Luis Fernando Múnera López o la bondad
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
-
¿Qué has
hecho, Luis Fernando?
-
Vivir.
Desde hace años me acostumbré a saludarlo de esa forma
porque me encantaba la simpleza espontánea de su respuesta.
Hace pocos días me atreví a preguntarle por qué
respondía así y me dijo lo siguiente:
-
Cuando
me preguntaban “¿qué has hecho?” solía contestar con un evasivo “nada”, como
hace mucha gente; hasta que un día alguien me replicó: “siquiera, para que no
hagas mucho daño”.
Me contó el milagro pero no el santo y es claro que
ese santo o quería hacer una broma de mal gusto o no conocía a Luis Fernando.
Nuestro ser social – dice Proust – es creación de los
demás quienes, en razón de circunstancias tan específicas como arbitrarias, se
quedan en su mente con uno o unos pocos rasgos definitorios de nuestra
personalidad que vienen a su memoria cuando nos ven o nos recuerdan. Naturalmente,
el trato frecuente agrega progresivamente a esa representación otra serie de
atributos que unidos forman lo que sabemos de los demás y lo que ellos saben de
nosotros y que son los que dan soporte a los sentimientos de amor, desprecio o
indiferencia que experimentamos entre todos.
No obstante, ese conocimiento más pericial no impide,
al menos no en mi caso, continuar asociando muy estrechamente con algunas
personas algún atributo definitorio de su personalidad, al extremo ver esas
personas como su misma encarnación. Para mí, Luis Fernando Múnera López, con su
mirada dulce y su sonrisa franca, era la encarnación de la bondad.
Nos conocimos hace cerca de 35 años en Empresas Públicas
de Medellín, cuando él se desempeñaba como director de Planeación de Generación
y yo como jefe de Investigaciones Económicas. En ese entonces trabajamos juntos
en muchos proyectos como la reforma del sector eléctrico colombiano y una ambiciosa
propuesta de transformación de EPM que fue rechazada por el Concejo.
Hacia 1996 ambos nos retiramos de EPM, él se fue a gerenciar
las Empresas Varias y yo las Terminales de Transporte. Eventualmente regresamos
a EPM, él hasta su jubilación y yo durante un período más breve. En todo caso
mantuvimos contacto y sabíamos el uno del otro y mirábamos con cariño el
desarrollo de nuestras respectivas actividades.
Luis Fernando era Ingeniero Civil y Magister en Aprovechamiento
de Recursos Hidráulicos y yo Economista, pero nos entendíamos muy bien en los
temas estratégicos de la expansión de la generación, el modelo comercial de los
servicios públicos y el buen gobierno corporativo que debía darse a EPM. También
compartíamos interés por la actividad docente que ejercimos conjuntamente en la
Escuela Antioqueña de Ingeniería.
Fiel a la tradición de los ingenieros civiles de la
Escuela de Minas, Luis Fernando era un apasionado por la historia en la que
empezó a ejercitarse en 1995 con una maravillosa semblanza de Diego Calle
Restrepo. Después, en 2005, se vino con
una enjundiosa biografía de Fidel Cano de quien era bisnieto por el lado de su
madre. En 2018 publicó un espléndido estudio histórico-técnico sobre el Puente
de Occidente. En 2021 publicó una amena Historia de Colombia con Cuenta Gotas y
en 2023 con el mismo formato sencillo la correspondiente a Medellín.
El año pasado, cuando oficiaba como Presidente de la
Academia Antioqueña de Historia, me buscó para hablarme del interés de la
Academia en reeditar, con ocasión de los 350 años de la Ciudad, el libro “Documentos
y estudios para la historia de Medellín” del sacerdote Javier Piedrahita
Echeverri, que había sido publicado por el Concejo de Medellín en 1975. Fue muy
grato volver a verlo, ayudar en la gestión y aceptar su invitación a dictar en
la sede de la Academia una charla sobre la historia del Concejo.
Me pidió que el texto de esa charla fuera publicado como anexo a una nueva edición de su “Historia de Medellín con cuentagotas”,
que la Academia, la Escuela Antioqueña de Ingeniería y Concejo planeaban
publicar con ocasión del trigésimo quincuagésimo cumpleaños de Medellín. Con increíble
falta de pudor intelectual acepté la invitación.
La última noticia que tuve de Luis Fernando provino de
Cruz Elena Gómez, directora de la biblioteca Carlos Mauro Hoyos del Concejo,
cuando me contó que el doctor Múnera había recibido el texto para su revisión.
No supe nunca que estuviera enfermo y me causa gran tristeza no haber podido
visitarlo. Me entristece también que se haya perdido la fecha exacta del
Trigésimo Quincuagésimo aniversario cuya celebración venía promoviendo con tanto
entusiasmo.
Donde quiera que estés querido Luis Fernando, si
alguien te pregunta ¿qué has hecho? no dudes en contestarle con tu vivir,
pues continuarás haciéndolo durante muchos años en el corazón de Clarita, tus
hijas y todos los amigos que tanto te queremos.
LGVA
Junio de 2025.
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