lunes, 5 de diciembre de 2011

Los anti-taurinos y la libertad

Los anti-taurinos y la libertad

Luis Guillermo Vélez Álvarez

Docente, Universidad EAFIT


La sociedad liberal se fundamenta en el respeto a las preferencias de las personas y a sus propiedades legítimamente adquiridas. Aunque no pueden descartarse totalmente, las mayores  amenazas contra los pilares de la libertad no provienen en nuestra época de tiranos hirsutos, déspotas ilustrados, movimientos abiertamente totalitarios o cualquier clase de minorías que se ampara violentamente del poder político.  Por el contrario, proviene de las decisiones tomadas mayoritariamente por la sociedad haciendo uso de sus mecanismos legítimos de democracia representativa o directa. Proviene, como lo había anticipado Stuart Mill, de la tiranía de las mayorías, es decir, de la tiranía de aquella porción de sociedad más numerosa o más activa que en un momento dado encuentra condenables las preferencias de una minoría o, lo que usualmente se le asocia, los empleos que ésta da a sus propiedades.

En las sociedades modernas, las mayorías usualmente son negativas, “anti-algo”. Probablemente la única mayoría positiva, “pro-algo”, sea la conformada por los aficionados al futbol. En casi todos los otros casos los “pro-algo” suelen ser agrupaciones minoritarias. Es natural que sea así: ello es expresión de la diversidad de preferencias en una sociedad libre. Generalmente se puede vivir tranquilo perteneciendo a las incontables minorías de las que se es parte.  Sin embargo, en ocasiones, algunas minorías “pro” se hacen detestables para otras minorías “anti” que buscan por todos los medios obtener el apoyo de la mayoría de la sociedad a la que en principio el objeto de la disputa le resulta completamente indiferente. Este parece ser hoy el caso de los taurinos y los anti-taurinos.

Los taurinos son una minoría, en todas partes, incluso en España. Lo han sido desde siempre, pero durante muchos años, incluso bajo regímenes despóticos, pudieron disfrutar de su afición sin molestar a nadie ni ser molestados por nadie. Hace algunas décadas la situación cambió con la aparición de los grupos de anti-taurinos. Su visión es simple: los aficionados a la fiesta brava son unos sádicos que se solazan con el sufrimiento de los pobres toros. Éstos, los toros, tienen derechos y aquellos, los anti-taurinos, son sus defensores. La eliminación de la fiesta brava es su objetivo y a ello consagran todos sus esfuerzos.

No viene al caso repetir los argumentos en defensa de la fiesta brava, a los cuales son totalmente insensibles los anti-taurinos y que han sido magistralmente expuestos por Fernando Savater en su Tauroética. La cuestión  que aquí se plantea es de libertades y derechos; de un conflicto de derechos entre humanos. El cuento de los derechos de los toros y de los animales es una tontería; pero estoy dispuesto a reconocérselos a todos el día en que los reclamen por sí mismos.

Los toros de casta, las haciendas donde pastan, las plazas de toros, los corrales, los caballos, los capotes, las banderillas, las botas, en fin, todos los aperos de la fiesta y; sobre todo, habilidades de los toreros, de los empresarios y de todas las gentes que trabajan en la fiesta brava son, mientras no se demuestre lo contrario, la propiedad legítima de un grupo de personas. También son legítimos, mientras no se pruebe lo contrario, los ingresos que los aficionados gastan libremente en comprar las boletas para asistir a las corridas y en toda la parafernalia de la fiesta brava. Este es el punto fundamental.

La decisión del parlamento catalán de prohibir la fiesta brava en el territorio de la Comunidad Autónoma de Cataluña, que seguramente será imitada en nuestro país,  se traduce finalmente en la expropiación sin indemnización de los bienes, habilidades y rentas de los artífices de la fiesta brava y sus aficionados. ¿Con qué argumento?. Es dudoso que pueda argüirse la función social de la propiedad o la utilidad pública con las que se sustenta en las constituciones de los estados democráticos, Colombia entre ellos, la posibilidad de la expropiación.

Los anti-taurinos quieren que los toros de casta se mueran de viejos pastando en las dehesas. Es una aspiración legítima que podrían realizar comprando todas las ganaderías del mundo dedicadas a la cría del ganado bravo. También podrían buscar, mediante la propaganda y la difusión pacífica de sus ideas, que el gusto por la tauromaquia se marchite y la actividad taurina desaparezca por si sola. Sin embargo prefieren autoproclamarse como los más bondadosos y sensibles de los seres humanos, transformando de paso a los taurinos en monstruos sádicos,  y convertir - con la complacencia bobalicona de la mayoría y de los políticos oportunistas -  sus inclinaciones en un valor absoluto que debe ser asumido por toda la sociedad. Los anti-taurinos, en efecto, son una nueva especie de totalitarios como los fundamentalistas religiosos, los homófobos o los racistas. Están convencidos de la superioridad moral de sus preferencias y no se detienen ante nada para imponérselas a los demás.

Los anti-taurinos colombianos seguramente conseguirán, como en Cataluña, fabricar una mayoría para prohibir las corridas de toros. Los sufrimientos reales o imaginarios de los pobres toros son suficiente argumento para la gran mayoría de las personas que ignora todo sobre la fiesta brava. Pocos se detendrán a pensar en lo que realmente está en juego: el derecho a disponer  libremente de las propiedades legítimamente adquiridas. Los taurinos serán expropiados sin indemnización.  El toro de casta desaparecerá como especie. Los anti-taurinos impondrán su credo. Todos perderemos un poco de libertad.

LGVA, Diciembre de 2011.  

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