miércoles, 22 de julio de 2015

Jorge Gustavo Pérez Restrepo o la pasión por la enseñanza de la economía


Jorge Gustavo Pérez Restrepo o la pasión por la enseñanza de la economía

 

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista, Docente - Universidad EAFIT

Consultor-Fundación ECSIM

 

 

Este texto fue escrito en 2008, año del prematuro fallecimiento de Jorge. Ahora que la Universidad de Antioquia ha decidido honrar su memoria creando la Cátedra Abierta Jorge Pérez Restrepo, lo publico como una modesta contribución al homenaje al economista, docente, bibliófilo y amigo.
 
 

 Jorge Pérez pertenecía a esa clase de personas que viven en tono menor, sin estridencia; que van ejecutando las labores que les cupo asumir sin fanfarrias ni énfasis excesivos; pero con total entrega, empeño y desinterés personal. Era un hombre tímido, reservado y austero en sus palabras. La amistad que ofrecía, la que me entregó generosamente, era sólida y duradera, propicia al intercambio intelectual y ajena a cualquier sensiblería, pero fundamentada en un profundo afecto del que era innecesario hablar pues se sabía que estaba allí.

 Estudió en la Facultad de Economía de la Universidad de Antioquia en los maravillosos años 70, cuando esta casa de estudios lideraba el avance de la disciplina en el País pues en ella impartían docencia y realizaban investigación personajes de la talla de  Estanislao Zuleta, Jorge Villegas, Santiago Peláez, Francisco Gómez, Juan Felipe Gaviria, Hugo López, Mariano Arango, Luis Alberto Zuleta, Carlos Esteban Posada, Rafael Aubad, Darío Vélez y otros más, cuyas visiones y enseñanzas influenciarían varias generaciones de egresados  de la Facultad. Jorge era un estudiante aplicado y un lector insaciable de toda suerte de libros, especialmente de historia, economía clásica y marxismo. Alto, corpulento, de andar paquidérmico; su figura se destacaba en las aulas y en la cafetería, espacio éste en el que compartía con sus amigos sus conceptos mesurados y, sin darse ínfulas, los vastos conocimientos obtenidos en sus múltiples lecturas.  

 La universidad de nuestros años de pregrado estaba profundamente politizada y entre los estudiantes y profesores la influencia de la izquierda era aplastante.  Naturalmente, Jorge no fue ajeno a esa influencia, pero en su caso estuvo tamizada por el estudio riguroso de la economía marxista y de la historia económica y social de Colombia; lo cual le permitió tomar distancias frente al izquierdismo ignorante y radical. Años más tarde, ya en su condición de profesor estos dos campos de estudio, pero especialmente el de la economía marxista, ocuparían considerablemente su actividad. Jorge llegaría a ser uno de los más profundos conocedores de la obra de Marx y sus discípulos, especialmente de aquellos que trataron de desarrollar el marxismo científicamente. Le debo a Jorge el conocimiento de autores como Henryk Grossman, Otto Bauer y Lucio Colletti, entre otros. También en su forma de sugerir la lectura de un libro se revelaban los rasgos de su carácter: la modestia y la discreción. Se aparecía cualquier día en la cafetería, cuando éramos estudiantes, o en mi oficina, cuando éramos ya colegas en la docencia, y sacaba de su inmenso morral una revista o un libro y decía simplemente: “mire Luis Guillermo esto vale la pena leerlo”. Y nada más.

 Como estudiante y luego como docente compartí con Jorge fundamentalmente en el ámbito intelectual. No sé como sería su relación con otros compañeros, pero entre nosotros siempre era cuestión de economía, política, historia, libros y nada más. No recuerdo haberle escuchado una confidencia ni haberle compartido algo de mi intimidad personal. Tampoco estuvimos en parrandas, no fuimos a fútbol ni a cine, jamás hablamos de mujeres y creo no haberme bebido más de dos o tres cervezas en su compañía. Sin embargo, su amistad formal y su trato distante – nunca no tuteamos, siempre nos tratamos de usted – fue siempre para mi una fuente de disfrute, un diálogo permanente. Aunque a veces pasaran meses sin vernos - después de un breve “cómo están Gloria y los niños?” -  arrancábamos a hablar del libro o del artículo que alguno de los dos estaba leyendo o del acontecimiento político o económico que ocupara nuestra atención.

 Ingresó como profesor a la Facultad de Economía de la Universidad de Antioquia en 1980. Como docente se destacó siempre por su preocupación de hacer que los estudiantes se apasionaran por la economía, que disfrutaran con su estudio. Por ello durante muchos semestres fue profesor de los cursos introductorios en los que con infinita paciencia buscaba encauzar a sus alumnos y sembrar en ellos la semilla de la avidez del conocimiento. Sus cursos de Economía Política Marxista fueron célebres en la Facultad por la calidad de sus exposiciones, por su nivel de exigencia y por su dedicación sin regateos a la formación y motivación de sus alumnos estableciendo con ellos una relación personal cálida en lo humano y enriquecedora en lo intelectual. He conocido muchos profesionales que fueron sus alumnos y francamente envidio el afecto y admiración que le profesan, el grato recuerdo que guardan de sus clases.

 Esa vocación de maestro se extendió más allá de las aulas universitarias. Deseoso siempre de apoyar a sus alumnos en su crecimiento profesional, se vinculó desde su fundación a las labores de Adeco, la Asociación de Economistas de la Universidad de Antioquia. Allí con Alix Suarez, Luz Elena Castrillón y Myriam Cadavid se ocupó de mantener vivos entre los egresados los lazos de afecto hacia la Facultad y de vincular a las distintas generaciones de suerte que los de las más antiguas contribuyeran al desarrollo profesional de los más jóvenes.    

 Al poco tiempo de haberse vinculado a la Universidad, asumió la dirección de la revista Lecturas de Economía. Su trabajo allí fue formidable. Con un trabajo constante y persistente logró hacer de la publicación un producto de elevado nivel académico reconocido internacionalmente y donde han publicado artículos destacados economistas de Colombia y muchos otros países. Posteriormente, y en gran medida como reconocimiento por su trabajo al frente de la revista de la facultad, asumió la dirección de la imprenta universitaria donde se desempeñaría con lujo de competencia rescatando entre otras publicaciones a la Revista Universidad de Antioquia, por aquel entonces un bodrio editorial que en sus manos se transformaría en una publicación sobria y elegante, que daba gusto leer.

 Creo que Jorge fue muy feliz al frente de la imprenta universitaria. Estaba en su medio: el mundo de los libros. Amaba leerlos, por supuesto; pero además tenía con ellos esa relación sensorial de todo bibliómano de verdad y gustaba palparlos, olerlos, cargarlos y acariciarlos. Disfrutaba enormemente el olor a tinta fresca del libro nuevo; pero también el olor polvoriento del viejo.  Le dolió mucho, eso creo, su retiro de la imprenta. Me parece que se había acostumbrado – y con él la comunidad universitaria – a reinar con discreción y simpatía en ese ámbito.

 Volvió la Facultad de Economía a su cátedra, a sus estudiantes y, muy pronto, a la dirección de Lecturas, le revista de sus afectos. Durante un tiempo ejerció la dirección del Departamento de Economía, siempre con discreción, cariño y prudencia y lejos de todo afán de protagonismo o vanidad del poder.  Su muerte nos entristece. Nos queda el recuerdo de su andar cansino, su modo de ser discreto, su pasión por la economía y la docencia y su amor gigantesco por los libros.

 

LGVA

Marzo de 2008.   

 

 

  

 

3 comentarios:

  1. Gracias Luis Guillermo por traernos de nuevo a la memoria a Jorge Pérez, el entrañable compañero que se fue tan prematuramente.
    Muy acertada la descripción que haces de su personalidad. Así lo recordaremos siempre.
    Esneda Botero Isaza

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  2. Seis o más años de la muerte de nuestro compañero Jorge Pérez, leo este tu artículo el cual refleja fielmente lo que fue nuestro amigo y compañero Jorge. Conocí a Jorge cuando era estudiante del programa de Administración de Empresas de la faculta de Economía de la Universidad de Antioquia en los años 70. Tuve el privilegio de gozar de su amistad y puedo corroborar de su dedicación y disciplina. Ya después de graduarme y al establecer mi residencia fuera de Colombia perdí contacto con él y solo ahora me entero, al leer tu artículo, de su prematura muerte. Yo también aprovecho, por si llegas a leer esta nota, a preguntarte Gloria tu esposa y a darte un abrazo en la distancia a un compañero al quien conozco desde nuestros años de bachillerato en el Liceo Antioqueño.
    Jaime Albero Franco

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