que la de los 724 ricos de Estados Unidos, por ejemplo, equivale al 20%. En la gráfica 2 se compara a Colombia con una serie de países en los cuales la riqueza de los ricos es más significativa como porcentaje del PIB y donde la pobreza, medida por cualquier indicador, es casi inexistente.
Gráfica
2
En resumen: en los países con
más multimillonarios la pobreza es baja o prácticamente inexistente. Tampoco
hay pobreza allí donde los ricos son más ricos, es decir, donde su riqueza
representa una mayor fracción del PIB. Por tanto, Fajardo, la conclusión que se
impone es que para acabar la pobreza en Colombia hace falta que haya más ricos "privilegiados" y
que estos lo sean mucho más.
LGVA
Junio de 2021.
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