La
concepción del empresario en el pensamiento económico II
El empresario
en la economía clásica
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Richard Cantillon es uno de los pocos
autores a los que Smith hace referencia expresa en La riqueza de las Naciones. Lo menciona en el capítulo VIII,
donde discute sobre los determinantes del nivel natural de los salarios. Pero
la influencia de Cantillon en Smith es mucho más significativa. La distinción
que hace Smith, y con él toda la economía clásica, entre precio natural - el
valor intrínseco de Cantillon - y precio de mercado, así como la idea de que el
segundo tiende ajustarse al primero por efecto de la competencia, provienen de
Cantillon. Sin embargo, de la figura del empresario, tan sustantiva en Cantillon,
es poco o nada lo que aparece en Smith.
Por supuesto que Smith utiliza
incidentalmente el término de “empresario” para referirse al capitalista que
emplea trabajo asalariado. Sin embargo, en Smith la figura del empresario
carece de toda significación analítica y se confunde totalmente con la del
capitalista o propietario de los medios de producción. Escribe:
“Habrá
acaso quien se imagine que estos beneficios del capital son tan sólo un nombre
distinto por los salarios de una particular especie de trabajo, como es el de
inspección y dirección. Pero son cosa completamente distinta, regulándose por
principios de una naturaleza especial, que no guardan proporción con la
cantidad, el esfuerzo o la destreza de esa supuesta labor de inspección y de
dirección. Los beneficios se regulan enteramente por el valor del capital
empleado y son mayores o menores en proporción a su cuantía”[1]
En Smith y toda la economía
clásica, el beneficio es uno de los tres componentes del precio de toda
mercancía, los otros dos son el salario y la renta de la tierra. Para
determinar el precio real de cualquier bien es preciso conocer el precio de los
componentes. La teoría de los precios depende de la teoría de la distribución.
Es necesario examinar las reglas que regulan el salario, el beneficio y la
renta. Ese es el gran tema de la economía clásica.
En el capítulo IV del libro 2
de La Riqueza de las Naciones, titulado: “Del capital prestado a
interés”, Smith sugiere la existencia de un ingreso del empresario que sería
una parte del beneficio que aparece cuando el propietario del capital, en lugar
de emplearlo por su propia cuenta en una actividad productiva, lo presta a un
tercero, que le pagará por su uso una cierta renta anual o interés.
“El
prestamista – escribe Smith – por medio del préstamo, transfiere al prestatario
el derecho de disponer de una cierta porción del producto anual de la tierra y
el trabajo del país, para ser empleado a su arbitrio”[2]
De los tres discípulos
inmediatos de Smith - Ricardo, Malthus y Say- solo el francés desarrolla el concepto
de empresario.
Ricardo se esfuerza por demostrar que el
aumento del salario nominal, resultante del encarecimiento de los bienes
agrícolas en los que los trabajadores gastan su ingreso, a medida que dichos
bienes deben ser producidos en tierras menos productivas, se traduce en una
disminución de la tasa de beneficios que desincentiva la acumulación de
capital. Malthus, por su lado, dedica la mayor parte de su esfuerzo analítico
a demostrar que la acumulación de capital puede también verse limitada por una
demanda insuficiente, anticipando el principio de la demanda efectiva
desarrollado por Keynes, quien reconoce a Malthus como su precursor. En todo caso,
en sus obras principales, ni Ricardo ni Malthus prestan atención a la figura
del empresario.
Es Jean-Baptiste Say el único
discípulo inmediato de Smith que desarrolla la noción de empresario dándole
importancia analítica. En su obra principal, Tratado de economía política,
puede leerse lo siguiente:
“…los
beneficios del empresario incluyen ordinariamente los beneficios de su
industria y los del capital. Una porción de ese capital le pertenece casi
siempre; otra porción a menudo es prestada; pero en todos los casos, que el
capital sea prestado o no, el beneficio que resulta de su servicio, es ganado
por el empresario, porque él ha tomado a su propia cuenta todos albures, buenos
o malos, de la producción. Pero de lo que se trata aquí es de la porción de sus
beneficios que él debe a sus facultades industriales, es decir, a su juicio, a
sus talentos naturales o adquiridos, a su actividad, a su espíritu de orden y
de conducta”[3].
De esta extraordinaria cita
debe destacarse lo siguiente:
La ganancia total – o ganancia
bruta como después la llamará Mill – es la diferencia entre los costos ciertos
que asume el empresario y el precio, inicialmente incierto, que obtiene por su
producto. Esa suma retribuye al empresario y al dueño del capital puesto en movimiento
por la acción del primero. Ambas retribuciones dependen del mayor o menor éxito
de la acción empresarial. Sin esta acción exitosa no hay ni ganancia
empresarial ni beneficio para el capital. El capital no produce ganancia por sí
mismo.
Mill desarrolla este tema de
forma explícita en sus Principios, en particular en el capítulo XV del libro II
titulado “De las ganancias”, donde se ocupa de la parte del producto “que
corresponde al capitalista: las ganancias del capital, las ganancias de la
persona que anticipa los gastos de los gastos de la producción…”. Las ganancias son el excedente que queda
después de cubrir los desembolsos, el ingreso neto de capital. Para justificar
la ganancia, Mill adopta la teoría de la abstinencia de Senior. La ganancia del
capital es la recompensa de la abstinencia.
Mill introduce el concepto de
ganancia bruta del capital indicando que ésta se divide en tres partes, a
saber: i) el beneficio propiamente dicho del capital avanzado, es decir, el
ingreso neto del capital que equivale al interés; ii) la compensación por el
riesgo y iii) la remuneración por la dirección de la empresa o el negocio.
“…la
persona que practica la abstinencia es el prestamista, y se le remunera por
ella con los intereses que se le pagan, en tanto que la diferencia entre las
ganancias brutas y el interés remunera los esfuerzos y los riesgos de los
empresarios”[4]
La parte del beneficio que
remunera propiamente el capital invertido tiende a igualarse cualquiera sea el
empleo del capital. Esto es consecuencia de la competencia en el mercado de
crédito. No ocurre lo mismo con aquella parte que remunera los esfuerzos y
riesgos del empresario la cual “varía mucho entre individuo e individuo”, dice
Mill. Y añade:
“Depende
de los conocimientos, el talento, la frugalidad y la energía del capitalista
mismo, o de los agentes que emplea; de las relaciones personales, e, incluso,
de la suerte”[5]
Los ricardianos modernos, es
decir, Piero Sraffa y sus discípulos, retoman estrictamente la visión
tripartita de los agentes titulares de ingreso: trabajador, capitalista y
terrateniente, sin que en su esquema analítico haya lugar para el empresario.
Lo único que debe destacarse aquí es que en su “Producción de mercancías por
medio de mercancías”, Sraffa se aparta de la idea que tiene Ricardo sobre la
relación entre la tasa de interés y la tasa de beneficios.
Para Ricardo, la tasa de
interés está determinada por la tasa de beneficios:
“El
tipo de interés, aunque gobernado permanentemente y en último término por la
tasa de utilidad, está, sin embargo, sujeto a variaciones temporales por otras
causas”[6]
Y niega explícitamente que,
dejando de lado las variaciones temporales, sea un fenómeno monetario:
“No
está regulado (el interés del dinero) por la tasa a que el Banco lo presta,
sino por la tasa de ganancias que puede obtenerse con el empleo del capital, lo
que es totalmente independiente de la cantidad o del valor del dinero”[7]
En el sistema de Sraffa, para
determinar los precios de producción hay que darse una de las variables de
distribución: el salario o la tasa de beneficios. Dada la tasa de beneficios se
obtienen el salario y los precios. Sraffa justifica la adopción de la tasa de
beneficios como variable exógena con el siguiente argumento:
“El
tipo de beneficios, en cuanto que es una razón, tiene un significado que es
independiente de cualquier precio, y puede ser, por tanto, dado antes de que
los precios sean fijados. Es así
susceptible de ser determinado desde fuera del sistema de producción, en
especial por el nivel de los tipos monetarios de interés. En las secciones
siguientes el tipo de beneficios será, por tanto, tratado como variable
independiente”[8]
Aunque tanto en la obra de Say
como la de Mill se perfila la figura del empresario ejerciendo una función que
le es propia y recibiendo por ello un ingreso, en la visión
transmitida de forma predominante de la economía clásica, la distribución del
producto, problema central de la teoría, se realiza entre tres clases de agentes:
trabajadores, capitalistas y terratenientes, sin que haya lugar analítico para
la figura del empresario y la función empresarial.
Bibliografía:
Cantillon, Richard
(1755,1950). Ensayo sobre la naturaleza
del comercio en general. Fondo de Cultura Económica, México, 1950.
Mill, J.S. (1848, 1978). Principios
de economía política. Fondo de Cultura Económica, México, 1978.
Ricardo, D. (1817, 1997). Principios de economía política y
tributación. Fondo de Cultura
Económica, México, 1997. Segunda reimpresión, Bogotá, 1997.
Say, J.B. (1803, 1972). Traite d´Economíe Politique. Calmann-Levy, Paris, 1972.
Smith, Adam (1776, 1979). Investigación
sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Fondo
de Cultura Económica, México, 1979.
Sraffa, P. (1960, 1975). Producción de mercancías por medio de
mercancías. Oikos-Tau, s.a. ediciones, Barcelona, 1975.
[1]
Smith, A. (1776,1979). Página 48.
[2] Smith,
A. (1776,1979). Página 318.
[3]
Say, J.B. (1803, 1972). Página 374.
[4] Mill,
J.S. (1848, 1978). Página 361.
[5] Mill,
J.S. (1848, 1978). Página 365.
[6]
Ricardo, D. (1817, 1997). Página 222.
[7] Ricardo,
D. (1817, 1997). Página 271.
[8]
Sraffa, P. (1960,1975). Páginas 55-56.
No hay comentarios:
Publicar un comentario