Manuel Ignacio Dussan Villaveces: arquitecto del
mercado eléctrico
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Universidad EAFIT
El
25 de octubre del 1998 el periódico El Tiempo publicó una nota titulada “La
parejita gaseosa” refiriéndose a un par de consultores contratados por el
Ministerio de Minas y Energía con el objeto formular propuestas regulatorias
para el mercado de gas combustible. Se trataba Evamarìa Uribe Tobón y de su
esposo Manuel Ignacio Dussan Villaveces quienes regresaban al País después de
desempeñarse durante cuatro años como funcionarios del Banco Interamericano de
Desarrollo. Manuel Ignacio falleció el 17 de marzo después de luchar,
firmemente acompañado por Evamarìa, con un agresivo cáncer que lo aquejaba
desde hace dos años.
La
parejita gaseosa inicialmente fue una parejita eléctrica pues se conocieron y
se enamoraron cuando se desempeñaban como expertos comisionados de la Comisión
de Regulación de Energía y Gas en 1994. Allí, en la novísima CREG, con Fernando
Barrera Quintero, dieron desarrollo regulatorio a las disposiciones de las
leyes 142 y 143. Durante el breve y fructífero período en que permanecieron en
la CREG se expidieron las resoluciones que pusieron en funcionamiento el
mercado eléctrico y sentaron las bases de la regulación de las actividades de
comercialización, distribución y transmisión.
Manuel
Ignacio había llegado al País después de trabajar durante unos 15 años como
funcionario de la banca multilateral con sede en Washington. Ingeniero
eléctrico de la Universidad de los Andes y Magister en Sistemas de Potencia de
la Universidad de Northwestern, inició su brillante carrera profesional en ISA de
donde se retiró, en 1978, cuando se desempeñaba como gerente de operaciones
para emprender su largo periplo de consultor internacional. No quiso el destino
que en aquel entonces su vida se cruzara con la de Evamarìa quien, en ese mismo
año, pocos días después de su retiro, ingresaba como analista de la gerencia
financiera entonces a cargo de Jorge Eduardo Cock. Se encontrarían quince años
después para tejer una profunda relación basada en la única sustancia duradera
del amor: la admiración y el respeto mutuos.
La
mayor parte de la vida profesional de Manuel Ignacio fue la de un trotamundos: asesorando, bien como funcionario de la banca multilateral o como consultor
independiente, gobiernos y entidades en el diseño de mercados de energía,
evaluación de proyectos y regulación y planeación del sector energético. Fueron
muchos los países de América Latina y de Europa del Este en los que dejó la
huella de su inteligencia y su consejo prudente y moderado.
Uno
de los rasgos más destacados de su personalidad fue la forma mesurada y
desapasionada de exponer y sustentar sus puntos de vista, casi rayana en el
desapego y ajena a todo dogmatismo. Seguía al parecer la recomendación del Secretario
Florentino según la cual le corresponde al consejero "decir su opinión sin
pasión y sin pasión y con modestia defenderla", consciente quizás de que es el
decisor, no el consultor, quien se juega el pellejo con la adopción de la
política recomendada.
Hablaba
pasito, en tono menor, en ocasiones apenas susurraba y en esos momentos las
demás voces se callaban y las orejas se ponían alertas conscientes de que iban
a escuchar de su boca palabras cargadas de inteligencia, de buen juicio y
sensatez. Como todos los que tuvieron el privilegio de tratarlo aprendí muchas
cosas de él y admiré siempre su distinción personal y su elegancia
intelectual. Gracias por mucho, Manuel.
LGVA
Marzo
de 2016.
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