Otra ocurrencia de Petro: transporte gratis y luz cara
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Aunque ignoro si son producto de las epifanías que súbitamente
le sobrevienen, según confiesa en su autobiografía, o del más frio cálculo político
para incidir en la coyuntura del momento, o de su imperfecta formación de
economista o de todas a la vez, las ocurrencias cotidianas de Gustavo Francisco
sobre asuntos económicos no dejan de sorprenderme y me causarían solo hilaridad
si no fuera porque el hombre es nuestro presidente.
Los gastos anuales del Transmilenio de Bogotá bordean
los 9 billones de pesos ($ 9.000.000.000.000). El consumo nacional de
electricidad está en setenta y cinco mil millones de kilovatios hora anuales (75.000.000.000
kWh-año), de los cuales Bogotá se lleva un 25%, es decir, diez y ocho mil setecientos
cincuenta millones de kilovatios hora año (18.750.000.000 kWh-año). Dividir ese
gasto entre ese consumo arroja un incremento de cuatrocientos ochenta pesos
anuales por kilovatio o cuarenta mensuales.
Con las tarifas de agosto, eso implica un aumento de
13% en el estrato 1; 11% en el 2; 6% en el 3; 5% en el 4 y 4% en el 5 y el 6.
Una familia típica bogotana con un consumo medio de 300 kWh-mes pagaría 12.000
pesos adicionales por su electricidad. En la canasta familiar de los pobres la
electricidad pesa poco más de 3,5% lo significa que ese incremento de 13% eleva
en medio punto el costo de dicha canasta. Eso sin contar el impacto indirecto
del mayor precio de la electricidad.
En efecto, la electricidad es el bien básico por
excelencia, es decir, un bien que es insumo todo y, que, por tanto, el alza de
su precio afecta los de todos los demás bienes de forma directa e indirecta.
Está fuera del alcance de esta nota un análisis detallado de la matriz de
insumo-producto para estimar ese efecto, pero es claro que los precios de los
productos industriales aumentarán, que se elevarán los costos del comercio, de
los restaurantes, la hotelería y, en general, todos los servicios. Sobre la
producción agrícola el efecto directo es menor, pero se impacta toda la cadena
de comercialización.
Luxemburgo es un país de 2.586 kilómetros cuadrados de
extensión, 640.000 habitantes y 135.000 dólares de PIB per cápita. Allí el
transporte público es gratuito y es de donde le vino a Gustavo Francisco la
ocurrencia de aplicar ese sistema en Bogotá. Basta añadir que Luxemburgo tiene
una presión fiscal de 40% que le permite la financiación del transporte y otros
servicios colectivos. No hay subsidio, simple pago por medio de los impuestos.
La propuesta de Gustavo Francisco, como tantas cosas
suyas, tiene algo de inmoral pues la justificación para hacer esto es la indisciplina
de los usuarios de Transmilenio que no quieren pagar la tarifa. Es absurdo justificar
una política pública de tal envergadura en un comportamiento criminal que las
autoridades son incapaces de controlar.
En el Metro de Medellín no hay “colados” y se tiene una estructura
tarifaria que permite cobros mucho más bajos a estudiantes, personas mayores y
usuarios frecuentes de bajos ingresos. En Medellín, un trabajador de salario
mínimo, cubre con el subsidio de transporte dos recargas de $ 70.000 de la tarjeta
cívica a la tarifa de uso frecuente y eso le alcanza para todo el mes.
Pero también es inmoral frente a los taxistas y los
buseros pues se les montaría una competencia desleal arruinadora. ¿Quién querrá
usar un taxi o un bus cuando puedo montarse en Transmilenio a tarifa cero?
Afortunadamente, la propuesta de Gustavo Francisco es
inaplicable pues los usuarios de los servicios públicos no están obligados a
pagar todo lo que se cobre anexo a su factura de electricidad. Los usuarios
tienen el derecho, amparado en sentencias de la Corte Constitucional, de pedir al prestador
del la separación de la factura de electricidad y pagar solo esta, y continuar así con el uso del servicio sin riesgo de corte o suspensión.
LGVA
Septiembre de 2023.
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