No
existe el derecho a no ser insultado ni a no ser difamado
(A
propósito de la escaramuza entre el expresidente Uribe y el periodista Samper)
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Universidad EAFIT
Estamos en presencia de un
nuevo episodio de la picaresca político-periodística colombiana que pone sobre
el tapete, una vez más, el problema de los límites a la libertad de expresión.
El título de este artículo deja en claro lo que es mi posición al respecto, de
tal suerte que quien comparta ese enunciado, que para mí es apodíctico, puede
ahorrarse la lectura de los argumentos que siguen.
Tomo insulto como sinónimo
de injuria y difamación como sinónimo de calumnia. Los delitos de injuria y
calumnia están tipificados en el código penal colombiano: Título V, capítulo
único, artículos 220 a 228. Digo esto de entrada para que ningún despistado salga
a recordármelo. Tampoco ignoro que la mayoría de los países del mundo, sino
todos, los tienen tipificados en sus respetivos códigos penales. Creo, como la mayoría de las personas
razonables, que insultar, injuriar, difamar, calumniar, ridiculizar, zaherir,
ultrajar, agraviar, afrentar, baldonar, improperar, vilipendiar, denostar,
increpar, despotricar, denigrar, avergonzar, humillar, desacreditar, motejar,
vejar, etc. son conductas reprochables que deberían estar excluidas de la
discusión entre personas educadas y, especialmente, entre aquellas que son
notorias, por cualquier razón, y que por ello deberían dar buen ejemplo. Sin
embargo, pienso que lo referente a todas estas conductas tiene que ver más con
don Manuel Antonio Carreño que con el Marqués de Beccaria. Eso es lo que voy a
tratar de demostrar.
Tomo como cierta la
siguiente proposición: la libertad es el derecho de hacer ciertas cosas y de
oponerse a la imposición de otras. Todos los derechos surgen de un derecho
primigenio cual es la propiedad de todo individuo sobre su propia persona,
cuerpo y mente. Esto es un axioma, el axioma de la autoposesión, quien no lo
acepte puede parar aquí pues tendrá que rechazar todo lo que sigue. Todo
individuo es libre de hacer lo que quiera con su propia persona, excepto
venderse como esclavo. Los resultados de la acción de cada individuo combinada
con los recursos naturales libres o con los adquiridos legítimamente son de su
propiedad. Esta es una consecuencia lógica del primer axioma.
En particular, son propiedad
de cualquier individuo todos los productos de su mente: ideas, pensamientos,
prejuicios, conceptos, opiniones, conocimientos, ocurrencias, doctrinas,
creencias, visiones, suposiciones, teorías, concepciones, caprichos, fantasías,
ideales, prenociones, etc. Es inherente a la propiedad de los productos de la
mente el derecho a difundirlos, comunicarlos, proclamarlos, exponerlos, divulgarlos,
anunciarlos, esparcirlos, publicarlos, propagarlos, transmitirlos, contarlos,
revelarlos, notificarlos, expandirlos, declararlos, etc. empleando para ello
los atributos de su propia persona y los medios materiales de su propiedad
legítimamente adquiridos y los medios propiedad de otros puestos a su
disposición de forma voluntaria.
Quién haya llegado hasta
aquí debe admitir que es difícil estar en desacuerdo con lo enunciado. Si este
no es el caso, aconsejo volver atrás y releer lo expuesto. Si una vez hecho esto,
no se llega a las mismas conclusiones, es mejor que se abandone la lectura pues
las ideas expuestas no admiten otra demostración que su deducción por la propia mente del
lector a partir de la aceptación del axioma de la autoposesión.
El punto que sigue está
implícito en la definición extensiva que se hizo de los productos de la mente.
Allí se incluyen toda clase de cosas sin prejuzgar sobre su contenido de verdad
o su moralidad. El individuo es propietario de todos los productos de su mente
sin que importe que sean genialidades o estupideces, nobles o ruines, beatíficos o inmorales, honorables o despreciables,
vejatorios o laudatorios y, también, y por sobre todo, para nuestro caso, verdaderos
o falsos. Y como es inherente a la propiedad de los productos de la mente el
derecho a difundirlos; todo individuo tiene derecho a mentir, embustear,
engañar, embustir, trapalear, inventar, bolear, trufar, embrollar, tramar,
enredar, es decir, faltar a la verdad; y
también tiene derecho a calumniar, difamar, deshonrar, denigrar, agraviar, envilecer,
insultar, malsinar, ahijar, achacar, es decir, proferir cualquier clase de vergajadas
sobre cualquier otro; siempre que para hacerlo haga uso de los atributos de su
propia persona y de los medios materiales de su propiedad legítimamente
adquiridos o puestos a su disposición por terceros de forma voluntaria.
De lo anterior se sigue que
Samper, sin ampararse ladinamente en su condición de “humorista”, desde Semana
o desde cualquier medio que lo acoja, tiene todo el derecho de decir que Uribe
es asesino, homicida, sicario, sayón, linchador, paramilitar, corrupto, cohechador,
venal, estraperlista, etc. Y que Uribe, desde su twitter o montado en un silla
con un megáfono, tiene a su turno el derecho a decir que Samper es pederasta,
pedófilo, sodomita, invertido, marica, maricón, homosexual, lechuguino,
pisaverde, inversado, voyerista, etc.
En esta altura de la partida
el despistado, que no ha entendido nada, sacará de su manga el derecho al buen
nombre, a la buena reputación, la integridad moral y otros espantajos del mismo
jaez. Seamos indulgentes con el
despistado y expliquémosle por qué esas invocaciones carecen de todo sustento
lógico en una teoría genuinamente liberal de los derechos y los delitos.
Un delito es la agresión
contra la persona o las posesiones de los individuos. La reputación o el buen
nombre no es un ente físico o algo que esté dentro de la persona. El buen
nombre o la reputación es un juicio subjetivo que los demás tienen sobre un
individuo. Como tal ese juicio está en la mente de las otras personas y quien
quiera ser dueño de ese juicio se asume propietario de las mentes de los demás
y esto es inaceptable porque los individuos solo pueden ser propietarios de su
propia mente. Esto debería ser suficiente para quien haya seguido la
argumentación con la debida atención, pero abundaremos en el asunto para
aliviar la perplejidad del despistado. Analicemos el caso que nos ocupa.
Uribe dijo: “Samper es un
pedófilo”. Lógicamente solo existen tres posibilidades sobre el contenido de
esta aseveración, a saber: i) Es cierta, ii) es falsa y iii) está en esa zona
gris donde suelen situarse los alegatos de esta naturaleza.
Basta con tomar la segunda
opción y plantearla en los términos más extremos, que son estos: Uribe i) afirmó
que Samper era pedófilo ii) a sabiendas de que eso es falso y iii) lo hizo con
la pérfida intención de perjudicar a Samper. Debo repetir, en beneficio del
despistado, que no se está discutiendo la moralidad o la estética de esa
acción. Tampoco se está discutiendo si a la luz de la ley positiva sea o no un
delito. La discusión se plantea desde una teoría de la libertad y los derechos
basada en el axioma de la autoposesión.
La legalidad o ilegalidad de
una acción no puede depender de las intenciones del individuo sino de las
manifestaciones objetivas de la acción. Una persona que tenga en su casa un
arma fuego para defenderse de un eventual agresor seguramente tendrá en su
mente la intención o la disposición de dispararle en caso de que irrumpa en su
morada. Pero sería absurdo enjuiciarla por esa intención antes de que ocurra el
hecho. Anoto que sobre ese absurdo reposan las restricciones a la libre
posesión de armas de fuego.
Objetivamente considerada
una acción – por inmoral o antiestética que sea – solo puede ser un delito si
invade los derechos ajenos. Uribe, que se sepa, no ha agredido físicamente a
Samper. Tampoco irrumpió en la propiedad de este para gritarle ¡pedófilo!,
¡pederasta!. ¿De qué se queja entonces Samper? Ah, de que Uribe atentó de forma
grave contra su “integridad moral” puesto que su twitter tiene cuatro millones
de seguidores antes los cuales verá menguada su buena reputación. ¿Cómo diablos
puede saber Samper lo que pasa por la mente de todas esas personas? ¿Qué lo
lleva a suponer que lo valoran como el gran humorista que él se imagina que es?
Aun admitiendo que el humorista tenga el don de leer la mente de todo mundo, no
puede reconocérsele, ni a él ni a nadie, ningún derecho de propiedad sobre las
mentes ajenas en la actividad de las cuales se funda la buena o mala reputación
de las demás personas. No existe pues un ente objetivo llamado reputación sobre
el cual pueda ejercerse un derecho de propiedad. Sin que importe que sea falsa
o verdadera la afirmación de Uribe, y cualesquiera hayan sido sus intenciones
al proferirla, puede decirse, sin asomo de duda, que Uribe no cometió ningún
delito porque no puede invadirse una propiedad inexistente.
A los despistados que a esta
altura de la partida estén pensando todavía en el Título V del Código Penal les
informo, sino se han percatado de ello, que el punto de vista que aquí se sigue
es profundamente iusnaturalista, es decir, el de aquella teoría de la libertad que parte de la
aceptación de la existencia una ley natural al alcance de la razón en la cual
se fundamenta, cuando la contraviene, como es ciertamente el asunto en
discusión, la crítica radical a la ley positiva impuesta por los estados. En un
código penal verdaderamente liberal no tienen cabida los delitos de injuria y
calumnia. Me importa un higa que la ley positiva de todos los países del mundo
los consagre como tales. Me siento cómodo al lado de Locke y de Rothbard en cuyas ideas, como se habrá
percatado el lector informado, se sustenta todo lo expuesto.
Dudo que sea posible educar
a toda la gente en las buenas maneras de Carreño o transmitirle la elegancia
intelectual en la que pensaba el Conde
de Buffon cuando dijo aquello de que el
estilo es el hombre mismo. Pero, como dice también el Conde, el estilo no puede
robarse ni transportarse, mucho me temo que nuestros periodistas y políticos
continuarán insultándose como verduleras. Propongo, en consecuencia, derogar el
Título V del Código Penal y legalizar la caballeresca y noble institución del
duelo, porque cuando se trata de cuestiones de honor, como decía Don Francisco
Quevedo y Villegas en El capitán Alatriste, no queda sino batirse.
LGVA
Julio de 2017.
Interesante tu punto de vista. Siempre te he visto más como abogado emitiendo jurisprudencia o interpretaciones jurídicas, si es del caso. A través de la historia, se conocen casos de personajes, razas, líderes que han sido calumniados y realmente se les recuerda por las consecuencias que ese hecho llevó a sus vidas. Tu afirmación de que no existe el derecho a no ser insultado, es cierto. Pero también lo es, que existen consecuencias por esa "acción" o que diga Claudia López como va a eludir el fallo del juez que le exige rectificar a su adversario, por citar el más reciente caso. Pelea entre políticos, claro, pero cuando se lanza un juicio para calumniar o difamar, por supuesto debe haber una responsabilidad. No comparto todos los calificativos que Daniel Samper lanza a quienes quiere ridiculizar y ofender amparado en la sátira y el humor. Pero es una voz diferente a la de un expresidente en donde hace honor a la frase que citas del Conde de Buffon, " Su estilo es el hombre mismo", un hombre que insulta a sus coequiperos, descalifica a quienes no comparten sus decisiones y ahora columnia y ¡qué calumnia!, valga la expresión, a su contradictor. ¿Cómo sería ese duelo que propones? ¿de ofensas? ¿quién ofende más? ¿de apoyo entre colegas? a Uribe no salió la clase política en pleno a defenderlo como a Daniel si, el gremio de mis colegas. ¿en armas? que salga el diablo y escoja. ¿de cachetadas? al mejor estilo en el Ubérrimo. Tal vez Uribe no invadió una propiedad existente como calificas la reputación. Pero si que molesta su estilo que no es precisamente de un hombre que ha representado un país. Por lo demás, siempre me gustan tus columnas y ojalá no tengamos que seguir escuchando ahora a los dueños de la palabra, los verduleros sueltos por doquier.
ResponderEliminarQuerida Adriana.
EliminarCreo que estamos de acuerdo en casi todo. Mi artículo es sobre todo una crítica a unos personajes y a los términos de una discusión que me parece mal planteada. Aquí nadie está libre de pecado. Me parece absurdo que después de agraviarse, traten de buscar el amparo de la justicia. Por supuesto que lo del duelo es una sátira. Seguiré insistiendo en una discusión de argumentos, no de ataques a las personas. Saludos, LG.
Totalmente de acuerdo. También los diferentes tipos de duelo los planteo como sátira . Ojalá pasemos a la discusión de argumentos.
ResponderEliminarNo he encontrado otro espacio donde responderte. Pero llamas a duelo, y eres uno de esos caballeros que evades el debata con elegancia y espada afilada. Tengo una respuesta con espada poco afilada:
ResponderEliminar¿Si la moneda es sólo un velo como creen todos los economistas conservadores, y entonces la economía capitalista es una economía de trueque,porqué no te vas a mercar con un costal de papas, otro de yuca, otro de azúcar, otro de gasolina, otro del Wiskey que te gusta, otro de arroz, otro de mujeres fatales (para evitarme el galicismo), otro de mondongo, cambias un mondongo por un plato ruso, llevas a Julio Jaramillo a un club de New york y te dan un concierto de Jazz, te vas con los "empresarios paisas" con un costal de arepas a que te den investigación y desarrollo y conocimiento en Silicon Valey.
No discuto con ignorantes y, en cuestiones de teoría monetaria, evidentemente usted lo es.
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