jueves, 16 de enero de 2020

Venecia: ciudad de fortuna


Venecia: ciudad de fortuna[1]


Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista


La historia de Venecia es absolutamente fascinante, especialmente para quienes creemos que la libertad de comercio es el fundamento de la prosperidad del mundo y de toda la civilización occidental. Se dice que su fundación se remonta al año 421, cuando grupos de ciudadanos romanos buscaron refugio en las marismas de la desembocadura del Po, huyendo de los bárbaros longobardos y hunos, que, en el 476, encabezados por Odoacro, podrían término al imperio romano de occidente deponiendo al patético Rómulo Augústulo, su último emperador.

El relato de Roger Crowley comienza en el año 1000, cuando ya las galeras venecianas se enseñoreaban por todo el Mediterráneo Oriental comerciando en todos los puertos, guerreando con sus muchos enemigos y saqueando tesoros a la menor oportunidad. Los restos de San Marcos, cuyo León Simbólico marcaría la temida enseña veneciana, habían sido robados de Alejandría, por dos intrépidos mercaderes, en 828.

Ya Venecia era rica y poderosa cuando, en agosto 1198, el Papa Inocencio III convocó a la cristiandad a la Cuarta Cruzada con el propósito de reconquistar a Jerusalén que en 1187 había caído en poder de los infieles liderados por Saladino. Como emisarios del Papa, grandes señores de Europa llegaron a Venecia a suplicar su participación en esta empresa, que culminaría con el saqueo de Constantinopla, después del cual la Serenísima República sería aún más rica y más poderosa, con sus naves llegando a los lugares más extremos del Mar Negro, conectándose así con la Ruta de la Seda que les permitía a sus comerciantes traficar con el remoto Imperio Chino. 

Con un territorio continental minúsculo, sin tierras para el pastoreo o la agricultura, sin minas o yacimientos de productos minerales explotables, los venecianos, desde los inicios, se vieron obligados a comerciar, transformando progresivamente su ciudad en el único lugar del mundo de entonces organizado para comprar y vender. No podemos ni sabemos vivir de otra manera que comerciando, se lee en carta dirigida al Papa en 1343, pidiendo su autorización para establecer relaciones comerciales con los musulmanes.

Durante siglos, en Venecia se compraba y se vendía de todo y en sus comercios del Rialto y en sus depósitos había de todo en abundancia. Pero había dos productos típicamente venecianos: sus extraordinarios barcos y el codiciado Ducado, fundamento y expresión de su poderío. Hasta la aparición de Portugal en el escenario internacional, con Enrique el Navegante, probablemente solo los genoveses, sus eternos rivales, competían con los venecianos en la industria naval; mientras que sus ducados de oro o plata, los dólares de la época, eran recibidos en lugares tan remotos como la India, sin dudas sobre su peso y ley.

La toma de Constantinopla por los otomanos en 1453, que llevó a la pérdida de bastiones comerciales en el Mar Negro y de varias islas del Egeo, afectó duramente el poderío veneciano. Pero fueron los viajes de Colón y, especialmente, de Vasco de Gama los que socavarían de forma persistente y duradera las bases del comercio veneciano. Un comerciante de la época, comentando las noticias procedentes de Portugal que daban cuenta del regreso de Vasco de Gama de la India, en septiembre de 1499, por la ruta del cabo de Buena Esperanza, escribió en su diario:

“Debido a estas noticias, la cantidad de todo tipo de especias descenderá enormemente en Venecia; los compradores habituales, que comprenderán las noticias, bajarán, pues serán reticentes a comprar aquí”  

La narración de Crowley llega hasta 1500, pero la historia de La República de Venecia se extenderá por casi trescientos años más durante los cuales, en lo que fue un largo pero honroso repliegue, los venecianos lucharán por mantener su independencia política y defender su libertad comercial.  En 1797, Venecia es invadida por las tropas de Napoleón, poniendo fin a la República, cuyos territorios serán repartidos entre Francia y Austria en el Tratado de Campo Formio. Desaparece así el estado que Crowley, a manera de conclusión,  describe de la siguiente forma:  

“Fue el único estado del mundo cuyas políticas de gobierno estaban únicamente dirigidas a fines económicos. No había ninguna fisura entre su clase política y sus comerciantes. Era una república dirigida por y para emprendedores y su gobierno legislaba a tal efecto”.

LGVA

Enero de 2020.




[1]Crowley, Roger.  Venecia, ciudad de fortuna: auge y caída del imperio naval veneciano. Editorial Ático de los libros. Barcelona, 2016.

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