Libertank y el retorno del liberalismo
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Los valores fundamentales del liberalismo clásico - la
libertad como valor supremo, la responsabilidad individual y el gobierno
limitado- son tan obvios y sencillos que resulta sorprendente que caigan en el
olvido y que sea necesario recordarlos periódicamente y limpiar los establos de
Augias de leyes y decretos donde han sido sepultados.
El olvido del liberalismo clásico no se produjo de un
momento a otro, ni la renuncia a sus valores fundantes se hizo de forma
consciente y deliberada. De hecho, cuando los políticos de todos los países y
las masas que los apoyaban impulsaban la legislación liberticida, en la mayoría
de los casos creían estar velando por la creación o preservación de algún bien público.
El crecimiento de los “bienes meritorios” encomendados
al gobierno, de las “fallas de mercado” que debían ser corregidas, de las
“injusticias sociales” que debían ser remediadas, de los “impactos ambientales”
que debían ser mitigados, en fín, de los riesgos y amenazas que hay que
evitarles a los ciudadanos infantilizados; todo eso hacía crecer cada vez más
el tamaño del gobierno al tiempo que los individuos renunciaban a su libertad
de elegir y declinaban la responsabilidad de sus elecciones.
Las dos guerras mundiales y la crisis de los años 30
fueron catalizadores de intervencionismo estatal pues acabaron con el patrón
oro y legitimaron el déficit fiscal. La idea keynesiana de una demanda agregada
insuficiente, que debía ser complementada por el gasto del gobierno, era música
celestial para los políticos de todos los países. El proteccionismo de la
Cepal, en América Latina, dio al intervencionismo un fundamento adicional, muy
bien recibido por los empresarios de la industria naciente.
Aterrado por el crecimiento del tamaño de los gobiernos
democráticos y el avance de las ideas socialistas en los países de Occidente,
en 1947, Hayek fundó, con 36 intelectuales más, la Sociedad Mont Pelerin,
con el objeto de defender, preservar y difundir el pensamiento liberal. Aunque
esto tuvo impactos en el mundo académico, en el terreno de la política
económica, el estatismo y el keynesianismo siguieron dominando hasta los años
70, cuando la inflación y la ineficiencia gubernamental pusieron en evidencia
sus límites.
Con Margaret Thatcher y Ronald Reagan el liberalismo clásico
tuvo en los años 80 del siglo XX una nueva y exitosa oportunidad sobre la
tierra, afectando de forma duradera la política económica de las democracias
occidentales e influenciando, incluso, las ideas de laboristas, socialistas y
socialdemócratas que se hicieron más respetuosos del mercado y la libertad. La
ortodoxia monetaria, el balance fiscal y el libre comercio volvieron a ser
respetables; disminuyó el tamaño de los gobiernos y se desacralizó el
asistencialismo.
Mientras esas transformaciones se estaban dando en el
mundo, la sociedad colombiana se encontraba sumida en una durísima lucha con
los narcotraficantes y las guerrillas que también se lucraban del negocio. No obstante,
el gobierno de Barco Vargas dio un decisivo paso hacia la libertad comercial
acabando con el control de cambios. El gobierno de Gaviria avanzaría aún más
abriendo la economía y adelantando reformas a la seguridad social, al sistema
financiero, al régimen de inversión extranjera, a los servicios públicos
domiciliarios y al régimen laboral. Reformas similares se adelantaron en otros
países de América Latina y a eso se le dio el nombre de “neoliberalismo”.
Las reformas neoliberales impulsaron el desarrollo del
mercado de capitales, facilitaron la inversión extranjera y permitieron la
internacionalización del empresariado colombiano. No obstante, el proceso
reformista se detuvo y el colectivismo antiliberal empezó a ganar terreno en
Colombia y en toda América Latina, desde finales de los años 90, especialmente
a partir del ascenso de Hugo Chávez al poder en Venezuela.
Bajo el ropaje de la lucha contra la pobreza y la
desigualdad y en pro de una quimérica “justicia social”, el discurso antiliberal fue progresando a lo
largo de los años, frente a un establecimiento político y económico confundido que solo
atinaba a responder tratando de superar la oferta asistencialista y alcabalera
de una izquierda que se siente victoriosa porque ha logrado imponer los
términos del debate político.
La actividad de Libertank y de otras expresiones del
pensamiento liberal, surgidas al margen del establecimiento político y gremial tradicional,
debe ser saludada como una gran contribución a la superación de esa confusión y
al replanteamiento radical del contenido y el lenguaje mismo del debate de política pública,
sin hacer a la corrección política concesiones que limitan el pensamiento y la
acción.
Desde mediados de los años 90 un par de instituciones,
la Fundación Heritage en Estados Unidos y el Instituto Fraser en Canadá,
realizan comparaciones del grado de libertad económica en un
número creciente de países del mundo. Colombia ocupa un lugar más bien modesto
en esas clasificaciones: en la del Instituto Fraser aparece en el puesto 92
entre 162 países y en el 49 entre 178 en la de la Fundación Heritage. Libertank
hace un gran trabajo monitoreando y evaluando de forma permanente las propuestas
de política, las acciones del ejecutivo y las decisiones administrativas, legislativas
y judiciales que inciden directamente en la libertad económica.
También Libertank realiza un importante trabajo pedagógico
para recuperar, debajo del manto ideológico del colectivismo, verdades tan
elementales como que la riqueza de unos no es la causa de la pobreza de los
otros; que lo que distingue a los países avanzados de aquellos que no lo son no
es la desigualdad de ingresos sino la fuerza del hábito de inversión; que las
empresas no son ni pobres ni ricas sino eficientes y productivas; que el
asistencialismo solo hace llevadera la pobreza, al tiempo que socava la predisposición
al esfuerzo y abona la corrupción, en fin, que lo único que saca a la gente de
la pobreza es el trabajo de generar su ingreso propio, lo que fortalece la autoestima
y la responsabilidad de personas cada vez más autónomas y orgullosas de su libertad.
LGVA
Julio de 2022.
👍👍🍀
ResponderEliminarEstimado Profesor, excelente artìculo. Si me permite, cabrìa resaltar que en esos años , en los que Cesar Gaviria trajo el neoliberalismo a Colombia e implementò la "apertura" se instaurò el control de la inflaciòn en el banco de la repùblica, y desde allì hemos tenido una excelente reputaciòn y desempeño de uno de los ùnicos bancos centrales independientes y serios de américa latina. Que curioso este polìtico liberal con ideas de economìa liberales en aquel entonces!
ResponderEliminarTiene razón. He debido mencionarlo. Me excuso diciendo que en muchos otros artículos he tratando el tema de la autonomía del Banco. Muy extraña la evolución de Gaviria.
EliminarOlvidè mi nombre, soy Mauricio Vasco Restrepo, es un gusto profesor!
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