El
Bitcoin o el resurgimiento de las monedas privadas
(Para
Jorge William Tamayo Ortiz, numismático ilustre, porque nunca podrá tener un
bitcoin en su colección)
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
I
Bitcoin es un sistema de
pagos electrónicos creado en 2009 por Sathosi Nakamoto, un programador
japonés. Aunque en la red aparecen
fotografías supuestamente suyas, se afirma también que dicho nombre es el
seudónimo de un grupo de programadores. Un especie de Nicolás Bourbaki. Pero
esto es algo meramente anecdótico. Los pagos electrónicos hacen parte de la
cotidianidad económica de la mayoría de las personas. Lo novedoso del ideado
por Nakamoto es que pretende ser un sistema “peer-to-peer”, es decir, un
sistema donde la transacción es completada y el pago realizado sin la
intervención de un banco o entidad financiera; como si se tratara de un pago en
oro o en moneda de curso legal. El propósito de este artículo es esclarecer el
significado del bitcoin desde el punto de vista de la teoría monetaria y, en
segundo lugar, discutir las posibilidades de que ésta u otras proto-monedas electrónicas
privadas lleguen generalizarse y devenir monedas plenas.
II
Los bancos centrales no
nacieron con Adán y Eva y la creación monetaria no ha sido desde siempre un
monopolio de los gobiernos. La moneda es un invento extraordinariamente antiguo
y se sucedieron diversas formas de moneda antes de que los estados nacionales
se apoderaran por completo de la creación monetaria en el siglo XIX. Aunque
abundan situaciones de curso forzoso en diversas épocas y países, la moneda
fiduciaria moderna, completamente desvinculada de un patrón mercancía, es un
episodio breve en la historia monetaria de la humanidad: 44 ó 71 años, según se
tome como referencia la supresión de la convertibilidad del dólar en 1971 o la
adopción de los acuerdos monetarios de Breton Woods en 1944, que dejaron el
dólar como la única moneda definida en términos del oro.
Durante siglos la moneda
fue material. Los economistas de todas las épocas parten de la idea del
trueque. Ese es también el punto de partida de las dos teorías de los precios
de mayor aceptación: clásica y neo-clásica. Las mercancías se cambian unas con
otras en proporciones que dependen de la dificultad relativa de producción, explica
la primera, o de la relación entre sus utilidades marginales, la segunda. La doble coincidencia de necesidades que hace
posible el trueque impide la extensión del comercio. En algún momento una
mercancía que tiene gran demanda o gran capacidad de venta, según la expresión
de Menger, empieza a ser aceptada no en razón de su propia utilidad para el
cambista sino porque éste tiene la certeza de que con ella podrá realizar un
cambio ulterior que lo ponga en posesión de la mercancía que efectivamente
desea. Esa mercancía deviene medio general de cambio que es lo mismo que decir
deviene dinero.
En algún momento de la
historia el oro y la plata, en razón de sus propiedades físicas, empiezan a
cumplir ese papel. Escribe Menger: “...en las circunstancias normales de los
pueblos civilizados, los metales nobles se convierten naturalmente en
dinero...”. Marx, por su parte, señala que el dinero o,
para usar su expresión, el “...equivalente general, se adhiere definitivamente,
por la fuerza de la costumbre social, a la forma natural específica de la
mercancía oro”.
Ya en el siglo XVIII, el abate Ferdinand Galiani señalaba
que la utilización de los metales preciosos como moneda “no resultó de una
elección libre y caprichosa, sino de una necesidad relacionada con la
naturaleza misma de los metales y con los requisitos de la moneda”[3]. No deja de ser curioso que un economista
liberal por excelencia, el más anti-capitalista de todos los economistas y un
cura italiano del siglo XVIII compartan las mismas ideas sobre la monetización
de los metales preciosos.
Un paso adelante en esta historia es la aparición de la acuñación. La
utilización de los metales preciosos con fines monetarios no está libre de
inconvenientes. Aunque menos problemáticos que el ganado u otras mercancías que
se emplearon como moneda, los metales preciosos son engorrosos de transportar,
pesar, dividir y comprobar su autenticidad y grado de pureza. Esa
idea se encuentra en muchos autores. La acuñación parece ser algo muy antiguo. Según el historiador griego Heródoto
esta innovación es obra de Creso, rey de Lidia, hacia finales del siglo VIII
antes de J.C[4].
En cualquier caso con la acuñación se resuelven los problemas indicados pero
surgen otros. Aquí aparece un concepto
que es fundamental para el entendimiento de la moneda en todas sus formas: la confianza.
El que los agentes crean que la moneda acuñada elimina todos los inconvenientes
señalados depende de la confianza en la honestidad del acuñador. Acuñación no
quiere decir emisión. El rol del acuñador consistía simplemente en estampar un
sello o cuño que garantizaba el peso y la ley de la moneda.
Los estados se
fueron apropiando progresivamente de las cecas o casas de moneda lo que dará
lugar al surgimiento de nuevos problemas. Galbraith los
resume de la siguiente forma:
“La acuñación de monedas era
sumamente práctica. Pero era también una invitación a grandes fraudes públicos
y pequeños fraudes privados. Los gobernantes pródigos o faltos de recursos –
que en aquellos tiempos constituyeron una clara mayoría – comprendían a menudo
que podían reducir la cantidad de metal en sus monedas o confeccionarlas de
calidad inferior, con la esperanza de que nadie lo advertiría, al menos en
breve plazo. Así, podía comprarse lo mismo con una cantidad menor de oro o de
plata, o podía comprarse más con una cantidad igual. También ocurría que los
empresarios privados, después de cerrar un trato, recortaban o limaban unos
miligramos de metal de las monedas con que se había concertado el pago. Esto,
con el tiempo, producía un agradable aumento marginal de los beneficios”[5].
Ya en la Edad Media al lado de la circulación metálica se desarrolló una activa
y amplia circulación de letras de cambio emitidas por agentes privados, entre
los que se destacaron los orfebres lombardos, los primeros banqueros. En las
principales ciudades de Europa estaban establecidos orfebres o banqueros que
tenían vínculos comerciales y financieros entre ellos. Un comerciante
florentino que necesitaba realizar compras en Londres, en lugar de viajar
cargado de monedas exponiéndose a los salteadores de caminos, se presentaba
ante un orfebre de Florencia al que entregaba su metálico a cambio del cual
éste le libraba una letra pagadera en Londres por su corresponsal. Así, el
comerciante hacía el viaje entre las dos ciudades, al llegar a Londres redimía
su letra y realizaba sus transacciones. En algún momento el traslado de letras de
cambio de una ciudad a otra se convirtió en un oficio especializado. Al parecer
Giovanni Boccaccio lo desempeñó. Probablemente muchas de las historias del
Decamerón fueron concebidas durante sus largos viajes por toda Europa.
Es fácil imaginar, dada la confianza que inspiraba el emisor, que las
letras circularan entre los comerciantes y banqueros durante mucho tiempo y en
diversas transacciones antes de su redención efectiva. También podía ocurrir
que nunca se redimieran y que se compensaran en las cuentas de los banqueros.
En algún momento las letras empezaron a expedirse al portador y circulaban como
efectivo al igual que las monedas. De esta forma va apareciendo el billete de
banco.
Como ha señalado Galbraith, el proceso de creación de dinero por los bancos
“es tan simple que repugna a la mente”[6]. La
clave de todo está en que los depositantes del efectivo metálico a cambio del
cual reciben los certificados de depósito, las letras y, finalmente, los
billetes de banco no se presentan todos al mismo tiempo a reclamar el oro o las
monedas depositadas. La práctica les enseñará pronto a los banqueros que para
atender el flujo de retiros basta tener en caja en dinero oro o monedas sólo
una fracción del monto total de billetes o certificados emitidos. Así, un
banquero que ha recibido un depósito de 100 emite a favor del depositante
certificados o billetes por ese monto. En esa operación el metálico es
reemplazado en la circulación por los billetes. Supongamos ahora que un
comerciante solicita un préstamo de 100 al banquero. Éste le entrega sus
propios billetes y registra en su contabilidad una cuenta por cobrar en tanto
que el comerciante registra una cuenta por pagar. Los billetes son un activo
para el comerciante y un pasivo del banco. Y así sucesivamente el banco crea
dinero de la nada. El limite a la capacidad de creación de dinero está impuesto
por el monto de dinero metálico que el banquero sabe que debe tener para
atender el flujo de retiros.
III
La creación monetaria moderna funciona de la misma forma con la única
diferencia de que la reserva está constituida no por metálico sino por dinero
del banco central: efectivo o depósitos de los bancos privados en aquel. Los
primeros bancos de emisión fueron bancos privados[7]. La
aparición de los bancos estatales de emisión y del consiguiente monopolio de
los gobiernos es un fenómeno del siglo XIX y aún del siglo XX[8].
La diferencia entre el banco central o emisor y los otros bancos radica en
que el primero impone a los segundos la obligación de constituir reservas en su
propia moneda que por decisión del estado es la moneda de curso legal. Pero el
conjunto de los bancos crea moneda de la misma forma: por un registro contable
de partida doble. Cuando un banco otorga a un cliente un préstamo de $ 100
millones registra en su activo una cuenta por cobrar por esa suma y en su
pasivo la cuenta corriente abierta a favor del cliente. Por su parte el cliente
tendrá en su pasivo una cuenta por pagar al banco y en su activo su cuenta
corriente contra la cual puede girar cheques, ordenar traslados electrónicos o
retirar efectivo que es el dinero del banco emisor.
Cuando el titular de la cuenta corriente paga a un tercero bienes o
servicios suministrados girando un cheque o mediante un traslado electrónico,
la transacción no puede completarse sin la intervención del banco. De hecho es
el banco quien realiza el pago acreditando a la cuenta corriente del pagado el
valor de la transacción después de verificar que el pagador tiene en su propia
cuenta corriente fondos suficientes para cubrir el cheque o el traslado
electrónico.
La intervención del banco es necesaria para evitar el doble pago. En una
circulación de moneda metálica, las piezas de metal noble o los lingotes son un
activo real y no se requiere, dejando de lado el asunto de la falsificación, la
intervención de un tercero distinto de los agentes que intervienen en la
transacción. Lo mismo ocurre cuando el pago se hace en dinero legal de curso
forzoso. El pago con cheques no se realiza hasta que el banco debita la cuenta
del girador y acredita la del girado, una vez establecida la solvencia del
primero. En pago electrónico es la misma cosa con la única diferencia de que la
verificación de la solvencia del pagador y el traslado del valor transado desde
la cuenta del pagador a la del pagado se hace de forma casi inmediata. Si el
intermediario financiero tardase demasiado en verificar la solvencia del
pagador y realizar el traslado, éste podría realizar varios pagos – girar
muchos cheques – y algunos de los pagados podrían resultar defraudados.
IV
Es aquí donde aparece el bitcoin que es antes que nada un sistema de pagos
electrónicos que no requiere la intervención del intermediario financiero que
verifique la solvencia y evite el doble pago. Es decir, como lo denomina su
inventor Sathosi Nakamoto, un sistema de pagos electrónicos “peer to peer”.
Nakamoto plantea el problema que trata de resolver de la siguiente forma:
“El comercio en la Internet ha
llegado a depender casi exclusivamente de las instituciones financieras que
sirven como terceras partes confiables para procesar los pagos electrónicos.
Aunque el sistema funciona bastante bien para la mayoría de las transacciones,
aún sufre de las debilidades inherentes a un modelo basado en la confiabilidad.
No es realmente posible hacer transacciones completamente no reversibles,
debido a que las instituciones financieras no pueden evitar mediar en las
disputas. El costo de la mediación aumenta los costos de la transacción,
limitando el tamaño mínimo de transacción práctico y eliminando la posibilidad
de hacer pequeñas transacciones ocasionales; existe aún un costo mayor en la
pérdida de capacidad para hacer pagos no reversibles por servicios no
reversibles. Con la posibilidad de reversa, la necesidad de confiabilidad se
expande. Los comerciantes deben ser cautelosos con sus clientes, molestándolos
con más información de la que de otra manera sería necesaria. Un cierto
porcentaje de fraude se acepta como inevitable. Estas incertidumbres en costos
y pagos pueden evitarse personalmente utilizando dinero físico, pero no existe
un mecanismo para hacer pagos a través de un canal de comunicación sin un
tercero de confianza. Lo que se necesita es un sistema de pagos electrónico
basado en prueba criptográfica en vez de confiabilidad, que permita a
cualesquiera dos partes voluntarias transar directamente la una con la otra sin
necesidad de una tercera parte confiable. Transacciones que no se pudieran
reversar computacionalmente protegerían del fraude a los vendedores y podrían
implementarse fácilmente mecanismos rutinarios de garantía para proteger a los
compradores. En este trabajo proponemos una solución al problema del doble pago
utilizando un servidor distribuido de igual a igual para marcar el tiempo,
generando una prueba computacional del orden cronológico de las transacciones.
El sistema es seguro en tanto que nodos honestos controlen colectivamente más
energía de CPU que cualquier grupo cooperante de nodos atacantes”.
Es bueno volver a resaltar un par de resultados de lo expuesto
anteriormente.
·
El
pago en moneda material es una transacción “peer to peer”, es decir, que se
lleva a cabo directamente entre los cambistas y se completa sin la intervención
de un tercero. Ello es así porque la moneda entregada es un activo real que al
ser cedido por un cambista a otro deja al primero en la imposibilidad de
realizar un segundo pago con la misma moneda. Si todos los otros aspectos están
resueltos – calidad de la moneda y adecuación de los bienes entregados a cambio
de ella – la transacción es irreversible. También son transacciones “peer to
peer” las realizadas en billetes redimibles en oro o plata o en dinero de curso
forzoso emitido por un banco central.
·
Las
transacciones en moneda de crédito no pueden completarse sin la intervención de
un intermediario monetario. Cuando alguien paga con un cheque, la transacción
no está completada hasta que el banco, después de verificar que el girador
cuenta con fondos suficientes en su cuenta corriente, realiza el traslado a la
cuenta del girado. Si el primero carece de fondos, el pago es abortado y la
transacción se revierte. Esto mismo ocurre con los pagos electrónicos: la única
diferencia radica en la inmediatez de la operación.
De acuerdo con lo expuesto, la pretensión de Nakamoto es crear un sistema
de pagos electrónicos que opere como si se tratara de un sistema de pagos en
moneda material o en efectivo de curso forzoso. Como ya se explicó la moneda de
crédito es creada de la nada por el sistema bancario por un registro contable
de partida doble. Las cuentas corrientes o cualquier clase de cuenta que pueda
ser girada mediante una orden de traslado, física o electrónica, son pasivos
del sistema bancario. Y sólo por ser pasivos de los bancos, pueden ser activos nominales de los titulares. La moneda de
crédito es una deuda del sistema bancario y como tal es inmaterial. Como ya se
indicó, hasta el presente, los pagos “peer to peer” sólo pueden hacerse en
moneda material. Lo que pretende Nakamoto es crear un sistema de pago “peer to
peer” con una moneda inmaterial.
Para solucionar el problema de crear una moneda inmaterial que sea un
activo neto, es decir, un activo que no sea deuda del sistema bancario; Nakamoto
- ¿o será mejor decir, los Nakamoto? - se
ha inventado un algoritmo matemático cuya solución lleva a la creación de un
bitcoin, llámesele original, que queda registrado como propiedad del dueño del
computador que resolvió el problema. Se dice que la complejidad del problema a resolver
para crear los Bitcoins aumenta a medida que se van creando y que en el límite
será imposible crear uno más. También se dice que 21 millones es el número
máximo de Bitcoins que se pueden crear y que se han creado unos 12 millones.
En el artículo citado Nakamoto explica la forma en que se transfiere los
Bitcoins de un propietario a otro. Una moneda electrónica – dice – es una
cadena de firmas digitales. Un propietario de moneda la transfiere al siguiente
firmando digitalmente el código de la transacción anterior y añadiendo la clave
pública del nuevo propietario. Éste puede verificar la cadena de firmas hasta
el propietario original que creó el bitcoin. Una analogía puede ayudar a
entender este proceso. En la feria de ganados de Medellín, y probablemente en
otros mercados organizados, era un práctica común que los cheques de un girador
confiable soportaran múltiples transacciones antes de llegar al banco o,
incluyo, de volver a las manos del girador. Esta práctica se intensificó cuando
el gobierno creó el impuesto sobre las transacciones financieras. Lo que importa
señalar es que la cadena de firmas en el respaldo del cheque y, especialmente,
la firma inicial daban al pagado la garantía de solvencia. Realmente la única
que importa es la primera firma o, lo que es lo mismo, la primera
transacción. En el caso de la moneda de
Nakamoto esa primera transacción equivale a encontrar un bitcoin resolviendo el
problema del que se ha hablado.
V
Ignoro los aspectos técnico-informáticos de la creación y transferencia de
los Bitcoins. Si los conociera probablemente estaría buscándolos en lugar de
tratar de explicar su sentido económico. También ignoro casi todo sobre la
minería del oro y no tengo forma de saber si es verdad que- según se afirma –
ya se han extraído dos terceras partes del oro que el buen dios escondió en la
tierra. Asumo que es cierto que los bitcoins como el oro son limitados en
cantidad. Quiero discutir si el bitcoin
u otro sistema de pagos descentralizado pueden llegar a convertirse en moneda.
Lo haré de una forma polémica examinando las reacciones que ha suscitado la
aparición del bitcoin.
En su muy leído blog el profesor Sala-i-Martin publicó, en abril de 2013,
un post titulado “La burbuja del bitcoin”. Señala
una serie de cuestiones que son ciertas, como que el bitcoin es poco utilizado
como medio de cambio – que es el atributo sine qua non del objeto monetario – y
otras que son tontas, como que quienes están comprando el bitcoin “son los
especuladores que esperan que su precio suba para poder venderlo más adelante”.
Esto último le parece escandaloso puesto que el papel del dinero en la economía
es ser medio de cambio no inversión.
Empecemos por el último punto. Sin importar que esto le parezca bien o mal
al profesor Sala-i-Martín es un hecho las monedas han sido, son y serán
inversión para los especuladores profesionales y también para aquellos que no
lo son. En cualquier país azotado por la inflación la reacción inmediata de la
gente es deshacerse de la moneda mala comprando todo cuanto pueda de otra
divisa cuyo valor sea estable o tienda a aumentar. Para muchas personas,
especialmente las más pobres, ésta suele ser la única alternativa para evitar
el deterioro de su ingreso. Fue así como se dolarizó el economía ecuatoriana. Ahora
bien, quien compra una moneda espera poder venderla a un precio superior o
poder cambiarla por bienes y servicios. En cualquier caso nadie compraría una
moneda si no creyera que ésta puede ser utilizada en algún momento como medio
de pago, es decir, ¡como moneda!. Aquellos que Sala-i-Martin llama
especuladores están comprando bitcoins, esperando venderlos más caros y esta
esperanza reposa en otra esperanza: la de que el bitcoin se generalice como medio
de cambio y devenga moneda. Si esto no
se materializa, algunos perderán grandes cantidades de dinero, pero ese es el
riego que asumen. El bitcoin no es aún una moneda, los especuladores están
apostando a que llegue a serlo.
También Alan Greenspan calificó de burbuja al bitcoin. En entrevista en
Bloomberg a la pregunta: ¿Bitcoin es una burbuja?, respondió: “Supongo que sí. Realmente se tiene que forzar la imaginación
para saber cuál es el valor intrínseco del bitcoin. Yo no he sido capaz de
hacerlo. Pero si usted me pregunta, ¿es
el bitcoin una burbuja?. Sí, es una
burbuja”.
Es imposible saber el valor intrínseco del bitcoin o de cualquier otra
moneda estatal o no o de cualquier cosa. Nada tiene un valor intrínseco. El
bitcoin, el dólar, cualquier moneda o cualquier cosa tienen valor simplemente
porque mucha gente cree que lo tiene. Las cosas, incluidas las monedas, tienen
valor porque la gente las percibe como útiles y escasas. Cuando deja de
percibirlas de esta forma simplemente nadie estará dispuesto a dar nada a
cambio de ellas y su valor desparece. La declaración de Greenspan se produjo
en 2013, año en el cual la cotización del bitcoin alcanzó la escandalosa cifra
de US$ 1.200. Hoy, marzo 4 de 2015, está
en unos US$ 267, lo que no deja de ser bastante significativo para algo sin
“valor intrínseco”. Una vez más, el problema
no es si se trata de una burbuja pasajera. Si este fuera el caso, no habría de
qué preocuparse o de qué alegrarse. La cuestión de verdadero interés es saber
si el bitcoin llegará a convertirse en moneda.
Gráfica 1
Cotización bitcoin en US$
Alguna gente parece creer que el bitcoin podría ser algo más que una
burbuja pasajera y lo está tomando con seriedad y cierto temor. Este es el caso
del profesor Mark T. Williams, del Departamento de Finanzas de la Universidad de Boston.
En presentación a una conferencia del Banco Mundial, el 21 de octubre de 2014,
el profesor Williams advirtió sobre los 10 mayores riesgos del bitcoin.
Después de indicar que la European Banking Authority ha identificado más 70
riesgos asociados a las monedas virtuales y que a octubre de 2014 existían más
de 547 de éstas, Williams expone los que a su juicio son los mayores riesgos
del bitcoin. Conviene examinarlos porque esto permite discutir algunas
cuestiones de mucho interés.
1. El
bitcoin no es una moneda de curso legal y puede perder su valor si las empresas
o las personas deciden dejar de aceptarla. Eso también puede ocurrir con las monedas de curso
legal. El valor de una moneda, contrariamente a lo que parece pensar el
profesor Williams, no depende de que sea o no de curso legal sino de la
confianza que en ella tiene la gente. La experiencia de las grandes inflaciones
debería ser suficiente para saber esta verdad elemental.
2.
La cotización del bitcoin es extremadamente volátil. En efecto, es verdad que la cotización del bitcoin es
extremadamente volátil como lo ilustra la gráfica 2, tomada de la presentación
del profesor Williamson. El bitcoin no es aún una moneda y la volatilidad en
cuestión es expresión de ese hecho. Tener bitcoin en el portafolio entraña y
entrañará extraordinarios riesgos pues se trata de un moneda en gestación a la
que no se le puede pedir que tenga la estabilidad del euro o el dólar, de la
misma forma que no se le puede pedir a un niño que tenga las habilidades de un
adulto. Aun así no está por demás anotar que las monedas nacionales no están
exentas de estar sujetas a grandes variaciones en su valor como ocurrió durante
la crisis cambiaria de 1997-1998, cuando en pocos días se derrumbaron las
monedas de Tailandia, Indonesia, Corea del Sur, Rusia, Argentina, Brasil y
muchas otras más. La estabilidad del valor de una moneda depende la amplitud de
su aceptación y, por lo tanto, de su importancia en los portafolios de los
bancos centrales y demás agentes.
Gráfica
2
Volatilidad
del bitcoin
3.
La extrema volatilidad del bitcoin puede erosionar
rápidamente el margen de beneficio de las empresas. Esto es cierto pero también puede ocurrir con la
volatilidad de cualquier moneda nacional. Seguramente se desarrollarán opciones
de cobertura frente al riesgo cambiario como ocurre con cualquier moneda.
4.
El bitcoin es una burbuja en proceso de desinflarse. Esto ya se discutió a propósito de las opiniones de Sala-i-Martin y
Greenspan. Informa el profesor Williamson que en enero de 2013, el bitcoin
empezó a transarse a US$ 13 y alcanzó un máximo de US$ 1.200 en noviembre de
ese mismo año.
5.
Creciente concentración y riesgo de quiebra de
intermediarios financieros. Con
esto es refiere el profesor Williamson a la aparición de un par de firmas –
Coinbase y Bitpay - escasamente capitalizadas que están ofreciendo coberturas
frente a la volatilidad del bitcoin. ¿Qué puede decirse frente a esto?. Pues
que ojalá aparezcan muchas más y más capitalizadas firmas que ofrezcan
coberturas.
6.
Riesgo
de quiebra de los bitcoin Exchange. Los bitcoin se pueden adquirir
minándolos, es decir, resolviendo el problema matemático del que ya se habló, vendiendo
algo a alguien que los posea o comprándolos en un mercado donde se cambien contra
cualquier divisa. Esto último es un Exchange
de bitcoins. Williamson reporta la quiebra de un Exchange basado en Hong-kong y
de otro en Japón. Señala que la mayor parte de los Exchange de bitcoin abiertos
desde 2009 han quebrado. Esos son hechos y los hechos son tozudos. Sin embargo,
la quiebra es un riego de cualquier Exchange opere o no con bitcoins. Y de
cualquier empresa. Seguramente se presentarán más quiebras, incluso
fraudulentas, y esto podría dar al traste la monetización del bitcoin o
demorarla mucho tiempo.
7.
Riesgo de que se impongan elevados impuestos a las
transacciones con bitcoins. Seguramente
los gobiernos tratarán de hacer eso para defender sus monedas. Si este es el
caso y los impuestos son elevados y pueden cobrarse efectivamente, el bitcoin
no alcanzará a tener la liquidez requerida por una verdadera moneda. O la
tendrá solamente en el mundo de la ilegalidad.
8.
Riesgo de fraude transaccional y de doble pago. Este es talvez el punto más importante. Williamson
sostiene que, contrariamente a lo que afirma Nakamoto, el bitcoin no está libre
del riesgo de doble pago por una deficiencia técnica en el sistema de
verificación de los pagos. Si esto es cierto, y la deficiencia técnica es
insuperable, el bitcoin debe colapsar como moneda descentralizada pues su
apuesta es poder eliminar ese riesgo sin recurrir a un intermediario financiero
confiable. Carezco de la competencia técnica requerida para emitir cualquier juicio
sobre quien tiene la razón en este punto.
9.
Ausencia de protección al usuarios. Aunque – dice Williamson- algunas agencias estatales han
advertido a los consumidores sobre los riesgos que entraña el uso del bitcoin
por estar fuera de los sistemas de pagos de los intermediarios regulados, los usuarios
del bitcoin carecen de protección legal contra el robo, el fraude y el error
humano. Esto es verdad, pero no tiene que ser así para siempre. Si el bitcoin
llegara consolidarse como moneda, sus usuarios tienen el derecho a reclamar
protección legal y los gobiernos la obligación de suministrarla.
10. Riesgo
de que el bitcoin socave la soberanía monetaria de los estados. Es a un alemán, G.F. Knapp, a quien debe el mundo la
conceptualización de la idea del dinero como un atributo de la soberanía de los
estados. “Teoría del dinero estatal” es el título de la obra, publicada en
1905, donde defendió el curso forzoso en contra del patrón oro sosteniendo que
el valor del dinero lo fijaba el gobierno emisor y la confianza que la gente
tuviera en él. La hiperinflación de los años 20 que le tocó padecer,
probablemente le enseñó a Knapp que en cuestión del valor del dinero la
confianza de la gente era más importante que la fuerza de la ley. No está por
demás mencionar, como lo resalta Hayek su obra “La desnacionalización del
dinero”, que Adam Smith no incluyó dentro de las funciones mínimas del gobierno
la de controlar la moneda. En todo caso, sorprende que el profesor Williamson
señale que el bitcoin “tiene el potencial de socavar el vínculo de larga data
entre el soberano y su moneda”. Ello es así porque todos los otros riesgos que
señala apuntan justamente en la dirección contraria: que el bitcoin no llegue a
consolidarse como moneda.
VI
Como señala acertadamente el economista español Juan Ramón Rallo, como
moneda el bitcoin aún está en pañales. No es mejor moneda que el dólar o que el
euro y seguramente no los desplazará en los intercambios. Sin embargo – sigue a
Rallo – no deja de ser un “activo con unas características monetarias bastante
interesantes”.
Esto es lo que debe llamar la atención de
los economistas más allá de la discusión sobre burbujas, volatilidades y quiebras.
El asunto interesante desde el punto de vista de la teoría y la política monetaria
es en efecto tratar de establecer “las condiciones de posibilidad”, para emplear
una expresión cara a los admiradores de Foucault, de unas monedas electrónicas descentralizadas
circulando libremente al lado de las monedas estatales de Knapp o suplantando
aquellas que no inspiren la confianza de la gente.
En su nacimiento los estados nacionales lucharon duramente en dos frentes
para establecer su monopolio sobre la creación de dinero: arrancar a los
barones feudales el derecho de acuñación y someter a su control el sistema de
pagos descentralizado que los orfebres lombardos habían tejido en las
principales capitales de Europa. Maurice Druon, en su extraordinaria obra “Los
reyes malditos” narra con lujo de detalles esos acontecimientos. Es
particularmente deliciosa su descripción de las astucias de las que se vale
Maese Spinello Tolomei, el mayor banquero de Paris en los tiempos de Felipe el
Hermoso, para preservar su capital de las arremetidas del rey y su cortejo de
nobles insolventes felones. Probablemente estemos próximos a asistir – o estemos
asistiendo ya - a una nueva lucha entre el gobierno y los ciudadanos por el
control de la moneda.
Por ello talvez no resulta ocioso recordar a Nicolás Oresme, obispo de
Lisieux, considerado como el intelectual y científico más notable de siglo XIV,
quien en su obra “Tratado sobre el Origen, naturaleza, derecho y cambios de las
monedas”, escrita en 1356, dejó escrita una sentencia que deben meditar los excesivamente
abundantes seguidores de Knapp:
“Aunque
el príncipe tenga el poder de sellar la moneda por la utilidad común, sin
embargo él mismo no es dueño o propietario de la moneda de su principado. La
moneda es instrumento equivalente para permutar riquezas naturales (…) Así
pues, en sí misma es posesión de aquellos a quienes pertenecen las riquezas de
ese tipo. (…) Así pues, la moneda no es sólo del príncipe”[16]
LGVA
Marzo de 2015.
Ya algunos países – como Tailandia, Rusia, China, Bolivia
y Ecuador - han prohibido el bitcoin. El Banco de la República de Colombia por
lo pronto se ha limitado a publicar en su página oficial una declaración
solemne en la que indica que el peso es la única unidad monetaria y de cuenta
en Colombia, que el bitcoin no es moneda, ni medio de pago, ni activo
monetario, ni divisa, etc.