domingo, 4 de mayo de 2014

Gary Stanley Becker y el enfoque económico de la conducta humana


Gary Stanley Becker y el enfoque económico de la conducta humana

(1930 – 2014)


Luis Guillermo Vélez Álvarez

Economista, Docente Universidad EAFIT


Me entristece la muerte de Gary Becker. La lectura de su bello libro “Tratado sobre la familia”, la primera de sus obras que conocí, fue para mí toda una revelación. Como muchos economistas de mi generación, estaba interesado en la aplicación del análisis económico al estudio de lo que creíamos eran los problemas reales de la economía: inflación, desempleo, devaluaciones, crisis, subdesarrollo, etc. De ahí que nos inclináramos, naturalmente, por la macroeconomía. La microeconomía, que estudiamos en el impotable libro de Ferguson, nos resultaba demasiado abstracta, excesivamente formalizada y alejada de la realidad. Por ello fue fascinante ver la forma en que Becker aplicaba con brillantez inigualable el instrumental microeconómico – en particular la teoría marshalliana de la demanda, que para él era el hallazgo más importante de la economía – al análisis de cuestiones como la decisión de casarse, separarse, tener hijos y otras muchas cuyo estudio creía reservado a la sociología o la antropología.

Gary Becker es en efecto uno - sino el más importante – de los economistas que en los años 60 y 70 ampliaron las fronteras del análisis económico sometiendo al escrutinio científico (intuición, teoría, verificación empírica) toda una serie de fenómenos - familia, discriminación, crimen, salud, educación, legislación, política, etc. – que parecían del dominio de otras ciencias sociales. Imperialismo económico, llamó Gordon Tullock ese movimiento de aplicación de los métodos de la economía más allá de los aspectos puramente pecuniarios o mercantiles de la vida.  La enseñanza, la investigación y el ejercicio profesional de la economía cambiaron radicalmente, para bien, a partir de los trabajos de Becker.

Sus distintos trabajos fueron en efecto una sucesión de pequeñas revoluciones.  Revoluciones en tono menor, pero tan significativas para la profesión como las altisonantes revoluciones keynesiana y marginalista de las que hablan los manuales de historia del pensamiento económico. Todo empezó con su tesis de doctorado, a los 25 años, dedicada al estudio de la discriminación racial. El tema y, sobre todo, el método: aplicación del análisis económico a mercados no monetarios, se apartaban de los caminos trillados. Después vendrían la obra que le daría renombre, “El capital Humano: análisis teórico y empírico”, de 1964, y aquella por medio de la cual ejercería su influencia en la formación de varias generaciones de economistas, su “Teoría Económica”, de 1971.

En efecto, este último libro es la síntesis de su enseñanza de microeconomía a estudiantes de pre-grado en la Universidad de Chicago. Siempre prefirió enseñar en pre-grado por considerar que esos años son los más decisivos para la formación del capital humano. No llamó a su libro “Manual de microeconomía” o nada parecido. Teoría Económica, simplemente, pues eso que denominamos micro-economía es la esencia del análisis económico. No se interesó por los problemas abstractos del equilibrio general walrasiano. Tampoco se interesó por la macroeconomía pues creía que la economía aporta poco al pronóstico de los cambios en la actividad económica. Fue un marshalliano, como su maestro Milton Friedman. “El instrumento analítico más importante que se ha inventado para simplificar la comprensión del mundo económico – escribió – es el análisis de la oferta y la demanda, que fue llevado a su desarrollo máximo por Alfred Marshall”[1]

Su mayor contribución es sin duda la de haber aplicado el método marshalliano al análisis de los aspectos no-mercantiles o no-pecuniarios de la conducta humana. En la introducción a la obra que reúne sus más importantes artículos, “The Economic Approach to Human Behavior” nos revela el temprano origen de lo que sería el rasgo distintivo de su ejercicio profesional. “En el colegio me sentía atraído por los problemas estudiados por los sociólogos y por las técnicas analíticas usadas por los economistas”[2]. En su tesis doctoral realizaría por primera vez esa síntesis, si se permite la expresión, aplicando las técnicas económicas al estudio de la discriminación racial. Después vendrían estudios sobre la fertilidad, la educación, el crimen, el matrimonio, el altruismo, la interacción social, la democracia y otra serie cuestiones que supuestamente pertenecían al dominio de otras disciplinas. Cada vez Becker estaba más convencido, convenciendo de paso a la profesión, de que el enfoque de la economía es aplicable a todos los campos de la conducta humana. Y la razón de ello es simple:

“Es claro – escribe - que el enfoque económico no está restringido a los bienes materiales y las necesidades, tampoco a lo puramente mercantil. Los precios, bien sea los precios monetarios del mercado o los precios sombra imputados al sector no-mercantil, miden el costo de oportunidad de usar recursos escasos y por tanto el enfoque económico predice la misma clase de respuesta para los precios sombra y los precios monetarios”[3].

Donde hay escasez todas las decisiones tienen un costo de oportunidad y por tanto hay lugar para el análisis económico. Con honestidad intelectual, Becker reconoció que la aplicación del enfoque económico a los fenómenos no-mercantiles no es nueva. Se encuentra, nos informa, en Smith, Bentham e incluso en Marx y sus seguidores. La novedad de los trabajos de Becker y de toda la ilustre serie de economistas que bajo su influencia o de forma independiente ampliaron campo de la economía radica en la aplicación sistemática de los supuestos de conducta maximizadora, equilibrio de mercado y estabilidad de las preferencias.

En 1985, Becker empezó a publicar una columna en Business Week, escrita en colaboración con su esposa la historiadora Guity Nashat. Durante 15 años mantuvo esa columna y en ella presentaba al público en general los resultados de su trabajo académico y el de otros economistas en los más diversos campos del comportamiento humano. Esos artículos fueron reunidos en un libro titulado “La economía cotidiana” que es una introducción extraordinaria a su obra y, de paso, una refutación de los prejuicios populares más arraigados sobre cuestiones sociales y política pública. Este ir contra la corriente de las ideas populares, que es el sino de los buenos economistas, le valió el ser calificado de conservador o reaccionario. A ello respondió:

“...soy un liberal en el sentido clásico o europeo de la palabra, y prefiero un sistema político-económico descentralizado, así como un ambiente social que garantice la libertad de escoger, siempre y cuando la libertad de una persona no provoque un daño tangible y evidente a los demás”[4]


LGVA

Mayo de 2014.




[1] Becker, G.S. (1971). Teoría Económica. Fondo de Cultura Económica, México, 1977. Página 17.
[2] Becker, G.S. (1978). The Economic Approach to Human Behavior”. The University of Chicago Press, 1978. Página 8.
[3] Idem. Página 6.
[4] Becker, G.S. y Nashat Becker, G. (2002).  La economía cotidiana. Editorial Planeta Mexicana, México, 2002. Página 20.

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