La concepción del empresario en el pensamiento económico I
El
origen: Richard Cantillon
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista
La forma como se concibe al
empresario incide decisivamente en la percepción que las personas tienen de la
economía de libre mercado y propiedad privada. Esa concepción determina la
mayor o menor simpatía – o antipatía- que se experimenta frente a ese tipo de
organización económica y la forma de propiedad a ella asociada.
Las ideas que la gente tiene
del empresario y de su rol en el proceso económico están determinadas por el
tratamiento analítico dado a esa figura en las dos grandes tradiciones del
pensamiento económico: la clásica y la neoclásica. Esto no significa que la
gente conozca estas tradiciones, incluso puede ignorar por completo su
existencia. La cuestión es que las visiones o representaciones que se desprenden
de ellas han sido trasmitidas, de forma cada vez más degenerada, por literatos, historiadores, periodistas y economistas, también.
Para ilustrar mejor este punto
piénsese, por ejemplo, en el interés. La mayoría de las personas creen que
surge del dinero, de la posesión del dinero, y buena parte de ellas tiene el
sentimiento de que hay algo de injustificado en su existencia, aunque no atinen
a entender muy bien por qué es así. La idea de que el interés es dinero
engendrado por dinero y de que esto no tiene justificación porque el propósito
del dinero es servir como medio de cambio, y nada más, procede de Aristóteles,
de quien la mayoría de las personas conoce a lo sumo su nombre. Para estas
personas, el prestamista se asocia, casi siempre a la siniestra figura de
Ebenezer Scrooge, el personaje de Dickens, cuyas obras son responsables en gran
medida de las sórdidas representaciones de la Revolución Industrial transmitidas
por un sin número de historiadores. Con el empresario ocurre algo similar a lo
que ocurre con el interés.
En la primera de las
tradiciones mencionadas, la clásica, la figura del empresario es difusa, al
punto en que puede decirse que es inexistente y que se identifica analíticamente
con el propietario de los medios de producción, con el capitalista. Debemos a
Smith esa visión. En la segunda, la neoclásica, prevalece una visión tan
enteramente mecánica que el empresario se deshumaniza hasta diluirse en el
concepto impersonal de empresa, que se maneja en los manuales estándar de microeconomía
y macroeconomía. El origen de esta visión se encuentra en Walras.
Hay en el pensamiento
económico una tercera tradición que comienza en Cantillon y llega a los
modernos exponentes de la escuela austríaca, que aporta una visión de
empresario mucho más rica y compleja, la cual, además de tener importantes
implicaciones analíticas, lleva a una valoración moral de la economía
capitalista más acertada y mucho más favorable que la derivada de las dos
tradiciones mencionadas.
Probablemente es Richard
Cantillon (1680 – 1734)[1] el primero de los grandes
economistas del pasado en desarrollar y emplear sistemáticamente en su teoría
el concepto de empresario. En su única obra, Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general, publicada en
1755, se encuentra el siguiente enunciado de sorprendente modernidad:
“La
circulación y el trueque de bienes y mercaderías, lo mismo que su producción,
se realiza en Europa por empresarios a riesgo suyo”[2].
¿Quiénes son esos empresarios?
En primer lugar, está el
colono que promete pagar al propietario de la tierra “una suma fija de dinero
(…) sin tener la certeza del beneficio que obtendrá de esta empresa”. Y no
tiene certeza porque el precio de mercado de los artículos producidos depende
de toda una serie de circunstancias que escapan a su control. Esto significa
“que conduce la empresa de su granja con incertidumbre”. El colono vende sus productos
al mayorista, que los lleva a los burgos o a las ciudades, y quien a su turno
paga al colono un precio fijo “para obtener en la ciudad un precio incierto”. El
mayorista o el colono mismo venden sus productos a los minoristas o artesanos
quienes también pagan un precio cierto esperando un precio incierto.
“Por
esta razón muchas gentes en la ciudad se convierten en comerciantes o
empresarios, comprando los productos del campo a quienes los traen a ella, o
bien trayéndolos por su cuenta: pagan así por ellos un precio cierto, según el
lugar donde los compran, revendiéndolos al por mayor, o al menudeo, a un precio
incierto”[3]
Es empresario el artesano, que
compra la lana del comerciante o del productor, sin saber “qué beneficio
obtendrá al vender sus paños y telas al sastre”. Es empresario el sastre, el
lencero, el sombrerero, el vinatero, etc. Todos esos empresarios son
consumidores y clientes los unos de los otros.
“Todos
los otros empresarios, como los que benefician las minas, o los de
espectáculos, edificaciones, etc. – lo mismo que los empresarios de su propio
trabajo, que no necesitan fondos para establecerse, como lo buhoneros,
caldereros, zurcidoras, deshollinadores, aguadores, etc. – subsisten con
incertidumbre, y su número se proporciona al de su clientela. Los maestros
artesanos, zapateros, sastres, ebanistas, peluqueros, etc., que emplean
oficiales en proporción a los encargos que reciben, viven en la misma
incertidumbre, porque sus clientes pueden abandonarlos de un día a otro: los
empresarios de su propio trabajo en las artes y en las ciencias, pintores,
médicos, abogados, etc., subsisten con la misma incertidumbre”[4].
“Estos empresarios no pueden saber jamás cuál
será el volumen de consumo de su ciudad, ni cuánto tiempo seguirán comprándole
sus clientes, ya que los competidores tratarán, por todos los medios, de
arrebatarles la clientela: todo esto es causa de tanta incertidumbre entre los
empresarios, que cada día algunos de ellos caen en bancarrota”[5]
Y se llega a esta conclusión:
“…cabe
afirmar que, si se exceptúan el príncipe y los terratenientes, todos los
habitantes de un estado son dependientes; que pueden, éstos, dividirse en dos
clases: empresarios y gente asalariada; que los empresarios viven, por decirlo
así, de ingresos inciertos, y todos los demás cuentan de ingresos ciertos
durante el tiempo que de ellos gozan, aunque sus funciones y rango sean muy
desiguales”[6]
Con razón Murray Rothbard,
quien como Jevons lo considera el fundador de la economía, ha dicho que el
análisis del empresario de Cantillon es una de sus más notables contribuciones al
pensamiento económico[7].
La incertidumbre es el rasgo característico de los mercados reales, algo que
debía entender muy bien el comerciante, banquero y especulador que fue
Cantillon. Su empresario alquila tierra y servicios productivos y adquiere
insumos a precios conocidos esperando obtener de su actividad un beneficio
incierto porque inciertos con los precios a los que venderá sus productos. Este
es también el caso de aquellos que comprometen en su actividad sólo su propio
trabajo y algunos escasos medios de su propiedad: todos los trabajadores y
profesionales independientes.
La concepción de empresario de
Cantillon, que, como lo indica Rothbard, anticipa la de Mises y la de la
moderna escuela austríaca, desparecerá del pensamiento económico bajo la
influencia aplastante de Adam Smith y, posteriormente, de León Walras.
Bibliografía
Cantillon, Richard (1755,1950). Ensayo
sobre la naturaleza del comercio en general. Fondo de Cultura
Económica, México, 1950.
Rothbard, M. (1995, 2006). Economic
Thought Before Adam Smith. An Austrian Perspective on the History of Economic
Thought. Volume I. Ludwig von Mises Institute, AUBURN, ALABAMA, 2006.
LGVA
Febrero de 2021.
[1]
La gran significación de la
obra de Cantillon para el desarrollo del pensamiento económico fue puesta en
evidencia, por primera vez, por William Stanley Jevons en un ensayo titulado “Richard
Cantillon y la nacionalidad de la economía política”, publicado en 1881. Este
ensayo se reproduce en la edición española del libro de Cantillon publicada por
el Fondo de Cultura Económica en 1950.
Posteriormente, en su libro Precios y
producción, Hayek recupera el análisis de Cantillon sobre la forma en
que un aumento de la oferta monetaria, ocasionado por la explotación de nuevas
minas de oro o plata, se transmite al conjunto de la economía alterando los
precios relativos de las mercancías. Esta modificación de los precios relativos,
a la que Hayek dio en nombre de Efecto Cantillon, es crucial en su
explicación del ciclo y las crisis económicas.
[2]
Cantillon, R (1755,1950). Página 39.
[3] Cantillon,
R (1755,1950). Página 41.
[4] Cantillon,
R (1755,1950). Página 42-43.
[5] Cantillon,
R (1755,1950). Página 41.
[6] Cantillon,
R (1755,1950). Página 43.
[7] Rothbard,
M. (1995,2006). Páginas 351.
Gracias Luis por rescatar esta mención tan interesante y pionera sobre la perspectiva del empresariado. La consideración del riesgo asumido por los agentes económicos es muy enriquecedora para la comprensión de sus dinámicas.
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