lunes, 22 de marzo de 2021

La concepción del empresario en el pensamiento económico V El empresario Schumpeteriano

 

La concepción del empresario en el pensamiento económico V

El empresario Schumpeteriano

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

Walras saca al empresario del limbo en el que lo había dejado la economía política clásica. Lo define analíticamente por una función y establece la naturaleza de su ingreso: un ingreso de desequilibrio; lo cual le permite hacer compatible su existencia con los tres ingresos funcionales que desde Smith hasta el presente ha considerado la teoría económica: el salario, el interés y la renta.

Schumpeter encuentra en ello un enorme potencial para resolver a una serie de cuestiones a las cuales la teoría económica había dado una respuesta insatisfactoria o insuficiente. El subtítulo de su obra teórica fundamental, Teoría del desenvolvimiento económico[1], revela la magnitud de su ambición: Una investigación sobre ganancias, capital, crédito, interés y ciclo económico.  

Es conveniente exponer con algún detalle la teoría de Schumpeter pues en ella el empresario, por primera vez en la teoría económica, se convierte en el agente fundamental del crecimiento económico con todo lo que ello implica. El punto de partida es el equilibrio estático de Walras o, como la denomina Schumpeter, la economía estacionaria o de flujo circular. Esto es una exigencia lógica de la teoría:

“Todo proceso de desarrollo se apoya finalmente en el desarrollo anterior. Sin embargo, con el objeto de ver claramente la esencia de las cosas, debe hacerse abstracción de este hecho y explicar el desarrollo a partir de una situación sin desarrollo (...) si queremos llegar a la raíz del asunto, no podemos incluir en los elementos de la explicación aquellas cosas que deben ser explicadas”[2]

El rasgo fundamental del estado estacionario es la ausencia de ahorro y de inversión neta. Es una economía de propiedad privada, división del trabajo y competencia perfecta. Hay tres agentes económicos: los trabajadores, los propietarios de la tierra y las empresas. La distinción entre trabajadores y terratenientes no tienen ningún interés analítico: su comportamiento económico es similar y las leyes que gobiernan su remuneración son las mismas. En Business Cycles, Schumpeter suprime esa distinción y pone de un lado a los hogares, que son la oferta en el mercado de servicios y la demanda en el de bienes, y del otro lado las empresas, que son la contrapartida de esos dos mercados. En esta economía los métodos de producción están dados, al igual que las necesidades y preferencias de los consumidores. Las cantidades de servicios productivos son fijas y las funciones de producción son de coeficientes variables lo que permite la sustitución de servicios productivos según su escasez relativa. En competencia perfecta esto conduce la remuneración de los servicios según su productividad marginal. Las preferencias de los hogares y las cantidades de servicios productivos que les pertenecen se expresan en funciones de utilidad a partir de la cuales se derivan las demandas de bienes y las ofertas de servicios. De los métodos de producción se derivan las ofertas de bienes y las demandas de servicios. El marco analítico es de equilibrio general lo cual significa que las ofertas y demandas de todos los bienes y servicios son funciones de su propio precio y de los precios de todos los demás bienes y servicios.

Schumpeter considera dos procedimientos mediante las cuales esta economía ajusta sus variables – precios y cantidades – para alcanzar el equilibrio. El primero consiste en suponer que los agentes tienen un conocimiento -producto de una larga experiencia- de lo que debe producirse, sus proporciones y técnicas más adecuadas. Esta larga experiencia permite suponer que después de haber sido alcanzados en el pasado, los valores de equilibrio se mantienen inalterados mientras los datos no cambien. También puede imaginarse que el ajuste un proceso similar al tanteo walrasiano como resultado del esfuerzo racional de los consumidores que tratan de maximizar la utilidad y de los empresarios que tratan de maximizar el beneficio. En todo caso el sistema tiende al equilibrio. Interesa el resultado de ese equilibrio.

Como en Walras, el equilibrio de la producción está definido por la igualdad entre los precios de venta de los productos y sus costos de producción en términos de los servicios productivos. Esto significa que el valor de la producción, expresado en un numerario cualquiera, es igual a la remuneración de los propietarios de los servicios productivos. Las empresas no realizan ni beneficios ni pérdidas. Schumpeter llega a este resultado por medio de la teoría de la imputación que permite resolver el precio de cada producto en el precio de los factores originarios necesarios para su producción. En equilibrio no hay ganancias empresariales. Escribe Schumpeter: “...no puede existir beneficio neto porque el valor y el precio de los servicios productivos originales siempre absorbe el valor y el precio del producto”[3]

El cambio o la evolución económica entendida como la ruptura del flujo circular o del estado estacionario puede ser el resultado de factores externos como guerras o catástrofes naturales. Un factor es externo cuando no puede ser explicado por el funcionamiento del sistema económico.  Excluidos los factores externos, el desarrollo sólo puede explicarse por cambios en los datos económicos. Es decir, por cambios en las cantidades de factores, en los gustos de los consumidores o en las funciones de producción o combinaciones productivas, como las denomina Schumpeter.

El crecimiento de la población y la acumulación de capital productivo como resultado del ahorro son para Schumpeter más el resultado que causas independientes de la evolución económica. Algo similar ocurre con las necesidades y preferencias de los consumidores. La iniciativa de los consumidores en el cambio de sus preferencias es despreciable, señala Schumpeter. Los cambios fundamentales en los gustos y preferencias de los consumidores son el resultado de la acción de los productores[4].  

Una nueva combinación, que Schumpeter denominará innovación, es el único factor interno que puede desencadenar, partiendo de la economía estacionaria, el proceso de evolución económica. El objeto de Schumpeter es construir una teoría endógena de la evolución económica. La innovación debe ser endógena. La innovación es el resultado de la acción de un agente particular que busca el beneficio: el empresario.

La innovación es endógena en el sentido de que los datos de la economía estacionaria permiten a los agentes vislumbrar la posibilidad del beneficio. El beneficio es la diferencia entre el costo de producción y el precio de los productos. En equilibrio el precio es igual al costo marginal y no existe ni beneficio ni pérdida para los empresarios. Ahora bien, si los empresarios no realizan beneficios es a su pesar pues su acción está orientada a obtenerlos. El sistema de precios permite el cálculo económico y por tanto la posibilidad de vislumbrar los beneficios. Los esfuerzos de los empresarios por materializar ese beneficio que en principio es solamente virtual tienen efectos desequilibradores sobre el sistema económico. En el estado estacionario, como todos los empresarios tienen la misma información, la competencia entre ellos conduce al equilibrio.

El equilibrio se rompe y surge el beneficio cuando uno o varios empresarios tienen información de la que carecen los demás y esto les permite vender sus productos a precios superiores al costo marginal que sólo ellos conocen. En ese sentido el empresario innovador es un monopolista o alguien que tiene poder de mercado. Todos los agentes tienen la motivación para convertirse en empresarios – la búsqueda del beneficio – y todos están en condiciones de realizar los cálculos económicos que les permiten vislumbrarlo. Ahora bien, el hecho de que unos agentes se conviertan en empresarios y otros no, es más un problema de la sociología que de la teoría económica. En la teoría de Schumpeter y también en la de Walras, el empresario está definido por una función: la búsqueda del beneficio y de su maximización. Lo que hace el empresario, finalmente, es buscar y descubrir nuevas oportunidades de consumo. El límite a la actividad empresarial estaría dado por una situación en la que las necesidades económicas de la humanidad estuvieran completamente satisfechas.

Ahora bien, ¿qué es una innovación? En Business Cycles, la innovación se define como la introducción de una nueva función de producción. Una función de producción “describe la forma en que varía la cantidad producida cuando varían las cantidades de factores empleados. Si en lugar de las cantidades de factores varía la forma de la función, se tiene una innovación”[5]. La innovación tiene que ver con los costos monetarios de la producción.

“Podemos definir la innovación con referencia al costo monetario. En ausencia de innovación y con precios constantes de los factores, los costos totales de la empresa individual deben aumentar en función del producto. Cuando una cantidad dada de producción cuesta menos que lo que costaba antes esa misma o una menor cantidad podemos estar seguros, si el precio de los factores no ha caído, que estamos en presencia de una innovación”[6].

En “Theory of Economic Development”, Schumpeter presenta la siguiente tipología de la innovación:

“Este concepto cubre los cinco siguientes casos: 1) La introducción de un nuevo bien – esto es, uno con el que no se hayan familiarizado los consumidores – o de una nueva calidad de un bien. 2) La introducción de un nuevo método de producción, esto es, de uno no probado por la experiencia en la rama de manufactura de que se trate, que no precisa fundarse en un nuevo descubrimiento desde el punto de vista científica, y puede consistir simplemente en una forma de nueva de manejar comercialmente una mercancía. 3) La apertura de un nuevo mercado, esto es, un mercado en el cual no haya entrado la rama especial de la manufactura del país de que se trate, a pesar de que existiera anteriormente dicho mercado. 4) La conquista de una nueva fuente de aprovisionamiento de materias primas o de bienes semimanufacturados, haya o no existido anteriormente, como en los demás casos. 5) La creación de una nueva forma de organización en cualquier industria, como la de una posición de monopolio (por ejemplo, por la formación de un trust) o bien la anulación de una posición de monopolio existente con anterioridad”[7]

Conviene examinar más de cerca la cuestión del beneficio. Consideremos, para mayor claridad, el caso de un nuevo método de producción para producir una mercancía ya existente.

Para que surja el beneficio deben cumplirse tres condiciones: 1) Aumento de la productividad física de los factores de producción; 2) El precio de venta del producto no debe bajar cuando la nueva oferta llegue al mercado y 3) El precio de los factores de producción empleados no debe aumentar.

En estas condiciones el empresario puede hacer sus cálculos. Una dotación dada de servicios productivos que antes le permitía producir una cantidad Q1, le permite obtener con la nueva función de producción una cantidad Q2 mayor que Q1. Como el precio de venta que es determinado por las condiciones de producción de los productores que no han innovado, el valor de la producción del empresario innovador aumentará. Si la remuneración de los servicios productivos permanece inalterada, el innovador se apropiará del valor adicional siempre que la producción incrementada sea absorbida por el mercado.

Esta situación es concebible siempre que la demanda haga necesaria parcial o totalmente la oferta de las empresas menos productivas que no han innovado. En este caso, el precio de venta será determinado por el costo de estas últimas y las que producen con costos unitarios más bajos tendrán un beneficio extraordinario. Se trata de una situación análoga a la de la teoría ricardiana de la renta diferencial, donde varios productores con costos unitarios diferentes enfrentan un mismo precio de venta determinado por los costos del productor más ineficiente cuya oferta encuentra salida en el mercado. Ahora bien, en Ricardo ese beneficio extraordinario, que a la postre se transforma en renta, puede ser permanente; mientras que Schumpeter sólo puede ser transitorio puesto que la competencia, tarde o temprano, terminará por extender las técnicas más productivas al conjunto de la industria concernida.

Las condiciones referentes al precio de los productos y de los servicios productivos pueden ser menos restrictivas. Para que exista beneficio basta con que existan múltiples empresas produciendo con costos unitarios diferentes enfrentadas a un precio de venta igual para todas. El carácter monopolístico que al principio tiene la innovación pone un freno a la igualación del precio al costo marginal para todos los productores. El beneficio desaparece cuando la innovación se generaliza y todos los productores tienen el mismo costo unitario.

En la economía estacionaria o de flujo circular, que analíticamente es el punto de partida, todos los servicios productivos están empleados. No hay recursos ociosos en ninguna parte del sistema económico. La innovación sólo puede consistir por tanto en el empleo diferente de los recursos productivos existentes. Los empresarios no disponen de ningún medio directo para poner a su servicio los recursos productivos que necesitan. No tienen ahorros previos que les permitan financiar las innovaciones. Los empresarios que buscan desarrollar una innovación carecen de recursos para hacerlo. Dichos recursos provienen de los beneficios y estos solo se materializan cuando la innovación es exitosa. Es aquí donde interviene el crédito. Surge un nuevo agente económico: el banco; y una nueva función: la concesión de crédito.

El papel de los bancos es entregar a los empresarios bajo la forma de crédito el poder de compra que necesitan para retirar los servicios productivos de sus antiguos usos y llevarlos a los nuevos empleos concebidos por los empresarios. Esta función productiva propia del capital – que Schumpeter define como la suma de medios de pago que en un momento dado está disponible para ser transferida a los empresarios – da lugar a una nueva remuneración: el interés. El interés aparece como una especie de impuesto sobre los beneficios de los empresarios que éstos están obligados a pagar porque el crédito es el único medio de que disponen para financiar las innovaciones. La fuente del interés es el beneficio. El problema de la determinación de su nivel es el de la distribución del beneficio en interés y beneficio empresarial.

Hay que detenerse en una cuestión esencial. Para Schumpeter lo que distingue al capitalismo de otras formas de producción social no son las innovaciones ni el beneficio. Éstas pueden presentarse en cualquier forma de organización económica y permitirán siempre obtener el excedente de valor denominado beneficio. En una economía centralizada – socialista o comunista - en la que un centro de decisión pueda disponer de la asignación de los recursos productivos no hay necesidad de crédito para la introducción de las innovaciones. La diferencia fundamental entre el capitalismo y las otras formas de producción es por tanto la manera en que se introducen las innovaciones. Escribe Schumpeter:

“La forma de organización económica en la cual los bienes necesarios para las nuevas producciones son tomados de lugar que ocupan en el flujo circular por la intervención de un poder de compra creado ad hoc es la economía capitalista, mientras que aquellas formas de economía en la cuales esto ocurre por medio de un poder centralizado o por acuerdo de las partes involucradas representan formas no capitalistas de producción”[8].

Esto supone entender el verdadero papel de la banca y el sistema financiero. La actividad de los bancos no consiste fundamentalmente en prestar los depósitos que los ahorradores les han confiado. Los bancos crean moneda al otorgar créditos porque en el acto de prestar crean depósitos que equivalen a moneda.

Ya están todos los elementos constitutivos de la teoría del desarrollo económico: el estado estacionario, el empresario innovador y la banca. La innovación consiste en introducir una nueva función de producción. El empresario innovador conoce sus costos de producción no así el mercado. Es este conocimiento el que le permite al empresario fijar un precio por encima de sus propios costos. Si la demanda de mercado valida ese precio, el empresario realizará el beneficio esperado. Ahora bien, como en la economía estacionaria todos los recursos están empleados, el empresario precisa desplazarlos de los sectores de producción existentes hacia las nuevas actividades. En una economía descentralizada y de iniciativa privada, esto no puede hacerse mediante órdenes administrativas o acuerdos voluntarios entre los productores. Es aquí donde interviene la banca o el sistema financiero que puede crear bajo la forma de crédito un poder de compra nuevo que permite a los empresarios contratar recursos productivos y desplazarlos de las actividades corrientes a las nuevas actividades productivas resultantes de la innovación.

La aparición de los nuevos productos o de las nuevas técnicas de producción da lugar a un proceso de imitación que rompe el equilibrio estacionario y desencadena el proceso de crecimiento de la producción. La expansión persiste mientras exista la posibilidad de realizar beneficios extraordinarios, es decir, mientras el rendimiento esperado de las nuevas inversiones exceda el interés que debe pagarse por los créditos. Pero a medida que las innovaciones se generalizan, los precios se van ajustando a los costos, los beneficios desaparecen y la economía se aproxima a una nueva situación de equilibrio. El ajuste al nuevo equilibrio puede traducirse en una depresión alentada por procesos deflacionarios y quiebras de empresarios incapaces de pagar las deudas contraídas para financiar las innovaciones.

La teoría del ciclo propiamente dicha tiene dos problemas – la discontinuidad del proceso innovador y su periodicidad- que no abordaremos acá por estar interesados en la noción de empresario. 

Aunque Cantillon la había vislumbrado, la figura del empresario procede claramente del Walras. En los economistas clásicos – Smith, Ricardo, Marx, etc. – el empresario se confunde con el capitalista o propietario de los medios de producción, en la terminología de Marx. En Walras es un agente completamente distinto definido por una función: la búsqueda y maximización del beneficio. El consumidor que maximiza su utilidad obtiene al hacerlo una ganancia completamente subjetiva. El beneficio que trata de obtener y maximizar el empresario es completamente objetivo: es la diferencia entre dos sumas de dinero.

Schumpeter toma el empresario walrasiano y le añade un atributo: la innovación. Como parte del estado de equilibrio, la acción del empresario schumpeteriano es desequilibradora en la medida en que la innovación provoca una brecha entre el precio y su costo de producción de donde surge el beneficio. Inicialmente el empresario es un monopolista pues solo él conoce su propio costo en tanto que el precio está determinado por el costo de los productores marginales, en el caso de un producto existente, o por la valoración que del producto nuevo hace el mercado. El proceso de imitación de lugar a la generalización de la innovación, que no es otra cosa que el descubrimiento por el mercado de la nueva estructura de costos, cuya adopción por un número creciente de productores lleva a la reducción del precio de mercado y a su ajuste progresivo al nuevo costo marginal.

La preocupación de Schumpeter por construir una teoría del ciclo económico o, mejor aún, por explicar la naturaleza cíclica del desarrollo económico, lo llevó a privilegiar la innovación y su proceso de generalización al conjunto de la economía. Esto ha llevado a pensar que la innovación es la esencia casi exclusiva de la acción empresarial, lo cual, por supuesto, es un error. Al respecto ha señalado Rothbard:

“…no debe negarse la importancia del descubrimiento e implantación de métodos más productivos para obtener un producto o para desarrollar otros nuevos y más valiosos. Sin embargo, analíticamente, existe el peligro de sobrestimar la importancia de tal proceso, pues la innovación es solo una de las actividades que realiza el empresario. (…) la mayoría de los empresarios no son innovadores, sino que se encuentran en el proceso de inversión de capital, dentro de una amplia disponibilidad de oportunidades tecnológicas. La provisión de productos está limitada por la disponibilidad de bienes de capital, más que por la disponibilidad de conocimientos tecnológicos”[9].  

La vida económica real, donde discurre la actividad de empresarios y consumidores, no es ni mucho menos una rutina pacífica e invariable de precios ajustados a costos y utilidades marginales. Por el contrario, la esencia de esa vida económica es su discrepancia provocada por cambios permanentes en las valoraciones subjetivas, la disponibilidad de recursos o las combinaciones productivas. Pero esas discrepancias, de las que emerge la posibilidad del beneficio, no están a la vista de todo mundo y deben ser descubiertas.

En un mundo caracterizado por la incertidumbre, la esencia de la actividad del empresario es el descubrimiento de esas discrepancias que tienden de desaparecer como resultado de su actuación en el mercado. El equilibrio general de Walras, la economía de flujo circular de Schumpeter o la economía de giro uniforme de Rothbard son construcciones analíticas en la cuales han desparecido las discrepancias entre valor, precio y costo y que nunca se ven en la realidad económica, pero sin las cuales sería imposible entenderla.  

 

Bibliografía

Rothbard, M. (2004, 2013). El hombre, la economía y el estado. Volumen II. Unión Editorial, Madrid, 2013.

Schumpeter, J.A. (1911,1967). Teoría del desenvolvimiento económico. Fondo de Cultura Económica. México, 1967.

Schumpeter, J.A. (1911, 1961). Theory of Economic Development. Oxford University Press. New York, 1961.

Schumpeter, J.A. (1939, 1964). Business Cycles. McGraw-Hill Co. New York, 1964.



[1] Schumpeter continúo desarrollando su teoría que culminó con la publicación, en 1939, de su tratado sobre los ciclos económicos. No obstante, siempre consideró su texto de 1911 como su obra fundamental. En el prefacio a la edición española de 1941 escribió: “Como este libro vio la primera luz en 1911 he hecho todo lo que ha estado a mi alcance para desarrollar, comprobar e ilustrar históricamente y con estadísticas las ideas que en él se exponen. Pero la estructura fundamental de mi análisis y mi visión general del proceso económico no han cambiado desde entonces y encuentran en este libro su más clara expresión” Schumpeter, J.A. (1911,1967). Página 8.

 

[2] Schumpeter (1911, 1961). Página 64.

[3] Ídem, página 31.

 

[4] Schumpeter (1939, 1964). Página 47.

 

[5] Ídem, página 62.

 

[6] Ídem, página 63-64.

 

[7] Schumpeter (1911, 1961). Página 77.

[8] Ídem, página 116.

 

[9] Rothbard, M. (2004, 2013). Página 40.

sábado, 20 de marzo de 2021

La concepción del empresario en el pensamiento económico IV. El empresario Walrasiano

 

La concepción del empresario en el pensamiento económico IV.

El empresario Walrasiano

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

En los tres artículos anteriores dedicados a este mismo asunto[1] se ha examinado la evolución de la figura del empresario en el pensamiento económico desde Richard Cantillon hasta Marx, pasando por Smith y sus principales discípulos: Ricardo, Malthus, Say y Mill.  La poderosa figura del empresario desarrollada por Cantillon se desdibuja casi por completo en la economía clásica, donde se identifica con la figura del capitalista. El empresario pierde toda la significación dentro de proceso de intercambio y producción que le había dado Cantillon y es irrelevante en la teoría de la distribución.

Como se sabe, el surgimiento de la economía neoclásica se asocia a las obras del inglés William Stanley Jevons (1835-1882), del austríaco Karl Menger (1840-1921) y del francés León Walras (1834-1910), publicadas a principios de los años 70 del siglo XIX y en la cuales estos autores desarrollan de forma independiente la teoría subjetiva del valor[2].  Es inútil escarbar las obras principales de Jevons y Menger en busca de la noción de empresario o algo que se le parezca. Por el contrario, Walras, le asigna al empresario el papel central que desde entonces y hasta hoy tiene en la teoría económica estándar. 

Walras empieza estudiando una economía intercambio puro en la cual no hay producción. Los cambistas llegan al mercado, que Walras imagina como una inmensa subasta pública, con sus dotaciones iniciales de bienes, que evidentemente no se ajustan a las dotaciones deseadas pues si así fuera no irían al mercado y no intercambiarían nada. Cuando todos están reunidos, aparece el subastador y propone al azar un conjunto de precios en numerario para todas las mercancías. Los cambistas hacen sus cálculos subjetivos y ofertan y demandan las cantidades de mercancías que maximizan la utilidad de cada uno de ellos. El subastador agrupa esas cantidades y evalúa la situación de cada mercado. Si se presentan excesos de oferta o demanda en algunos de ellos, el subastador procede a anunciar un nuevo conjunto de precios, siguiendo esta regla simple: aumenta el precio de las mercancías con excesos de demanda y reduce el precio de las mercancías con excesos de oferta. El proceso se repite hasta que se encuentra un conjunto de precios para el cual los excesos de oferta y demanda son nulos para todas las mercancías. A esos precios, que por definición son de equilibrio, se realizan los intercambios y los agentes retornan a sus casas a consumir los bienes que colman sus deseos.

Las cosas se complican cuando las mercancías no caen ya de cielo, como el maná de los hijos de Israel, y deben ser producidas. Aparecen entonces los elementos productores que son tres: los trabajos, las tierras y los capitales. Estos elementos se combinan en la producción para dar lugar a las mercancías o productos. El precio de estas mercancías y de los servicios que las producen se determina mediante un proceso de tanteo similar, aunque mucho más complicado, al de la economía de intercambio puro. Lo que importa aquí es señalar que cada grupo de elementos productores corresponde un agente o titular y resurge así la trinidad de agentes con la que la teoría económica viene lidiando desde Adam Smith: el trabajador, el terrateniente y el capitalista. Pero en Walras las cosas no se quedan allí y emerge un cuarto agente diferente de todos ellos: el empresario.

Es conveniente citar en extenso la forma como Walras introduce este nuevo agente:  

“Llamamos terrateniente al titular de la tierra, trabajador al titular de las facultades personales, capitalista al titular de los capitales propiamente dichos. Y ahora, llamamos empresario a un cuarto personaje completamente distinto de los anteriores y cuyo rol propio es arrendar la tierra del terrateniente, las facultades personales del trabajador y el capital del capitalista, y asociar en la agricultura, la industria o el comercio los tres servicios productivos. Es verdad que, en la realidad de las cosas, un mismo individuo puede acumular dos o tres de los roles definidos arriba, o incluso, acumular los cuatro, y que la diversidad de esas combinaciones engendra las diversas modalidades de empresa; pero es también verdad que ese individuo cumple entonces dos, tres o cuatro roles distintos. Desde el punto de vista científico, debemos distinguir esos roles, y evitar el error de los economistas ingleses que identifican el empresario con el capitalista o el error de algunos economistas franceses que hacen del empresario un trabajador que estaría a cargo del trabajo de dirección de la empresa”[3]  

La del empresario no es pues una figura anecdótica o empírica; es una figura analítica que se define por una función: tomar en arriendo los servicios productivos, combinarlos conforme a ciertas recetas o funciones de producción y llevar al mercado los bienes y servicios que resultan de esas recetas. Es el lado de la demanda en los mercados de servicios productores y el de la oferta en los de bienes y servicios. Adicionalmente, el empresario walrasiano tiene otras características que conviene resaltar.

  1. El empresario, en sus actividades de producción e intercambio, busca maximizar el beneficio, variable que tiene una dimensión objetiva pues es la diferencia entre lo que obtienen por la venta de los bienes y servicios que produce y lo que paga por el alquiler de los servicios productivos. Los demás agentes – trabajadores, terratenientes y capitalistas - buscan maximizar su utilidad que es una variable subjetiva. 
  2. En el estado de equilibrio de la producción y el intercambio, los empresarios no obtienen ni beneficio ni pérdida. Ahora bien, ese equilibrio es – dice Walras – un estado ideal no real el cual no ocurre jamás, pero es “el estado normal en el sentido de que es hacia el cual las cosas tienden por ellas mismas bajo el régimen de libre competencia aplicado tanto a la producción como al intercambio”[4]. Es decir, la ganancia del empresario es una ganancia de desequilibrio.  
  3. La pluralidad de empresarios es una condición suficiente pero no necesaria para la libre competencia y la tendencia al equilibrio, pues, según Walras, “un empresario único que demandara los servicios al alza y ofreciera los productos a la baja, y que, por otra parte, redujera la producción en caso de pérdida y la aumentara el caso de beneficio, obtendría el mismo resultado”[5]
  4. Finalmente, en el estado de equilibrio se puede hacer abstracción de la intervención de los empresarios y considerar, no solo, que los servicios productivos se cambian contra productos y viceversa, sino que “a fin de cuentas, los servicios productivos se cambian los unos con los otros”[6].

Estas características del empresario walrasiano marcarán el desarrollo futuro de las nociones de empresa y empresario y darán lugar a las tres visiones de esta figura que persisten en la teoría económica contemporánea: la neoclásica, la institucionalista y la austríaca.

La economía neoclásica privilegia el equilibrio y el aspecto más mecánico de la acción del empresario: la combinación de recursos en una función de producción dada. Esto lleva a que el empresario se despoje de su humanidad y termine siendo identificado con la misma función de producción o, en el mejor de los casos, con la empresa como organización[7].

En el canon de la economía walrasiana moderna - Análisis general competitivo de Arrow y Hahn- el empresario de Walras es sustituido por la empresa. Se lee:

“Los tres elementos básicos de la teoría de la producción bajo condiciones de competencia son su organización en empresas separadas, la delimitación de las posibilidades de producción de cada empresa, y la elección entre estas posibilidades mediante la elevación al máximo del beneficio a precios dados”[8]

En algunos textos de microeconomía - como el de Henderson y Quandt, predominante en la época de mi pregrado – empresa y empresario son términos intercambiables:

“La empresa es una unidad técnica que produce artículos. El empresario (propietario y gerente) decide cómo y cuánto producirá de cada artículo y obtiene el beneficio o la pérdida que resulta de su decisión. El empresario transforma inputs en outputs sujeto a reglas técnica especificadas por su función de producción” [9]

Textos más modernos, como el del profesor Hal R. Varian, son las empresas las que tienen conducta, se comportan y toman decisiones:

 “En este capítulo iniciamos el estudio de la conducta de la empresa” (…) “Nuestro objetivo es estudiar el comportamiento de las empresas maximizadoras de beneficio…” (…) “Toda empresa tiene que tomar dos importantes decisiones: elegir la cantidad que debe producir y el precio que debe fijar”[10].

Por su parte, Ronald Coase y sus discípulos deciden meterse al interior de la empresa como organización o método de asignación de recursos alternativo al mercado, como dirá Coase es su célebre artículo:

“…la característica distintiva de la empresa es precisamente esa función de reemplazar al mecanismo de los precios”[11]

Los alumnos de Coase, especialmente Oliver Williamson, quien recibiría el Nobel al igual que su maestro, desarrollarán ampliamente esas ideas dando lugar a esa variante de la economía institucional moderna que se ocupa de las organizaciones[12].  

La ganancia del empresario como ganancia de desequilibrio está en la base la visión austríaca en sus diversas variantes, en todas cuales el empresario será un actor de carne y hueso, que toma decisiones, asume riesgos, experimenta en el mercado, tiene éxitos y también fracasos y de cuya actividad depende, a fin de cuentas, su propio ingreso y el de los rentistas capital, los dueños de los recursos naturales y los trabajadores.

Bibliografía:

Arrow, K. y Hahn, F. (1971, 1977). Análisis general competitivo. Fondo de Cultura Económica, México, 1971.

Henderson, J. y Quandt, R. (1962, 1972). Teoría microeconómica. Ariel, Barcelona, 1972.

Jevons, W.S. (1871, 1998). Teoría de la economía política. Ediciones Pirámide, Madrid, 1998.

Marshall, A. (1920, 1969) Principles of Economics, 8ª edition, 1920, London, Macmillan, 1969.

Menard, C. y Shirley, M. (2005). Handbook of New Institutional Economics. Springer, Netherlands, 2005.

Menger, C. (1871,1996). Principios de Economía Política. Unión Editorial-Ediciones Folio, Barcelona, 1996.

Stigler, G.J. y Boulding, K.E. (1951,1960). Ensayos sobre la teoría de los precios. Aguilar, Madrid, 1960.

Varian, H. (1999). Microeconomía intermedia. Antoni Bosch, editor. Barcelona, 1999.

Walras, L. (1900, 1976). Éléments d´économie politique pure ou théorie de la richesse sociale. Quatrieme édition, 1900. Librairie generale de droit et de jurisprudence, Paris, 1952. Nouveau tirage, 1976.  

Williamson, O.E. (1985, 1989). Las instituciones económicas del capitalismo. Fondo de Cultura Económica, México, 1989.

Williamson, O.E. (1975, 1991). Mercados y jerarquías: su análisis y sus implicaciones antitrust.  Fondo de Cultura Económica, México, 1991.

LGVA

Marzo de 2021.



[2] Teoría de la economía política y Principios de Economía Política, respectivamente, publicadas ambas en 1871. La primera edición de los Elementos de economía política pura de Walras es de 1874.

[3] Walras, L (1900, 1976). Página 191. 

 

[4] Walras, L (1900, 1976). Página 194.  No hay que olvidar que, en los Elementos, Walras se propone desarrollar la economía política pura que es “la teoría de la determinación de los precios bajo el régimen hipotético de libre competencia absoluta”. 

 

[5] Walras, L (1900, 1976). Página 194. 

 

[6] Walras, L (1900, 1976). Página 195. 

 

[7] Marshall no aporta gran cosa a la noción de empresario. En el libro IV de sus principios habla de cuatro agentes de producción: tierra, trabajo, capital y organización. Sin embargo, la “organización” aparece en ocasiones como un atributo del capital, en otras como la empresa en sentido estricto y, frecuentemente, como la organización general de los mercados. En el enfoque marshalliano de equilibrio parcial de los libros de texto se emplea la noción de empresario como función de producción.  

 

[8] Arrow, K. y Hahn, F. (1971, 1977). Página 68.

 

[9] Henderson, J. y Quandt, R. (1962, 1972) Página 59.

 

[10] Varian, H. (1999). Páginas 323, 355 y 385.

 

[11] Coase R. (1937). “La naturaleza de la empresa” en Stigler y Boulding (1951, 1960), páginas 303-321.

 

[12] Creo que el institucionalismo tiene dos vertientes: el organizacional y el histórico; este último encuentra su origen en los trabajos de Douglas North. El Handbook of New Institutional Economics de Menard y Shirley reúne estudios representativos de ambas vertientes. El tratado clásico del institucionalismo de organizacional es el libro de Williamson: Las instituciones económicas del capitalismo.

 

miércoles, 17 de marzo de 2021

Fedesarrollo y el asistencialismo tecnocrático

 

Fedesarrollo y el asistencialismo tecnocrático

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

Fedesarrollo ha presentado un conjunto de propuestas para realizar en Colombia lo que denominan, siguiendo una moda que hace carrera en el mundo entero, un nuevo “contrato social” post COVID-19. Hay buenas propuestas, otras regulares y algunas definitivamente malas.

Pero el principal defecto del documento no proviene tanto de su contenido como de lo que le falta y de los errores del diagnóstico implícito. Abundan las propuestas de reforma tendientes a la distribución de la riqueza y escasean las que promueven su creación. Mucho sobre la repartición de la “torta” y poco sobre su crecimiento.

Mucho sobre un estado que redistribuye y poco sobre la actividad privada, que, en un ambiente de libertad económica y seguridad de la propiedad, es la que crea la riqueza que supuestamente se debe distribuir. Mucho sobre sacudir el árbol para hacer caer sus frutos y poco sobre su siembra, abono y cuidados para hacerlo crecer vigorosamente y fructificar con abundancia hoy y en el futuro.

Las últimas reformas y acciones tendientes a estimular el crecimiento del árbol, para seguir con la metáfora, fueron las realizadas en la presidencia de Gaviria Trujillo y, después del penoso interregno de Samper y Pastrana, en las de Uribe Vélez, especialmente en la primera. Los cambios estructurales de la administración Gaviria – apertura económica, la reforma a la seguridad social, la laboral, la financiera y a los servicios públicos domiciliarios – se ahondaron y consolidaron en los gobiernos de Uribe, cuya política de seguridad democrática reestableció la confianza sin la cual no hay inversión ni crecimiento sostenido.

No se puede ocultar el hecho de que el País estaba mal parado fiscalmente cuando sobrevino la pandemia, como consecuencia de las acciones de los gobiernos Santos y sus ministros de hacienda que dilapidaron, en gasto burocrático y clientelista, la bonanza petrolera y dejaron el país extremadamente endeudado. En los ocho años de Santos, la deuda pública externa casi se duplicó en términos absolutos y se elevó en más de 8 puntos como porcentaje del PIB, pasando de 13,8%, en 2010, a 21,9%, en 2018.

 


Entregado como estaba a sacar a cualquier costo los acuerdos de La Habana, Santos Calderón pospuso la continuación de la reforma a la seguridad social, la eliminación de parafiscalidad, la focalización de gasto público en subsidios y otras reformas al mercado laboral, que desde hace mucho tiempo se sabe son necesarias para reducir la informalidad  y el desempleo estructural. En fin, las reformas tributarias de Santos tuvieron un corte meramente fiscalista para atender la incontinencia del gasto que caracterizó sus gobiernos.

Hay que decirlo con toda claridad: Santos Calderón es responsable de la fragilidad fiscal del estado para hacer frente a la pandemia y de lo que pudorosamente Fedesarrollo llama los “grandes problemas estructurales de la economía colombiana” que supuestamente se deben superar con el “nuevo contrato social”. Fueron ocho años durante los cuales nada se hizo en lo laboral, lo tributario y lo pensional para impulsar la inversión y el crecimiento económico sostenible. 

Pero además de dejar un estado frágil fiscalmente y una economía con “grandes problemas estructurales”, los gobiernos de Santos, con los acuerdos de La Habana, dejaron no solo un estado sino toda una sociedad debilitada en los valores republicanos de la libertad y el orden. Hoy la libertad económica no es vista, por gran parte de la población imbuida por el discurso igualitarista, como un derecho de los individuos que el estado está obligado garantizar y respetar, sino como una concesión graciosa que ese estado otorga o suprime a voluntad. Las condenas políticas y mediáticas a la acción de la fuerza pública cuando reprime a los vándalos en las ciudades o combate a los criminales en las selvas muestran un grave debilitamiento del respeto por el orden democrático.

Ninguna propuesta sobre Colombia puede ignorar el estado de la libertad económica y del orden democrático y las amenazas que pesan sobre la seguridad de las personas y sus propiedades. Hay una curiosa clase de economistas que, supuestamente, se inclinan por la economía de mercado, pero omiten decir una palabra sobre el tema de la propiedad, como si el mercado no fuera otra cosa que un intercambio de derechos de propiedad, ignorando así que ese mercado se marchita cuando los derechos de propiedad son frágiles y no reciben del gobierno la protección debida.      

Nadie puede estar en desacuerdo con focalizar mejor el gasto social, con proteger a la vejez desamparada o aliviar temporalmente la situación de las personas que pierden su trabajo. El desacuerdo surge cuando se discute la forma de lograr esos y otros loables objetivos, es decir, el problema de saber si eso se hace con la profundización del asistencialismo mendicante, que vuelve a las personas dependientes del gobierno, o mediante una economía privada que crece vigorosamente y se diversifica en su estructura productiva y genera empleos de calidad y bien remunerados.

Aparte de una reforma laboral muy limitada, toda la propuesta de Fedesarrollo está orientada a profundizar y perfeccionar el asistencialismo, financiando, claro está, con más y mejores impuestos. No hay una sola palabra sobre la reducción del gasto público burocrático, como si el gobierno de Santos no hubiera resucitado tres ministerios suprimidos por Uribe y creado como 20 “Agencias” para acompañar, ¡háganme el favor!, el trabajo de los ministerios o como si el gobierno de Duque no se hubiera inventado otros dos ministerios y múltiples consejerías.

En lo referente a la tributación, Fedesarrollo se inclina por la idea facilista de desplumar las empresas manteniendo una elevada tasa corporativa cuando todos los países del mundo la están reduciendo. Propone también un impuesto a la riqueza o al patrimonio, que ha sido eliminado por la mayoría de los países que en algún momento lo adoptaron, porque todo mundo entiende que de la riqueza de los ricos es en último término el capital productivo de la economía que se acrecienta con la inversión.

El elevado desempleo estructural y la informalidad no son problemas económicos sino creaciones de la política laboral. Está demostrado hasta la saciedad que un salario mínimo uniforme para todo el País produce desempleo o informalidad por la sencilla razón de que no se le puede pagar a un mesero en Quibdó lo mismo que se le paga en Bogotá. Está demostrado hasta la saciedad que los elevados costos de despido inhiben a los empresarios de ampliar la nómina sin tener la seguridad casi absoluta de que las ventas esperadas se van a materializar.

El salario mínimo y los elevados costos de despido protegen a los trabajadores de la economía moderna y a los empleados públicos y castigan a los desempleados y los trabajadores menos capacitados. Puede ser que esas cosas sea difíciles hacerlas entender a los políticos y que provocan la reacción airada de los sindicatos de izquierda, pero el deber de los economistas es combatir los prejuicios y no ceder a los intereses creados.

La propuesta de asistencialismo tecnocrático de Fedesarrollo – que con algunos mases y menos puede ser acogida por los estatistas de izquierda o derecha – contrasta desde el título mismo con los planteamientos vigorosamente liberales presentados por Libertank  https://www.libertank.com/ en un sólido documento titulado Tres propuestas para el crecimiento y el empleo que se puede consultar en este vínculo https://www.libertank.com/publicaciones

Como voy a dedicar otra nota su análisis, me limito por ahora a reproducir la introducción al documento que invito a consultar en el enlace citado:

“En su objetivo de ayudar a construir un país con mayor libertad económica, Libertank da a conocer a la opinión pública tres novedosas propuestas, que, de ser aplicadas correctamente, promoverían el crecimiento económico y la generación de empleo formal en Colombia; sentidas necesidades actuales.

  • Reducción de la burocracias y eficiencia en el gasto público
  • Impuesto sobre la renta proporcional y simplificado 
  • Salario mínimo diferenciado por regiones  

Cabe resaltar que dichas propuestas han sido estudiadas juiciosamente y puestas en consideración de diversos expertos durante varios meses, cuyos aportes fueron fundamentales en su análisis y construcción”.

El documento de Libertank es una gran contribución para establecer los términos del debate político y económico que debe encarar Colombia:

·         La primera opción es la del estatismo asistencialista de izquierda o derecha que, con una economía raquítica y agobiada por la tributación expropiatoria, busca hacerle llevadera la pobreza a unos pobres minados en su dignidad y cada vez más dependientes del gobierno y de la clase política corrupta.

·         La segunda opción es la de una economía liberada de las ataduras normativas y tributarias que limitan la capacidad individual de comprar, vender, invertir, crear empresas y asumir riesgos por personas ricas o pobres, pero en todo caso responsables de su propio destino y solidarias con aquellas a las que definitivamente les vaya mal.

LGVA

Marzo de 2021.