jueves, 6 de abril de 2017

Las vallas de la campaña Portate bien.

Las vallas de la campaña Portate bien.

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Universidad EAFIT

En la noche del domingo 10 de mayo de 1981, François Mitterrand celebraba en compañía de sus amigos más cercanos su sorpresivo triunfo sobre  Valéry Giscard d'Estaing. Incidentalmente uno de los contertulios le espetó: “Y bien, François, ahora que eres presidente, ¿puedo continuar tuteándote? Con ese aire imperturbable que siempre lo caracterizó, Mitterrand respondió: “Como usted quiera”. Sería frívolo interpretar esa respuesta como un rasgo de presunción o vanidad. Con ella Mitterrand quería señalar el tono que debe presidir las relaciones entre gobernantes y gobernados.

Los discursos de Jorge Eliecer Gaitán, Laureano Gómez, los dos Lleras, Álvaro Gómez o López Michelsen se caracterizaban por su riqueza idiomática y sustantiva. Desde el gobierno o fuera de él, veían a los ciudadanos como adultos y los trataban como tales, sin hacerles concesiones  en el lenguaje o en la densidad de las ideas y sin caer en el trato desenvuelto e informal de los dirigentes actuales. La pobreza lingüística y conceptual es uno de los rasgos más ostensibles del discurso político que prevalece en Colombia desde hace varias década y de la que hace gala la casi totalidad de sus políticos.  

Desde hace varios años hace carrera en el País, especialmente en Medellín, la práctica de algunos gobernantes o líderes políticos de tutear o vosear a los gobernados o a sus potenciales electores. Creo que todo comenzó por allá en la época de Fajardo, con su forma de ser desenvuelta y “bacana” con la que, supongo, buscaba crear la imagen de un alcalde moderno, sencillo y cercano a la gente. Poco a poco, desde el portero pasando por los que atienden las taquillas hasta llegar a los secretarios del despacho, todos los funcionarios de la administración municipal se sintieron autorizados para tutear o vosear a todos los ciudadanos y dispensarles un trato falsamente amable tras el cual se esconde la más descarada prepotencia del burócrata que cuando atiende al ciudadano, que paga los impuestos que lo remuneran, cree estarle haciendo un favor y no cumpliendo con su obligación.  

De este trato no se escapa ningún ciudadano, especialmente los que tienen una apariencia más humilde. Yo, que cuando tengo la desventura de tener que acércame a los oficinas públicas, porto mis mejores galas, corbata de seda incluida, y asumo el aire más altivo posible, en no pocas ocasiones he tenido la sensación de que después de dispararme con su  en qué te puedo colaborar amiguito?, el funcionario iba a tocarme la cabeza o a darme un palmadita en el hombro. A mi querida esposa, puesta en similar predicamento,  le espetan con frecuencia un en que te puedo ayudar mamita?  que le revuelve las entrañas.

Esta informalidad empalagosa y descarada  alcanza su apoteosis en las patéticas vallas coloradas y de lenguaje infantil de la campaña “Portate bien” con las que la Alcaldía ha inundado las esquinas de Medellín. Esto debería considerarse como un abuso de poder por la afrenta a la estética y el menosprecio a la inteligencia de los ciudadanos, a quienes se les habla en un lenguaje, más que infantil, de retrasado mental.  Definitivamente, la tapa del congolo.



En la Política de Aristóteles estableció claramente  que la sociedad política no es una familia grande y que, por lo tanto, el soberano no podía dispensar a los gobernados el mismo trato que un ciudadano ateniense padre de familia podía dar a sus hijos o a sus esclavos. La Polis es una asociación de ciudadanos iguales algunos de los cuales eventualmente son llamados a ocupar temporalmente los cargos que requiera la buena marcha de los asuntos públicos.  

Además de buenas leyes y de gobernantes prudentes y sabios, la buena marcha de la sociedad política requiere de ese ingrediente fundamental que Aristóteles denominó la Amistad Cívica. Pero la Amistad Cívica no consiste en que los ciudadanos se vayan de farra entre ellos y mucho menos con sus gobernantes o que se traten de forma desenvuelta e incluso vulgar, como en algunas ocasiones ocurre entre los amigos corrientes. La Amistad Cívica parte de la conciencia compartida por los ciudadanos de tener unos objetivos comunes. Supone el respeto de las diferencias, la exclusión de los agravios y un trato cordial y respetuoso entre los ciudadanos, de ellos a sus gobernantes y de estos a aquellos. De las vallas de la Alcaldía puede decirse cualquier cosa excepto que sean cordiales y respetuosas.

LGVA

Abril de 2017. 

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