Desvirtuando a Petro II: la pobreza
y la desigualdad
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Petro ha hecho su campaña haciéndoles creer a los
votantes, especialmente a los jóvenes, que el nuestro es un país lleno de
pobreza y desigualdad y que estas no dejan de aumentar. Nada más alejado de la
verdad.
Lo primero que hay que entender es que alcanzar el
crecimiento económico sostenido, lo único que permite la reducción de la
pobreza y la desigualdad de forma consistente, es un proceso arduo y difícil que
depende de múltiples variables una de las cuales, no siempre la principal, es
contar con unos gobernantes que no sean excesivamente malos y que permitan la
libre acción de empresarios y trabajadores, que son los verdaderos creadores de
la riqueza. Existe una clara relación positiva entre la libertad económica y la
riqueza de los países.
De los 226 países del mundo, 76 pueden ser
considerados como países ricos o de ingresos altos; hay 56, entre los cuales
está Colombia, de ingreso medio; los 94 restantes son de ingresos bajos, en
algunos casos extremadamente bajos. La pobreza está vinculada al grado de desarrollo
de cada país. No puede esperarse tengamos la tasa de pobreza de Liechtenstein o
Qatar, los más ricos, ni la de Burundi o República Centroafricana, los más
pobres. Colombia tiene una tasa de pobreza acorde
con su nivel de desarrollo y ésta se ha vendido reduciendo sustancialmente en
los últimos años, como se muestra en el gráfico 1.
El de la desigualdad es un asunto más complejo y algo
paradójico. Los países de ingreso bajos suelen ser muy igualitarios: todos sus
habitantes son igualmente pobres. La desigualdad también suele ser baja en los países
más ricos, aunque no necesariamente. Esto llevó a economista llamado Simon Kuznets
a plantear la hipótesis según la cual, al relacionar un indicador de
desigualdad, como el famoso coeficiente de GINI, con el nivel de ingreso, la
gráfica resultante tendría la forma de una U invertida, es decir, que en el
proceso de desarrollo la desigualdad aumenta inicialmente a medida que sube el
ingreso, alcanza un valor máximo y luego comienza a descender. Esta hipótesis es
muy discutida, como muchas otras en economía. En todo caso, la desigualdad,
medida por el coeficiente de Gini, también se ha reducido en los últimos años,
como se ilustra en el gráfico 2.
Muchas personas, incluso economistas, suelen darle
demasiada importancia a la desigualdad en la distribución del ingreso o a la
concentración de la riqueza, como gustan decir para que sea más impactante.
Organizaciones como OXFAM o economistas reputados como el nobel de economía Stiglitz,
hacen frecuentemente pequeños escándalos hablando del ingreso del 1% más
rico como si eso fuera la causa de la pobreza de los más pobres. Un
razonamiento simple basta para mostrar que tras esas posiciones se esconde un
desconocimiento craso de los principios más elementales de la economía.
Tomemos el caso del señor Jeff Bezos, reputando como
el hombre más rico del mundo, con sus más de 133.000 millones de dólares. Ese
capital puede darle un ingreso anual de 6650 millones, es decir, poco más de 18
millones diarios o, si se prefiere, para que resulte bien escandaloso como le
gusta a OXFAM, casi 760.000 dólares por hora, más 12.000 por minuto o 200 por segundo.
¿Qué puede hacer el señor Bezos con esa renta? ¿Comérsela
en hamburguesas y papas fritas? En Estados Unidos le alcanzaría para 3.695.574
Big Mac diarias, privando de su almuerzo a otras tantas personas. En ese caso y solo en
ese, la riqueza del glotón señor Bezos, sería perjudicial para otras personas. Pero, ni el señor Bezos ni los ricos en general gastan su ingreso en hamburguesas y
papas fritas. La mayor parte lo invierten negocios que dan empleo a millones de
personas que con el ingreso recibido pueden comprar sus propias hamburguesas o
lo que a bien tengan.
Las empresas producen renta para millones de personas
en la forma de dividendos, intereses y salarios y pueden ser vistas como unas
máquinas de hacer dinero. Eso es importante para los financieros y contadores y
es lo único que parecen ver los economistas mediocres y los envidiosos. Para la
sociedad lo realmente importante es lo que llevamos del supermercado a la casa. El salario, los dividendos o los intereses solo se
convierten en renta propiamente hablando cuando comemos los alimentos, nos
ponemos la ropa o usamos aparatos de la tecnología.
El objeto de la producción es el consumo. Cuando
invertimos en equipos, instalaciones e instrumentos que hacen nuestro trabajo
más productivo, lo hacemos porque tenemos la expectativa de que el consumo de hoy
al que renunciamos será recompensado por un consumo mayor en algún momento del
futuro. Por eso, el Gini que en definitiva importa no es el de la distribución del ingreso
sino el de la distribución del consumo.
Con base en la encuesta de ingresos y gastos de
2006-2007, el economista Jorge Eliecer Giraldo hizo el interesante ejercicio de
estimar los coeficientes de Gini del ingreso y el gasto monetarios. Los
resultados se muestran en la tabla. De un Gini de ingresos de 54,5 se pasa a un
Gini de gasto de 45,9 por el efecto de las transferencias que reciben los
deciles 1 a 6 de la distribución. Esto también refleja el hecho de que las
familias de los deciles 7 a 10 ahorran parte de su ingreso.
LGVA
Mayo de 2018.