La desmaterialización del dinero
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT
I
Hace un par de
años se dio la noticia de que en Suecia se sacarán de la circulación los
billetes y las monedas. Cuando esto ocurra se dará inicio al proceso de desmaterialización
total del dinero que podrá tomar algunas décadas pero que a la postre se
extenderá al mundo entero de forma irreversible, salvo que ocurra una colosal
catástrofe informática o de otra índole. Llama la atención el hecho de que sea
en Suecia donde al parecer está más avanzado el proceso de desmaterialización
del dinero y ello por dos razones. Fue en ese país donde por primera vez en
occidente apareció el billete de banco, en 1658; el cual, según Marco Polo,
habría sido inventado por los chinos varios siglos antes. Suecia es también la
patria de Knut Wicksell, brillante economista, quien imaginó, ya a finales del
siglo XIX, un sistema monetario de banco ideal o de crédito puro donde todas
las transacciones se realizaban - sin intervención de efectivo- mediante el
simple movimiento de los saldos de las cuentas corrientes de los agentes. El
efectivo – billetes y moneda – sólo se usaría en transacciones menores. Esto es
lo que se hace hoy en el mundo entero. El mérito de Wicksell es el de haberlo
concebido a finales del siglo XIX, cuando las transacciones electrónicas no
figuraban ni en la mente visionaria de Julio Verne.
II
La historia del
dinero es también la historia de su desmaterialización. El dinero es
tremendamente antiguo y se encuentra en todas las civilizaciones. En algún
momento de la historia una o varias mercancías - en razón de la relativa
universalidad de las necesidades por ellas satisfechas – fueron aceptadas en el
cambio no porque los cambistas las precisaran para su propio uso sino por tener
la expectativa de poder cambiarlas por el bien que efectivamente les era
necesario. Progresivamente alguna de esas mercancías devino dinero, es decir, medio
general de cambio. En algún otro momento, también remoto, los metales preciosos
comenzaron a ser usados como dinero. Sus atributos naturales – durabilidad,
incorruptibilidad, divisibilidad en alícuotas sin menoscabo de su valor – los
hacían especialmente aptos para ese propósito. El abate italiano Ferdinand Galiani,
gran teórico monetario del siglo XVIII, veía en ello la intervención previsora
de la Divina Providencia. La acuñación, es decir, la impresión en trozos de
metal de una marca o sello que garantizara su peso y ley es también antigua. Se
cuenta que fue Creso rey de Lidia quien acuñó las primeras monedas de oro, 5 ó
6 siglos antes de Cristo.
Durante siglos
los metales preciosos – acuñados o no – funcionaron de forma exclusiva como
dinero. Los banqueros o, como se les denominaba entonces, los orfebres lombardos
inventaron en la Edad Media la letra de cambio que permitía transacciones entre
mercados distantes sin que fuera necesario el transporte de un gramo de metal.
Un comerciante de Florencia que deseaba adquirir mercancías en París, en lugar
de viajar a esta ciudad llevando consigo dinero metálico – lo que lo exponía al
riesgo de ser asaltado y eventualmente asesinado - se acercaba a uno de los
orfebres de su ciudad quien a cambio de su dinero metálico le entregaba un
certificado de depósitos o letra de cambio redimible por su corresponsal en
París. La letra de cambio no era otra
cosa que un documento mediante el cual un orfebre - el girador o librador -
ordenaba a su corresponsal – el girado o librado – entregar a su presentación
una suma de dinero contante al beneficiario. Con el oro o la plata recibidos a
la presentación de la letra, el beneficiario podía llevar a cabo sus negocios
en París; pero también podía abstenerse de redimir la letra y usarla
directamente en sus transacciones. Progresivamente la confianza de los
mercaderes en el crédito de algunos orfebres hizo que las letras libradas por
éstos circularan en el cambio como dinero contante por períodos más o menos
largos antes de que alguien la redimiera.
Los orfebres o
banqueros se percataron en algún momento de que podían expedir o emitir sus
certificados de depósito o letras sin la contrapartida efectiva de un depósito
de oro. Y empezaron a hacerlo en favor de algunos clientes a quienes les
acordaban créditos contando para su reembolso con el resultado de la actividad
comercial o productiva de éstos. Empieza de esta forma a delinearse el
mecanismo de la creación monetaria moderna en el cual la emisión monetaria no
tiene como contrapartida un depósito de oro o de alguna otra forma de dinero sino
un crédito otorgado a un cliente. Estos
certificados de depósito, que en algún momento empezaron a emitirse al
portador, desplazan paulatinamente al oro y la plata y empieza a producirse así
la desmaterialización del medio de cambio.
III
La
desmaterialización total del dinero – entendida como la generalización de un
medio de cambio carente de valor como mercancía – tomaría varios siglos. De
hecho, sólo culminaría plenamente en 1971, cuando al gobierno de Estados Unidos
suspendió la convertibilidad del dólar.
Pero antes de llegar a este punto fueron grandes las transformaciones
que se produjeron en las instituciones y en la conciencia de los hombres.
Exploremos brevemente este asunto volviendo a los mercaderes medievales.
Los mercaderes
medievales se recibían unos a otros las letras de los orfebres porque tenían la
confianza en que a su presentación éstos las redimirían en monedas o lingotes
oro o plata. Esta es la base del sistema monetario de patrón oro que nacería en
Inglaterra a finales del siglo XVII y se mantendría vigente hasta principios
del siglo XX. El principio de
funcionamiento del patrón oro es extremadamente simple.
Un banco emisor
pone en circulación sus billetes con el compromiso de convertirlos en oro a su
presentación a un precio fijo. Si el precio del oro en el mercado libre es
superior al precio de conversión fijado por el banco, los tenedores de los
billetes obtendrán beneficio redimiéndolos, es decir, comprando oro al banco y
vendiéndolo en el mercado libre. Si por el contrario, el precio en el mercado
es inferior al de conversión, los tenedores de los billetes obtendrán beneficio
comprando oro en el mercado libre y vendiéndolo al banco. De esta forma la
cantidad de billetes en circulación se reduce o se amplia de acuerdo con la
relación entre el precio de conversión y el precio de mercado del oro. El
descrito es el patrón oro estricto. El funcionamiento es similar con el llamado
patrón oro lingote bajo el cual la regla de la conversión se aplica solamente a
una cantidad de oro sustancialmente mayor.
Al final de la
segunda guerra mundial, en la conferencia de Bretton Woods, surgió el sistema
monetario de patrón dólar que rigió hasta 1971.
Bajo este sistema, la única moneda directamente convertible en oro era
el dólar a razón de US$ 35 la onza. Las demás monedas nacionales se vincularon
al dólar a tasas de cambio fijas dentro de una banda de fluctuación del 1%. De
esta forma el dólar – una moneda nacional - se convirtió en la moneda de
referencia internacional y en la moneda de reserva de los bancos centrales de
todos los países. El dólar – “as good as gold”, como solía decirse– cumplía el
papel del oro como determinante de la creación monetaria de las economías
nacionales, que debía expandirse o contraerse de acuerdo con la variación de
las reservas en dólares; al tiempo que la variación de las reservas de oro de
Estados Unidos determinaba las variaciones de la oferta de dólares. Era así
como se esperaba que sucedieran las cosas.
Por razones que
no es posible tratar en extenso sin desviar excesivamente el curso de la
argumentación, la oferta de dólares creció considerablemente, lo que se
expresaba en el aumento del precio del oro en el mercado libre. Comprar oro a
la tasa de paridad de US$ 35 la onza para venderlo en el mercado libre era un
negocio cada vez más atractivo al punto que, entre noviembre de 1967 y marzo de
1969, Estados Unidos perdió la quinta parte de sus reservas. En los últimos
años de la década de los sesenta se escenificaron agrios enfrentamientos entre
los países europeos deseosos de convertir en oro sus excesos de dólares y los
Estados Unidos reticentes a hacerlo y acusados por aquellos de incumplir los
acuerdos de Bretton Woods. El economista francés Jacques Rueff , ferviente
partidario del patrón oro y asesor económico del general De Gaulle, llamó al
dólar “le néant habillé en monnaie”, la nada vestida de moneda. El 15 de agosto
de 1971, el presidente Nixon expide la orden ejecutiva que cierra la
“ventanilla del oro” y pone fin a la convertibilidad del dólar en oro. Se
inicia así la era actual de las monedas completamente fiduciarias creadas por
los gobiernos o sus bancos centrales.
IV
La existencia de
una moneda completamente fiduciaria plantea a los economistas dos problemas: de
naturaleza teórica el primero, de naturaleza práctica el segundo.
El primero es
conocido como el “problema de Hahn”, por Frank Hahn, economista inglés,
coautor, con Kenneth Arrow, del libro “Análisis General Competitivo”,
probablemente la obra de teoría económica más influyente del siglo XX. Como no
hace parte de la riqueza real, analíticamente el valor de la moneda no es aprehensible
en ninguna de las dos teorías del valor que históricamente se han disputado el
interés de los economistas. Para todos los efectos teóricos y prácticos su
costo de producción es nulo, lo cual la excluye del ámbito de la teoría
ricardiana de la dificultad de producción, y no satisface directamente ninguna
necesidad, razón por la cual carece de utilidad propia y no tiene demanda
alguna en el mundo perfecto del equilibrio general. Este es el problema de
Hahn. Pero evidentemente, la moneda fiduciaria
normalmente tiene un precio positivo lo cual implica la existencia de una
demanda. La racionalización de esa demanda es en definitiva el objeto de la
teoría monetaria.
El segundo
problema es de naturaleza práctica. Los gobiernos de todos los países han monopolizado
la creación monetaria. Impera el mito de que ésta es un atributo de la
soberanía de los estados. Puede ser, puede no ser. Lo cierto es que los bancos
centrales y comerciales subordinados pueden expandir la oferta nominal de
moneda prácticamente sin límite alguno. La teoría monetaria y la historia
económica enseñan que la expansión excesiva de los medios de pago se traduce
inexorablemente en esa elevación continua y persistente de los precios
nominales denominada inflación.
Desde antiguo
los economistas se han ocupado del problema de cómo imponer límites a una
creación monetaria excesiva, cuestión que se hace más imperiosa con el
desarrollo del sistema de reservas bancarias fraccionadas y con el abandono del
patrón oro. Wicksell pensaba que debía aplicarse una política monetaria de
ajuste a las tendencias observadas de los precios nominales. Cuando estos
tendían al alza, era indicador de que la tasa de interés bancaria estaba siendo
inferior a la tasa de interés natural de largo plazo razón por la cual aquella
debía elevarse para contraer el crédito bancario. Para Milton Friedman la oferta
monetaria debía crecer a una tasa ligeramente superior a la tasa de crecimiento
del producto real. Actualmente, la mayoría de los bancos centrales para fijar
la tasa de interés nominal de intervención se acogen a la llamada regla de
Taylor en la que se combinan las ideas de Wicksell y Friedman.
V
En Colombia la
desaparición del efectivo – monedas y billetes de curso forzoso emitidos por el
banco central – no será un acontecimiento de ocurrencia inminente. La oferta
monetaria (M1) es la suma del efectivo (E) y los depósitos en cuenta corriente
(D).
LGVA
Octubre de 2014.
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