jueves, 10 de junio de 2021

Hablemos de pobreza, Fajardo (y V)

 

Hablemos de pobreza, Fajardo (y V)

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista

 

Los errores de diagnóstico conducen a malas políticas públicas y el mayor error de diagnóstico es la creencia, generalizada entre los políticos de Colombia, de que a los pobres se les ayuda volviéndolos dependientes de transferencias y subsidios de todo tipo. Hace años una misión creada para estudiar el problema de la pobreza estimó en veinte mil millones de dólares las transferencias gubernamentales destinadas a los pobres. Hoy deben ser por lo menos treinta mil. El problema es que mucho más de la mitad beneficia a gente no pobre, pero bien situada dentro del aparato legal y administrativo del asistencialismo. Pudorosamente llaman los economistas “sesgo de inclusión” a lo que no es más que un sistema de corrupción legalizada.

Las políticas asistenciales tienen y tendrán siempre ese problema, por más ingenio que gasten los especialistas en mejorar la “focalización”, es decir, en poner obstáculos a los “colados” y en evitar que de los recursos se apropien los políticos corruptos.

Más grave aún que el efecto perverso de las políticas asistencialistas mal diseñadas, que perpetúan la pobreza, o el de las bien diseñadas, que en el mejor de los casos sólo la mitigan, es el de aquellas que obstaculizan los procesos económicos y las políticas públicas que en definitiva sacan a los pobres de esa condición. Lo que realmente sirve a los pobres son otras cosas muy distintas de las que plantean Fajardo y sus amigos que tiene semiparalizada la economía con su paro violento, vandálico y criminal.  

En primer lugar, está el crecimiento económico. Debería ser evidente, a la luz de la experiencia mundial anteriormente expuesta, que si tenemos muchos pobres no es porque tengamos muchos ricos y mucha desigualdad sino porque como sociedad somos igualmente pobres porque no hemos crecido lo suficiente. No hay nada que saque más gente de la pobreza que el crecimiento vigoroso y sostenido de las economías, basado en una fuerte acumulación de capital. Sin embargo, la izquierda atribuye la reducción de la pobreza y las mejoras en la condición de los pobres a la "lucha social" y a las “buenas leyes” que corrigen los defectos de un sistema intrínsecamente perverso, el capitalismo, que a la postre debe ser destruido.  

Después del crecimiento nada beneficia más a los pobres que una baja inflación. Colombia no ha padecido en más de cien años un episodio de hiperinflación. Pero hemos tenido períodos de inflación alta y persistente, entre 20% y 30% anual, que erosiona el ingreso de los pobres y el poder adquisitivo de sus tenencias en las que predominan el efectivo y los activos de baja rentabilidad. Ha hecho más por la reducción de la pobreza que todos los subsidios y transferencias asistencialistas, la política monetaria centrada en mantener a raya la inflación ejecutada por un banco central autónomo. La izquierda propone acabar con esa autonomía y convertir al Banco de la República en financiador directo del “gasto público social”. Esto nos llevaría a la debacle macroeconómica y sería lo peor que podría ocurrirles a los pobres, Fajardo. La autonomía del emisor es el activo institucional más importante de la economía colombiana.  

Esto lleva al tercer punto de lo que sirve a los pobres: una moneda fuerte. La devaluación de la moneda devalúa, antes que nada, el ingreso de los pobres y sus tenencias monetarias y los priva de adquirir bienes importados o de producción nacional con componente importado de alguna significación. Los políticos colombianos son proclives a la devaluación, alentados por capitalistas y terratenientes que buscan en la moneda devaluada la competitividad internacional que no les da su productividad.

Una economía abierta y un arancel bajo sirve a los pobres. El bienestar, el de todas las personas, depende de la cantidad y diversidad de los bienes y servicios que se adquieren con el ingreso. Los tratados de libre comercio, la apertura económica y la reducción de aranceles es lo que ha permitido que a los hogares de los pobres lleguen los electrodomésticos, los televisores y los teléfonos celulares. Y sin la obstinación por proteger una agricultura ineficiente – que precisa de un arancel de 80% para defenderse de las importaciones de arroz de Ecuador – tendrían más y más variados alimentos a más bajo precio, lo que redundaría en un salario real adecuado al desarrollo de las actividades urbanas generadoras de empleo.

Por último, más no de último, la educación. Una educación de calidad y pertinente. No el remedo de educación que ofrecen buena parte de esas entidades que arropadas bajo el apelativo de “públicas” y controladas por la FECODE monopolizan los recursos que el país destina a la formación de los pobres bajo el modelo ineficiente de subsidios a la oferta. Los hijos de los pobres tienen derecho a recibir una educación de la misma calidad que la recibida por los hijos de los ricos y la clase media. Deben poder elegir sus escuelas, colegios y universidades y aspirar a una enseñanza exigente, rigurosa y sin concesiones académicas. Los colegios y universidades públicas deben competir con los colegios y universidades privadas por los recursos que el país destina a los pobres bajo un sistema amplio de subsidios a la demanda que les dé a éstos la posibilidad de elegir.  Los pobres, para salir de la pobreza, necesitan algo más que esa educación mediocre y falta de pertinencia que mayoritariamente ahora se les ofrece y que genera más expectativas de bienestar que competencias para materializarlas.

Para combatir la pobreza, Fajardo, hay que hacer exactamente lo contrario a lo que propone el tal comité de paro y la izquierda colombiana. Sus propuestas fiscales expropiatorias desalientan la inversión; sus propuestas monetarias provocan inflación y devaluación; el proteccionismo eleva el precio de las subsistencias y reduce el salario real; en fin, la educación pública monopolizada en poder de la FECODE es la mejor garantía de que los pobres no desarrollen las capacidades requeridas para identificar y aprovechar las oportunidades del crecimiento económico y salir por ellos mismos de la pobreza.

LGVA

Junio de 2021.

 

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