Los 90 años del Gran Crack de la
bolsa de Nueva York y las lecciones aprendidas[1]
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
El próximo martes 29 de octubre se cumplen 90 años del
crack de la bolsa de Nueva York - el célebre martes negro- que los
historiadores toman como el inicio de la Gran Depresión de los años 30. Además
de sus desastrosos efectos inmediatos, entre los cuales se cuenta el ascenso
del Nazismo en Alemania, la Gran Depresión tuvo consecuencias que todavía
afectan la economía y la política de todos los países del mundo como son el
derrumbe del sistema monetario del patrón oro y la implantación de monedas fiduciarias nacionales gestionadas por un banco central y el prodigioso crecimiento de la
intervención del gobierno en la economía.
El desarrollo económico caracterizado por una sucesión
de fases de expansión alternadas con fases de recesión, separadas por crisis
financieras que marcaban en fin de las primeras y el inicio de las segundas,
era un fenómeno que había llamado la atención de los economistas desde mediados
del siglo XIX. Se reconoce a Clément Juglar (1819-1905) como el primero en
haber dado cuenta de forma sistemática de esa alternancia en una obra,
publicada en 1862, cuyo título describe con precisión el fenómeno analizado: Las
crisis comerciales y su reaparición periódica en Francia, Inglaterra y Estados
Unidos. En sus cálculos, Juglar estableció que entre cima y cima (o entre
sima y sima) ese ciclo tenía una duración de unos 10 años. Durante las primeras décadas del siglo XX, el
estudio de los ciclos económicos ocupaba la atención de muchos economistas y
estadísticos.
Que se presentara pues una crisis financiera en
octubre de 1929 y que a esta siguiera una recesión era algo que no sorprendía a
ningún economista. En los más de 100 años anteriores se habían presentado 10 de
ellas: 1816, 1825, 1836, 1847, 1857, 1866, 1873, 1890, 1907 y 1921. Entonces como hoy, cualquier economista sabe
que todo auge llegará a su término en medio de una crisis financiera y que será
seguido por una recesión. Lo que ninguno puede establecer con certeza científica
es la fecha en la que se producirá la inflexión y si tiene alguna buena
conjetura, seguramente, en lugar de divulgarla, tratará de sacarle partido con una
especulación provechosa.
No existe consenso, quizás nunca lo habrá, entre los
historiadores económicos y los economistas, sobre las causas que provocaron que
la recesión se transformara en la profunda depresión que duró 10 años y se
extendió a casi todos los países del mundo[2]. Hay, no obstante, un par
de hipótesis bastante plausibles que tienen además el interés de responder al
interrogante sobre las lecciones aprendidas objeto de este diálogo. Se trata de
los errores de política monetaria del Sistema de la Reserva Federal (FED) y la
guerra comercial que se desató después de que Estados Unidos adoptara el
arancel proteccionista Smoot Hawley.
Las cosas, que iban bastante mal después del colapso
de la bolsa, empeoraron un año más tarde con el pánico bancario que, según
muchos analistas como Milton Friedman, se desató con la quiebra del Banco de
los Estados Unidos de Nueva York. Este era un banco privado, no un banco
oficial, como mucha gente creía a causa de su nombre, lo que lo hacía más
atractivo para muchos depositantes. Ni los demás bancos de la ciudad ni el
Banco de la Reserva Federal de Nueva York quisieron acudir a su rescate,
subestimando, probablemente, el alcance de sus relaciones con otros bancos y la
economía real. Aunque ya otros bancos habían quebrado antes del de los Estados
Unidos, esta quiebra desató un pánico de tal magnitud que al poco tiempo
condujo a la quiebra de la tercera parte de los bancos del País. En Europa se
presentó una situación similar.
La ley de aranceles Smoot-Hawley se había aprobado en
la Cámara de Representantes en mayo de 1929, pasó por el Senado en abril de
1930 y se promulgó en junio de este mismo año. Aunque, después del fracaso de
negociaciones internacionales tendientes a evitar una guerra arancelaria,
varios países habían subido sus aranceles, la promulgación del arancel
Smoot-Hawley causó una especie de reacción en cadena que, si no lo provocó por
si misma, contribuyó a la severa contracción del comercio internacional que en
4 años se redujo a una tercera parte.
Hay que decir en honor de mi profesión que la mayoría
de los economistas de Estados Unidos desaprobaron la adopción del arancel
Smoot-Hawley: más de mil de ellos le dirigieron al presidente Hoover una carta
en la que le suplicaban se abstuviera de promulgarlo, explicándole que para que
los otros países pudieran comprar los productos de Estados Unidos había que
comprarles los suyos[3]. En cuanto a la política
monetaria, los economistas también sabían que, si bien el crecimiento excesivo
del crédito era responsable de los auges exagerados que terminaban en crisis,
una vez sumidos en ella no quedaba más alternativa que aplicar una “política
monetaria expansiva a ultranza”, como la denominó Hayek, para evitar un colapso
mayor.
La crisis financiera de 2008 fue, desde el tema que
aquí interesa, un experimento a escala global del grado en que el mundo había
aprendido por lo menos esas dos lecciones de los años 30.
En su momento, me causó gran preocupación el fracaso
de las negociaciones para rescatar a Lehman Brothers y que la FED permitiera
que esta venerable institución se declarara en bancarrota el 15 de septiembre
de 2008. Dos días más tarde se rectificó el rumbo y la FED acudió al rescate de
American International Group (AIG), con un préstamo de ochenta y cinco mil
millones de dólares. AIG había tenido un comportamiento irresponsable, como
buena parte de las entidades financieras que entran en situación de insolvencia,
pero era un 50% más grande que Lehman y operaba en 130 países, tenía más de 74
millones de clientes y las empresas aseguradas empleaban 106 millones de
personas[4]. En Europa el Banco de
Inglaterra y el Banco Central Europeo también rescataban bancos privados,
llevaban las tasas de interés al piso y, como la FED, inyectaban liquidez a la
economía comprando toda clase de títulos de deuda públicos y privados.
Prácticamente todos los países permanecieron fieles a
las reglas de la Organización Mundial de Comercio y a los tratados de libre
comercio suscritos entre ellos. Inicialmente, el comercio mundial sintió el
impacto de la crisis y es así como entre 2008 y 2009 las importaciones
mundiales cayeron un 23%, al pasar de US 15,8 billones a US$ 12,2 billones. Sin
embargo, se recuperaron rápidamente y en 2010 y 2011 crecieron vigorosamente a
tasas 20% en cada uno de esos años. Posteriormente continuaron aumentando,
aunque a tasas inferiores, 2% anual. La gráfica, construida con datos de
Kindleberger[5]
y de la OMC[6],
muestra la evolución del índice del comercio mundial de mercancías en las dos
grandes crisis. El contraste no puede ser más marcado.
También se tomó conciencia, y esta sería una tercera
lección, de que los auges exagerados, ocasionados por políticas de crédito
extremadamente laxas, que llevan a inversiones descabelladas, se traducen, a la
postre, en recesiones más profundas. De ahí la idea de usar la política
monetaria y la política fiscal para tratar de suavizar el ciclo, generando, en
el caso de la segunda, ahorro en las expansiones para gastarlo en las
recesiones. Aunque el mecanismo es bien conocido, no es fácil lograr siempre que
los gobiernos procedan de esa forma.
Además de las lecciones mencionadas, que podríamos
llamar lecciones de política económica práctica, la crisis tuvo otras dos
grandes consecuencias de alcance más estructural, que se extienden en todo mundo
económico actual: el papel preponderante de la banca central y el prodigioso
crecimiento de la intervención del estado en la economía.
En 1929 la FED era una institución relativamente nueva
pues había sido establecida en diciembre de 1913. Los bancos centrales de los
países europeos eran mucho más antiguos mientras que los países de América
Latina se crearon casi todos a comienzo del siglo XX. El de Colombia nace en
1923. Lo importante a destacar es que, con la desaparición del patrón oro, esos
bancos fueron asumiendo el control de la emisión de la moneda nacional
fiduciaria en cada país lo que les confiere un enorme poder sobre la orientación
y la expansión del crédito, que les permite provocar catástrofes o evitarlas.
Se ha buscado poner un límite al uso arbitrario de ese poder haciendo que los
bancos centrales se ajusten a ciertas reglas de emisión y tratando de
sustraerlos al juego político, dándoles un estatuto de autonomía. En Colombia
dicha autonomía se consagró en la Constitución de 1991 y ha sido fundamental
para el control de la inflación y la estabilidad macroeconómica del País.
La otra consecuencia de la crisis, tal vez la más profunda
y duradera, es el crecimiento de la intervención del estado en la economía,
supuestamente fundamentado en la teoría económica. Keynes consiguió venderle a
mundo y, durante mucho tiempo a buena parte de la profesión, la idea de que la
crisis era el resultado de una falla estructural de la economía capitalista que
hacía necesaria la intervención del gobierno para remediarla. En 1930, en un
intercambio con Josiah Stamp, gran industrial británico, Keynes, irritado,
preguntó:
“¿No es la mera existencia del
desempleo generalizado, y por cualquier período de tiempo, un absurdo, un
reconocimiento del fracaso y una avería desesperada e inexcusable de la
maquinaria económica?”
A lo que Stamp respondió:
“Su lenguaje es bastante violento.
No esperará usted que se puedan reparar los daños de un terremoto en unos pocos
minutos, ¿no? Objeto a la postura de que el no poder reparar una complicada
maquinaria de inmediato es el reconocimiento del fracaso”[7]
El hecho es que prevaleció, y aún prevalece en la
mente de la mayoría de la gente, la postura de Keynes, no la de Lord Stamp.
Keynes era un hombre inteligente y extremadamente
elocuente, rasgo este que hace que la gente parezca dos o tres veces más
inteligente de lo que es en realidad. Keynes retomó una vieja idea procedente
de Malthus, que había sido refutada una y otra vez por distinguidos
economistas, y para exponerla se inventó todo un lenguaje y unos agregados cuyo
desarrollo dio lugar a una nueva rama de la disciplina económica: la
macroeconomía.
Aunque el planteamiento de Keynes es mucho más sutil,
la idea que quedó en la mente de la gente es que el gasto total, que él llamó
demanda agregada, puede ser insuficiente para comprar el total de la
producción, que llamó oferta agregada. Y que esa insuficiencia podía – y debía-
ser suplida por un “gasto autónomo” del gobierno financiado con deuda. Para los
políticos de entonces y los de hoy, que no se detienen en sutilezas como las
expectativas racionales o la equivalencia ricardiana, la idea de gastar hoy sin
aumentar los impuestos es música celestial. También lo es para la profesión económica
que veía de golpe abierta la puerta a los empleos como asesores de los “policy
makers”.
Por supuesto que no puede responsabilizarse a Keynes de
todo lo que vino después. A lo sumo puede decirse que él le dio respetabilidad entre
los economistas al cambio, que venía gestándose desde años atrás, en la actitud
intelectual y emocional de la sociedad frente a la expansión de las órbitas de
intervención del gobierno, frente al crecimiento del tamaño del estado, que
progresivamente condujo, a lo largo siglo XX a que - con pocas excepciones - los
economistas, los filósofos y científicos políticos, la opinión pública en
general y, por supuesto, los políticos y los burócratas, se convirtieran en
adoradores del Leviatán, clamando por su intervención en todas las áreas de la
vida económica y social.
Bibliografía
Bernanke, B.S. (2015, 2016). El valor de actual: memoria de una crisis y sus secuelas. Editorial
Planeta, Bogotá, Colombia, 2016.
Irving, N. (2013, 2014). Los alquimistas: tres banqueros centrales y un mundo en llamas. Editorial
Planeta, Bogotá, 2014.
Feliu, G. y Sudria, C. (2007). Introducción a la historia económica mundial. Universidad de
Valencia, Valencia, España, 2007.
Kindleberger, Ch. (1986, 2009). La crisis económica 1929-1939. Editorial Capitán Swing. Madrid,
España, 2009.
LGVA
Octubre de 2019.
[1] Estas notas se prepararon
para participar en un diálogo sobre la Gran Crisis promovido por el Centro de
Pensamiento Estratégico de la Universidad EAFIT que dirige el profesor Juan David
Escobar Valencia. La idea era destacar las lecciones que de esa crisis habían
extraído los economistas y los responsables de la política económica. Agradezco
al profesor Escobar por haber creído, tal vez equivocadamente, que yo tenía
algo interesante que decir a propósito de ese tema.
[2] Sobre a profundidad y alcance de la
depresión pueden leerse el libro de Kindleberger y los capítulos 14, 15 y 16
del texto de Feliu y Sudria mencionados ambos en la bibliografía. Como
ilustración basta una cita de este último: “Para comprender la magnitud de la
crisis basta con decir que, en 1932, el PIB de EE.UU. había caído un 30%
respecto a 1929, la producción industrial un 40%, la inversión un 90% y casi
una cuarta parte de la población activa estaba en paro. Además, al estallar la
Segunda Guerra Mundial en 1939, el país no había recuperado el nivel de empleo
ni de producción industrial de 1929. La situación no era mucho mejor en el
resto del mundo” Páginas 342-343.
[3] “Economists
Against Smoot-Hawley” en Econ Journal Watch Volume 4, Number
3, september 2007, pp 349.
[4] Bernanke, B.S. (2015, 2016). El valor de actual: memoria de una crisis y
sus secuelas. Editorial Planeta, Bogotá, Colombia, 2016. Página 13.
[5] Kindleberger, Ch. P. (2009). La
crisis económica 1929-1939. Editorial Capitán Swing, Madrid, 2009. Página
281.
[6] World
Trade Organization (2016). Trade Profiles 2015. Página 193. https://www.wto.org/english/res_e/booksp_e/trade_profiles15_e.pdf
[7] Irving, N. (2013, 2014). Los alquimistas: tres banqueros centrales y
un mundo en llamas. Editorial Planeta, Bogotá, 2014. Página 519.
Excelente. Lo envié a mis estudiantes
ResponderEliminarGuillermo, en tu artículo analizas los ciclos de 10 años. Hay ciclos de larga duración, de 70 años o mas. Para el 2019 ya estamos en el ciclo de larga duración. Se viene una gran crisis?
ResponderEliminarInteresante el artículo. Hay ciclos de larga duración, digamos que ocurren cada 70 o mas años. Según la teoría en el 2019 ocurriría el de larga duración. Se viene una gran depresión?
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