lunes, 17 de julio de 2017

Conversación con Mauricio Alviar Ramirez, Rector de la Universidad de Antioquia

Conversación con Mauricio Alviar Ramirez, Rector de la Universidad de Antioquia

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT.

Mauricio Alviar Ramirez es economista de la Universidad de Antioquia, Magister de la Universidad de Duke y Doctor de la Universidad de Oklahoma.  La economía ambiental es su área de especialización y estudio. Ha consagrado su vida profesional a la docencia, la investigación y la administración universitaria. Desde hace poco más de dos años se desempeña como Rector de la Universidad de Antioquia. Al Poniente conversó con él sobre esa experiencia y sobre sus ideas académicas.

Al Poniente. Rector son ya dos años al frente de nuestra Alma Mater. ¿Qué es lo que ha ocurrido de más destacable en este período?

Rector.  Lo primero es algo que no deberíamos destacar como un logro de una universidad corriente, pero que en nuestro caso debe destacarse: hemos conseguido regularizar el calendario académico. Veníamos con catorce calendarios académicos. Desde 2016, toda la Universidad viene con los semestres regulares. Eso ha permitido, incluso, la realización de cursos inter-semestrales, algo que no se hacía desde hace mucho tiempo. El año pasado, por ejemplo, más de cinco mil estudiantes tomaron cursos inter-semestrales, unos para adelantar en su carrera, otros para desatrasarse. Ese es un logro clave, pero es un poco penoso tener que celebrar eso que debería ser lo normal.

Hemos logrado también que la Universidad participe en dos proyectos de investigación de talla mundial. El primero es en el Instituto Max Plank, de Alemania, donde hay tres investigadores de la Universidad investigando sobre enfermedades tropicales y bio-diversidad, financiados por Alemania. Y el otro es que logramos vincular tres investigadores nuestros al proyecto del acelerador de partículas, el Gran Colisionador de Hadrones, en Suiza y Francia. Eso requiere una inversión. Pero yo he planteado que la Universidad debe invertir en esto. No podemos continuar pidiendo limosna al mundo. Para participar en esto hay que poner plata. Ya tenemos tres investigadores del Instituto de Física y próximamente se vincularán otros dos de la Facultad de Ingeniería. Esto permitirá avances en tesis de maestría y doctorado y generar publicaciones en revistas indexadas que dan visibilidad y prestigio a la Universidad. Un artículo que se publique en una revista indexada de ese experimento, tendría un gran impacto. Pero además de ese tema de la visibilidad, lo importante es la formación de talento humano en las grandes ligas. Gracias a unos recursos de estampilla que nos llegaron adicionales a lo que estaba presupuestado, tomamos la decisión de invertir $ 1.300 millones en ese experimento. Eso da para financiar como tres años pasantías de investigadores y estudiantes de maestría y doctorado en esos laboratorios. Se creó un Fondo de Movilidad Profesoral, de dos mil millones, para enviar nuestros investigadores a esos laboratorios y a otros en Japón, Israel y Estados Unidos. 

Al Poniente. Quiero que hablemos sobre todo de cuestiones académicas, de investigación y de docencia. Pero me veo obligado a preguntarle por una de esas cosas que deberían ser la norma en la vida de la Universidad. Lo veo empeñado en tomar medidas para la recuperación del control del Campus, adelantando acciones que involucran la intervención de la policía y otras autoridades. Hábleme de eso, antes de volver a aquellas cosas que son de la esencia de la Universidad.

Rector. Desafortunadamente, en los últimos años, ha venido creciendo en la Universidad de Antioquia un fenómeno de informalidad y de ilegalidad, vinculado al desarrollo de actividades que están completamente por fuera de misión de la Universidad. Esas actividades incluyen la venta informal de mercancías legales de distinto tipo. Pero también venta de mercancías ilegales: películas piratas, música pirata y libros piratas. Y además la venta de alcohol y sustancias sicoactivas. Frente a todo esto ha habido mucha permisividad en los últimos años, pero la situación se salió de todo límite. Desde las redes sociales se convocaban “Rumbas en la U de A”, sin ninguna autorización, en las que se presentaban desordenes con borrachos hasta las dos de la mañana en el Campus. A esto hay que ponerle corte para reestablecer el orden y el respeto por la Institución. Nos tocó tomar una medida con el acompañamiento de la policía, la personería, la fiscalía, la secretaría de gobierno para hacer, inicialmente, un operativo de revisión del Campus, pues teníamos el temor de que la Universidad estuviera llena de esas mercancías.  Solo se encontró marihuana, lo cual me lleva a pensar que estas actividades son desarrolladas principalmente por personas externas a la Universidad. Adicionalmente, tomamos la medida de exigir el carnet de la Universidad y el documento de identidad e inmediatamente las ventas de todo tipo pasaron de 70 a 15 puestos.  En el caso de la venta de mercancías por estudiantes nos proponemos adelantar una política Bienestar Universitario para ayudarles a los jóvenes que  alegan hacer esto para poder sostenerse económicamente en la Universidad. La idea es que algunos puedan permanecer en la Universidad sin ejercer este tipo de actividades comerciales o que las ejerzan de forma regulada por la Institución.

Al Poniente. Y en cuanto a los problemas de seguridad, delincuencia y terrorismo que se han presentado con fuerza en la Universidad, ¿qué puede decirnos?

Rector. Para alegría de la sociedad y de la Universidad, hay que decir que, en el último año y medio, los disturbios y problemas de orden público se ha reducido a su mínima expresión. En gran parte, es por eso que hemos podido tener tres semestres de actividad académica sin interrupción. Es eso pudo haber influido la firma de los acuerdos de paz de La Habana. En febrero de 2016, tuve una conversación con los líderes de las FARC en La Habana y les solicité, en nombre de todas las universidades públicas, que nos ayudaran a bajar la violencia en los campus de las universidades. Estos señores se comprometieron a ayudar y yo francamente creo que lo hicieron. 

Al Poniente. Todas esas son muy buenas noticias. Volvamos ahora a los temas propiamente universitarios. Háblenos de la investigación, de los grupos, las publicaciones, las revistas. Denos un panorama de esto.

Rector. En las dos últimas décadas, la investigación se consolidó como el eje misional más importante de la Universidad. Tenemos 268 grupos de investigación, de los cuales el 15% son grupos A1, es decir, de primer nivel en la clasificación de COLCIENCIAS. Dichos grupos representan el 22% de los grupos de investigación de esa categoría en el País. Sobresalen grupos del área de la salud, grupos de ingeniería y también del área de las ciencias sociales y humanas. Eso se ha traducido en publicaciones en revistas indexadas en las bases SCOPUS e ISI. Tenemos unos muchos artículos en esos índices internacionales. Unos 1.400 en SCOPUS y unos 1.200 en la base ISI, acumulados en los últimos cinco años. Eso nos pone en el segundo lugar después de la Universidad Nacional.  Hay otro indicador que me parece muy importante y es el de las coautorías con instituciones del mundo. Tenemos 138 coautorías con investigadores de universidades de Estados Unidos. También tenemos con la Comunidad Europea, Australia y países de Sur América. Hoy la Universidad de Antioquia tiene unos 260 convenios activos con instituciones de más de 30 países. Convenios de movilidad académica y de cooperación en investigación científica.

Al Poniente. Rector, ese avance en la investigación parece haber implicado sacrificios en otro eje misional tan importante como es la docencia y la formación de los muchachos del pregrado. Me decía usted, hace días, que tenía como cinco mil profesores de cátedra y que la relación entre profesores de cátedra y los de tiempo completo estaba en 70-30 en muchos pregrados. ¿No hay allí un sacrificio de este eje misional?

Rector.  Así es. Estamos hoy con ese problema. Todos  en la Universidad la sabemos. Ese no es ningún secreto. Sabemos que el avance en investigación ha implicado, en efecto, un sacrificio del pregrado. Los profesores con doctorado han venido dedicando más tiempo a la investigación que a la docencia. Si bien es cierto que todos los profesores de la Universidad tenemos obligación de dictar cursos en el pregrado y los posgrados, la verdad es que la consolidación de la investigación pero también el aumento de la cobertura nos ha llevado a esa situación de tener el 70% de los cursos de pregrado en manos de profesores de hora cátedra. Y eso me parece problemático.

Al Poniente. A mí me parece que es bueno que haya esa mezcla de docentes de tiempo completo y de docentes de cátedra. Me parece que el aporte de los que están en el terreno aplicado es importante. Pero creo que las materias del núcleo de formación deben ser impartidas por profesores de tiempo completo y mejor aún sin son doctores. Pero me dicen que los doctores de la Nacional y la de Antioquia no gustan de enseñar en el pregrado. Yo estudié con Carlo Benetti, uno de los mejores economistas del mundo, y él era el profesor de Economía 1 en Nanterre.  Impartía su enseñanza en un auditorio grandísimo a 200 estudiantes, lo cual no le impedía estar en los doctorados, investigar, publicar y todo eso. En la Universidad de Chicago, el curso de introducción a la economía estuvo a cargo de Jacob Viner, Milton Friedman y Gary Becker, los dos últimos ganadores del premio Nobel. En Harvard, el curso de macroeconomía del pregrado lo dicta Greg Mankiw, el autor del manual de macroeconomía más empleado en el mundo. No sé cómo será en otros campos, hablo de la economía que es lo que conozco.

Rector.  Ese es un tema en el que yo les he insistido a los profesores. A nosotros nos contrata la Universidad para ser profesores universitarios, no para ser investigadores. Hoy en el mundo la tendencia que uno observa es que el profesor universitario es integral. Yo digo que los profesores universitarios son estudiosos, y ese estudio se materializa en investigación pero también en cursos para estudiantes de pregrado y posgrado, proyectos de consultoría aplicados y actividades de extensión. Uno como profesor no debe estar parcelado. Un profesor integral, con vocación docente, no le puede sacar el cuerpo a la docencia. Y mientras más investigador sea un profesor, más tiene que aportarles a sus estudiantes. Uno observa, en universidades desarrolladas, que un profesor titular tiene más de 150 alumnos de pregrado. Y tiene unos asistentes de docencia, que son estudiantes de maestría o doctorado, que lo apoyan en esa actividad. Eso es lo que estamos tratando de hacer en la Universidad para bajar esa proporción. Hay que hacer que esos profesores titulares se vinculen más a la docencia en el pregrado, con el apoyo de asistentes estudiantes de maestría y doctorado. Uno entiende que un investigador no pueda ponerse a atender y calificar a 150 estudiantes, hacer talleres o dirigir laboratorios. Para eso debe tener ese pool de apoyo de estudiantes avanzados con vocación académica que así se están formando como docentes. Pienso que la Universidad no ha sido lo suficientemente activa para proceder de esta forma que permite mejorar la calidad y de paso capacitar a los futuros profesores, sin recargar a los investigadores. Yo puedo decir todo esto con autoridad moral, porque a mí me encantan los cursos de los primeros semestres del pregrado.  Antes de ser rector, Introducción a la Economía era uno de mis cursos. En esos cursos se detectan los mejores talentos y eso lo puede hacer alguien con mucha experiencia académica e investigativa. Un reto grande que tiene la universidad hoy, y lo digo en general, es ese: lograr que los mejores investigadores y profesores estén vinculados a los pregrados en los primeros semestres. Ahí es donde uno puede estimular a los jóvenes y también ayudarlos a comprender si el programa en el que están es el que les conviene. Ahí ayudamos también a disminuir la deserción.

Al Poniente. Muchos problemas de deserción y fracaso académico tienen que ver con una elección desafortunada del programa. Le cometo algo. En una época, cuando yo estudié, existieron programas de estudios generales que daban a los estudiantes un núcleo de formación común a muchas carreras. Tenía una duración de cuatro semestres y daba al alumno la oportunidad de familiarizarse con la vida universitaria y  elementos para confirmar o revisar su elección inicial. Si el joven cambiaba de parecer sobre el programa de su elección,  podía hacerlo sin costos muy elevados para él o el sistema educativo. Esto se acabó en la Universidad de Antioquia y en todas las demás, hasta donde sé. Pero hace poco me enteré de que la Universidad de los Andes montó un programa similar al de estudios generales, de tres semestres, orientado a los jóvenes que no han decidido la carrera de sus preferencias. El rector Juan Luis Mejía, de EAFIT, me comentó que estaban estudiando el asunto. Usted ¿qué opina de esto, señor Rector?

Rector.  Ese es uno de mis grandes anhelos en la Universidad. La Universidad pasó de ese esquema de estudios generales a la total atomización de los saberes. Esto es un retroceso. En la Facultad de Economía, donde yo estudié y donde usted fue mi profesor, me tocó ver los cursos de matemáticas, estadística, programación lineal y muchos otros, con los estudiantes de los tres programas: administración, contaduría y economía. Pero llegamos a un punto en el que nos perdimos y ahora estamos en que los estudiantes de contaduría, por ejemplo, tienen que ver una matemática distinta, una microeconomía distinta. Y así ocurre en toda la Universidad. Estamos cometiendo un crimen de lesa academia. Y esto tiene consecuencias. Por ejemplo, en la Facultad de Economía, cuando era decano, se me acercaban estudiantes de Administración y Contaduría que quería matricularse en la Maestría de Economía, pero se sentían temeroso de hacerlo por creer que los cursos especiales que recibían, de estadística, econometría, macro y micro economía, no les suministraban la formación necesaria. Se sacrifican ganancias académicas por esa parcelación del conocimiento.   Lo mismo pasa en el área de la salud. Hoy resulta, por ejemplo,  que un curso de biología básica es distinto para un médico, un biólogo o un odontólogo. Eso no tiene sentido. Y eso tiene también consecuencias administrativas, de infraestructura y financieras. Estamos tratando de volver a ese modelo. El año entrante se cumplen 50 años de la Ciudad Universitaria.  Esto es importante mencionarlo porque lo que inspiró a Ignacio Vélez y a su equipo para impulsar su construcción fue la idea de integración de los saberes bajo el modelo académico de estudios generales. Antes de la Ciudad Universitaria, las facultades estaban regadas en diferentes edificios. Ahora que nos toca elaborar un plan de desarrollo para los próximos diez años hay que pensar en algo similar. Tenemos que ampliar la infraestructura, pero esta ampliación debe responder a un modelo académico. Hacer edificios es fácil, lo difícil es llenar esos edificios de contenido. Queremos impulsar un modelo integrador. Estamos empezando por el área de la salud. Queremos que todos los jóvenes que quieran estudiar medicina, odontología, biología, enfermería y demás, tengan una formación básica homogénea.

Al Poniente. Rector, hace días, cuando nos encontramos en un aeropuerto, me comentó usted que después de unos viajes al exterior, durante los cuales visitó algunas universidades, había llegado un poco triste, porque había visto que las universidades de los países desarrollados estaban avanzando mucho y que las nuestras se estaban quedando atrás. Háblenos de esa tristeza, de lo qué vio, de los asuntos en los cuales nos están dejando a la saga.  

Rector. Lo que observo es que en Japón, Israel y Estados Unidos las universidades están dando el paso de la investigación a la innovación. Es decir, avanzando en cómo integrar el conocimiento a la solución de problemas de la sociedad. Y eso implica sector productivo, estado, comunidades y universidad. Nosotros, en el mejor de los casos, el de las universidades de alta calidad, públicas y privadas, estamos apenas en el proceso de consolidar la investigación, tanto básica como aplicada. El reto que tenemos es dar ese salto a la innovación. Una innovación anclada en el sector productivo y apoyada por el estado. En esto nos falta mucho todavía. Hemos avanzado en algunas cosas, en particular en Medellín, con el Comité Universidad Empresa Estado, que lleva ya 13 años y ha hecho una tarea muy importante de generar confianza, pero hace falta tener un modelo de negocio claro, donde la universidad tenga la total certeza y el compromiso de aportar recursos para que la universidad resuelva sus problemas con el concurso de un estado facilitador. Eso fue lo que vi en Israel y Japón. El Comité es un logro importante.  Es algo que, por ejemplo, en Bogotá no se ha podido hacer. Pero también siento gran tristeza porque aún veo sectores de la Universidad muy anclados en un pasado que ya no tiene vigencia en el mundo de hoy. La conclusión que yo saqué de esos viajes es: si las universidades no nos transformamos en esa dirección de la innovación y de la innovación interna, porque no es solo innovar pensando en artefactos y tecnología dura, sino la propia institución innovarse. Si no la hacemos tendemos a desaparecer, o sino a seguir siendo unas instituciones del siglo XX, incapaces de responder a la dinámica del mundo contemporáneo, en áreas tan importantes como las “bios”. Hoy el mundo se orienta hacia todo lo que sea “bio”. Bio-tecnología, bio-desarrollo, bio-diversidad. No me refiero tan solo a los temas de los ambientalistas. Me refiero a todas las aplicaciones que tienen que ver con el desarrollo y más en un país como Colombia, absolutamente rico en bio-diversidad. Aquí tenemos toda la potencialidad para poner el conocimiento al servicio del desarrollo basado en bio-tecnologías para resolver problemas de la sociedad.

Al Poniente. Usted nos ha contado cosas muy buenas que vienen sucediendo en la de Antioquia y seguramente también en la Nacional, en la del Valle. Y también en EAFIT, en la de los Andes y otras buenas universidades privadas.

Rector. Sí, me refiero a las buenas universidades, públicas y privadas. Ese dilema para mí no existe. Yo ya pasé esa hoja hace mucho rato.

Al Poniente. Llegados a este punto le tengo que preguntar por el programa Ser Pilo Paga, con el cual pasó una cosa que ha dado lugar a un debate que vuelve a abrir ese viejo debate por el hecho de que la mayoría de los Pilos escogieron universidades privadas. ¿Por qué cree usted que los Pilos no se van para la de Antioquia y otras universidades públicas de gran calidad?

Rector. Creo que hay varias razones. Yo comparto la filosofía del programa. Me parece que es un programa muy importante que tiene dos virtudes, que para el común de las personas no son tan claras. El primer punto es que el Ministerio de Educación planteó ese programa solo para universidades acreditadas. Supe que se le decía al Gobierno que hiciera extensivo ese programa a todas las universidades para ampliar su cobertura, para triplicar el número de beneficiarios. El Ministerio, afortunadamente no lo hizo y con eso dio un mensaje sobre la importancia de la calidad. Eso me parece valioso. Lo segundo es que el programa estaba pensado para buenos estudiantes de bachillerato, muchos de los cuales pueden tener vocación académica e investigativa y optar por adelantar estudios de maestría y doctorado. Esto no lo podrían hacer si al terminar el pregrado están endeudados, de ahí la importancia de la condonación para los mejores. Esa es otra ventaja que yo le veo al programa. Ahora la pregunta, ¿por qué no van a las públicas? Te doy un dato: solamente el 18% de los pilos está en universidades públicas. Tengo dos explicaciones, sobre todo para el caso de la Nacional y la de Antioquia que son las más grandes. La primera es que nuestros procesos de admisión excluyen a muchos de los pilos. Te voy a dar este dato, para la de Antioquia. En las tres últimas versiones del programa, en la de Antioquia se presentaron en promedio 1.800 aspirantes con características de Pilo y solo pasaron el examen de admisión 350 muchachos. A mí eso me genera muchas preguntas. ¿Cómo es posible que un muchacho que sea tan bueno en las pruebas Saber 11 no pase el examen de admisión de la Universidad? La respuesta que me dio es que nuestro examen de admisión tiene problemas. Por eso fue que recién llegué a rectoría propuse modificar nuestro procedimiento de admisión.

Al Poniente. Pero a usted se le emberriondaron por eso.

Rector. Se emberriondaron por razones políticas. Mis detractores decían que lo que yo quería era que solo llegaran a la Universidad muchachos de colegios privados. Y eso no es cierto. Y la prueba está en que el examen que se aplicó con mi reforma no cambió para nada la composición socio-económica ni de los aspirantes ni de los admitidos, ni los colegios de origen; pero si mejoró el punto de corte. Yo lo que creo es que nuestro proceso de admisión tiene problemas.

Al Poniente. Ustedes en la de Antioquia y en la Nacional, ¿por qué se sienten tan aristócratas en eso del examen de admisión y tienen sus exámenes propios en lugar de acogerse a los resultados de las pruebas Saber 11, como todo el mundo, y evitarse así un gasto innecesario? 

Rector. Eso se trató de hacer hace años y fue rechazado por el movimiento estudiantil y el movimiento profesoral con el argumento de que con eso se beneficiaba a los estudiantes de los colegios privados.

Al Poniente. ¡Qué tontería! Voy a ponerle otro temita. Cuando yo estudié y cuando estudió usted también, la Universidad era una mezcla social muy sabrosita,  con muchachos ricos, pobres y de clase media;  y procedentes de toda suerte de colegios. Eso me parece que eso era muy bueno pues es un ingrediente fundamental de cohesión social. Los radicales franceses tenían una consigna muy bonita, se la voy a recordar: “Escuela nacional, laica y única”. Y en cierta forma las universidades públicas de la época en que estudiamos usted y yo tenían esa característica. Pero eso se ha perdido y hay incluso algunos que señalan, como si eso fuera muy meritorio, que hoy en las universidades públicas no hay sino estrato uno, dos y tres.

Rector. Sí, parecen creer que la universidad pública es para pobres. Una educación pobre para pobres. No puede ser así. Las universidades públicas y privadas deben distinguirse por la calidad. La educación superior debe ser de calidad en todas ellas. Yo tengo una frase que me ha costado muchos enemigos: en educación el tema es primero de calidad, no de equidad. Si logramos resolver el tema de la calidad avanzamos en el de la equidad. Una educación sin calidad es frustración para la sociedad. No podemos seguir alimentando esa idea de que lo público es para los pobres. El subsidio que tenemos del estado nos impone el compromiso de hacer que esos muchachos adquieran un gran valor agregado para la sociedad. Pero el criterio no puede ser que para estar en las universidades públicas el criterio es ser pobre, no, el criterio es ser bueno; y va a ser mejor si pasa por la universidad. Para mi ese dilema entre público y privado está superado. Y hoy la relación que tenemos con las universidades privadas como EAFIT, Bolivariana, Medellín, Escuela de Ingeniería y otras debe ser una relación de complementariedad. Y tiene que ser así, en un país con recursos escasos. Lo que debemos es complementarnos, ayudarnos, buscar fortalezas.

Al Poniente. Como profesor en EAFIT me tocó recibir en mis clases muchachos de la de Antioquia. En un programa que se llamaba Sígueme, si no estoy mal. Me daba mucha alegría ver que los chicos de mi antigua facultad eran muy buenos y en nada desmerecían frente a los demás.

Rector. Ese es un programa bien bonito que tenemos con varias universidades de Medellín e inclusive con algunas de Bogotá: Javeriana, los Andes. Hemos tenido muchos muchachos que han ido a esas universidades y les ha ido muy bien. Por eso es que yo digo que hay que acabar con esos estigmas y esos prejuicios que hay con los estudiantes de las universidades públicas y privadas. Lo bonito de la educación es que equilibra y se trata de darles a los muchachos la oportunidad de que compitan con sus pares de otras universidades públicas y privadas. Ese programa ha sido muy exitoso para la Universidad de Antioquia y para todas. Además les facilita a los chicos resolver problemas de horarios pues si no pueden tomar un curso en su propia universidad pueden hacerlo en otra. Lo único que importa es el rendimiento.

Al Poniente. Hablemos ahora de financiamiento. De ley 30 y todo lo demás.

Rector.  Ese es un tema fascinante. La ley 30 de 1992 corrigió una serie de problemas que se habían vuelto crónicos. Por esa época, a las universidades públicas le pasaba lo mismo que a los hospitales públicos. Cada año había que ir al Congreso a hacer lobby para que nos dieran la platica para el funcionamiento en el año siguiente. La ley 30 corrige eso y, a mi modo de ver, lo hace muy bien para el momento. Se fijó un año base, 1993, y a partir de allí las transferencias a las universidades han crecido a la misma tasa que el IPC. Eso fue excelente en su momento. Pero ¿qué pasó después? Se inicia un período en el que la Nación empieza a exigirles a las universidades públicas mayor cobertura, mayor cualificación del profesorado, profesores con maestrías y doctorados, más investigación, más publicaciones. También por esa época aparece el decreto 1444 que después se reforma con el 1279 que regula los salarios de los profesores. Y todos esos títulos y publicaciones empiezan a ser factor salarial. Llevamos más de 20 años con la ley 30. Con los ingresos creciendo al IPC y los gastos, especialmente los salariales, por la aplicación de esos factores, creciendo en promedio cuatro puntos por encima del IPC.  Te doy este dato, la Universidad de Antioquia en el año 2000 tenía sólo el 8% de sus profesores con doctorado, hoy es el 44% de los profesores de planta, sin contar los ocasionales. Imagínate el impacto de eso en los salarios. Por ejemplo, un profesor que tenga maestría y hace el doctorado obtiene un incremento de 80 puntos salariales de forma permanente. La publicación de artículos también da puntos salariales para toda la vida.

Al Poniente. Oiga rector. Yo me muero de la envidia de eso de los artículos que se pagan para siempre. Usted sabe que yo soy consultor. ¡Cómo me gustaría que un trabajo de consultoría me lo pagaran a perpetuidad! Allí hay una distorsión.

Rector. Sí, allí hay una situación bastante compleja. Mi posición es que si ese decreto no se modifica no hay sostenibilidad. Lo que yo he propuesto al Congreso de la República y al Ministerio es lo siguiente. Es cierto que los salarios de enganche son muy bajos en las universidades públicas. Hay que hacer un estudio financiero que permita incrementar los salarios de enganche y hacer unos tránsitos entre categorías. Pero los artículos deberían tener bonificaciones por una sola vez.

Al Poniente. Yo creo que ese incentivo a la publicación ya cumplió su papel. Se ha generado una masa crítica y los profesores se habituaron a escribir y publicar. Aunque me dicen que hay mucha basurita.

Rector. Puede ser verdad, pero no en el caso de las universidades como la de Antioquia la Nacional que han manejado con mucha responsabilidad ese decreto. En la de Antioquia no es fácil que a uno le den un punto por publicaciones. Tiene que ser en una revista internacional de prestigio y con la evaluación de pares académicos. Pero hay otras instituciones, y eso hay que decirlo, que han dado puntos hasta por publicar en la hoja parroquial del domingo. Hubo un caso notable. El Heraldo de Barranquilla tenía una publicación en Miami en inglés. Entonces alguien reclamó que lo que había publicado allí era un artículo internacional.

Al Poniente. Bueno rector, para cerrar, qué más quisiera decirle usted a los lectores de Al Poniente.

Rector.  Hay un tema que a mí me tiene completamente desvelado. Es el tema de la formación técnica y tecnológica en este País. Yo soy rector de una universidad que pertenece al grupo de las tradicionales. De esa categoría que se llama universidades comprensivas, es decir, las que ofrecemos todos los programas en todas las ciencias y las artes. Pero este País necesita formar tecnólogos del más alto nivel. Desgraciadamente en nuestra sociedad existen un estigma según el cual la formación tecnológica es para gente de bajos ingresos y de bajo coeficiente intelectual. Eso no puede seguir siendo así. Hay que establecer un vínculo entre las universidades comprensivas y las universidades politécnicas. Dentro de las universidades tecnológicas yo agruparía toda la formación técnica, incluido el SENA. Este año el SENA cumple 60 años de creado y se creó con el propósito de calificar la mano de obra del País, es decir, formar operarios. El mundo cambió: hoy no se trata de forma operarios. El SENA hoy tiene características para hacer el tránsito a una universidad politécnica.  Ese tránsito lo permitiría el vínculo con las universidades tradicionales que ofrecen la formación en las ciencias básicas. Eso es lo que el Ministerio de Educación ha llamado educación terciaria, pero ha sido mal entendido. Creo que en Antioquia tenemos las condiciones para armar un verdadero sistema de educación superior que contemple la formación politécnica y la formación tradicional del más alto nivel. Pero hoy lo que tenemos es una pista de carros chocones: las universidades queriendo formar tecnólogos y las instituciones tecnológicas queriendo volverse universidad. Este es un tema que me apasiona y le he dicho muchas veces al Ministerio que nos metamos en eso. Que hagamos unos pilotos en donde la formación básica en ciencias naturales y sociales sea homogénea para técnicos, tecnólogos y profesionales universitarios, y que después cada uno vaya eligiendo su orientación. No todos los jóvenes quieren ser médicos, ni abogados, ni ingenieros. Los pelados de ahora quieren cosas rápidas y aplicadas y eso no tiene nada que ver con el estrato. En Alemania los jóvenes de clase media y alta se forman también como técnicos especializados, ingenieros de campo. La población que quiere seguir una carrera científica es minoría, pero aquí creemos que todos los que llegan a la universidad deben salir como profesionales.

Al Poniente. Muchas ideas y de seguro son más las que se nos quedaron en el tintero. Eso me lleva a la última pregunta: ¿tres años no es nada?

Rector. Veinte años no es nada. Sí, para un proyecto universitario de tanta complejidad para la coyuntura del País y de Antioquia. De un País que quiere ser distinto y que necesita ser distinto. Que necesita transitar por caminos de productividad, de competitividad, el rol que juega la Universidad de Antioquia es fundamental. Hay que afianzar proyectos de largo plazo, pensar en una universidad para los próximos cincuenta años, hay que afianzar muchas cosas y poner unos pilotes de mucha profundidad. En eso estamos.

LGVA
Julio de 2017.






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