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martes, 11 de febrero de 2025

Los últimos días del imperio otomano

 

Los últimos días del imperio otomano*

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

La primera guerra mundial vio el derrumbe de cuatro de los ocho grandes imperios existentes a finales de Siglo XIX. Cayeron, el Ruso, arrasado por los bolcheviques en 1917; el Alemán y el Austrohúngaro, en 1918, y el Otomano, en 1922[1]. 

La disolución del orden político de los imperios - caracterizado por la una autoridad sobre territorios habitados por múltiples etnias, con diferentes religiones y distintas tradiciones culturales- dio paso al orden político de los estados nacionales, caracterizados por la homogeneidad étnica, religiosa y cultural. Ese tránsito implicó la fragmentación de territorios, el desplazamiento de poblaciones y el exterminio de pueblos enteros, nada de lo cual está exento de violencia. La transformación del Imperio Otomano en la nación turca tuvo dosis importantes de todo ello.

La decadencia de todos los grandes imperios históricos, el Otomano no fue la excepción, inicia en el momento mismo en el que alcanzan su máxima extensión y cesa su expansión.  El proceso de contracción, usualmente en medio de guerras externas y conflictos internos, puede durar muchos años, incluso siglos. Aunque a todo lo largo del Siglo XIX, el Imperio Otomano perdió territorio, todavía en 1900, controlaba la Anatolia, parte de los Balcanes sin Grecia, partes de Europa del Este, parte del norte de África y el Medio Oriente, donde sus valiatos se extendían hasta el Mar Rojo y el Golfo Pérsico.

Pero esa gran extensión era más expresión de cierta inercia histórica que de verdadera fortaleza y control efectivo de unos territorios que de facto gozaban de mucha autonomía. Con relativa facilidad, en 1912, Italia le arrebató a Libia, entonces el valiato de Trípoli, y en la primera guerra balcánica perdió la casi totalidad de los territorios europeos que conservaba aún en 1900.

Según Gingeras, los dirigentes del Comité de Unión y Progreso (CUP) que estaban en el poder en 1914 – Enver Pasha y Talat Pasha – vieron en la guerra contra la Entente al lado de las Potencias Centrales una oportunidad para recuperar el antiguo prestigio del Imperio y vengar el desastre de la guerra de los Balcanes. Esperaban que el conflicto se resolviera en cuestión de semanas y pospusieron la entrada en combate hasta que los alemanes empezaron a perder la paciencia[2]. 

El CUP surgió como una sociedad secreta en la década de 1880 entre oficiales militares y estudiantes universitarios que se oponían al régimen autoritario del sultán Abdulhamid II. Inicialmente, su objetivo era restaurar la Constitución de 1876 y el sistema parlamentario suspendido por el sultán en 1878.  En 1908, tras una serie de revueltas en los Balcanes y la presión de sectores del ejército, el CUP forzó a Abdul Hamid II a restablecer la Constitución y el Parlamento, iniciando la Segunda era Constitucional en el Imperio Otomano.

En 1913 los líderes del CUP consolidaron su poder y establecieron un régimen casi dictatorial y emprendieron una radical política de turquificación del Imperio acompañada de una brutal represión de minorías étnicas y religiosas, que alcanzó su máxima expresión en el Genocidio Armenio de 1915. Por ello, tras la derrota, los líderes del CUP huyeron al extranjero y fueron juzgados en ausencia por crímenes de guerra. Muchos de sus miembros participaron en la construcción de la República de Turquía bajo Mustafá Kemal Atatürk, aunque este último rechazó explícitamente el legado del CUP y sus métodos.



El trabajo de Gingeras sigue la orientación de historiadores modernos que buscan mostrar los acontecimientos desde la experiencia de las personas comunes y corrientes, de quienes no eran generales ni grandes estadistas, y la forma en que se vivieron en las localidades pequeñas o el sector rural, no solo en las capitales o las grandes ciudades. Para ello recurre a los relatos de personas corrientes como los recopilados por Michael Hagopian, un sobreviviente del genocidio armenio.

Hagopian, vástago de una familia armenia de clase media, dedicó la mayor parte de su vida adulta a registrar en videos los recuerdos de otras personas que había vivido los últimos días del Imperio Otomano. En las historias de los más de cuatrocientos testigos y supervivientes entrevistados, como ocurre con frecuencia con todo lo humano, se combinan el recuerdo del sufrimiento con el de la calidez de la vida familiar. Escribe Gingeras:

“A través de ellas, el imperio y su desaparición parecen mucho menos abstractos o desvinculados del presente. Ver los rostros de hombres y mujeres que en otro tiempo fueron ciudadanos otomanos, permite al espectador empatizar con ellos y con una historia que suena auténtica y real”[3].

Recomiendo vivamente la lectura de esta obra y confío en que los historiadores colombianos, al dar cuenta de los conflictos actuales, sigan el enfoque de Gingeras y recojan el testimonio de los miles de ciudadanos que lo padecen y llevan su vida cotidiana en medio de una guerra que no es la suya. 

LGVA

Febrero de 2026.



* Gingeras, Ryan (2023). Los últimos días del Impero Otomano. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023.

 

[1] El Imperio Español había dado el último suspiro, en 1898, en la guerra con Estados Unidos, en la que perdió las Filipinas y sus posesiones restantes en el Caribe.  El japonés, al quedar confinado a sus islas historias en 1947, dejó de ser imperio, aunque su monarca mantuvo el título de emperador. Con la independencia de la India en 1947, el británico quedó convertido en la British Commonwealth of Nations, entidad sin ninguna significación política y económica. El increíble Imperio Portugués se mantuvo hasta 1975, año en el cual el gobierno surgido de la Revolución de los Claveles, se apresuró a deshacerse de las posesiones africanas que solo dejaban pérdidas económicas y humanas. 

[2] “Después de vincular el destino del imperio al de las Potencias Centrales a principios de agosto de 1914, ni Enver ni Talat esperaban que la guerra durara mucho. Pese a los enfebrecidos llamamientos de Berlín, los ministros del CUP dudaban en entrar en el conflicto pronto, convencidos de que este terminaría en cuestión de semanas. Sin embargo, cuando el avance se estancó al norte de Paris, Berlín avisó al gobierno otomano: o entraba en la guerra o se arriesgaría a perder la ayuda económica alemana.” Gingeras, Ryan (2023). Páginas 81-82.

 

[3] Gingeras, Ryan (2023). Página 29.

 

jueves, 6 de febrero de 2025

Las ZPPA, las APPA y la impostura de la seguridad alimentaria

 

Las ZPPA, las APPA y la impostura de la seguridad alimentaria

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

Angélica Ordoñez Aristizábal

Economista

 La Resolución 377 del 2024 del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, declaró Zonas de Protección para la Producción Agrícola (ZPPA) a los 23 municipios del Suroeste Antioqueño: 249.617 hectáreas[1]. Esta decisión supuestamente está basada en el estudio “Identificación de la zona de protección para la producción de alimentos (ZPPA): región suroeste de Antioquia” de la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria, el cual se reproduce en su casi totalidad en las más de quinientas indigestas páginas de la norma. 

Aunque la resolución ha levantado la polémica, el almendrón del asunto no son las ZPPA sino las APPA o Áreas de Protección para la Producción Agrícola, creadas en el artículo 10 de la Ley 388 de 1997, modificado por el artículo 32 de la Ley 2294 de 2023, o ley del Plan de Desarrollo “Colombia potencia mundial de la vida”.  

En efecto, el numeral 2 del artículo 10 de la Ley 1997, reproducido literalmente en la Ley 2294,  establece entre los determinantes de los planes de ordenamiento territorial de obligatorio cumplimiento por los municipios “las área de especial interés para proteger el derecho humano a la alimentación de los habitantes del territorio nacional localizadas dentro de la frontera agrícola, en particular, las incluidas en las Áreas de Protección para la Producción de Alimentos, declaradas por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, de acuerdo con los criterios definidos por la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria….”

Lo que es determinante del ordenamiento territorial son las APPA que deben destinarse a la producción agrícola; las ZPPA son referentes iniciales que pueden o no transformase, total o parcialmente, por declaración del Ministerio de Agricultura, en APPA.  

El estudio de la UPRA es un estudio con una caracterización detallada sobre la geografía, hidrografía, población, actividad agropecuaria, aptitud del suelo, actividades comunitarias y familiares entre otras dimensiones de los municipios seleccionados. En definitiva, es un estudio técnico y riguroso que parte de una falacia. Una falacia repetida varias veces en el texto, pero sobre la que no se hace ningún esfuerzo para soportar. La impostura está en creer que proteger territorios para la producción agrícola es una estrategia para combatir y disminuir la inseguridad alimentaria.

De acuerdo con el Banco Mundial, la seguridad alimentaria se da:

“cuando todas las personas tienen en todo momento, acceso físico, social y económico a los alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana”[2].

Se identifican 4 dimensiones de la seguridad alimentaria: (i) la disponibilidad física de los alimentos, (ii) el acceso económico y físico a ellos, (iii) su utilización y (iv) la estabilidad en el tiempo de las tres dimensiones anteriores.

Los principales factores que afectan la seguridad alimentaria son el conflicto, la variabilidad y los extremos climáticos y las recesiones económicas[3]. Estos se dan principalmente en los países de bajo y mediano ingreso. No es de extrañar entonces que los países que se ven más afectados por estos problemas son los de mayor inseguridad alimentaria. Las políticas públicas que se recomiendan para atender esta situación van encaminadas a intervenciones que den solución a los principales factores de la inseguridad alimentaria. La estrategia de declarar APPA que propone el Ministerio de Agricultura en Colombia no afecta ninguno de estos causantes, es decir, no se resuelve conflictos internos, no plantean soluciones para la gestión de los efectos climáticos y muchos menos asegura capacidad económica de estos territorios.

La vocación agrícola de un país no garantiza su seguridad alimentaria, como tampoco es cierto que un país sin producción agrícola esté necesariamente en riesgo. Algunos ejemplos históricos son muestra de ello. En la Edad Media y el Renacimiento, Francia tenía una economía predominantemente agrícola. La mayoría de la población dependía de esta actividad. Este país experimentó varios periodos de hambruna:  la de 1315-1317, causada por lluvias incesantes; la de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648); la hambruna de 1693 -1694, conocida como la “Pequeña Edad de Hielo”, que dejó cerca de 2 millones de muertos, y la de 1788-1789, que antecedió a la Revolución. Por el contrario, en Venecia una ciudad-estado orientada al comercio y la navegación no se observan periodos significativos de hambrunas; ya que su posición estratégica y riqueza económica le permitían tener acceso a redes de suministro de alimentos.

Otros ejemplos actuales son Japón, Korea del Sur, Singapur, Hong Kong, etc. con una agricultura mínima o inexistente y muestran al mismo tiempo las tasas de seguridad alimentaria más altas en el mundo. La mayor parte de los alimentos que llegan a estos países son de importaciones. El comercio internacional y la capacidad adquisitiva de los países ayudan proteger este tipo de riesgos. La FAO y ALADI propusieron en 2012 incrementar el comercio agroalimentario de América Latina para aumentar la seguridad alimentaria[4].

Otro punto, que implican las APPA dentro del marco de la legalidad, es la libertad del uso de la propiedad privada. Esta propuesta va en contravía de una asignación eficiente de las actividades económicas que se realicen en los territorios ya que estas estarán siendo orientada por el estado y no por las señales del mercado o decisiones de sus propietarios que se basen en maximizar su beneficio o utilidad. Además, no permite que los recursos se movilicen hacia ocupaciones más rentables. Como se indica en el estudio de la UPRA citado en la Resolución, hoy en la región existe una inversión en minería y en turismo, este último sector un impulsor de la economía regional.

El desarrollo económico del Suroeste Antioqueño, de Antioquia y de Colombia, incluso, es inconcebible sin la Mina El Zancudo de Titiribí, de la cual salieron los capitales que permitieron el desarrollo de la caficultura y luego de la industria manufacturera antioqueñas[5].  Si en ese entonces hubiesen existido las APPA, no habría existido ni el Zancudo, ni la producción carbonera de Amagá, ni el Ferrocarril de Antioquia, que se consumía ese carbón, ni las exportaciones de café, que se movilizaban por ese ferrocarril, ni la importación de maquinaria de la industrialización antioqueña, ni nada de nada.

La eventual declaración de la totalidad o parte de territorio del Suroeste Antioqueño como APPA daría la estocada final al proyecto Minera de Cobre La Quebradona, hoy agonizante por la decisión de la ANLA de archivar el trámite de licencia ambiental[6]. Hacia futuro, esa decisión, que hará que Colombia se pierda los beneficios de la transición energética, que aumentará el consumo de cobre de manera colosal – 550 millones de toneladas en los próximos 25 años – tendrá para el País las consecuencias desastrosas similares a las que habría tenido la inexistencia de la Mina del Zancudo.

CODA: La Ley 388 de 1997 es una de tantas leyes socialistas que limitan el derecho de propiedad de las que está plagada la legislación colombiana, aprobadas con la ligereza característica del Congreso colombiano, siempre más sensible a las bellas palabras que a la argumentación seria. Un gobierno verdaderamente liberal tendrá que hacer un gran trabajo para expurgar de socialismo nuestra legislación.

LGVA

AOA

Febrero de 2025.



[1] Amagá, Andes, Angelópolis, Betania, Betulia, Caramanta, Cuidad Bolívar, Concordia, El Jardín, Fredonia, Hispania, Jericó, La Pintada, Montebello, Pueblorrico, Salgar, Santa Bárbara, Támesis, Tarso, Titiribí, Urrao, Valparaíso y Venecia.

 

[2] Banco Mundial (sin fecha). ¿Qué es la seguridad alimentaria? https://www.bancomundial.org/es/topic/agriculture/brief/food-security-update/what-is-food-security

 

 

[3] FAO (2021).  Best practices in adrressing the mayor drivers fo food security an nutrition to transform food systems. https://openknowledge.fao.org/server/api/core/bitstreams/94ebd0ee-49ea-4690-8368-0da3c520501f/content

 

 

[4] ALADI FAO (2012). Seguridad alimentaria y comercio intrarregional de alimentos. https://www.fao.org/family-farming/detail/es/c/289517/

 

[5] Brew, Roger (1997, 2000). El desarrollo económico de Antioquia desde la independencia hasta 1920. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2000. Páginas 100 -104.

 

sábado, 1 de febrero de 2025

La escuela austríaca de teoría económica.

 

La escuela austríaca de teoría económica*

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

I.             El origen

Javier Milei ha proclamado su pertenencia a la Escuela Austríaca de Economía (EAE), la cual daría el fundamento teórico a sus tesis libertarias de estado mínimo, libre comercio, desregulación, presupuesto equilibrado y libertad monetaria, entre otras. A diferencia del keynesianismo, el neoclasicismo o el marxismo, la EAE es poco conocida en Colombia, aún entre los economistas.

La EAE tiene su origen en la obra de Carl Menger (1840-1921), Principios de Economía Política, publicada en 1871, donde el economista austríaco desarrolla - de forma independiente y casi simultáneamente con Stanley Jevons (1835-1882) y León Walras (1834-1910) - la teoría del valor utilidad, la cual, en la versión formalizada de Gerard Debreu en su Teoría del Valor de 1959, se convierte en el corazón de la teoría económica moderna.

Eugen Böhm Bawerk (1851-1914), es, en 1891, el primero en usar la expresión “Escuela Austríaca”, para referirse a los desarrollos teóricos de Menger y marcar así su especificidad frente a la Escuela Clásica Inglesa y la Escuela Histórica Alemana.   Böhm-Bawerk destaca como rasgos distintivos de la EAE la teoría del valor-utilidad, en oposición a la teoría clásica del valor-trabajo, y el método abstracto-deductivo, en oposición al método inductivo preconizado por la Escuela Histórica[1].  

En los años 30 del siglo XX, refiriéndose a las tres escuelas de las que entonces se hablaba – austríaca, angloamericana y de Lausana – Ludwig von Mises (1881-1973) afirmaba que “difieren únicamente en su manera de expresar la misma idea fundamental, y se hallan divididas más por la terminología adoptada y por la peculiaridad de la presentación que por la esencia de sus enseñanzas”[2]. Por su parte, Friedrich Hayek (1899-1992) indica que “el pensamiento de la Escuela Austríaca se había convertido en el principal enfoque de la teoría microeconómica”[3].  

Hasta después de la Segunda Guerra Mundial, la EAE hizo parte del mainstream, aunque guardando cierta identidad propia derivada, más que de las diferencias teóricas, del origen nacional de sus principales exponentes, muchos de los cuales emigraron a Estados Unidos e Inglaterra donde adelantaron sus vidas académicas. Sin embargo, la orientación marcadamente keynesiana que siguió la macroeconomía y la simpatía con la que la mayor parte de los economistas acogieron el intervencionismo estatal creciente, apartaron a muchos economistas austríacos de la corriente principal. También se mostraron escépticos frente a la importancia que la econometría fue adquiriendo en el trabajo de los economistas y al formalismo matemático de los teóricos del equilibrio general.   

Debe hablarse por tanto de dos escuelas austríacas:  la escuela austríaca antigua, que en muchos aspectos habría confluido y se habría integrado con la corriente principal, y la nueva escuela austríaca que retomando temas de la antigua se presenta como una alternativa crítica a la corriente neoclásica dominante, al keynesianismo y al marxismo.  Esta “Escuela Neoaustríaca”, se ha mantenido viva en Argentina, con la obra de Alberto Benegas Lynch, y el impulso del propio Mises, quien, en 1959, dictó en Bueno Aires el conjunto de seis conferencias reunidas en su espléndido libro “Sobre liberalismo y capitalismo”.

II.            Los sucesores

En un artículo de 1968, titulado “La escuela austríaca de economía”[4], Friedrich von Hayek hace una descripción de las contribuciones de los economistas de las cuatro generaciones de la Escuela Austríaca. A Carl Menger (1840-1921), el fundador, le siguen sus alumnos directos, Eugen Böhm-Bawerk (1851-1914) y Friedrich von Wieser (1851-1926), la segunda generación, quienes perfeccionan la teoría del valor, el segundo, y desarrollan la teoría del interés, el primero. La tercera generación estaría integrada por los discípulos de éstos: Ludwig von Mises (1881-1973), influenciado por Böhm-Bawerk, y Hans Mayer (1879-1955), de la línea de Wieser.

En la cuarta generación se destacan los nombres de Gottfried Haberler (1901-1995), comercio internacional; Fritz Machlup (1902-1983), economía del conocimiento; Oskar Morgenstern (1902-1977), teoría de juegos; Paul Rosenstein-Rodan (1902-1985), desarrollo económico; Joseph Alois Schumpeter (1883-1950), teoría del ciclo económico, y el propio Friedrich von Hayek (1899-1992); todos los cuales hicieron una fructífera vida académica en Estados Unidos.



Habría una quinta generación, no mencionada por Hayek, integrada por los discípulos de Mises en la Universidad de Nueva York: el estadounidense Murray Rothbard (1926-1995), el británico Israel Kirzner (1930) y el argentino Alberto Benegas Lynch (1940). Harían parte también de esa generación el macroeconomista Roger Garrison (1941) y el filósofo-economista Hans Herman Hope (1949). Thomas Sowell (1930), de la Universidad de Chicago, es un “austríaco” en muchos aspectos.  El nobel John Hicks (1904-1989) reivindica la filiación austríaca de su espléndida teoría del capital. La impresionante lista de teóricos y la amplitud de sus contribuciones es prueba de que, como dijera Hicks, “los austríacos no fueron una secta peculiar, al margen de la corriente principal, sino que estuvieron dentro de ella; eran los demás los que estaban fuera”. Deben, finalmente, debe mencionarse los españoles, Jesús Huerta de Soto (1956) y Juan Ramón Rallo (1984), y, por supuesto, el argentino, Javier Milei (1970).   

La obra de los economistas austríacos – la de los antiguos y los contemporáneos – es amplia, diversa y compleja. En ella se encuentran tratados todos los grandes temas de que se ocupa la economía. Además, por ser una escuela cuyo nacimiento se remonta a la época misma en que nace la economía ortodoxa o neoclásica, sus más reconocidos representantes participaron en los grandes debates que han marcado el desarrollo de la profesión en los últimos ciento cincuenta años. Sin embargo, el enfoque austríaco, a diferencia del neoclásico, no se encuentra presentado de una forma sistemática en tratados o manuales propios para la enseñanza. No hay una micro o una macro austríacas, distinción que de hecho desdeñan muchos de los exponentes del enfoque. Adicionalmente, entre los economistas austríacos antiguos y contemporáneos existen diferencias significativas sobre muchas cuestiones. Por esas razones resulta difícil hacer una presentación sucinta del pensamiento de los economistas austríacos que de forma inequívoca los cobije a todos.

No obstante, pueden identificarse por lo menos cinco cuestiones relevantes - la visión del mercado, la concepción del empresario, el rol del estado, la gestión de la moneda y el irreductible conflicto entre liberalismo y socialismo - frente las cuales existe una postura teórica que en un sentido amplio es admisible calificar de “austríaca”.

III.          El mercado

La economía se ocupa del intercambio voluntario de bienes y servicios, la única relación social que tiene una expresión cuantitativa directa: la razón de cambio. De la forma en que se entienda la determinación de las razones de cambio entre los bienes, los precios relativos, y el proceso que conduce a su formación, la competencia de mercado, emergen todas las diferencias entre las visiones de la sociedad económica y su articulación con la sociedad política.

Para la Escuela Austríaca los precios relativos están regidos por la ley de la utilidad marginal decreciente y la escasez relativa de los bienes objeto de cambio en un lugar del espacio y un momento del tiempo. Diferentes localizaciones espaciales o temporales dan lugar a diferentes precios para un mismo bien o servicio en el sentido estrictamente material. La competencia es por ello concebida como un proceso de descubrimiento de las oportunidades cambio o producción que surgen de esas diferentes valoraciones de los consumidores y el mercado como un gran mecanismo de experimentación de las pequeñas y grandes innovaciones mediante las cuales los empresarios tratan de aprovecharlas[5].   

No existe ninguna información objetiva que pueda ser conocida sin costo por todos los agentes. Los datos supuestamente conocidos en los modelos de elección racional – preferencias, técnicas, recursos naturales, etc. - están cambiando todo tiempo. La información es imperfecta, descentralizada, costosa, heterogénea y desigualmente distribuida. Hay agentes – empresarios o consumidores – más informados que otros y que, por tanto, aprovechan mejor las diferencias espaciales y temporales de los precios. Por ello, la competencia económica da lugar a ganadores y perdedores y las intenciones y expectativas de muchos pueden verse frustradas.

Nadie conoce los hechos que determinan las acciones de los demás. Por ello los resultados de la competencia son imprevisibles y usualmente diferentes de los perseguidos deliberadamente y de los esperados por muchos. El proceso de mercado en cada etapa suministra por medio de los precios información que los individuos, de acuerdo con sus circunstancias y habilidades, pueden utilizar en forma más o menos provechosa.

En el mundo económico solo existen individuos que intercambian bienes y servicios los unos con los otros y que a veces actúan como consumidores y otras como empresarios.

Para el consumidor, el valor surge de la relación entre sus necesidades y los recursos de que dispone para su satisfacción. El individuo sólo puede valorar directamente los bienes de consumo, pues son estos los que le reportan una utilidad, y esa valoración se expresa en la demanda.

Como empresarios, los individuos anticipan las demandas y crean demandas nuevas ideando los métodos de producción más idóneos para satisfacerlas. Los empresarios exitosos del pasado y el presente se hicieron y se hacen ricos por aprovechar las oportunidades cuando los consumidores finales con su demanda los plebiscitan en el mercado.

Esta es la esencia del ser austríaco: la orientación hacia la demanda, soberanía del consumidor, y la visión de la producción como un proceso que se extiende en el tiempo, función empresarial.

IV.          El empresario

La forma como se concibe al empresario incide decisivamente en la percepción que las personas tienen de la economía de libre mercado y propiedad privada. La concepción austríaca rompe con la visión predominante que hace del empresario un sórdido rentista o un cruel explotador.

Cuando una persona compra un bien en un lugar y un momento dados y lo emplea en la satisfacción de sus necesidades, realiza un acto de consumo; cuando lo compra para venderlo a un precio mayor en otro lugar del espacio o en otro momento del tiempo está actuando como empresario o realizando una función empresarial, en la terminología de Mises.

Los característico de la función empresarial o del ser empresario es la especulación pues en el momento de la compra se asumen costos ciertos en busca de beneficios inciertos que pueden o no realizarse en el momento de la venta en otro lugar u otro momento. Escribe Mises:

“…cualquier acción siempre está situada en el devenir temporal y, por tanto, implica especulación. Los capitalistas, los terratenientes y los trabajadores son necesariamente especuladores. También el consumidor cuando prevé anticipadamente sus futuras necesidades”[6].

Aunque todos lo somos un poco y en diferentes momentos, el empresario profesional es esencialmente un arbitrador que se lucra de las diferencias de precios en el espacio o en el tiempo. Escribe Kirzner:

“El empresario puro (…) procede a descubrir y explotar situaciones en las que puede vender a precios altos lo que puede comprar a precios bajos. El beneficio empresarial puro es la diferencia entre estos dos tipos de precios. (…) Procede de haber descubierto vendedores y compradores de algo por lo que los últimos pagarán más de lo que los primeros piden. El descubrimiento de una oportunidad de ganancia significa el descubrimiento de algo que se puede obtener a cambio de nada”[7]

La forma fundamental de trasladar los bienes en el tiempo es la producción que implica la transformación de bienes de una clases -materias primas y bienes intermedios – en bienes de otra clase en el sentido material, a la postre, en bienes de consumo. Objeto de la producción es el consumo y el empresario exitoso es aquel que logra satisfacer las necesidades de consumo de un mayor número de personas y crearles, mediante las innovaciones productivas, nuevas formas de satisfacción de esas necesidades.

Adicionalmente, a diferencia del consumidor, cuya “ganancia” en el mercado es subjetiva - la utilidad o satisfacción que le reportan los bienes y servicios que adquiere - la ganancia del empresario es objetiva, monetaria, la diferencia entre el precio de venta y sus costos de producción. Escribe Huerta de Soto: “La función empresarial es la fuerza protagonista de la teoría económica austríaca”.

La economía austríaca quiere recuperar el respeto y la admiración por los empresarios que, como dijera Smith, buscando promover su interés propio son conducidos por una mano invisible a promover el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios.

V.           Estado, moneda y socialismo

El aporte más importante de la economía a la comprensión de los procesos sociales es la demostración de que una sociedad, donde los individuos toman las decisiones de forma descentralizada y realizan intercambios voluntarios en función de sus propios intereses, llega, no al caos, sino a un orden espontáneo, donde los planes de todos resultan compatibles sin intervención de ninguna autoridad centralizadora. La intervención del estado debe limitarse a garantizar las condiciones que hacen posible la cooperación voluntaria. Escribe Mises:

“Es evidente que sin un aparato de compulsión peligraría la convivencia social; la amenaza de la fuerza, por desgracia, ha de gravitar constantemente sobre quienes pretenden alterar la cooperación pacífica de los seres humanos. Tiene que haber una institución investida de poder suficiente para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la libertad y la propiedad de los demás, pugnando contra la propia existencia social. Tal es la precisa misión que el liberalismo asigna al estado: salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia pacífica” [8] 

Además de la violencia criminal, el funcionamiento espontáneo del mercado puede ser perturbado por una mala gestión de la moneda. Con moneda fiduciaria y bajo un sistema de reservas fraccionadas, los bancos pueden expandir el crédito de forma ilimitada, reduciendo sustancialmente la tasa de interés, generando así períodos de expansión en los que se modifica artificialmente la estructura de la producción al hacerse posibles inversiones que solo son rentables por la reducción extrema del interés bancario. Inevitablemente muchos de esos inversionistas verán frustradas sus expectativas y caerán en una situación de insolvencia que les imposibilita atender sus compromisos con los bancos. Ante esta situación, los bancos reaccionan contrayendo el crédito y se genera la situación de quiebras y reducción de la actividad económica propia de la fase de contracción del ciclo económico. Así, el origen de la contracción y la crisis está en la expansión y ésta es posibilitada por la elasticidad de la oferta monetaria en un régimen de reservas fraccionadas.

Una moneda neutral, que no altere los precios relativos ni la estructura de la producción, es el ideal de los economistas austríacos.  Para lograrlo, algunos proponen reserva de 100% de los depósitos; otros, como Mises, retornar al patrón oro; otros más, como Hayek, desnacionalizar la creación monetaria y permitir la competencia de monedas.

Los economistas austríacos descreen de una ciencia económica pura y completamente ajena a la naturaleza de la organización económica de la sociedad. No puede haber una teoría económica – entendida como una ciencia pura de la asignación de recursos escasos en usos alternativos – válida para cualquier tipo de organización de la actividad económica: planeación centralizada o economía de mercado. La economía planificada o socialista no puede funcionar pues en ella es imposible el cálculo económico:  sin los precios libres, que sólo el mercado procura, todo cálculo racional resulta imposible, escribe Mises.  

Por esa razón, para la escuela austríaca, la economía es una ciencia militante, opuesta al socialismo, al intervencionismo y defensora irrestricta de la libertad económica.

LGVA

Febrero de 2025



* Se reúnen aquí las cinco columnas publicadas en El Colombiano (enero 6, 13, 20 y 27 y febrero 3 de 2025) sobre la Escuela Austríaca de Economía, añadiendo algunas referencias bibliográficas que no pueden incluirse en una columna periodística.   

 

[1] Bohm-Bawerk. (1891) “The Austrian Economists”. Annals of the American Academy of Political and Social Science. Volume 1, (1891).

 

[2] Mises, L. Epistemological Problems of Economics. Citado en Screpanti E. y Zamagni S. Panorama de historia del pensamiento económico. Ariel, Barcelona, 1997. Página 207.

 

[3] Hayek, F. (1968) “La escuela austríaca de economía” reproducido en Hayek, F.A. (1992). Las vicisitudes del liberalismo. Ensayos sobre Economía Austríaca y el ideal de libertad. Obras Completas, Volumen IV. Unión Editorial, Madrid, 1992. Página 61.

 

[4] Ídem, páginas 47 -66.

[5] Hayek (1968). “La competencia como proceso de descubrimiento”. Estudios públicos. No 50 (1993). https://www.estudiospublicos.cl/index.php/cep/issue/view/50

[6] Mises, L.V. (1966, 2001). La acción humana: tratado de economía. Unión Editorial, Madrid, 2001. Páginas 307-308.

 

[7] Kirzner, I.M. (1973,1998). Competencia y empresarialidad. Unión Editorial, Madrid, 1998.  Página 62-63.

[8] Mises, L.V. Sobre liberalismo y capitalismo. Biblioteca de Economía, Ediciones Folio, Barcelona, 1996. Dos Tomos. Tomo I, páginas 50-51.

 

jueves, 16 de enero de 2025

Cien años de La Vorágine

 

Cien años de La Vorágine

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

Borges aconsejaba leer solamente libros de por lo menos cien años de publicados, libros que hubiesen resistido el paso del tiempo, y no correr el riesgo de desperdiciar el tiempo propio, que se hace escaso con la edad, en novedades literarias de calidad incierta. Aunque no sigo estrictamente ese consejo, con los años me he inclinado por la lectura de grandes obras del pasado, dejadas de lado por diversas razones, y, con desigual fortuna, por la relectura de otras que ya había visitado.

La primera edición de La Vorágine, de las cinco que se publicaron en vida de José Eustasio Rivera, se publicó en Bogotá, el 25 de noviembre de 1924, con el sello de la Editorial Cromos. La Universidad de los Andes celebró el centenario con una espléndida “edición cosmográfica”, bajo el cuidado de las profesoras Margarita Serje y Erna von der Walde. Además del texto mismo de la novela, basado en la versión definitiva de 1928, la edición centenaria incluye diez mapas - cuatro de Rivera y seis de las editoras - y diez y nueve textos, de diversos tiempos y autores, referidos a la región Orinoco-Amazónica, el cosmos de La Vorágine*.



 Antes de la irrupción de Cien años de soledad; con El Alférez Real, de Eustaquio Palacios, y María, de Jorge Isaacs, La Vorágine conformaba el canon de la novelística colombiana en mis años de bachillerato, cuando la leí por primera vez. Volví a leerla hace unos 20 años cuando, como profesor de Historia Económica de Colombia en la Universidad EAFIT, realicé, durante dos o tres semestres, el experimento de hacer que mis alumnos leyesen obras literarias con el encargo de identificar en ellas instituciones, actividades y características económicas de la sociedad el siglo XIX y principios del XX. Algo de eso hicieron, pero el logro mayor fue hacer que muchos de ellos leyesen una novela por primera vez.

En esa oportunidad y ahora que la leo nuevamente, La Vorágine se me reveló especialmente por lo que Rivera, en polémica con un crítico contemporáneo, consideraba como lo mejor de la obra: su “trascendencia sociológica”; la cual hoy sería también una trascendencia histórica, pues los terribles crímenes contra los caucheros y colonos cometidos por La Casa Arana son cosa del pasado.    

Las novelas de los Episodios Nacionales, de Perez Galdós, y las de la Comedia Humana, de Balzac no pretendieron nunca ser novelas históricas, como las que abundan modernamente, pero el paso del tiempo las ha convertido en fuentes ineludibles para los estudiosos de la historia de España y Francia en el siglo XIX. La Vorágine, como fuente histórica, es particularmente significativa pues el relato de Rivera, más que en los personajes, está centrado en describir con la mayor fidelidad posible la geografía, los hechos y circunstancias en los que se inserta el accionar de los atribulados protagonistas. Las narraciones que Clemente Silva hace a sus compañeros en la segunda parte parecen extractos de un informe oficial:

“El personal de trabajadores está compuesto, en su mayor parte, de indígenas y enganchados, quienes, según las leyes de la región, no pueden cambiar de dueño antes de dos años. Cada individuo tiene una cuenta en la que le cargan las baratijas que le avanzan, las herramientas, los alimentos, y se la abona el caucho a un precio irrisorio que el amo señala. Jamás cauchero alguno sabe cuánto le cuesta lo que recibe ni cuánto le abonan por lo que entrega, pues la mira del empresario está en guardar el de ser siempre acreedor. Esta nueva especie de esclavitud vence la vida de los hombres y es trasmisible a sus herederos” (La Vorágine: edición cosmográfica, página 119).

Las atrocidades denunciadas por Rivera eran bien conocidas en la época y estaban plasmados en documentos oficiales, como Denuncia de los crímenes de la Casa Arana por Benjamín Saldaña de 1907 y El paraíso del diablo: un Congo Británico por Sidney Paternoster de 1909, ambos reproducidos en la edición cosmográfica. Además, Rivera ha debido tener conocimiento de relatos de primera mano en sus visitas a la Amazonia en 1922 y 1923 como miembro de la Comisión limítrofe colombo-venezolana.

La Vorágine es una intensa novela de aventuras y Rivera vio el potencial cinematográfico de su obra que buscó sin éxito fuera llevada a la pantalla en su viaje final a Nueva York en 1928. El sueño de Rivera se cumplió en 1949, con la película mexicana La Vorágine: abismos de amor. Maria Cecilia Botero (1975) y Florina Lemaitre (1990) encarnan la Alicia de cada una de las dos versiones de La Vorágine en la televisión colombiana.  A lo mejor NETFLIX, u otra de las empresas de streaming, está preparando una nueva versión. Entre tanto vale la pena leerla en su edición cosmográfica.

NB.

Me sorprendió leer lo siguiente:

 “Pero con los asilados de Venezuela que la infestan como dañina langosta, no se podía vivir. (…) Tantos se le presentaban explotando la condición de desterrados políticos, y eran vulgares delincuentes, prófugos de penitenciarías”. (Página 37).

Los hechos de La Vorágine acontecen a en la última década del siglo XIX y la primera del XX. Los asilados de los que se habla a lo mejor huían de la dictadura de Cipriano Castro.

Pensé en los asilados de la dictadura de Maduro al leer esto:

“La mansedumbre prepara el terreno a la tiranía y la pasividad de los explotados sirve de incentivo a la explotación” (Página 147).  

LGVA

Enero de 2025.



* La Vorágine: una edición cosmográfica/ José Eustasio Rivera; Margarita Serje y Erika von der Walde. (Editoras académicas). Bogotá: Universidad de los Andes. Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, Ediciones Uniandes, 2023.