Medellín:
la ciudad donde tener un carro o una moto será un delito
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
Desde hace varios años
los habitantes de Medellín, al igual que los de otras ciudades del País, están
sometidos a un racionamiento de vías y otras infraestructuras públicas
necesarias para garantizar la movilidad. El hecho de que haya racionamiento no
es lo sorprendente, también está racionado el servicio de seguridad. Lo que
llama la atención en este caso es que las autoridades consideren el
racionamiento vial como uno de sus logros y que los ciudadanos que lo padecen
sean vistos como los causantes del problema.
Aunque el racionamiento
de vías afecta a todo tipo de vehículos – buses, taxis, utilitarios, etc.- las
autoridades se ensañan contra los automóviles particulares porque, se aduce,
ocupan mucho espacio, contaminan demasiado y responden por un porcentaje
escuálido de los viajes. Durante años las personas que usan sus vehículos
particulares – al igual que los taxis y las motos – han padecido una grave
limitación a su derecho de propiedad sobre sus vehículos con la detestable
restricción de “pico y placa”. Cándidamente se creyó que se trataba de una
restricción provisional, justo por el tiempo requerido para que la ciudad
superara el atraso en su infraestructura vial que estaba padeciendo. El tiempo
se encargó de desmentir esa ilusión y la medida se hizo permanente ante la
actitud resignada de una comunidad que no parece entender que lo que está en juego
es mucho más que una simple incomodidad y los sobre costos en su movilidad.
Las tres últimas
administraciones municipales han puesto el desarrollo vial de la Ciudad en el
último lugar de las prioridades. Esta circunstancia y el hecho elemental de que
ante la restricción las personas que pueden hacerlo responden adquiriendo otro
vehículo, le ha quitado al “pico y placa” toda su utilidad para enfrentar el
problema de la congestión. Es lo mismo que desde hace años viene ocurriendo en
Bogotá: a mayor restricción, mayor cantidad de vehículos nuevos ingresan a la
circulación. Las concesionarias de automóviles son sin duda las mayores
beneficiarias del “pico y placa”. Una mente retorcida podría pensar que los
funcionarios municipales encargados de la movilidad son sus agentes oficiosos.
Ante el fracaso
ostensible del "pico y placa" y la incapacidad o el desinterés de la
administración municipal por el desarrollo vial de la ciudad, se está
preparando en el nuevo POT una nueva arremetida contra el derecho de propiedad
y la libertad de los ciudadanos de gastar su dinero en los bienes y servicios
que a bien tengan. Porque esto es en el fondo lo que está en juego.
Se ha proclamado que el
gran reto el POT es desincentivar el uso del automóvil privado.
¿Desincentivarlo cómo? No precisamente con una oferta amplia y digna de
transporte público en las zonas, como El Poblado, donde se concentra la mayor
cantidad automóviles de uso particular. Lo que se propone es impedir el parqueo
de los vehículos. El artículo 451 del proyecto de acuerdo por medio del cual se
adopta en nuevo POT establece que por cada vivienda sólo podrá habilitarse un
parqueadero. En los edificios de oficinas y centros comerciales puede
habilitarse un parqueadero por 100 metros cuadrados construidos. Por cada celda
de parqueo adicional deben pagarse 2 metros cuadrados de cesión de suelo[1]. Es
decir, para restringir la adquisición y uso de vehículos, las autoridades
municipales han decidido elevar el precio de la vivienda y de la construcción
en la ciudad. Porque eso es lo que ocurrirá.
Podría pensarse que el
racionamiento vial y las restricciones a los parqueaderos privados están
justificadas por el elevado número de vehículos que circulan en Medellín y en
las demás ciudades del País. Pero ocurre que no es así. En Colombia el número
de vehículos a motor de todo tipo, sin incluir las motos,[2]
por 1000 habitantes está entre los más bajos de América Latina. Como se observa en el gráfico es inferior al
de todos los grandes países de la región – Argentina, Brasil, México y Chile – y también al de
países de menor grado de desarrollo como Guatemala, Honduras y Bolivia. Es
ociosa la comparación con países desarrollados. El número de vehículos particulares
por 1000 habitantes es, por supuesto, mucho menor.
La aplicación generalizada
de restricciones administrativas a la movilidad en Medellín y la mayoría de las
ciudades colombianas es la expresión del fracaso de los gobiernos municipales en garantizar una oferta de obras de infraestructura acorde con las necesidades
del crecimiento económico. No reducen la
congestión ni la contaminación e imponen costos elevados a la sociedad. Un
estudio de 2011 estimó perjuicio causado por el “pico y placa” en Bogotá en 6,3%
del ingreso del hogar promedio. Esa cifra llega a 13,7% para los hogares de
ingreso medio y alto. La restricción, que en Medellín se ha extendido a motos y
taxis, perjudica también a los hogares de bajos ingresos para los cuales el
carro o la moto es un instrumento de trabajo[3]. La
medida que se propone en el POT – limitar la construcción de parqueaderos - está
también llamada al fracaso. La demanda de automotores de todo tipo crece con el
ingreso. Evitar esto no está al alcance, afortunadamente, de las autoridades municipales.
Los primero que deben
hacer las autoridades municipales es reconocer que en Medellín no hay demasiados
carros sino pocas vías, puentes, pasos subterráneos y demás. También tienen que
entender que la oferta de transporte público es aún limitada especialmente en
las zonas de la ciudad donde es mayor la tenencia y uso de vehículos
particulares. Adicionalmente, se deben explorar mecanismos diferentes para
gestionar la congestión, inevitable en aglomeraciones urbanas, como peajes electrónicos
a la circulación en zonas determinadas y en ciertas horas del día.
Una medida de corto
plazo es la modificación del régimen de las llamadas Zonas de Estacionamiento
Regulado que se han convertido en una fuente de ingresos para el municipio y
una competencia desleal para los parqueaderos privados. El estacionamiento en
las vías públicas no debería ser posible por más de 15 o 30 minutos. Pasado ese
tiempo el cobro debe ser prohibitivo de suerte que se recurra a los parqueaderos
privados cuya oferta se vería incrementada de no existir la alternativa de
convertir las vías en parqueaderos para lucro de la Sociedad Terminales de
Transporte, empresa propiedad del Municipio. Deben también instalarse cámaras
en las cercanías de clínicas, universidades, centros comerciales, etc. para
impedir el parqueo de taxis por fuera de los sitios de acopio.
Si se persiste en la política
de imponer restricciones administrativas, pronto se llegará a la
criminalización de la propiedad y uso de los vehículos automotores y a imponer
el uso obligatorio de la bicicleta, como en la China de Mao.
LGVA
Octubre de 2014.
[1]
Alcaldía de Medellín
(2014). Revisión y ajuste del POT de Medellín. Proyecto de Acuerdo. Tomo V.
Versión V – Concejo Municipal. Capítulo III. Estacionamientos. Artículo 451,
página 429.
[2]
En las estadísticas del
Banco Mundial, de la cuales se toman la cifras que se muestran en el gráfico,
se entiende por vehículos a motor la suma de los automóviles, buses y vehículos
de carga. Se excluyen las motos. http://datos.bancomundial.org/indicador/IS.VEH.NVEH.P3
[3]
Medina, C y Vélez, C
(2011). “Aglomeración económica y congestión vial: los perjuicios por
racionamiento del tráfico vehicular”. Borradores
de Economía, No 678. Banco de la República, Bogotá. Página 1. http://www.banrep.gov.co/docum/ftp/borra678.pdf