Pensamiento
Económico II – Lección 7
Teoría
de la competencia imperfecta y de la competencia monopolística
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
I
El marco analítico de la
teoría de los precios es la competencia perfecta. El corazón de la teoría
económica es el modelo walrasiano de equilibrio general competitivo. En la
economía aplicada en necesario recurrir a modelos que se apartan del modelo de
competencia perfecta. El objeto de esta lección es presentar algunos aspectos
del tratamiento de los mercados no competitivos en algunos autores
representativos. Se inicialmente se expone la forma como la economía clásica
abordó el tema del monopolio (II). Posteriormente se destaca la contribución de
Cournot (III). Se concluye con la presentación de la teoría de la competencia
monopolística desarrollada de forma completamente independiente por Joan
Robinson (1903-1983) y Edward Chamberlin (1899-1967) sus obras Economía de la competencia imperfecta
y Teoría
de la competencia monopólica, respectivamente, publicadas ambas en 1933
(IV).
II
La economía clásica se construyó
bajo el supuesto de competencia perfecta. No quiere ello decir que se ignorara
la existencia de mercados en los cuales no se cumplían las condiciones
características de la competencia perfecta. De hecho, la imperfección de los
mercados – como consecuencia de la intervención de los gobiernos mercantilistas
y las restricciones de la institucionalidad feudal – es característica de la
época en que escribe Adam Smith. La
Riqueza de las Naciones – al igual que otras obras fundacionales - no es
otra cosa que un amplio alegato en contra de esa intervención y de esas
restricciones y en favor de la libertad comercial y la competencia. Smith
pensaba en los monopolios comerciales resultantes de privilegios otorgados por
los gobiernos a determinados grupos de comerciantes como el otorgado a la
Compañía Inglesa de las Indias Orientales. Escribe Smith:
“Pero
los monopolios de esta naturaleza se revuelven contra el país que los adopta
porque la mayoría de los ciudadanos de dicha nación no sólo se ven excluidos de
un tráfico en el que emplearían, de manera ventajosa, parte de sus capitales,
sino que se ven al mismo obligados a comprar esa clase de mercancías mucho más
caras, por no ser aquel comercio libre para todos. (...) tienen que pagar, con
el precio de las mercancías que consumen de aquellas regiones, no sólo las
extraordinarias ganancias (...) sino todo cuanto malgasta por los abusos y
fraudes que comete, excesos que se ocasionan irremisiblemente en el manejo de
los negocios de una empresa tan vasta”. Señala también que los monopolios
“desajustan, en mayor o menor escala, la distribución natural del capital de la
sociedad”[1]
En Smith, aunque no lo señala
en forma expresa como lo hará Ricardo, el precio de monopolio es,
evidentemente, en un precio de mercado que está por encima del precio natural o
costo de producción sin que haya ninguna fuerza en el mercado que lo obligue a
ajustarse a éste. Sin embargo, Smith no ahonda analíticamente en la formación
de aquel.
Aunque enemigo en principio de
los monopolios legales, Smith admite que se otorguen monopolios temporales a
una compañía de comerciantes que “emprende por su cuenta y riesgo, el
establecimiento de relaciones mercantiles con una nación bárbara y remota”. Señala
que un monopolio temporal de esta índole “...puede muy bien justificarse
conforme a los mismos principios que confieren privilegio exclusivo al inventor
de una máquina nueva o al autor de un libro”[2]
Ricardo tiene el mérito de delimitar
expresamente el ámbito de su teoría de los precios estableciendo con claridad
las bases del modelo de competencia perfecta:
“...al
hablar de los bienes, de su valor de cambio y de las leyes que rigen sus
precios relativos, siempre hacemos alusión a aquellos bienes que puede
producirse en mayor cantidad, mediante el ejercicio de la actividad humana, y
en cuya producción opera la competencia sin restricción alguna”[3]
Sobre la formación del precio
de monopolio Ricardo avanza con relación a Smith al indicar, anticipando a
Cournot, que el nivel de dicho precio está determinado por la demanda. Escribe
Ricardo:
“Cuando
un bien alcanza precio de monopolio, se encuentra al precio más alto a que los
consumidores están dispuestos a comprarlos. Los bienes se sitúan solamente al
precio monopólico cuando su cantidad no puede ser aumentada por ningún
arbitrio, y cuando, por consiguiente, la competencia afecta un solo y único
sector: el de los compradores. El precio de monopolio de un período puede estar
mucho más bajo o más alto que el precio monopólico de otro porque la
competencia entre los compradores depende de su riqueza y de sus gustos y
caprichos. Los vinos que se producen en muy limitad cantidad y aquellas obras
de arte que, por su excelencia han alcanzado un valor fantástico, serán
cambiados por una cantidad muy diferentes del producto del trabajo ordinario,
según que la sociedad sea rica o pobre, según posea en abundancia o escasez
dicho producto, o se encuentre en una etapa primitiva o avanzada. El valor de
cambio de un bien que tiene un precio de monopolio, no está, por consiguiente,
regulado por el costo de producción”[4].
Para Ricardo, y también para
Smith, los precios de monopolio son aquellos precios de mercado que por falta
de competencia no convergen al precio natural determinado por los costos de
producción.
“Los
bienes que están monopolizados por un individuo o por una compañía, varían de
acuerdo con la ley que Lord Lauderdale ha establecido: bajan en la proporción
en que los vendedores aumentan su cantidad y suben en proporción a la avidez
con que los compradores las adquieren; su precio no tiene conexión necesaria
con su valor natural: pero los precios de los bienes sujetos a competencia, y
cuya cantidad puede aumentar en cualquier grado moderado, dependerán, en último
término, no del estado de la demanda y de la oferta sino del costo aumentado o
disminuido de su producción”[5]
Mill sigue a Ricardo en su
tratamiento del precio de monopolio como un precio de mercado que por falta de
competencia no se ajusta al costo de producción:
“...la
demanda y la oferta rigen el valor de todas las cosas cuya cantidad no puede
aumentarse indefinidamente; sólo que, aún para ellas, cuando son producto de la
actividad humana, existe un valor mínimo fijado por el costo de producción.
Pero en todas las cosas que pueden multiplicarse al infinito, la demanda y la
oferta sólo pueden determinar las perturbaciones del valor para un período que
no puede exceder del tiempo para que se altere la oferta. Así, pues, mientras
regulan las oscilaciones del valor, ambas obedecen a una fuerza superior, que
hace que el valor gravites hacia el costo de producción”[6]
Los precios de monopolio, es
decir, los precios de mercado que no se ajustan a los costos de producción,
surgen pues de restricciones a la oferta generalmente impuestas por los
gobiernos. Las importantes de estas restricciones son naturalmente las que se
imponen a las importaciones. Toda la teoría clásica de la ventaja comparativa –
desarrollada por Ricardo y perfeccionada por Mill – es un alegato en contra de
esas restricciones fundamentadas en la visión mercantilista del comercio
exterior. No obstante, Mill admite la protección temporal a la llamada
industria naciente:
“El
único caso que el cual pueden defenderse los derechos protectores basándose en
principios de economía política, es cuando se imponen temporalmente (sobre todo
en una nación joven y progresista) esperando naturalizar una industria
extranjera que es por sí adaptable a las circunstancias del país” [7]
Pero, salvo para el caso de la
industria naciente, Mill condena toda clase de restricciones al comercio en
especial los monopolios legales. Estos además de producir “carestía artificial”
desalientan la iniciativa empresarial. Escribe Mill:
“El
conceder un monopolio a un productor o comerciante o a un grupo de productores
o comerciantes lo bastante reducido para que puedan ponerse de acuerdo, es
darles la facultad de establecer sobre el público, para provecho particular, un
impuesto de una altura tal que no haga que el público deje de usar su
mercancía. (...) El consumidor paga (...) además del impuesto recaudado en
provecho (...) de los monopolizadores, un impuesto adicional por su pereza e
incapacidad. Cuando se les priva del estímulo inmediato de la competencia, los
productores y los comerciantes se hacen indiferentes a los dictados de sus
intereses pecuniarios finales, prefiriendo, a las más prometedoras perspectivas
futuras, seguir su rutina. Una persona que está ya en situación próspera pocas
veces se decide a dejar el camino trillado para empezar otro nuevo más
perfecto, a menos que le empuje el temor de que algún rival les sustituya”[8].
Finalmente, Mill retoma la
tesis de Smith sobre la protección a los innovadores:
“La
condenación de los monopolios no debe extenderse a las patentes que permiten al
inventor de un procedimiento perfeccionado gozar, durante un período de tiempo
limitado, el privilegio exclusivo de usar su propio perfeccionamiento. Esto no
es encarecer la mercancía para que él se beneficie, sino sólo aplazar una parte
de la baratura que el público debe al inventor para recompensarle por el
servicio que presta a la comunidad” [9]
La teoría clásica de la
competencia imperfecta puede resumirse en los siguientes puntos:
·
La competencia es imperfecta cuando existen
factores que impiden que los precios de mercado se ajusten o graviten hacia los
precios naturales o, lo que es lo mismo, hacia costos de producción.
·
Esos factores son fundamentalmente
institucionales, es decir, privilegios o derechos exclusivos que los gobierno
otorgan a determinados productores o comerciantes.
·
Son de monopolio también los precios de
aquellas mercancías – como obras de arte, antigüedades, etc.- que no pueden
reproducirse ilimitadamente por la actividad humana.
·
Un precio de mercado superior al costo de
producción permite la obtención de una tasa de benficio superior a la normal.
En competencia, los beneficios extraordinarios hacen que el capital y el
trabajo fluyan hacia las actividades donde se presenta el beneficio
extraordinario hasta el punto en que la oferta adicional se ajuste a la demanda
y el precio de mercado se ajuste al costo de producción haciendo desaparecer el
beneficio extraordinario.
·
La
competencia es imperfecta cuando existen restricciones que impiden el
movimiento de los capitales y el trabajo entre las diferentes ramas de
actividad. Los economistas clásicos agrupaban bajo el término genérico de
monopolio todas las situaciones en las cuales la competencia resulta inoperante
para hacer que los precios de mercado se ajusten a los precios naturales.
Marx merece una mención
especial entre los economistas clásicos. Su teoría de los precios es
profundamente ricardiana no sólo en hacer depender los precios relativos de los
costos de producción sino, en lo que aquí interesa, en el sentido de que está
formulada bajo la hipótesis ricardiana de competencia que no significa otra
cosa que la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia como resultado de
los movimientos de los capitales. Escribe Marx:
“Este
movimiento constante de emigración e inmigración del capital, en una palabra,
esta distribución del capital entre las diferentes esferas de producción
atendiendo al alza o la baja de la cuota de ganancia, determina una relación
entre la oferta y la demanda de tal naturaleza, que la ganancia media es la
misma en las diversa esferas de producción, con lo cual los valores se
convierten en precios de producción. (...) La nivelación constante de las
constantes desigualdades se efectuará tanto más rápidamente: 1º cuanto más
móvil sea el otra y de un lugar a otro; 2º cuanto más rápidamente pueda
desplazarse de una esfera de producción a otra y de un centro local de
producción a otro la fuerza de trabajo”[10].
Ahora bien, Marx señaló como
uno de los elementos fundamentales de la ley general de la acumulación
capitalista la tendencia a la concentración y centralización del capital.
“A
la par que la producción y la acumulación capitalistas, y en idénticas
proporciones, se desarrollan la concurrencia y el crédito, las dos palancas más
poderosas de centralización de capitales. (...) La centralización puede
efectuarse cambiando simplemente la distribución de los capitales ya
existentes, mediante un simple cambio operado en la agrupación cuantitativa de
las partes que integran el capital social. Si el capital aumenta en
proporciones gigantescas en una sola mano, es porque muchas manos se han visto
privadas de los suyos. Dentro de una determinada rama industrial, la
centralización alcanzaría su límite máximo cuando todos los capitales
invertidos en ella se aglutinasen en manos de un solo capitalista. Dentro de
una sociedad dad, este límite sólo se alcanzaría a partir del momento en que
todo el capital social existente se reuniese en una sola mano, en la de un
capitalista individual, bien en la de una única sociedad capitalista”[11].
La tendencia a la
concentración y centralización del capital, que no significa otra cosa que la
tendencia a la formación de monopolios, es para Marx un rasgo inherente a la
acumulación capitalista. Sin embargo no hay en su obra ninguna consideración
sobre las consecuencias que esto tendría sobre la formación de los precios. Al
parecer, Marx pensaba que los precios continuaban siendo regidos por los costos
de producción.
III
Es preciso hacer referencia a
la obra de Augustin Cournot (1801-1877) el primer economista que trató
formalmente la formación de precios en condiciones de monopolio y duopolio.
Cournot, quien fue un hombre de vastos intereses intelectuales, es también el
primero en aplicar las matemáticas al análisis económico. Su principal obra de
economía es su “Recherches sur les
principes mathématiques de la théorie des richesses” publicada en 1838. Más
tarde, en 1863, publica “Principes de la
théorie des richesses” y en 1871, el año de su muertes, “Revue sommaire des doctrines économiques”. La
presentación que sigue de las contribuciones de Cournot está basada en la
primera de sus obras.
Antes de presentar los modelos
de monopolio y duopolio de Cournot, es bueno hacer una pequeña historia sobre
amarga experiencia con el empleo de las matemáticas en el análisis económico. En
su obra de 1863, desde el título, Cournot renuncia al tratamiento matemático de
la economía, que había defendido con singular rigor en su libro de 1838. En
éste escribió:
“Se
piensa que el empleo de símbolos y fórmulas matemáticas no tiene otro objetivo
que conducir a cálculos numéricos (...) Pero las personas versadas en el
análisis matemático saben que este no tiene sólo por objeto calcular números,
sino que se emplea también para encontrar relaciones entre magnitudes que no
pueden evaluarse numéricamente; entre funciones cuya ley no es susceptible de
expresarse con símbolos algebríacos (...) El uso de símbolos matemáticos es
algo natural siempre que se trate de discutir relaciones entes magnitudes; e
incluso si no es absolutamente necesario, puede facilitar la exposición,
hacerla más concisa, abrir la vía a desarrollos más amplios, evitar las
desviaciones de una argumentación vaga...”[12].
Cournot era plenamente
consciente de estar yendo contra la corriente y los hábitos establecidos:
“...el
título de esta obra anuncia no solamente investigaciones teóricas, sino que
indica también la intención de aplicar las formas y símbolos del análisis
matemático: ahora bien ese es un plan, lo confieso, que debe granjearme en
principio la reprobación de los teóricos acreditados”[13]
En el prefacio a los
Principios de 1863 escribió, no sin amargura, refiriéndose a la obra de 1838,
lo siguiente:
“...yo
me había figurado que debía haber ventajas en aplicar símbolos matemáticos en
la expresión de relaciones y de ideas que son ciertamente del resorte de las
matemáticas; y contaba todavía con tener un número honesto de lectores, en un
siglo donde se estudian las matemáticas sobre todo para ser ingeniero con el
objeto de hacerse admitir de buen pie en las grandes empresas que producen la
riqueza. Yo estaba equivocado. Cuando se quiere ir en contra de los hábitos
adoptados, o se hace una revolución (lo que afortunadamente es muy raro) o se
pasa desapercibido, y esto fue lo que me ocurrió”[14]
Los economistas clásicos
habían dejado sin solución en problema del precio de monopolio. Se limitaron a
establecer que era un precio de mercado superior al costo de producción.
Cournot deja de lado toda la discusión sobre las causas del valor y se interesa
en la empresa como tal y los determinantes de la escala de producción en
diferentes situaciones de mercado. Es por esto que Cournot es también el primer
micro-economista. La teoría del precio de monopolio de Cournot es la que aún se
encuentra en cualquier manual de microeconomía y por ella sabemos que el
beneficio del monopolista es máximo cuando el ingreso marginal es igual al
costo marginal. Veamos la forma en que Cournot formula la teoría:
“Supongamos,
por simplicidad del lenguaje, que un hombre es propietario de una fuente de agua
mineral que posee ciertas cualidades que ninguna otra tiene. El podrá sin duda
fijar en 100 francos el precio del litro de esa agua; pero pronto se dará
cuenta, por la falta de demanda, que este no es el medio de obtener gran
partido de su propiedad. El bajará por tanto sucesivamente el precio del litro
hasta el punto en que obtenga el mayor beneficio posible; es decir que, si F
(p) es la ley de la demanda, él terminará por adoptar, después de diversos
tanteos, el valor de p que maximiza el producto p F (p), o que está determinado
por la ecuación: F(p) + p F´(p) = 0.”[15]
La figura 1 ilustra el modelo
de monopolio de Cournot. Como no hay costo alguno, el precio depende
exclusivamente de la demanda. Pero no puede ser cualquier precio. Inicialmente,
el monopolista fija un precio de 100 y se encuentra con que a ese precio no tiene
demanda alguna. Procede entonces a tantear con diversos precios, hasta que
descubre que al precio P* su ingreso es máximo.
Figura
1
Son necesarias algunas
palabras sobre la función F(P) que Cournot denomina la ley de la venta o ley de la demanda. Antes que cualquier otro
autor, incluso antes que Gossen, Cournot formula le ley de la demanda. El
siguiente es su punto de partida:
“Para
desarrollar los fundamentos de la teoría del valor de cambio, no nos
remontaremos, como la hacen la mayor parte de los escritores especulativos,
hasta el nacimiento de la especie humana; no trataremos de explicar
el origen de la propiedad, ni el del intercambio o el de la división del trabajo. Todo eso pertenece sin duda a la
historia de la humanidad, pero no tiene ninguna influencia sobre una teoría que
solo puede ser aplicada a una época avanzada de la civilización (...).
Invocaremos un sólo axioma o, si se prefiere, una única hipótesis a saber que
cada cual busca obtener de sus cosas o de su trabajo el más alto valor posible.
Deduciendo las consecuencias racionales de ese principio, trataremos de fijar
mejor de lo que se ha hecho los elementos, los datos que solo la observación
puede brindar”[16]
Cournot no deriva la ley de la
demanda a partir de la utilidad. Parte de una observación empírica. “Una mercancía es de ordinariamente más
demanda cuando es menos cara (...) la venta o la demanda crece, en general,
cuando los precios decrecen”[17].
Pero esa relación inversa entre la demanda y los precios no es la misma
para todos los bienes. En un texto en el que se barrunta la noción de
elasticidad-precio, que desarrollará plenamente Marshall, Cournot señala lo
siguiente:
“La
demanda puede estar en razón inversa con el precio; ordinariamente crece o
decrece en una proporción mucho más rápida en el caso de la mayor parte de los
productos manufacturados. Otras veces, por el contrario, la variación de la
demanda es menos rápida, como ocurre (cosa singular) tanto con las cosas más
necesarias como con las cosas más superfluas”[18]
Después de algunas
consideraciones sobre la relación entre la cantidad demanda y el precio en el
caso de diversas mercancías, Cournot enuncia la ley de la demanda de la
siguiente forma:
“Admitamos
por tanto que la venta o la demanda anual D es, para cada mercancía, una
función particular F(p) del precio de esa mercancía. Conocer la forma de esta
función es conocer lo que llamaremos la ley de la demanda o de la venta. Ella
depende evidentemente de la utilidad de la cosa, de los servicios que presta o
de los disfrutes que procura, de los hábitos y costumbres de cada pueblos, de
la riqueza media y de la escala según la cual la riqueza se distribuye”[19]
Después de esto Cournot va
enunciando las características de esa función: “Admitiremos que la función F(p) que expresa la ley de la demanda es
continua (..) Puesto que la función F(p) es continua, la función p F(p), que
expresa el valor total de la cantidad vendida anualmente también lo será”[20].
Como no se trata de un curso de microeconomía, con lo expuesto basta para
resaltar el genio y la originalidad de Cournot. Su obra anticipa todo el
análisis de equilibrio parcial de Marshall. Pero, adicionalmente, en el
capítulo X de Recherches, titulado
“Sobre la comunicación entre los mercados” es consciente de las limitaciones
del análisis parcial cuando señala que “para llegar a una solución completa y
rigurosa de los problemas relativos a algunas partes del sistema económico es
indispensable tener en cuenta el sistema entero”[21]. Es eso precisamente lo
que hará Walras. Por eso señala Schumpeter que Cournot fue el primero en “en ver la interdependencia general de todas
las cantidades económicas y la necesidad de expresar ese cosmos mediante un
sistema de ecuaciones”[22]
Cournot tuvo una forma muy
curiosa y original de desarrollar la teoría de los precios. Formula primero,
como ya se ha visto, la ley de la demanda y procede después a aplicarla para
explicar la formación del precio de monopolio. Más adelante, en el capítulo
VII, un vendedor adicional de agua y analiza la competencia entre dos oferentes
desarrollando su famosa teoría del duopolio, palabra que no emplea Cournot.
Finalmente, en el capítulo VIII se ocupa de lo que él llama la “competencia
indefinida” o competencia perfecta como estila en la actualidad.
La teoría del duopolio es para
Cournot un paso en el camino para desarrollar la teoría de competencia. El
siguiente es el punto de partida:
“Para
hacer sensible la concepción abstracta del monopolio, nos imaginamos una fuente
de agua y un propietario. Ahora imaginemos dos propietarios y dos fuentes,
cuyas cualidades son idénticas, y que, en razón de su localización, abastecen
el mismo mercado. Por tanto el precio es exactamente el mismo para uno y otro
propietario. Sea p el precio, D = F(p) la demanda total, D1 la
demanda de la primera fuente y D2 la demanda de la segunda, de tal suerte
que D1 + D2
= D. Dejando de lado los
costos de producción, los ingresos de los propietarios serán respectivamente pD1 y
pD2.
Cada propietario busca por su lado obtener el mayor
ingreso posible”[23]
Cournot resolvió matemática y
gráficamente el problema planteado de la determinación del precio, la cantidad
y la participación de cada uno de los propietarios. El análisis gráfico se
ilustra en la figura 2 donde se presentan las “curvas de reacción” de cada
productor. La curva de reacción de cada duopolista indica la cantidad ofrecida
por él para cada cantidad ofrecida por el otro.
El eje de las abscisas representa la oferta de A y el de las ordenadas la
oferta de B. La función de demanda del mercado está dada. Inicialmente A decide
producir la cantidad H1 asumiendo que B no oferta
ninguna cantidad. Actúa como si estuviera sólo en el mercado y trata de
capturar el más alto precio posible que admite la demanda. Antes esto, B entra
en el mercado con una oferta K1, que va a provocar naturalmente
una reducción del precio. A trata entonces de elevar el precio restringiendo su
propia oferta hasta H2, lo que conduce a un aumento de
la oferta de B hasta K2. El
proceso continúa hasta que converge al punto de equilibrio E donde los dos
productores maximizan su ingreso. Como todo punto de equilibrio se plantea aquí
el problema de su existencia y su estabilidad. En ese equilibrio el precio es
inferior y la cantidad es superior a los que se obtienen en el caso del
monopolio. Si entrar un nuevo oferente el precio sería aún menor y la cantidad
mucho mayor. De hecho, a medida que aumenta el número de participantes el
precio y la cantidad tienden a los valores que obtendrían en el mercado
competitivo. “Si hubiera 3, 4,...n
productores en competencia (...) el precio disminuiría indefinidamente con el
crecimiento indefinido del número n”[24]. En cuanto a la cantidad
Cournot señaló que el producto del duopolio sería la tercera parte del que se obtendría
en un mercado competitivo. En general, el producto transado en el mercado sería
igual a N/N+1 veces del mercado competitivo. En monopolio por tanto el producto
sería la mitad y cuando el N es muy grande el producto se aproxima a la
cantidad de competencia. De esta forma Cournot pasa del análisis del monopolio
al de la competencia perfecta.
Figura
2
IV
La teoría neoclásica de los
precios se construyó bajo la hipótesis de competencia perfecta de forma similar
a la teoría clásica. La hipótesis de competencia perfecta puede interpretarse
tanto como una generalización empírica de la realidad de los mercados o como
una exigencia de coherencia lógica de la teoría. Este último fue expresamente el caso de
Walras. No obstante tanto Walras, como Menger y Marshall estudiaron la
formación del precio de monopolio.
La segunda mitad del siglo XIX
y las primeras tres décadas del siglo XX están marcadas por grandes
transformaciones en la organización y las formas de la producción. La aparición
de bienes públicos (como el ferrocarril, la electricidad, el acueducto, el
telégrafo, etc.), la producción en masa; la aparición de grandes empresas y la
formación de trusts y carteles; la publicidad como elemento fundamental de la
estrategia de las empresas, etc. son desarrollos que llevaron a la conformación
de mercados que en muchos aspectos se apartaban de los modelos de competencia y
monopolio puros.
Ya en su crítica de la curva
marshalliana de oferta, Sraffa había planteado las limitaciones del modelo de
competencia basado en la hipótesis de rendimientos decrecientes. “Debemos
admitir – escribió - que las mercancías se producen generalmente a costos
constantes”[25].
Adicionalmente, señaló que las
llamadas imperfecciones de mercado no podían considerarse como meras
“fricciones” sino que son fuerzas activas que tienes efectos permanentes sobre
los precios y las cantidades de mercado.
Los
problemas asociados a la naturaleza de los rendimientos y, por consiguiente, a
la forma de las curvas de oferta derivaron luego en desarrollos particulares en
lo que se conoce como la teoría de las formas de mercado. Así, los rendimientos
crecientes, que dan lugar a una curva de oferta de pendiente negativa, están en
la base de la teoría del monopolio. Otras imperfecciones, como la referente a
los efectos de la publicidad y a la diferenciación de productos sustentan los
desarrollos de la competencia monopolística formulada en los años treinta de
manera independiente por Joan Robinson y Edward Chamberlin. Se presenta la
formulación de Chamberlin que es la que ha trascendido a la enseñanza habitual
de los manuales de microeconomía.
La
expresión competencia monopolística es un oxímoron cuando se considera desde la
perspectiva de la polaridad competencia perfecta – monopolio. La contradicción
en los términos se resuelve cuando se admite que las empresas tienen otras
formas de competir distintas del precio. En un mercado pueden existir muchas
empresas ofertando productos cercanos pero diferenciados en algún atributo –
real o imaginario – que le otorga a cada empresa un cierto control sobre el
precio. Escribe Chamberlin:
“De los productos diferenciados por
las condiciones que rodean su venta, podemos decir lo mismo que de las patentes
y marcas registradas, que en ellos encontramos elementos monopólicos y
elementos competitivos. Generalmente se les considera competitivos y, sin
embargo, difieren sólo en grado de otros productos que serían inmediatamente
calificados como monopólicos. En el comercio al menudeo, cada producto se
singulariza debido a la individualidad del establecimiento en que se vende,
incluyendo su localización (y también las marcas registradas, diferencias
cualitativas, etc.); este es el aspecto monopolístico. Cada uno de ellos está
sujeto a la competencia de otros productos que se venden en otras
circunstancias y en otros lugares; este es el aspecto competitivo. Aquí, como
en cualquier sector de los productos diferenciados, el monopolio y la
competencia están siempre presentes”[26]
Basta
con entrar a un supermercado o pasearse por un centro comercial para percatarse
que la competencia monopolística es la norma. No existe prácticamente un
mercado que no tenga elementos de competencia y de monopolio.
Ahora
bien, la publicidad es el principal método de la diferenciación de producto. El
objeto de la publicidad para el empresario es “desplazar la curva de demanda
hacia arriba y hacia la derecha, puesto que difunde conocimiento acerca de su
existencia y sugiere la conveniencia de que todo el mundo lo utilice”[27]
Las
empresas en competencia monopolística se diferencian de las empresas en
competencia perfecta en dos aspectos: la naturaleza de la demanda que enfrentan
y la aparición en el caso de las primeras de los costos de venta diferentes a
los costos directos de producción.
En
competencia perfecta la curva de demanda de la empresa individual es una recta
paralela al eje de las abscisas. La curva de demanda del monopolista es la
curva de demanda del mercado. ¿Cuál es la curva de demanda del competidor
monopolista?. Chamberlin dio a esta pregunta una respuesta ingeniosa. El
competidor monopolista enfrenta dos curvas de demanda ambas de pendiente
negativa: la suya propia y la del mercado. La figura 3 ilustra esta situación.
La recta dd representa la demanda propia del monopolista y la DD la demanda de
mercado. El competidor monopolista a diferencia del monopolista puro no puede
determinar de forma independiente su combinación de precio cantidad. Si
partiendo de la situación de equilibrio P*Q* en la que vende la misma cantidad
que sus competidores busca aumentar hasta Q´su participación en el mercado
bajando el precio a P´, provocará la reacción de sus competidores lo cual hará
que sólo consiga elevar su venta hasta Q´´.
Figura 3
Las
empresas pueden tratar de competir aumentado sus gastos de publicidad con el
objeto de provocar un desplazamiento hacia la derecha de su propia curva de
demanda. El primer efecto del gasto incrementado en publicidad es elevar los
costos propios lo cual puede poner la empresa en dificultades si no consigue
desplazar su demanda. Por otra parte, si el aumento en los gastos de ventas
provoca un aumento análogo en los competidores se producirá un desplazamiento
de la demanda de mercado llevando a que los monopolistas competidores vendan
las mismas cantidades a un mayor precio. Esto se ilustra en la figura 4.
Figura 4
El equilibrio de corto plazo
determina el precio dados los costos de ventas de los empresarios. A largo
plazo se determina el precio y el nivel óptimo de la inversión en publicidad.
La contribución de Chamberlin
fue fundamental para el desarrollo de la teoría de la organización industrial,
que es una de las área de la micro-economía aplicada de mayor relevancia para
la política pública. La moderna teoría de la organización industrial se ocupa
de caracterizar las diferentes estructuras de mercado, de analizar la conducta
de los agentes en cada una de ellas, de establecer la forma en que la
producción y los mercados concretos de los distintos bienes y servicios se
adaptan o encajan dentro de ellas, en fin, de evaluar los efectos sobre el
crecimiento, la asignación de recursos y el bienestar económico tienen las
diversas formas de organización de los mercados. Por ello resulta especialmente
importante para la política de competencia y en el diseño de los esquemas y
modelos de regulación de ciertas actividades, en especial de los denominados
servicios públicos.
La teoría de la organización
industrial estudia los mercados reales desde cuatro perspectivas, a saber: el
grado de concentración, es decir, el número de agentes participantes del lado
de la oferta o del lado de la demanda; las características de los productos,
esto es si se trata de un producto homogéneo o de productos diferenciados por
algunos atributos y que no obstante tienen algún grado de sustituibilidad entre
ellos; la importancia de los gastos de publicidad y mercadeo para impulsar las
ventas, gastos que en algunas actividades igualan o superan los costos directos
de producción; en fin, el papel de la inversión en investigación y desarrollo
en nuevas tecnologías y productos dentro de la estrategia competitiva de las
empresas[28].
Bibliografía
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de Cultura Económica, México, 1956.
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