¿La letra con sangre entra?
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
En 1982, Gerardo Molina, el candidato presidencial de
la izquierda, refinado intelectual y hombre educado, obtuvo 82.858 votos, 1%
del total. Cuarenta años más tarde, en 2022, Gustavo Petro, desaforado demagogo
de indecible patanería, triunfó en la primera vuelta con 40,34% y se hizo a la
presidencia en la segunda con 50,44%. La estrechez del margen y la muy probable
incidencia del fraude en el resultado final no pueden ocultar el formidable
crecimiento de la fuerza electoral de la izquierda, que ha persistido a pesar
se sus fracasos reiterados en el gobierno de Bogotá, su principal bastión.
Ese crecimiento no está asociado a la miseria
creciente de una población que se levanta contra la injusticia social; por el
contrario, se produce un período de gran crecimiento económico y mejoras
sustanciales en el bienestar: el PIB per cápita se multiplica por 2,5 y la
pobreza se reduce sustancialmente; se masifica el acceso a la educación, la
salud y los servicios públicos domiciliarios; la esperanza de vida aumenta en
10 años y la mortalidad infantil cae drásticamente.
Teóricos del desarrollo –
Arthur Lewis, W.W Rostow, etc. – han señado el siguiente fenómeno:
en una economía en expansión, las expectativas de bienestar crecen más
rápidamente que la capacidad de satisfacerlas, razón por la cual, en muchas personas,
surge un sentimiento de envidia y frustración frente a la condición de aquellos
que aprovechan mejor las oportunidades del mercado. Esto tiene un gran impacto
sobre la situación política pues esos sentimientos son el caldo de cultivo del
discurso del demagogo. Esto entraña grandes riesgos si las
economías son incapaces de escapar a la trampa del ingreso medio que pone en
aprietos todo el régimen político.
En efecto, la democracia, en
especial la de sufragio universal, es un sistema extremadamente riesgoso porque
la gente poco ilustrada puede ser fácilmente seducida por las fantasías de los
demagogos. Desde Aristóteles, pasando por Stuart Mill y culminando con el gran
Ortega y Gasset, ese riesgo ha sido advertido por todos los filósofos
políticos. América Latina ilustra dramáticamente esos riesgos con múltiples
experiencias
La de los chilenos que, en 1970, eligieron a Allende, cuando
tenían un PIB per cápita entre los más altos del continente y que triplicaba el
de los colombianos de la época. La de los cubanos, que celebraron a Castro y
sus guerrilleros en su entrada triunfal en La Habana el 8 de enero de 1959, cuando
tenían el ingreso más alto y eran los más alfabetizados y sanos de América
Latina. Similar situación la de los venezolanos que plebiscitaron a Chávez,
cuando la caída del precio del petróleo hizo inviable el inmenso aparato
asistencialista; la de los chilenos que votaron por Boric, rechazando un marco
constitucional que las trajo progreso y estabilidad; la de los uruguayos que eligieron un
guerrillero tupamaro responsable de múltiples crímenes, en la época dorada en
que su país era reconocido como la Suiza de Latinoamérica y, la más notable, la
de los argentinos que llevan décadas votando por gobernantes empeñados en
acabar con los logros del capitalismo liberal que llevó a su país a ser uno de
los más ricos del mundo a principios del siglo XX.
El capitalismo es un sistema tan maravilloso que
funciona, aunque incluso muchos de quienes debieran – empresarios, economistas,
políticos, etc. - no comprendan cómo lo hace y muchos de los que se benefician
de sus frutos se obstinen en destruirlo. En América Latina, el capitalismo
liberal es una especie del árbol silvestre sometido a violentas sacudidas, a
lluvias de pedradas y a incesantes golpes de varas por parte de quienes quieren
hacer caer sus frutos, creyendo que fructifica a causa de las sacudidas y no a
pesar de ellas.
Petro y su Pacto sintetizan de
forma exacerbada las ideas de los sacudidores del árbol: la teoría de la
dependencia, el proteccionismo cepalino, el agrarismo, el indigenismo, el
imperialismo y la leyenda negra. Esto es lo que se encuentra sintetizado en Las
venas abiertas de América Latina, el ensayo sociológico más
influyente del continente el siglo pasado. Pero también está en la obra y la
acción Raúl Prébisch, Henrique Cardoso y, por supuesto, Carlos Lleras.
El árbol se sacude con la
acción de un estado fuertemente intervencionista con elevados impuestos,
tributación progresiva, propiedad gubernamental, reformismo agrario, asistencialismo,
proteccionismo y regulación de la actividad económica. Aunque desde los años
treinta estas son prácticas corrientes en Colombia, con Petro afloran de manera
superlativa los resultados inevitables a los que conducen: clientelismo, burocratización
y corrupción desaforadas y, sobre todo, autoritarismo y supresión de la
libertad. ¿Aprenderemos?
LGVA
Septiembre 2024
La respuesta es sencilla. No
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