Después de Petro: Libertad laboral
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Dice Adam Smith:
“La propiedad más sagrada e
inviolable es la del propio trabajo, porque es la fuente originaria de todas
las demás. El patrimonio del pobre se halla en la fuerza y en la habilidad de
sus manos, por lo que impedirle hacer uso de esa fuerza y de esa habilidad de
la manera que juzgue más conveniente, y en tanto no perjudique a otra persona,
constituye una violación manifiesta de su más sagrada propiedad. Equivale a una
usurpación manifiesta de la justa libertad del trabajador y de aquellas
personas que pudieran emplearle, pues se le impide al uno trabajar en lo
considera más conveniente, y al otro darle ocupación en lo que le plazca”.
Aunque no es imposible concebir el caso de personas
cuyo objetivo es ocuparse y que podrían estar dispuestas a
hacerlo sin remuneración o, incluso, pagando por ello – piénsese en un aprendiz
o un joven artista deseoso de ingresar al taller de un gran maestro- la mayoría
de ellas buscan ocuparse a cambio de un salario y si permanecen desocupadas es
porque el salario que se les ofrece no satisface sus expectativas. También
pueden las personas rechazar un empleo en razón de su ubicación o porque no les
gusta un tipo determinado de trabajo que se les ofrece.
Las gentes que rehúsan ocuparse porque no les gusta la
ubicación, la naturaleza o la remuneración del trabajo que se les ofrece están,
obviamente, voluntariamente desempleadas y bajo su propia responsabilidad. Las
resistencias relativas a la ubicación o naturaleza del empleo pueden expresarse
siempre en términos monetarios. Por tanto, un desocupado es alguien que no
consigue empleo al salario que pretende.
Los salarios, los intereses, los alquileres y, en
general, los pagos a los factores productivos que realizan los empresarios proceden
de los ingresos que obtienen de la venta de los bienes y servicios que producen
con esos factores productivos. Si no hay venta no hay ingresos factoriales.
Específicamente, el salario que puede pagar el
empresario no puede superar el valor descontado del producto marginal del
trabajo. Aquellos trabajadores cuyas pretensiones salariales lo excedan,
quedarán desocupados voluntariamente.
En una economía de libre mercado más o menos
desarrollada las personas aptas siempre encontrarán un trabajo que les permita
un salario mayor que el de mera subsistencia, el cual marca el piso salarial en
cualquier economía.
La legislación laboral y las
políticas públicas “bien intencionadas” provocan desempleo o informalidad
porque afectan la conducta de trabajadores y empleadores – sus ofertas y
demandas – impidiendo la fijación de salarios que ajusten los mercados de
trabajo, manteniendo excesos de oferta persistentes en los mercados regulados o
provocando la aparición de mercados paralelos que escapan a la regulación.
La reforma laboral liberal post-
Petro debe quitarles a políticos, sindicatos y gremios el manejo del mercado
laboral y devolverle a trabajadores y empresarios la libertad de pactar el
salario, la jornada, la localización y demás condiciones de la relación
laboral. Solo así se reducirán el desempleo estructural y la informalidad.
LGVA
Octubre de 2024
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