Irene tiene razón
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Si en mis manos estuviera no habría una sola empresa
estatal. Ecopetrol y todas las del gobierno nacional habrían sido vendidas para
sufragar los gastos extraordinarios de la pandemia, como en su momento lo
propuse. Nos habríamos evitado la fracasada reforma tributaria de Carrasquilla,
por la que la extrema izquierda casi acaba con el País, y, naturalmente, la
“exitosa” de Ocampo, con la que lo está acabando sin que hagamos nada para
evitarlo.
En las economías mercado e iniciativa privada las
empresas estatales son la excepción, no la norma. El análisis económico racionaliza
su existencia a partir de nociones como monopolio natural, bien público y externalidades,
cuya presencia factual da lugar a las llamadas “fallas de mercado”.
Se argumenta que, en las
actividades económicas caracterizadas por uno o varios de esos atributos, existe
divergencia entre el beneficio privado y el bienestar social de tal suerte que,
al ser desarrolladas por empresarios privados, la maximización del primero iría
en contra del segundo. Así, un empresario privado explotando un monopolio
natural producirá una cantidad sub-óptima pues la atención de la demanda plena
al costo marginal lo haría incurrir en pérdidas.
La empresa estatal aparecía como
instrumento idóneo de política pública para lograr el bienestar social. El
mediocre desempeño de la mayoría, dio lugar a la aparición de “fallas del
estado” más protuberantes que las “fallas de mercado” que pretendían corregir.
Vinieron nuevos desarrollos de la teoría y la práctica de la política económica
que buscaron sustituir el “estado empresario” por el “estado regulador”.
No obstante, el punto esencial
es que la empresa estatal puede y debe hacer cosas que no puede hacer la
empresa privada sin sacrificar rentabilidad. Además de objetivos comerciales, para
garantizar su autofinanciación, la empresa estatal tiene objetivos de política
pública, objetivos extra-comerciales, que entran en conflicto con la
maximización del beneficio. Una empresa estatal maximizando ganancias para
financiar al gobierno repugna a la mentalidad liberal.
Es bajo estos términos que
debe discutirse la propuesta de la ministra Irene Vélez de abandonar
parcialmente la vinculación del precio interno de los combustibles al precio
internacional; vinculación basada en el supuesto equivocado de que este es el costo
de oportunidad de Ecopetrol.
En efecto, que Ecopetrol, por
razones de gobierno corporativo, se rija por normas de derecho privado, no
cambia el hecho esencial de que su capacidad de refinación está destinada al
abastecimiento del mercado interno. Por tanto, su precio de venta mayorista debe
ser un promedio ponderado del precio internacional y de su costo unitario de
refinación.
Es absurdo que cuando sube el precio del petróleo solo
se beneficie la clase política que controla el gobierno nacional y las
entidades territoriales, mientras que, para el conjunto de los ciudadanos, los
supuestos dueños de Ecopetrol, lo que debería ser un alivio, se convierte en
una tortura por la voracidad fiscalista. Por ello, además de modificar la
fórmula, deben eliminarse todos los escandalosos impuestos sobre la gasolina,
equivalentes a 33% del precio final. Ese si sería el cambio.
LGVA
Mayo de 2023
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