Claudia López:
¿demócrata o totalitaria?
Luis Guillermo Vélez
Álvarez
Economista, Docente
Universidad EAFIT
Claudia
Nayibe López Hernández es, aparentemente, una candidata presidencial con buenos pergaminos académicos. Tiene un título en Finanzas, Gobierno
y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado; una maestría en
Administración Pública y Política Urbana de la Universidad de Columbia en Nueva
York y es candidata a un doctorado en Ciencia Política de la Universidad de
Northwestern. Hay que reconocerle también el mérito de haber publicado un
enjundioso libro, ¡Adiós a las FARC! ¿Y ahora qué?, en donde presenta su visión
del momento político actual y también lo que sería una propuesta de programa de gobierno.
En
razón de su formación y de lo que ha sido su trayectoria profesional y
política, Claudia López tiene una fe sin resquicio de dudas en el estado como
instrumento supremo para garantizar el bienestar social. El estado es el
garante de los derechos de propiedad y
sin estado es inconcebible el buen funcionamiento de los mercados. Aunque de
una forma más sofisticada y apoyada en multitud de datos, su libro repite sin
cesar el diagnóstico periodístico y popular que atribuye a la ausencia o la
falta de estado todos los males de la sociedad. Y, naturalmente, surge la
receta para todos esos males: más estado.
Como
todos los creyentes del estado demiurgo, Claudia López no cuestiona el tamaño
del estado ni su reglamentación excesiva. Para ella todo se reduce a una simple
dicotomía entre un estado bueno y un estado malo. El estado es bueno si está en
manos de personas omniscientes, honradas y benevolentes y es malo si está en
manos de ignorantes, corruptos y egoístas. Es decir, el estado será bueno
cuando esté manejado por Claudia López y sus amigos y será malo mientras esté
manejado por cualquier otro grupo de amigos del cual Claudia López y los suyos
no hagan parte.
Claudia
López piensa y obra como todos los estatistas que se dividen siempre para
efectos de la confrontación política entre los inmaculados y todos los demás.
Todos ofrecen más estado y la disputa entre ellos se reduce a lograr ser
percibidos por los votantes como los más inmaculados o los menos corruptos. La
mayor crisis de las economías de mercado avanzadas y menos avanzadas no radica,
hasta ahora, en el agotamiento de la capacidad de innovación empresarial, motor
definitivo del crecimiento y la prosperidad; sino en la desaparición, a nivel
de la gran masa de votantes, del sentido de responsabilidad individual del
propio destino y su sustitución el por sentimiento ampliamente generalizado de
que el bienestar personal debe ser garantizado por esa entelequia todo poderosa
llamada el ESTADO. Y la gente demanda estado y los políticos lo ofrecen.
Este problema ha sido
profundamente analizado por Hayek y, más recientemente, desde la ciencia
política, por Francis Fukuyama, cuyos dos últimos libros Claudia López debería
tratar de leer, si le queda algo de tiempo en medio del tráfago en el que está
inmersa. Pero si ese par de tomos resultan excesivos, bien podría leer el librito,
La
gran degeneración, del historiador Niall Ferguson, en donde, otras
cosas, se lee: “la regulación excesivamente compleja de los mercados por parte
del gobierno es en realidad la propia enfermedad de la que pretende ser la
cura”. Y esta otra: “…siento mucha mayor
simpatía (…) por la idea de que nuestra sociedad se beneficiaría de más
iniciativa privada y menos dependencia del estado. Si esta es hoy una postura
conservadora, que lo sea. Antaño se consideró la esencia del verdadero
liberalismo”.
Basta
ya de reprocharle a Claudia López su estatismo inmaculado y bien intencionado.
Es mejor sugerirle una distinción dentro de la vasta corriente de los estatistas
de la que hace parte: los estatistas demócratas y los estatistas totalitarios.
Parece que Claudia López ha pergeñado ya esta distinción inducida por los
vejámenes contra la población del gobierno de Maduro, lo cual la ha llevado a
desmarcarse de personajes como Gustavo Petro quien, sin vergüenza alguna, apoya
ese régimen criminal. También dijo Claudia López, en entrevista con Al
Poniente, que nunca se aliaría con las FARC.
Pero
hay razones para dudar de que Claudia López sea coherente en mantenerse alejada
del estatismo totalitario. La primera es la pertencia de su partido al sindicato latinoamericando de los partidos de la izquierda totalitaria, el llamado Foro de
Sao Paulo, organización que emitió, avalada por el Partido Verde, una
declaración de apoyo al régimen de Maduro. La segunda es su cercanía, y la de
Sergio Fajardo, con Jorge Robledo, un marxista-leninista confeso, partidario de la dictadura del proletariado, y
quien ha guardado un silencio cómplice frente a las ignominias del
chavismo-madurismo.
Hoy,
Claudia López, la disyuntiva política en Colombia es entre la defensa de
nuestra economía de mercado y nuestra democracia, por imperfectas que sean, y
el riego de que con alianzas políticas ominosas se le abra el camino al
totalitarismo.
LGVA
Agosto
de 2017.
Creo que Claudia se regiere mas a las fallas del estado y del mercado. Y como el estado capaz de suplir dichas falencia y ofrecer garantias para desarrollar sus funciones basicas. Claro ella sugiere estado. El estado no es malo muemtras las instituciones sean fuertes y despolitizadas.
ResponderEliminarpffff
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