A
propósito de los aniversarios de Marx (I)
Teoría
de la explotación
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Universidad EAFIT
El pasado mes de septiembre se
cumplieron ciento cincuenta años de la publicación del tomo 1 de “El Capital”, la principal obra de Karl Marx.
Los tomos 2 y 3 se publicaron,
respectivamente, en 1885 y 1894, bajo el cuidado editorial de Friedrich Engels,
pues Marx falleció en 1883, a la edad de 65 años. El año próximo, el 5 de mayo,
será el bicentenario de su nacimiento. Ese par de aniversarios suscitan interés
por su obra y su persona.
Los intereses intelectuales
de Marx fueron amplios y variados: filosofía, historia, sociología, ciencia
política, periodismo y, por supuesto, economía. Creyó, incluso, haber inventado
una nueva ciencia: el materialismo histórico. Esta nota se ocupa del Marx
economista en un aspecto clave de su pensamiento: su teoría de la explotación. En
próxima entrada se tratará su teoría del derrumbe, también fundamental.
Marx es el más reconocido y
más exitoso exponente de la teoría de la explotación, la que probablemente aprendió de Karl
Rodbertus (1805-1875), un economista alemán prácticamente olvidado, quien la
había puesto en boga en Alemania en los años de formación de Marx. Entonces,
como ahora, la explicación de la distribución de la producción en términos de
explotación resulta muy atractiva por su aparente simplicidad.
No hay producción sin
trabajo. Todos los bienes económicos son producto del trabajo. En las
sociedades de clases los productores directos – esclavos, siervos o proletarios
– no recibe la totalidad del producto creado por ellos pues los arreglos
institucionales permiten que las clases no trabajadoras – amos, señores o
capitalistas – se apropien de una parte del producto. En la sociedad
capitalista, la institución de la propiedad privada da a los capitalistas el
poder de disponer de los medios de producción y de forzar por tanto a los obreros, mediante el contrato de trabajo, a
vender su fuerza de trabajo solo por una parte de lo que pueden producir. El
capitalista se apropia del resto como una ganancia que obtiene sin esfuerzo
alguno.
El anterior es el enunciado
de la teoría de la explotación. En una economía esclavista o en una economía
feudal la realidad de la explotación parece evidente y se deriva enteramente de
las relaciones de poder. El amo es dueño del esclavo y por tanto del producto
de su trabajo; el señor feudal es dueño de la tierra y puede imponerle al
siervo de la gleba la obligación de pagarle en trabajo o en especie por permitirle
cultivar una porción de tierra para su propio sustento. No es así en la
economía capitalista. El obrero no es propiedad del capitalista, quien tampoco
puede imponerle por la fuerza la obligación de trabajar en su fábrica. En la
economía capitalista la explotación, si es que existe, se da por medio de
relaciones de intercambio. Eso lo entendió cabalmente Marx. También entendió
que la explotación no puede ser el resultado de relaciones de intercambio
contingentes y arbitrarias en la que una parte impone a la otra su voluntad. La
realidad de la explotación debe surgir de una teoría del valor general y
abstracta que explique las relaciones de intercambio o, lo que es lo mismo, los
precios relativos en lo que se denomina condiciones de competencia perfecta.
El punto de partida es pues
la teoría del valor. Marx encontró su inspiración en la obra de los economistas
ingleses, principalmente Adam Smith y David Ricardo, la que denominó economía
clásica. Smith había postulado que, en una economía donde los productores
directos fueran dueños de los instrumentos de trabajo y la tierra fuera tan
abundante como para hacer imposible su apropiación privada, las relaciones de
intercambio entre los bienes estaban regidas por las cantidades de trabajo
necesarias para su producción. A cambio de un castor se entregaban dos venados
porque la caza del primero exigía el doble de tiempo de trabajo que la caza del
segundo. Smith entendió cabalmente el problema que a su teoría planteaba la
especificidad de las diferentes clases de trabajo y lo escamoteó con una
“solución” que Marx retomará al pie de la letra, como se verá más adelante[1].
Suponiendo resuelto el
problema de la heterogeneidad de los trabajos, Smith se enfrentó con una
dificultad mayor que lo obligó a abandonar la simple teoría del valor trabajo
cuya validez dejó confinada a lo que llamó “el estado primitivo y rudo de la sociedad que
precede a la acumulación del capital y a la apropiación de la tierra”. En efecto, una vez que el capital se acumula
en poder de un grupo de personas y la tierra es apropiada por otras, el precio
real de toda mercancía se resuelve en tres componentes: salarios, beneficio y
renta; los cuales corresponden a las remuneraciones de trabajadores,
capitalistas y terratenientes[2]. Las relaciones de
intercambio entre los bienes ya no están regidas por las cantidades de trabajo
sino por la sumas de las remuneraciones. Smith consagra buena parte de su obra
a establecer las leyes gobiernan esas remuneraciones, estableciendo al mismo
tiempo el canon de la llamada “distribución funcional del ingreso” que aún hoy es fuente de tanta confusión
teórica y tantos errores de política económica.
David Ricardo, quien irrumpe
en la teoría económica casi 40 años después de la publicación de La Riqueza de
la Naciones, encuentra totalmente insatisfactoria la solución dada por Smith al
problema de la distribución. Ricardo está preocupado por los determinantes de
la acumulación de capital. Como hombre de negocios que es, sabe que el móvil de
la inversión es el beneficio y que éste debe guardar la misma proporción con el
valor del capital invertido cualquiera sea la forma material de la inversión.
Adam Smith ha hecho ya de esta idea el postulado central de su teoría de la
distribución y de los precios. Desde entonces, toda la teoría clásica de los
precios, hasta su último gran exponente moderno, Piero Sraffa, se construirá
sobre la base del postulado de la tasa de beneficio uniforme determinada por
fuera del sistema de precios[3].
Ricardo tiene la intuición
de que existe una relación inversa entre el salario nominal y la tasa de
beneficio. Por eso la teoría de los componentes de Smith no le parece
satisfactoria pues dichos componentes pueden evolucionar independientemente los
unos de los otros. En la fórmula de Smith el salario puede variar sin que
cambie el beneficio lo cual implica que la variación del salario hace cambiar
los precios relativos. Por eso Ricardo arranca la formulación de su teoría del
valor diciendo tajantemente que “el valor de un artículo, o sea la cantidad de
cualquier otro artículo por la cual puede cambiarse, depende de la cantidad
relativa de trabajo que se necesita para su producción, y no de la mayor o
menor compensación que se paga por dicho trabajo”[4]
El trabajo al que se refiere Ricardo es
trabajo asalariado, razón por la cual no enfrenta el problema de Smith, que
luego enfrentará Marx, de homogeneizar las distintas clases de trabajo
concreto. Basta con conocer los salarios de las distintas clases de trabajo
para reducir su diversidad a unidades de trabajo homogéneo. Pero obviado este
problema, queda la dificultad que supone la diversidad de proporciones en que
el capital invertido en salarios se combina con el capital invertido en
maquinaria, edificios y toda clase de instrumentos de producción duraderos. Es
ostensible que cualquier variación del salario tendrá un efecto mayor sobre los
sectores que emplean mucho trabajo inmediato que sobre aquellos que emplean
poco.
Ricardo admite que esa
diversidad de proporciones modifica considerablemente el principio de que la
cantidad de trabajo empleada determina el valor relativo de los bienes, lo
cual impide establecer sin ambigüedad la
buscada relación inversa entre salarios y beneficios. Hasta el final de su
vida, en 1823, Ricardo buscará una medida invariable del valor que le permita
sostener, esa, la proposición central de su teoría. John Stuart Mill, el último
de los clásicos, será incapaz de resolver el problema[5] que tendrá que esperar
hasta la ingeniosa solución de Sraffa con su mercancía patrón[6].
Marx encuentra la cuestión
en el estado en que la dejaron Ricardo y Mill: el valor de las mercancías está
determinado, principalmente, por la cantidad de trabajo empleada en su
producción y, también, por la proporción
en que se combinan el capital circulante (salarios) y el capital fijo, los que
Marx denominará, respectivamente, capital variable y capital constante.
Para Marx el principal
mérito de Ricardo es el haber puesto de manifiesto el antagonismo económico
existente entre las diversas clases. Y su principal deficiencia, el haber sido
incapaz de diferenciar el concepto de plusvalía de las formas específicas en
que se manifiesta: la ganancia, la renta del suelo y el interés. Sin el
concepto de plusvalía, cuyo descubrimiento pensaba Marx era su mayor
contribución teórica, es imposible establecer analíticamente, no solo enunciar,
el antagonismo entre las clases a nivel de la distribución. Para Marx, el error
de Ricardo consistió en suponer, al estudiar el valor, la existencia del
salario, el beneficio, la tasa de ganancia y todas las demás categorías que
solo serán inteligibles después de establecidas las leyes del valor y la
plusvalía que surgen del análisis de la mercancía.
Marx arranca pues su
investigación con el análisis de la mercancía.[7] Indica que la mercancía
es, en primer lugar es una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, una
cosa útil o, en su terminología, un valor de uso. Luego señala que los valores
de uso son el contenido material de la riqueza en cualquier tipo de sociedad y
en la sociedad capitalista son, además, el soporte material del valor de
cambio, es decir, de la relación cuantitativa en la que se cambian los diversos
valores de uso. Llegado a este punto Ricardo, quien también arranca del
análisis de la mercancía, indica que las cosas útiles obtienen su valor de
cambio de su escasez y de la cantidad de trabajo requerida para obtenerlas.
Algunos bienes, admite Ricardo - como obras de arte, objetos antiguos, vinos
que se producen con una clase especial de uvas, etc.- obtienen su valor
exclusivamente de su escasez y los excluye explícitamente de la teoría del
valor-trabajo. Marx no lo hace de forma explícita pero puede suponer que sobre
este punto pensaba de forma similar a Ricardo.
El valor de cambio de
cualquier mercancía, es decir, la cantidad de cualquier otra por la cual puede
cambiarse, depende de la cantidad
relativa de trabajo requerida para su producción. Naturalmente, no se trata de
los trabajos concretos sino de lo que queda de después de prescindir del
carácter concreto de la actividad productiva, de la utilidad del trabajo, es
decir, el gasto de fuerza humana de trabajo. Por tanto, para Marx, el valor de
la mercancía sólo representa trabajo humano, gasto de trabajo humano puro y
simple. En este punto, Marx llega al mismo problema que había enfrentado Smith:
la transformación de los trabajos concretos en ese trabajo homogéneo sin el
cual es imposible determinar los valores de cambio y determinar la plusvalía.
Marx ofrece un “solución” análoga a la de Smith:
“…
el valor de la mercancía sólo representa trabajo humano, gasto de trabajo
humano pura y simple (…) El trabajo humano es el empleo de esa simple fuerza de
trabajo que todo hombre común y corriente, por término medio, posee en su
organismo corpóreo sin necesidad de una especial educación. El trabajo simple
medio cambia, indudablemente, de carácter según los países y la cultura de cada
época, pero existe siempre, dentro de una sociedad dada. El trabajo complejo no
es más que el trabajo simple potenciado o, mejor dicho, multiplicado: por donde
una pequeña cantidad de trabajo complejo puede equivaler a una cantidad grande
de trabajo simple. Y la experiencia demuestra que esta reducción de trabajo
complejo a trabajo simple es un fenómeno que se da todos los días y a todas
horas. Por muy complejo que sea el trabajo a que debe su existencia una mercancía,
el valor la equipara en seguida al producto del trabajo simple, y como tal
valor sólo representa una cantidad de trabajo simple”[8]
Este razonamiento que parece
muy convincente no es más que un ardid teórico. El valor del producto de un día
de trabajo de un economista puede ciertamente equipararse al valor del producto
de cinco días de trabajo de un obrero no calificado. Y se puede decir por tanto
que un día de trabajo del economista equivale a cinco días de trabajo del
obrero. Pero para hacer esto es necesario conocer justamente el valor de sus
productos o las remuneraciones de uno y otros. Ciertamente, como dice Marx, esa
reducción de trabajo complejo a trabajo simple se da todos los días. ¿Dónde y
cómo se da esa reducción? No puede ser
en otro lugar que en el mercado y en el intercambio a precios de mercado de los
productos del trabajo del economista y del obrero no calificado. Es decir,
tenemos que suponer conocida la relación de intercambio para determinar las
cantidades de trabajo homogéneo que determinan la relación de intercambio. Racionamiento
circular.
La determinación de la
plusvalía depende también de otro ardid teórico. La plusvalía es la parte del
valor total producido después de descontarle el valor del salario, todas las
cantidades medidas en tiempo de trabajo homogéneo:
Plusvalía
= Valor del producto – valor del salario.
Podemos dar por conocido el
valor del producto que no es otra cosa la duración de la jornada de trabajo.
Queda por determinar el valor de salario en tiempo de trabajo para que la
operación de la cual surge la plusvalía tenga sentido. El salario o valor de la fuerza de trabajo
“como el de toda otra mercancía, lo determina el tiempo de trabajo necesario
para su producción”, dice Marx. Y añade:
“La
fuerza de trabajo sólo existe como actitud del ser viviente. Su producción
presupone, por tanto, la existencia de éste. Y partiendo del supuesto de la
existencia del individuo, la producción de la fuerza de trabajo consiste en la
reproducción o conservación de aquel. Ahora bien, para su conservación, el ser
viviente necesita una cierta suma de medios de vida. Por tanto, el tiempo de
trabajo necesario para producir la fuerza de trabajo viene a reducirse al
tiempo de trabajo necesario para la producción de esos medios de vida; o lo que es lo mismo, el valor de la
fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la
subsistencia de su poseedor”[9]
Los medios de vida son un
conjunto de cosas heterogéneas: pan, huevos, leche, etc. En breve, una canasta
de bienes y servicios que suplen las necesidades de los obreros y sus familias.
Para conocer su valor es preciso conocer los precios de las cosas que la
conforman. Y conocido el valor de la canasta, es preciso conocer el salario
nominal por unidad de tiempo de trabajo y poder así determinar el valor del
salario en tiempo de trabajo homogéneo. Una vez más estamos ante un
razonamiento circular.
Ricardo no incurre en este
error pues su teoría supone la existencia del beneficio. En su teoría a cada
nivel de la tasa de beneficios corresponde un nivel de salario nominal. En
Ricardo el trabajo es directamente homogéneo en tanto que trabajo asalariado.
Marx no puede proceder de la misma forma pues él, con su teoría de la
plusvalía, está justamente tratando de establecer el origen del beneficio. Toda la teoría del valor-trabajo
carece de coherencia lógica.
Pero aun suponiendo
resueltos los problemas planteados y “creyendo” que los precios relativos
depende de las cantidades relativas de trabajo queda el problema mayor,
inicialmente señalado por Böhm-Bawerk, de la contradicción entre la teoría de
los precios del Tomo I de El Capital y la desarrollada en el Tomo III. Este
asunto puede ilustrarse fácilmente con la tabla siguiente, similar a la que
presenta Marx en el capítulo IX del tomo III de El capital, donde aborda el problema de la transformación de los valores
en precios de producción.
Hay cinco ramas de
producción con composición orgánica diferente. La tasa de plusvalía y la tasa
de ganancia son las mismas en todas las ramas. La diferencias en la composición
orgánica hace que los precios de producción difieran de los valores en todas
las ramas, salvo en aquella cuya composición orgánica es similar a la
composición orgánica del capital agregado.
A Marx parece no preocuparle
que los precios de producción y los valores difieran sustancialmente, de tal
suerte que las relaciones de intercambio no estén regidas en lo absoluto por
las cantidades relativas de trabajo. Señala que, cualquiera sea el modo en que se
regulen los precios, la “ley del valor preside el movimiento de los precios, ya
que al aumentar o disminuir el tiempo de trabajo necesario para la producción
los precios de producción aumentan o disminuyen (…) la ganancia media, que
determina los precios de producción, tiene que ser siempre, necesariamente,
igual a la cantidad de plusvalía que corresponde a un capital dado como parte
alícuota del capital de toda la sociedad”[1]
El hecho de que la ley del
valor no regule las relaciones de intercambio que para Ricardo era un problema
fundamental, no parece serlo para Marx quien lo escamotea con el argumento
peregrino de que tomadas en conjunto las mercancías cambiadas la suma de los
valores es igual a la suma de los precios de producción. Al respecto, la
crítica de Böhm-Bawerk es contúndete:
“¿Cuál
es, en realidad, la función de la ley del valor? No creemos que pueda ser otra
que la de explicar las relaciones de cambio observadas en la realidad. Trátase
de saber por qué en el cambio, por ejemplo, una chaqueta vale 20 varas de
lienzo, por qué 10 libras de té valen media tonelada de hierro, etc. Así es
como Marx concibe la función esclarecedora de la ley del valor. Y es evidente
que sólo puede hablarse de una relación de intercambio cuando se cambian entre
sí distintas mercancías”[2].
Y más adelante:
“Ante
el problema del valor, los marxistas empiezan contestando con su ley del valor,
consistente en que las mercancías se cambian en proporción al tiempo de trabajo
materializado en ellas. Pero más tarde revocan esta respuesta – abierta o
solapadamente – en lo que se refiere al cambio de mercancías sueltas, es decir,
con respecto al único campo en que el problema del valor tiene sentido, y sólo
la mantienen en pie en toda su pureza con respecto al producto nacional tomado
en su conjunto, es decir, con respecto a un terreno en el que aquel problema no
tiene sentido”[3].
Los marxistas han puesto
mucho trabajo y empeño en la solución de lo que se ha denominado el problema de
la transformación. Ninguna de las “soluciones” hasta ahora aportadas ha dado
respuesta a la crítica de Böhm-Bawerk. Es curiosa la insistencia de los
marxistas en la teoría del valor, cuando el propio Marx reconoce que su ley del
valor carece de vigencia en la economía capitalista. El texto en cuestión es
especialmente significativo y merece ser citado en toda su extensión:
“El
cambio de las mercancías por sus valores o aproximadamente por sus valores
presupone, pues, una fase mucho más baja que el cambio a base de los precios de
producción, lo cual requiere un nivel bastante elevado en el desarrollo
capitalista. (…) Prescindiendo de la denominación de los precios y del
movimiento de éstos por la ley del valor, no sólo es teóricamente sino
históricamente, como el prius de los
precios de producción. Esto se refiere a los regímenes en que los medios de
producción pertenecen al obrero, situación que se da tanto en el mundo antiguo
como en el mundo moderno respecto al labrador que cultive su propia tierra y
respecto al artesano”[4]
Es decir, la ley del valor,
fundamento de la teoría de la plusvalía y por tanto de la teoría de la
explotación en el régimen de producción capitalista deja de regir justamente
con el advenimiento de ese régimen de producción. Engels lo admite de una forma
casi candorosa:
“En
otros términos: la ley del valor de Marx rige con carácter general, en la
medida en que rigen siempre las leyes económicas, para todo el período de
producción simple de mercancías; es decir, hasta el momento en que ésta es
modificada por la forma de producción capitalista. Hasta entonces los precios
gravitan con arreglo a los valores determinados por la ley de Marx y oscilan en
torno a ellos (…) la ley del valor (…) tiene, pues, una vigencia
económico-general, la cual abarca todo el período que va desde comienzos del
cambio (…) hasta el siglo XV de nuestra era. Y el cambio de mercancías data de
una época anterior a toda la historia escrita (…) la ley del valor rigió, pues,
durante un período de cinco a siete mil años…”[5]
Exactamente lo que había
planteado Smith: el intercambio de mercancías con arreglo a las cantidades relativas
de trabajo sólo se da en “el estado primitivo y rudo de la sociedad que precede
a la acumulación del capital y la apropiación de la tierra”. En la economía
capitalista, la teoría del valor trabajo no explica los precios relativos cuando la relación capital trabajo o la
composición orgánica del capital, como la denomina Marx, es diferente en las
distintas ramas de la producción. Si las relaciones de intercambio no están
determinadas por las cantidades relativas de trabajo, la teoría de la
explotación carece de todo fundamento.
Bibliografía:
Böhm-Bawerk. (1884,1986). Capital e interés. Fondo de Cultura
Económica, México, 1986.
Cuevas, Homero. (2003). Valor y sistema de precios. Universidad
Nacional, Bogotá, 2003.
Marx, Carlos. (1867,1971). El capital. Contribución a la crítica de la
Economía Política. Tomo I. Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
Marx, Carlos. (1894,1971). El capital. Contribución a la crítica de la
Economía Política. Tomo III. Fondo de Cultura Económica, México, 1971.
Mill, John Stuart.
(1848,1978). Principios de Economía
Política. Fondo de Cultura Económica, México, 1978.
Ricardo, David. (1817,1997).
Principios de Economía Política y
Tributación. Fondo de Cultura Económica, México, 1997.
Smith, Adam. (1776,1979). Investigación sobre la naturaleza y las
causas de la riqueza de las naciones. Fondo de Cultura Económica, México,
1979.
Sraffa, Piero. (1960, 1975).
Producción de mercancías por medio de
mercancías. Oikos-Tau, s.a. Ediciones. Barcelona, España, 1975.
LGVA, Noviembre de 2017.
[1] Marx, C. (1894,1971). Tomo III.
Páginas 183-184.
[2] Böhm-Bawerk, E. (1921,1986).
Página 460.
[3] Böhm-Bawerk, E. (1921,1986).
Página 461.
[4] Marx, C. (1894,1971). Tomo III.
Páginas 183-184.
[5] Cuevas, H. (2003). Página 61-62.
[1]
Escribe Smith: “Si una clase de trabajo es más penosa que otra, será también
natural que se haga una cierta asignación a ese superior esfuerzo, y el
producto de una hora de trabajo, en un caso, se cambiará frecuentemente por el
producto de dos horas. Del mismo modo, si una especie de trabajo requiere de un
grado extraordinario de destreza e ingenio, la estimación que los hombres hagan
de esas aptitudes dará al producto un valor superior al que corresponde al
trabajo en él empleado. Dichas aptitudes raramente se adquieren sino a fuerza
de una larga dedicación, y el valor superior de sus productos representa, las
más de las veces, sólo una compensación razonable por el tiempo y el trabajo
que se necesitan para adquirirlos. Con el progreso de la sociedad las
compensaciones de esta especie. Que corresponden a una mayor pericia y
esfuerzo, generalmente se reflejan en los salarios, y algo de esto tuvo que
haber ocurrido en las épocas primitivas y atrasadas” Smith (1776, 1979). Página
47.
[2]
Escribe Smith: “Salarios, beneficio y renta son las tres fuentes originarias de
toda clase de renta y de todo valor de cambio. Cualquier otra clase de renta se
deriva en un última instancias de una de estas tres” Smith (1776, 1979). Página
51-52.
[3]“El tipo de beneficio, en cuanto
que es una razón, tiene un significado que es independiente de cualquier
precio, y que puede ser, por tanto, dado antes de que los precios sean fijados.
Es así susceptible de ser determinado desde fuera del sistema (de precios) de
producción, en especial, por el nivel de los tipos monetarios de interés”. Sraffa (1960,1975). Páginas 55-56.
[4] Ricardo, D. (1817, 1997) Página
9.
[5] “Todas las mercancías en cuya
producción interviene de forma importante las maquinaria, sobre todo si esta es
de gran duración, bajan en su valor relativo cuando se reducen las ganancias;
o, lo que es equivalente, otras cosas suben de valor con respecto a ellas. Este
hecho se expresa algunas veces con un vocabulario más plausible que adecuado, diciendo
que un alza de los salarios eleva el valor de las cosas que se hace con trabajo,
por comparación con aquellas que se hacen con maquinaria” Mill J.S. (
1848,1978). Página 410.
[7] Imposible no recordar la primera
frase de El Capital. “La riqueza de las sociedades en que impera el régimen
capitalista de producción se nos aparece como un inmenso arsenal de mercancías
y la mercancía como su forma elemental. Por eso, nuestra investigación arranca
del análisis de la mercancía” Marx, K. (1867,1971) Página 3.
[8] Marx, C. (1867,1971). Página
11-12.
[9] Marx, C. (1867,1971). Página 124.