domingo, 2 de diciembre de 2012

Madonna y el precio de las capuchas


Los conciertos de Madonna y el precio de las capuchas

 Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT

 
Los dos conciertos de Madonna en Medellín estuvieron pasados por agua, especialmente el segundo, al que tuve el gusto inmenso de asistir. Llovió sin pausa durante las dos horas que duró; sin embargo nadie se mojó, excepto La Reina, que no eludió bailar y pasearse por la pasarela a cielo abierto de su espléndido escenario. No nos mojamos los “fans”. Todos estábamos arropados en las capuchitas de plástico blanco que la mano invisible del mercado puso a nuestra disposición. Una amiga mía compró la suya cuando ya el aguacero era un hecho y no había la más mínima esperanza de que acabara pronto. Pagó $ 10.000 por la misma capucha que en la afueras del estadio, antes de cruzar el primer “anillo de seguridad”, costaba $ 3.000. Son unos especuladores que abusan de la necesidad – exclamó, molesta, mi amiga. Traté de explicarle que la capucha de la entrada era un bien económicamente diferente a la capucha dentro del estadio un vez que ha empezado a llover. Con esto no conseguí sino hacer aumentar su enojo. Luego me he encontrado con que otras personas con mejor entrenamiento en economía que mi amiga -  y que también compraron sus capuchas en el último momento - comparten su molestia y su forma de razonar. Creo por ello que es necesario hablar del precio o, mejor aún, de los precios de la capuchas
Aunque seguramente fueron muchos más, personalmente pude constatar que las capuchas tuvieron cuatro precios, entre las 5 de la tarde y las once de la noche del 29 de noviembre. El primero, $ 2.000, a la salida de la estación del Metro. Unos cuantos pasos antes de pasar el primer puesto de control de las boletas, el precio de las capuchas era  de $ 3.000. Dentro del estadio, antes de que comenzara la lluvia,  había llegado a $ 5.000.  Finalmente, cuando ya llovía a cantaros, alcanzaron las capuchas su máximo precio: $ 10.000.
Los primero que hay que señalar es que los miles de “fans” que estuvieron dispuestos a pagar por ellas tuvieron sus capuchas porque  uno o varios empresarios decidieron “apostarle” a la lluvia durante los conciertos y asumieron los costos ciertos de su producción buscando el beneficio incierto de su venta. Esta es la esencia del ser empresario: asumir costos ciertos en espera de un beneficio incierto. Pudieron haber perdido parte o la totalidad de su inversión. También los minoristas que vendieron las capuchas a la salida del metro actuaron como empresarios: al situarse en ese lugar y al fijar ese precio asumieron un riesgo. El minorista que sitúa justamente antes del puesto de control queriendo vender las suyas a $ 3.000 está asumiendo un riesgo mayor: muchos de sus clientes potenciales pueden haber comprado antes, pueden decidir volver hasta la salida del metro y ahorrarse $ 1.000 ó arriesgarse y pasar el punto de control sin comprar la capucha. Se sitúa allí porque estima que aunque venda una menor cantidad podrá hacerlo a un mayor precio. Ya dentro del estadio las capuchas se ofertan a $ 5.000. Evidentemente los vendedores que están en las graderías tienen más poder de mercado que sus colegas de fuera del estadio: la gente no puede salir a buscar un menor precio. No obstante, han asumido un riesgo mayor pues los improvidentes que se abstuvieron de comprarlas en las afueras a menor precio  pueden ser pocos o los riegos de lluvia podrían haberse disipado. Una vez que la lluvia se desató y se hizo evidente que no escamparía durante un buen rato el precio se disparó y llegó a los $ 10.000 que pagó mi improvidente amiga. Ciertamente el vendedor, al que mi amiga no quiso comprarle la capucha por $ 5.000 sólo 20 minutos antes “abusó” del poder de mercado que le daba San Pedro, pero al hacerlo estaba beneficiando sin proponérselo a mi propia amiga aunque ésta no lo podrá creer nunca. Volveré sobre este punto.
Hemos analizado el tema del lado de la oferta. Veamos ahora el lado de la demanda. Al salir del metro el comprador mira al cielo y observa que hay unos cuantos nubarrones pero piensa que no son muchos y que lo más probable es que los disipe el viento. Para él entonces la capucha no vale el precio al cual se la ofrecen y se abstiene de comprarla. Llegado al punto de control puede suceder que hayan caído sobre su cabeza una o dos gotas de lluvia. Se sentirá arrepentido de no haberla comprado a $ 2.000 y estará tentado a asumir el costo de volver sobre sus pasos en busca del primer vendedor o de aceptar, a regañadientes, el nuevo precio de $ 3.000 al que se la ofrece el segundo. También puede ocurrir que no se haya operado ningún cambio en el estado de la naturaleza en la forma en que él lo percibe y que con su expectativa de lluvia inmodificada la capucha continúe valiendo para él menos de $ 2.000. Hay que notar que tanto compradores como vendedores están haciendo una apuesta sobre el estado de la naturaleza. Una vez dentro del estadio la situación de mercado evoluciona ostensiblemente en favor de los vendedores en el caso de que la amenaza de lluvia sea más acentuada. Si por el contrario, las nubes se disipan lo más probable es que no alcancen a vender sus capuchas ni siquiera al precio de $ 2.000.  En todo caso, en la noche del 29 de noviembre, la naturaleza favorecía a los vendedores: una hora antes del concierto se desató un aguacero que permitió mantener el precio de $ 5.000 y los compradores se precipitaron. Pero aún después del aguacero inicial persistían los recalcitrantes: como ya llovió fuertemente no lloverá de nuevo. Esa era su apuesta.  Finalmente se desató el aguacero que duró todo el concierto y lo detallistas pudieron vender las pocas capuchas que aún tenían al precio maravilloso, para ellos, de $ 10.000. Ciertamente “abusaron”, como dijo mi amiga, o aprovecharon la oportunidad, como dijeron ellos.
En todo caso, al “abusar” del precio los minoristas estaban asignando las capuchas a quienes, como mi amiga, les atribuían un mayor valor en ese momento. Si hubieran mantenido el precio de $ 5.000 habrían tenido que racionar el mercado por otro procedimiento: fila, estatura de los clientes o capacidad de hacerse oír. En cualquiera de los casos mi amiga probablemente habría quedado excluida, se habría mojado y hoy estaría resfriada. (Seguramente el resfriado sería yo: mi incorregible caballerosidad me habría obligado a cederle mi capa.)
Supongamos que un regulador hubiera determinado por algún procedimiento que el precio “justo” de la capucha era de $ 2.000, sin que importara el lugar o el momento en que se vendiera. Esto no elimina el estado de la naturaleza, la probabilidad de lluvia, que está incidiendo sobre el mercado de las capuchas: impide que se exprese por la vía del precio; por tanto el ajuste se producirá por las cantidades. En efecto,  la mayoría o todos los vendedores se localizarían lo más cerca posible de la salida del metro. Muy pocos se situarían en el punto de control de las boletas. ¿Por qué habrían de hacerlo? Seguramente venderán una menor cantidad y al mismo precio que a  la salida del metro. En cuanto a los vendedores situados dentro del estadio tienen la certeza de vender menos capuchas que sus competidores de fuera y, en caso de que la amenaza de lluvia se disipe, seguramente no venderán nada y habrán perdido la inversión. No tendrían incentivos para asumir el riesgo.
Como el regulador no puede modificar las percepciones ni la conducta de los “fans”, lo más probable es que los improvidentes continúen siéndolo y que lleguen al interior del estadio sin capucha. Si la lluvia se desata, como ocurrió el pasado 29 de noviembre, seguramente no encontrarán capuchas suficientes y las pocas que encuentren tendrán que disputarlas por algún procedimiento casi-violento (colas, tumultos, gritos, etc.) pues no habrá ningún especulador que abuse de la situación fijando un precio que las asigne a los que les dan mayor valor. Si el 29 de noviembre el regulador hubiese fijado el precio "justo" de las capas seguramente La Reina no habría sido la única mojada.
 
LGVA
Diciembre de 2012.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Una reforma tributaria contra la clase media: como de costumbre.


Una reforma tributaria contra la clase media: como de costumbre.

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT
 

“Evitar los impuestos es el único esfuerzo intelectual que tiene recompensa” J. M. Keynes
“Los ricos no son como nosotros, pagan menos impuestos” Peter De Vries
“El arte de los impuestos consiste en desplumar al ganso de forma tal que se obtenga la mayor cantidad de plumas con el menor ruido” J. B. Colbert
“Hay dos clases distintas de personas en la nación, aquellos que pagan impuestos y aquellos que reciben y viven de los impuestos.” T. Paine
 

Cuando el gobierno anuncia una reforma tributaria, lo que ocurre cada uno o dos años, la clase media se llena de pavor. Los impuestos son ideados, aprobados, ratificados y recaudados por quienes viven de ellos. Es decir, por lo burócratas del ejecutivo, los congresistas, los políticos, etc. Los llamados pobres, es decir, la inmensa mayoría de los que votan en las elecciones, están siempre al abrigo de casi todas las contribuciones y las pocas que pagan les son devueltas con creces mediante múltiples subsidios, dádivas graciosas y todo tipo de transferencias  en el marco de lo que se denomina el gasto público social. En cuanto a los ricos, ellos cuentan siempre con sus lobistas, sus políticos serviles y sus asesores tributarios para impedir, evitar, eludir o evadir buena parte de las cargas que gravitan sobre sus fortunas. La fuerza electoral de la clase media es insignificante y puede ser despreciada. Sus agremiaciones – cuando existen – están atomizadas. Usualmente no protesta en las calles, no provoca disturbios ni motines: de ella es poco lo que se puede temer.  A pesar de ser la que más contribuye, la clase media tiene una influencia muy escasa o nula en la aprobación de los impuestos. Si la tuviera muy seguramente el tamaño del gobierno sería moderado y las cargas fiscales sustancialmente menores. Pero no es así. Por ello no es sorprendente que en Colombia, como en la mayoría de los países democráticos, el gasto público y con él los impuestos que inexorablemente lo financia tiendan a crecer.

Para precisar los términos y ponerlos en consonancia con los empleados en la exposición de motivos de la reforma tributaria, por clase media se entiende el conjunto de personas naturales cuyo ingreso bruto mensual está entre 5 y 20  millones de pesos. Este segmento de la población parece ser el principal objetivo de la reforma  tributaria pues según el Ministerio de Hacienda su tarifa efectiva del impuesto de renta es del 5% en promedio[1]. Ignoro la forma cómo se llega a esta cifra. Aplicando todas las deducciones y exenciones contempladas en el actual estatuto tributario es prácticamente imposible que un ingreso bruto mensual de 12 millones tenga una tarifa efectiva inferior a 14%. Pero hay algo más grave aún. El Ministerio de Hacienda parece creer que el de renta es el único impuesto que paga la clase media. Se olvida de más de 20 tributos y contribuciones nacionales, departamentales y municipales que gravan sus ingresos y propiedades. La tabla 1 presenta una estimación no exhaustiva de los impuestos pagados en 2011 por un contribuyente de clase media que tuvo una renta líquida de $ 147 millones. 
En conjunto nuestro contribuyente pagó $ 51 millones; es decir, el 35% de sus ingresos o, si se prefiere, poco más de 4 meses de sus ingresos anuales. Por mucho menos que eso se hizo la Revolución Francesa; cuyo lema inicial, es bueno recordarlo, era: un gouvernement à bon marché. Un gobierno barato.

Tabla 1

Según el gobierno el principal objetivo de la reforma tributaria es estimular la generación de empleo y combatir la informalidad. Para ello se propone eliminar los parafiscales, reducir a 25% la tarifa de renta a las empresas y crear el llamado impuesto para la equidad del 8% sobre la renta, pomposamente denominado CREE.  Cree el gobierno con esto se favorece a las empresas intensivas en empleo. Las cuentas del gobierno pueden resumirse en la tabla 2.

Tabla 2
 
 
La reforma parece neutral para las empresas intensivas en capital, pero implica una reducción de 7 puntos porcentuales a las empresas intensivas en trabajo. No se sabe si esto aumentará el empleo, pero es claro que la eliminación de los paraficales genera un hueco fiscal. El gobierno sostiene que la reforma no busca incrementar el recaudo, pero tampoco reducirlo. El hueco fiscal debe llenarse de alguna forma. ¿De dónde? No es difícil adivinarlo.  El gobierno espera recaudar, para compensar las eliminación de los parafiscales,  5 billones de pesos de las rentas de las personas naturales.

Para desplumar a la clase media la reforma tributaria se ha inventado el IMAN: Impuesto Mínimo Alternativo Nacional. La cosa es muy simple: para determinar la base gravable se deducen de los ingresos brutos los pagos por seguridad social, los gasto en salud no cubiertos por el POS, las pérdidas en calamidades públicas (¿?) y los parafiscales de empleo doméstico. Al mismo tiempo, la reforma tributaria suprime la exención sobre el 25% de la renta de los asalariados y  elimina los beneficios tributarios por aportes voluntarios a fondos de pensiones y a las cuentas AFC, que habían estimulado el ahorro de la clase media. Se eliminan, igualmente, las deducciones por gastos de educación de los hijos y por intereses pagados en créditos de vivienda – otro desincentivo al ahorro – y las deducciones por medicina prepagada. Se propone, incluso, que ésta sea gravada  con un IVA del 16%.  En pocas palabras: se eliminan todos los beneficios tributarios que favorecían a  la clase media y que estimulaban el ahorro y la inversión en educación, salud y vivienda. Esta es la reforma tributaria.

LGVA
Octubre de 2012

 



[1] Ministerio de Hacienda, Proyecto de Ley de Reforma Tributaria. Exposición de motivos, gráfico 19, página 70.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Las divas subsidiadas


Las divas subsidiadas

Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista, Docente Universidad EAFIT.

 Como casi todos los seres humanos soy un admirador desinteresado – bueno, más o menos  desinteresado - de la belleza, la riqueza y el poder. Experimento especial simpatía por Paola Turbay, Juanita Acosta, Angie Cepeda y tantas otras hermosas y talentosas actrices colombianas que engalanan con sus figuras las páginas de las revistas que siguen la vida de las gentes famosas y adineradas. Me molesta, no obstante, saber que contribuyo a su sustento, sin recibir de ellas ninguna muestra de gratitud.
Desde hace años existe el llamado Fondo para el desarrollo cinematográfico (FDC). Dicho fondo se nutre de una contribución para-fiscal, creada por la ley 814 de 2003,  incluida en el precio de la boleta pagado por todos los que asistimos a la salas de cine en Colombia. Todos – pobres o ricos, blancos o negros, grandes o chicos – contribuimos a la financiación del FDC. Desde su creación y hasta 2011 el Fondo ha recaudado más de $ 73.000 millones que han permitido la financiación de dos o tres películas memorables y  casi 100 bodrios cinematográficos, entre los que se encuentra “Mamá, tómate la sopa”, desvergonzadamente dirigido por un tal Mario Rivero García - ¿el hijo del poeta? – y deplorablemente interpretado por la encantadora Paola Turbay.   Sólo es rescatable, en ese esperpento, la actuación de Consuelo Luzardo.


El FDC, al igual que su antecesor FOCINE, fue creado con el propósito de promover la industria cinematográfica colombiana. En otras palabras, para subsidiar una actividad que es incapaz de generar en el mercado los ingresos que garantizan su sostenibilidad. En efecto, desde su creación, los ingresos del FDC han crecido sustancialmente, pasando de $ 1.851 millones, en 2003, a $ 15.729 millones en 2011. También ha crecido el número de películas subsidiadas y el subsidio promedio de por película. Las cifras parecen alentadoras. El único problema es que cada vez es menor el número de espectadores por película subsidiada: 116.605, en 2012, frente a 350.862, en 2006, año de máxima taquilla promedio.  
 
 
La gente que trabaja en el negocio del cine – al igual que los que trabajan en teatro, música clásica, poesía, etc. – están convencidos de la importancia social de su actividad y reclaman del gobierno los ingresos que son incapaces de obtener en el mercado con la venta de sus servicios. Su prédica ha sido exitosa y es así como proliferan las salas de teatro subsidiadas - a las que escasamente asisten los mismos actores y sus familiares -  las casas, los recitaderos  y los festivales de poesía financiados con los recursos públicos, etc. También se subsidia el ballet, la zarzuela y la ópera. Algún día habrá que examinar el impacto redistributivo de esas transferencias y su efecto sobre la productividad de las actividades beneficiadas. Por lo pronto, volvamos al cine.

La mediocridad del cine colombiano – revelada por el desinterés de los espectadores frente a sus productos - es el resultado de la propia política de subsidios. Anualmente el FDC realiza convocatorias que “buscan apoyar de manera integral y en forma no reembolsable mediante asignaciones directas y gratuitas de recursos (…) proyectos cinematográficos colombianos en todas sus etapas pasando desde el desarrollo de guiones y proyectos, producción, posproducción, hasta las de promoción distribución y exhibición”. Es decir, se garantizan de entrada unos ingresos que superan el 40% de los obtenidos en taquilla. Naturalmente con este esquema, el incentivo es a la producción del mayor número de películas para obtener la mayor cantidad de recursos del fondo. Que la película sea de buena o mala calidad – es decir, que lleve o no espectadores a la sala – es algo que carece de importancia puesto que el ingreso básico está garantizado.
El impuesto a las boletas de cine es regresivo pues la tarifa es la misma para todos los espectadores y estos en su mayoría son personas de estratos bajos. Más regresiva aún es la asignación del subsidio pues sus beneficiarios principales son glamorosas actrices, apuestos actores, atareados directores y todos los integrantes de la variopinta farándula colombiana. La empleada de aseo de mi oficina – doña Carmen -  es una furibunda cineasta que detesta el cine colombiano - es muy malo, doctor, esas películas parecen telenovelas, es su opinión. Ojalá no lea este artículo: no me atrevo a revelarle que parte de su ingreso gastado semanalmente en las salas de cine va a parar a los bolsillos de Juanita Acosta, Angie Cepeda, Harold Trompetero o el insufrible Dago García.

Pero esta inequidad redistributiva podría perdonarse si el resultado fuera la producción de algunas películas de calidad y si los beneficiarios de los subsidios se mostraran un poco agradecidos. Sería mejor que el subsidio fuera una suma fija por cada espectador efectivo de la película y, naturalmente, que fuese pagado al final del primer año de exhibición de la película. De esta forma los Dagos, los Trompeteros, los Rivero, los Cabreras y todos los demás tendría que asumir riesgos y probablemente se esforzarían por hacer películas que atrajeran a los espectadores. Las divas subsidiadas también se esforzarían y seguramente desistirían de los vergonzosos papelones como el cometido por mi adorada Paola Turbay en “Mamá, tómate la sopa”. Tendríamos menos películas colombianas, pero seguramente de mejor calidad.

LGVA
Septiembre de 2012.


 

domingo, 23 de septiembre de 2012

Pensamiento Económico. Lección VII . Adam Smith y el nacimiento de la economía política


Lección VII

Adam Smith y el nacimiento de la economía política

Luis Guillermo Vélez Álvarez.
Economista, Docente Universidad EAFIT.

1

Adam Smith nace en Kirkcaldy, Escocia, en 1723, y muere en Edimburgo, en 1790, a la edad de 67 años. Después de concluida su educación básica en su pueblo natal, estudia 3 años en la Universidad de Glasgow, donde recibe la enseñanza de Francis Hutcheson (1694-1746), filósofo irlandés reconocido como el padre de la Ilustración Escocesa. Posteriormente estudia en Oxford y después de siete años vuelve a Escocia para ocupar la cátedra de filosofía moral[1] en las universidades de Edimburgo y Glasgow, ejerciendo como docente durante 12 años. En 1763, es designado tutor del Duque de Buccleuch, lo que le permite viajar durante 3 años por Suiza y Francia. En este país conoce a Quesnay, Turgot, Voltaire y a otros pensadores de la ilustración y se familiariza con sus obras. A su regreso a Escocia se consagra a la redacción de su obra La Riqueza de las Naciones, a la que le dedicará 12 años.  En vida, Smith publicó dos obras: La teoría de los Sentimientos Morales, en 1759, y La Riqueza de la Naciones, en 1776[2]. Postumamente se publicaron:  Essays on Philosophical Subjects, en 1795; Lectures on Justice, Police, Revenue, and Arms, en 1896, y Lectures on Rhetoric and Belles Lettres, en 1963. En 1976, con ocasión del segundo centenario de La Riqueza de la Naciones se publicó la Glasgow Edition of the Works and Correspondence of Adam Smith (Oxford University Press, 1976-83).

2

Empecemos por el principio:

“El trabajo anual de cada nación es el fondo que en principio la provee de todas las cosas necesarias y convenientes para la para la vida y que anualmente consume el país. Dicho fondo se integra siempre con el producto inmediato del trabajo, o con lo que mediante dicho producto se compra de otras naciones. De acuerdo con ello, como este producto o lo que con él se adquiera, guarda una proporción mayor o menor con el número de quienes la consumen, la nación estará mejor o peor surtida de las cosas necesarias y convenientes para apetecidas. Ahora bien, esta proporción se regula en toda nación por dos circunstancias diferentes: la primera, por la aptitud, destreza y sensatez con que generalmente se ejercita el trabajo, y la segunda, por la proporción entre el número de los empleados en una labor útil y aquellos que no lo están”[3] 

Hay varias cosas para destacar:

Una definición de riqueza que contrasta con la visión mercantilista. La riqueza es el flujo anual de producción de la nación en relación con el número sus habitantes. La riqueza de la nación no es el tesoro del estado, ni sus rentas, como pensaban los mercantilistas. “Conviene que el Príncipe sea rico y sus súbditos pobres” escribió Maquiavelo. A esta concepción se opone Smith. La riqueza de la nación es la riqueza de los individuos que la conforman. Más adelante, en el capítulo 8 sobre los salarios escribe lo siguiente:

“Los criados, los trabajadores y los operarios de todas las categorías constituyen la mayoría de toda sociedad política de importancia. En consecuencia, no puede ser perjudicial para el todo social lo que aprovecha a la mayor parte de sus componentes. Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables. Es, por añadidura, equitativo que quienes alimentan, visten y albergan al pueblo entero participen de tal modo en el producto de su propia labor que ellos también se encuentren razonablemente alimentados, vestidos y alojados”[4].

Esa riqueza, es decir, la proporción entre el producto anual (P) y el número de habitantes (H) depende de la “la aptitud, destreza y sensatez” con la que se ejercita el trabajo, es decir, productividad del trabajo (T) y de la proporción entre trabajadores (T) y no trabajadores (NT).  Esto puede expresarse en la ecuación 1, donde las derivadas parciales son positivas.

P/H = f (P/T; T/NT)  (1)

Escribe Smith: “La abundancia o escasez de esa provisión depende más, al aparecer, de la primera que de la segunda de dichas condiciones”[5]. Es decir, de la productividad del trabajo, más que de la tasa de ocupación.

Ahora bien, el incremento en la productividad o, como dice Smith, el “progreso en las facultades productivas del trabajo” depende de la división del trabajo. Este es el tema del primer capítulo del libro I.

Leemos más adelante:

“Cualquiera sea el nivel de aptitud, destreza y sensatez con el que el trabajo se ejercita en una nación, la abundancia o escasez de su abastecimiento anual dependerá, mientras exista tal nivel, de la proporción entre el número de quienes anualmente se emplean en una labor útil y el de quienes no lo están de esta manera. El número de obreros útiles y productivos, como veremos más adelante, se halla siempre en proporción a la cantidad empleada en darles ocupación y al manera particular como éste se emplea”[6]

De acuerdo con lo anterior queda claro que uno de los temas fundamentales de la obra es la acumulación del capital pues de ésta depende el empleo productivo. El esquema analítico de La Riqueza de la Naciones se presenta en el Gráfico 1.

Gráfico 1
 

Libro 1. De las causas del progreso en las facultades productivas del trabajo y del modo como su producto se distribuye naturalmente entre las diferentes clases del pueblo. Una vez establecida en el capítulo 1 la forma en que la división del trabajo eleva la productividad, el estudio se centra en la distribución del producto para lo cual, por tratarse de una sociedad mercantil, es preciso comenzar por la teoría del valor o de los precios. Lo fundamental es establecer las leyes que rigen la formación del salario, el beneficio y la renta.

Libro 2. Sobre la naturaleza, acumulación y empleo del capital. Aquí se introducen los conceptos de capital fijo y capital circulante y los de trabajo productivo e improductivo. Hay una larga digresión histórica sobre el dinero y un capítulo teórico sobre el interés.

Libro 3. De los diferentes progresos de la opulencia en las distintas naciones. Es el más corto de todos y básicamente se trata de una digresión histórica sobre la acumulación de capital en diversos países de Europa. No aporta mucho desde el punto de vista de la teoría.

Libro 4. De los sistemas de economía política. Aquí es Smith se ocupa de la crítica de las teorías económicas de su tiempo, en particular, de la fisiocracia y del mercantilismo.

Libro 5. De los ingresos del Soberano o de la República. Contiene la teoría clásica del estado: su origen, sus funciones y la financiación. En este libro Smith establece las condiciones institucionales requeridas para el funcionamiento del mercado libre y competitivo cuya teoría se ha desarrollado en el libro 1. 

3

La división del trabajo y la productividad. “El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige por doquier, parecen ser consecuencia de la división de trabajo”[7]. Con esta palabra empieza el capítulo 1 de La Riqueza de la Naciones. La especialización eleva la productividad del trabajo. Son tres las razones por las que ello ocurre:

1.      La especialización hace que el trabajador adquiera mayor destreza lo cual  aumenta la cantidad producida por unidad de tiempo.

2.      Ahorro de tiempo que se pierde al pasar de una clase de operación a otra.

3.      Introducción de mejoras e innovaciones en los procesos de producción[8].

Observación. En su ejemplo de la fábrica de alfileres, que le sirve para ilustrar el efecto de la división del trabajo sobre la productividad, Smith se está refiriendo a lo que posteriormente se denominará “División Técnica de Trabajo”. Esta es ciertamente de gran importancia y es un rasgo característico de la economía industrial y de la economía moderna. Sin embargo, la que es relevante desde el punto de vista de la teoría es la que Marx denominará “División Social del Trabajo”, es decir, la especialización en diferentes actividades o ramas de producción que da lugar al intercambio. Naturalmente, es en esta última en la que está pensando Adam Smith.

Origen de la división del trabajo. Este es el tema del capítulo 2 que empieza de la siguiente forma:

“Esta división del trabajo, que tantas ventajas reporta, no es en su origen efecto de la sabiduría humana, que prevé y se propone alcanzar aquella general opulencia que de ella se deriva. Es la consecuencia gradual, necesaria aunque lenta, de una cierta propensión de la naturaleza humana que no aspira a una utilidad tan grande: la propensión a cambiar, a permutar, cambiar o negociar una cosa por otra”[9]

Dos observaciones:

·         Nadie se inventó, por así decirlo, la división del trabajo previendo sus enormes beneficios. Es un resultado de la interacción social. Aquí hay un concepto importante, central en el pensamiento de Smith: es la idea según la cual la interacción social produce resultados no esperados ni buscados por ningún agente en particular.

 

·         La propensión a cambiar es un rasgo de la naturaleza humana y por tanto, un postulado de la teoría. El origen de esa “propensión” puede eventualmente explicarse desde otro disciplina, pero no es un problema de la economía.

La especialización parece ser el resultado espontáneo y natural de la diferencias en la habilidades y propensiones de los individuos. Se ahonda como consecuencia del interés individual. Se lee:

“En una tribu de cazadores o pastores un individuo, pongamos por caso, hace las flechas o los arcos con mayor presteza y habilidad que los otros. Con frecuencia los cambia por ganado o por caza con sus compañeros y encuentra, al fin, que por este procedimiento consigue una mayor cantidad de las dos cosas que si el mismo hubiera salido al campo por su captura. Es así cómo, siguiendo su propio interés, se dedica a casi exclusivamente a hacer arcos y flechas, convirtiéndose en una especie de armero. Otro destaca en la construcción del andamiaje y del techado de sus pobres chozas o tiendas, y así se acostumbra a ser útil a sus vecinos que le recompensan igualmente con ganado o caza, hasta que encuentra ventajoso dedicarse por completo a esa ocupación, convirtiéndose en una especie de carpintero constructor.  Parejamente otro se hace herrero o calderero, el de más allá curte o trabaja pieles, indumentaria habitual de los salvajes. De esta suerte, la certidumbre de poder cambiar el exceso del producto de sus propio trabajo, después de satisfechas sus necesidades, por parte del producto ajeno  que necesita, induce al hombre a dedicarse a una sola ocupación, cultivando y perfeccionando el talento o el ingenio que posea para cierta especie de labores”[10]

Este es un párrafo fundamental. Puede interpretarse como un planteamiento teórico del surgimiento de la especialización a partir de los individuos aislados. Es una cuestión análoga a la forma como la ciencia política explica, desde Hobbes, el surgimiento de la sociedad política. 

El punto de partida son los individuos aislados que se especializan buscando su propio beneficio. ¿Y cuál es ese beneficio?. Naturalmente, tener a su disposición una mayor cantidad de bienes que la que tenía antes de la especialización. Esto significa que el individuo debe conocer las condiciones técnicas de producción antes y después de la especialización. Pero además de conocer esas condiciones técnicas, el individuo debe tener la seguridad de que puede cambiar el excedente sobre su propio consumo del producto en el que se especializa, pues de otra forma incurriría en una pérdida. ¿Y cómo adquiere el individuo esos conocimientos?. No lo sabemos, son postulados de la teoría: “un individuo, pongamos por caso, hace las flechas o los arcos con mayor presteza y habilidad que los otros”, escribe Adam Smith. Y más adelante: “…la certidumbre de poder cambiar el exceso del producto de su propio trabajo una vez satisfechas sus necesidades, por una parte del producto ajeno que necesita, induce al hombre a dedicarse a una sola ocupación, cultivando y perfeccionando el talento o el ingenio que posea para cierta especie de labor”

Son pues dos la hipótesis que deben formularse para plantear el problema de la especialización de individuos previamente aislados:

H1: Conocimiento de las condiciones técnicas de la producción antes y después de la especialización.

H2: Certeza de poder cambiar el excedente por encima de su propio consumo del producto en el que se especializa.

Veamos el caso de 2 individuos (A y B) y dos bienes (X y Y).  Las funciones de producción antes y después de la especialización son las presentadas en la tabla 1.

Tabla 1
 
Pero no basta que los agentes tengan la certeza de intercambiar sus excedentes; es necesario que lo hagan a determinados precios. Si A se especializa en X y cambia su excedente de 6 unidades de X por una unidad de Y saldría perdiendo con la especialización y el intercambio pues tendría 1 de Y, frente a 2 que tenía antes de la especialización. ¿Cuáles son esos precios?

Para A la especialización y el intercambio resultan beneficiosos si y solo si:

ΔX*Px ≥ 2y*Py   es decir si Py/Px  ≤ ΔX/2y

Para B lo serán si y solo si:

ΔY*Px ≥ 2x*Px   es decir si  Py/Px  ≥ 2x/ ΔY

Por lo tanto, la razón de intercambio debe estar en el siguiente intervalo:

2x/ ΔY ≤  Py/Px  ≤ ΔX/2y

Con ΔX = 6, ΔY = 4 y  Px = 1, la razón de intercambio sería:

0.5    Py/Px  ≤ 3

En el caso de dos agentes y dos bienes el sólo conocimiento de las técnicas de producción permite llegar a una razón de intercambio que resulta beneficiosa para ambos agentes.

Ahora bien, ¿qué ocurre en el caso de tres o más agentes?

La tabla 2 muestra las funciones de producción de tres agentes antes y después de la especialización.
 
Tabla 2
 
Se cumplen las condiciones que posibilitan la especialización, a saber:

ΔXa > Xb + Xc           10  > 2 + 2

ΔYb > Ya + Yc           10 > 4 + 4

ΔZc > Za+ Zb            8  > 2 + 4

Donde Xb,  Xc, Ya, Yc, Za, Zb  son las cantidades producidas antes de la especialización y los  Δ las cantidades adicionales a su propio consumo producidas por cada agente.          

Por otra parte, la certeza de que cada agente podrá cambiar el exceso de producción sobre su propio consumo implica que:

ΔXa = xb + xc

ΔYb =  ya + yc

ΔZc =  za+ zb

Donde xb, xc,  ya, yc,  za, zb son las cantidades compradas de cada bien. Es decir, el exceso de la producción de cada agente sobre su propio consumo es igual a las cantidades compradas de ese bien por los otros dos agentes.

De acuerdo con lo anterior, pueden plantearse las siguientes ecuaciones de intercambio:

ΔXPx =  yaPy + zaPz

ΔYPy =  xbPx + zbPz

ΔZPz =  xcPx+ ycPy

El valor de lo que vende cada agente es necesariamente igual al valor de lo que compra. Claramente una ecuación puede deducirse de las otras dos. Por ello el sistema se reduce a:

ΔXPx =  yaPy + zaPz

ΔYPy =  xbPx + zbPz

Py = 1

Las cantidades ΔX y  ΔY son conocidas. Si tomamos Py como numerario, quedarían 6 incógnitas (ya, za, xb, zb, Pz, Px) y sólo tres ecuaciones. Por tanto, el sistema es indeterminado. Este sistema tiene solución si y solo si las cantidades intercambiadas son conocidas antes del cambio. Pero conocer las cantidades intercambiadas equivale a conocer los precios. Esto implica que los agentes conozcan la regla de formación del valor de cambio.

La conclusión que resulta de ello es la siguiente: sólo en el caso particular de dos agentes y dos bienes es posible deducir la especialización de los individuos previamente aislados a partir de las hipótesis planteadas: conocimiento por cada individuo de las técnicas de producción antes y después de la especialización y la certeza de poder cambiar el excedente de su producción una vez se ha especializado. En el caso de más de 3 bienes y tres individuos es necesario además que exista una regla de formación del valor de cambio y que los agentes las conozcan. Este será el tema que Smith abordará en el capítulo 6. Pero antes se ocupa de desarrollar ciertas ideas necesarias para la comprensión de la que allí planteará.

4

El capítulo 3 empieza de la siguiente manera:

“Así como la facultad de cambiar motiva la división del trabajo, la amplitud de esta división se halla limitada por la extensión de aquella facultad o, dicho en otras palabras, por la extensión del mercado. Cuando éste es muy pequeño, nadie se anima a dedicarse por entero a una ocupación por falta de capacidad para cambiar el sobrante del producto de su trabajo, en exceso de su propio consumo, por la parte que necesita de los resultados de la labor de otros”[11]

Siguen después una serie de referencias históricas que ilustran el avance de la división del trabajo. Mucho más adelante señalará que en la economía capitalista[12] el aumento de la división del trabajo estará determinado por la acumulación de capital:

“…la misma causa que hace subir los salarios – el aumento de capital – tiende a incrementar las facultades productivas y hace que una cantidad más pequeña de trabajo de trabajo produzca mayor cantidad de obra. El dueño del capital, que emplea un gran número de obreros, procura por su propia ventaja hacer una distribución y división de ocupaciones que le procure la mayor cantidad de obra posible. Por la misma razón, procura adquirir la mejor maquinaria que tanto él como sus operarios consideren necesaria. Mas este fenómeno, que  se advierte entre los trabajadores de una manufactura se extiende, por la misma razón, a cuantos forman parte de una gran sociedad”[13].

5

El capítulo 4 está dedicado al origen y uso de la moneda. Allí expone la visión canónica del tema ya presente en muchos otros autores anteriores. Puede resumirse en los siguientes puntos:

·         La moneda surge para superar el inconveniente del trueque: la coincidencia de necesidades.

“Cuando comenzó a practicarse la división del trabajo, la capacidad de cambio se vio con frecuencia cohibida y entorpecida en sus operaciones. Es de suponer que un hombre tuviera de una mercancía más de lo que necesitaba, en tanto que otro disponía de menos. El primero, en consecuencia, estaría dispuesto a desprenderse del sobrante, y el segundo, a adquirir una parte de ese exceso. Mas si acontecía que este último no contaba con nada de lo que el primero había menester, el cambio entre ellos no podía tener lugar”[14]

·         La moneda es una mercancía aceptada por todos o la mayoría de los cambistas.

“A fin de evitar inconvenientes de esta naturaleza, todo hombre razonable, en cualquier período de la sociedad, después de establecida la división del trabajo, procuró manejar sus negocios de tal forma que en todo tiempo pudiera disponer, además de los productos de su propia actividad, de una cierta cantidad de cualquier otra mercancía, que a su juicio escasas personas serían capaces de rechazar a cambio de los productos de su respectivo esfuerzo”[15].

·         Los metales preciosos tienen propiedades naturales que los hacen más aptos para servir de moneda que cualquier otra mercancía.

“…en todos los países resolvieron los hombres, por diversas razones incontrovertibles, dar preferencia para este uso a los metales, sobre todas las demás mercancías. Éstos no sólo se conservan con menos pérdidas que cualquier otro artículo, pues contadas cosas son menos perecederas, sino que, además, se pueden dividir sin menoscabo en las partes que se quiera, o fundir de nuevo en una sola masa, cualidad que no poseen otras mercancías igualmente durables. Es precisamente esta propiedad la que los convierte en instrumentos aptos para la circulación y el comercio”[16]

Posteriormente explica el la aparición de la acuñación:

“La dificultades e inconvenientes de pesar con exactitud dichos metales dieron origen a la técnica de la acuñación. Las improntas que cubrían ambos lados de la pieza y, a veces, los bordes, se proponían atestiguar no sólo la finura sino el peso del metal”[17].

Cuenta también cómo la acuñación se convirtió en un atributo del poder político y señala que:

“A mi modo de ver, en todos los países del mundo la avaricia e injusticia de los príncipes y estados soberanos abusaron de la confianza de los súbditos, disminuyendo grandemente la cantidad real de metal que originariamente deberían contener las monedas”[18]

Esta es una alusión a lo que ha debido ser una práctica corriente de los estados en la acuñación de la moneda metálica para tratar de proveerse de ingresos adicionales.

Más adelante tratará el tema del papel moneda, que estaba surgiendo en la época, y señala:

“Todo el papel moneda, representado por cualquier clase de efectos, que circula libremente en un país, no puede ni debe exceder el valor del oro y la plata cuyo lugar ocupa o que si circularía en él – suponiendo que el volumen de comercio es el mismo – si no hubiera aquella clase de dinero”[19]

De lo dicho deben destacarse lo siguiente:

La moneda es una mercancía y por tanto su valor está regido por las mismas reglas de valor de cambio que las demás mercancías. La acuñación y el papel moneda son mejoramientos técnicos de la circulación monetaria. El oro y la plata tienen propiedades naturales que los hacen adecuados para ser moneda, es decir, para ser medio de cambio generalmente aceptado. Lo que determina finalmente el valor de la moneda de oro o plata es su mayor o menor dificultad de producción. Señala Smith:

“El oro y la plata, como cualquier otro bien, cambian de valor, unas veces son más caros, y otras más baratos; una veces son más fáciles, y otras, más difíciles de adquirir. La cantidad de trabajo que una determinada cantidad de esos metales puede adquirir o de la cual permite disponer, o la cantidad de otros bienes que se pueden adquirir o de los cuales se puede disponer por su mediación, depende, en todo caso, de la abundancia o escaso rendimiento de las minas que se conozcan en el momento en que dichos cambios se efectúan. El descubrimiento de las ricas minas de América redujo el valor del oro y de la plata, en el siglo XVI, a casi una tercera parte de su valor anterior. En la medida en que cuesta menos trabajo llevar esos metales de la mina al mercado, es menor el trabajo de otra especie que con ellos se puede adquirir; y aun cuando dicha revolución en el valor de los metales nobles has sido quizá las más grande, no es, sin embargo, la única de que guarda recuerdo la Historia. Ahora bien, de la misma manera que una medida que estuviese siempre cambiando su longitud como el pie natural, el palmo o el brazo, no podría ser una medida exacta de otras cosas, así una mercancía que varíe continuamente su propio valor, nunca podrá ser medida exacta del valor de otros artículos”[20].

Esta consideración es lo que lleva a Smith a introducir la distinción entre precio real y precio nominal de las mercancías. Por la razón indicada, el dinero no es una medida adecuada del valor aunque se la medida utilizada corrientemente por los agentes.

6

La cuestión de precio real es abordada en el capítulo 5.

“Todo hombre es rico o pobre según el grado en que pueda gozar de las cosas necesarias, convenientes y gratas para la vida. Pero una vez establecida la división del trabajo, es sólo una pequeña parte la que se puede procurar con el esfuerzo personal. La mayor parte de ellas se conseguirán mediante el trabajo de otras personas, y será rico o pobre, de acuerdo con la cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer o se halle en condiciones de adquirir. En consecuencia, el valor de cualquier bien, para la persona que lo posee y que no piense usarlo o consumirlo, sino cambiarlo por otros, es igual a la cantidad de trabajo que pueda adquirir o de que pueda disponer por mediación suya. El trabajo, por consiguiente, es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes”[21].

Es decir:

·         La riqueza del individuo depende de la cantidad del trabajo de otros que pueda comprar o comandar[22].

·         El valor de un bien depende de la cantidad de trabajo que con él se puede comprar o comandar.

Por tanto, la relación de cambio de los bienes “X” y “Y” puede expresarse de la siguiente forma:

Px/Py = Trabajo comandado por X/Trabajo comandado por Y (1)

Veamos ahora lo que ocurre, en lo que  Smith denomina “el estado primitivo y rudo de la sociedad que precede a la acumulación del capital y a la apropiación de la tierra”. Es decir, esa sociedad de cazadores y pescadores libres, dueños de sus instrumentos de trabajo y que pueden disponer sin restricciones de la tierra.

“En ese estado de cosas el producto íntegro del trabajo pertenece al trabajador, y la cantidad de trabajo comúnmente empleado en adquirir o producir una mercancía es la única circunstancia que puede regular la cantidad de trabajo ajeno que con ella se puede adquirir, permutar o disponer”[23]

Esta frase significa que el individuo conoce la regla del valor de cambio y esa regla consiste en el trabajo “comúnmente” empleado en producir la mercancía. Tomemos el caso de un individuo que trabaja 8 horas diarias y que las distribuye en la producción de los bienes X, Y y Z en la forma y con los resultados que se muestran en la tabla 3.

Tabla 3
 
El individuo sabe que si se especializa en la producción de X su productividad se duplica. Es decir con las 8 horas de trabajo podrá obtener 32 unidades. Descontando el consumo propio de 8 unidades, le queda un sobre-producto intercambiable de 24 unidades. Como la cantidad de trabajo propio invertido es la que determina la cantidad de trabajo ajeno que puede comprar, las 24 unidades le deben permitir adquirir 6 horas de trabajo de otros. La regla del valor de cambio, en la sociedad primitiva, es por lo tanto, la siguiente:

Px/Py = Trabajo empleado en X/Trabajo empleado en Y

=

Trabajo comandado por X/Trabajo comandado por Y (2)

El punto de partida es el individuo y su propio producto. Enfrenta el problema de la valoración de los bienes en términos de trabajo. Él debe establecer una correspondencia entre los bienes físicos y la cantidad de trabajo. Para ello es necesario que se cumplan dos condiciones:

Primera. Que el individuo pueda distinguir entre todas las actividades de la vida corriente aquellas que son trabajo de aquellas que no lo son. ¿Cómo lo hace?. Smith da algunas indicaciones:

“Iguales cantidades de trabajo, en todos los tiempos y lugares, tienen, según se dice, el mismo valor para el trabajador. Presuponiendo un estado de salud, de fuerza y de temperamento, de aptitud y destreza, ha de sacrificar siempre la misma proporción de comodidad, de libertad y de felicidad”[24].

Trabajo es entonces el sacrificio de comodidad, libertad y felicidad. Se trata evidentemente de un criterio completamente subjetivo. En la sociedad actual, trabajo es toda actividad remunerada. Este es un criterio objetivo.

Segunda. Admitiendo que el individuo pueda distinguir entre lo que es trabajo y aquello que no lo es; se plantea el problema de poder reducir el conjunto diverso de actividades consideradas como laborales o distintas clases de trabajo a una especie de trabajo homogéneo. El individuo no puede saber si es más o menos productivo comparando cantidades físicas de objetos heterogéneos. Smith es consciente de ese problema:

“Con frecuencia es difícil averiguar la relación proporcional que existe entre dos diferentes clases de trabajo. El tiempo que se gasta en dos diferentes clases de tarea no siempre determina de una manera exclusiva esa proporción. Han de tomarse los grados diversos de fatiga y de ingenio. Una hora de trabajo penoso contiene a veces más esfuerzo que dos horas de trabajo de una labor fácil, y más trabajo, también, la aplicación de una hora de trabajo en una profesión cuyo aprendizaje requiere el trabajo de diez años, que un mes de una actividad en una labro ordinaria y de fácil ejecución. Mas no es fácil hallar una medida idónea del ingenio y del esfuerzo”[25]

Cuando existe el trabajo asalariado podemos naturalmente deducir las relaciones entre las diversas clases de trabajo. Así podemos decir que una hora de trabajo del ingeniero que gana 15 veces el salario mínimo equivale a 15 horas de trabajo de un trabajador no especializado que gana ese mínimo. Pero suponer la existencia de trabajo asalariado implica suprimir el problema planteado cual es la determinación del valor por la cantidad de trabajo incorporado.

El trabajo solo puede medir el valor de cambio si es homogéneo. Si en principio el trabajo no es homogéneo debe convertirse en homogéneo. ¿Cómo se convierte el trabajo diverso en algo homogéneo?. En el mercado, en el intercambio. El mercado tiene como condición la equivalencia del valor, es decir, la confrontación de cantidades iguales de trabajo homogéneo y al mismo tiempo es el medio por el cual los trabajos diferentes se homogenizan.

Este es exactamente el mismo problema que encuentra Marx:

“… de aquí surge una nueva dificultad: de una parte las mercancías deben entrar en el proceso de cambio como tiempo de trabajo general materializado y de otra parte la materialización del tiempo de trabajo de los individuos como tiempo de trabajo general es ella misma el resultado del proceso de cambio”[26]

En otras palabras, la reducción de los trabajos diversos a cantidades de trabajo homogéneo es a la vez la condición y el resultado del intercambio.

Conclusión:

Si el trabajo privado no es directamente social el problema de la especialización no tiene respuesta. Los individuos aislados no pueden decidir si especializarse les es conveniente o no. Si el individuo aislado no tiene idea de la fijación de precios, no puede decidir se debe especializarse o no, pues no puede saber cuál es su interés. Es necesario que el individuo sepa que vendiendo su sobre-producto, el precio será tal que le permitirá comprar por lo menos tanto como aquello a lo que renuncia al especializarse. La regla del valor de cambio de la ecuación (2) le permite resolver esa dificultad con la condición de que la evaluación que él hace sea aceptada por los otros. Es decir, que su evaluación individual sea directamente una evaluación social. En otras palabras, hay que suponer la existencia de la división del trabajo y del intercambio.

7

Tan pronto como el capital se acumula y la tierra es apropiada privadamente, la regla del valor de cambio se modifica sustancialmente.

“En estas condiciones el producto íntegro del trabajo no siempre pertenece al trabajador; ha de compartirlo, en la mayor parte de los casos, con el propietario del capital que lo emplea. La cantidad de trabajo que se gasta comúnmente en adquirir o producir una mercancía no es la una circunstancia que regula la cantidad susceptible de adquirirse con ella, permutarse o cambiarse. Evidentemente, hay una cantidad adicional que corresponde a los beneficios del capital empleado en adelantar los salarios y suministrar los materiales de la empresa. Desde el momento que las tierras de un país se convierten en propiedad privada de los terratenientes, éstos, como todos los hombres, desean cosechar donde nunca sembraron, y exigen una renta hasta pro el producto natural del suelo”[27]

Llegamos pues a lo que algunos autores llaman la teoría de los componentes del precio. En efecto, el producto no se distribuye en especie entre el trabajador, el capitalista y el terrateniente. Lo que se distribuye es su precio o su valor entre el trabajador, el salario; el capitalista, el beneficio y terratenientes, la renta.  Todos estos ingresos, como cualquier precio, se miden por la cantidad de trabajo que pueden comprar o comandar.

“El valor real de todas las diferentes partes que componen el precio se mide, según podemos observar, por la cantidad de trabajo que cada una de esas porciones dispone o adquiere El trabajo no sólo mide el valor de aquella parte del precio que se resuelve en salario, sino también aquella que se traduce en renta y en beneficio”[28]

En consecuencia, el precio real de cualquier mercancía puede expresarse de la siguiente forma:

Precio real = Salario + Beneficio + Renta = Trabajo comandado (3)

La regla del valor de cambio será entonces:

Px/Py = (Sx + Bx + Rx)/Sy + By + Rx) = Trabajo comandado por X/Trabajo comandado por Y (4)

Para determinar el precio real de cualquier bien es preciso conocer el precio de los componentes. La teoría de los precios depende de la teoría de la distribución. Es necesario proceder a examinar las reglas que regulan el salario, el beneficio y la renta.

8

Antes de examinar las reglas que según Smith determinan el salario, el beneficio y la renta; es necesario establecer la formación del excedente en valor. Las técnicas de producción son conocidas. Una cantidad T de trabajo, que se asume homogéneo, permite producir una cantidad P de producto.

En el estado inicial el valor del producto es igual al valor del trabajo:

V (P) = V (T)  (1)

Para que aparezca un excedente en valor es preciso que el valor del producto sea superior al valor del trabajo:

V (P) = V (T) + α V (P) (2)

Ó

V (P) = V (T)/ (1 – α)  con 0 ≤ α < 1

Las relaciones anteriores pueden expresarse en términos de trabajo comandado. Si vt es el valor de una unidad de trabajo, el valor del trabajo V (T) es simplemente le producto de la cantidad de trabajo empleada (T) por el valor de la unidad de trabajo (vt). De la ecuación (1) se obtiene:

V (P) = vt T       ó       V(P)/ vt = T

Se obtiene el resultado según el cual la cantidad de trabajo comandada por el producto es igual al trabajo empleado en la producción.  El valor de producto se fija de tal forma que todo pertenezca al trabajador. La aparición del excedente significa la ruptura de esa igualdad. Es decir, el valor se forma de tal manera que el trabajador no se apropia ya de la totalidad del producto. De la ecuación 2 se obtiene:

V (P) =  vt T + α V (P)

V (P) - vt T =  α V (P)

V (P)/vt - T = α V (P)/ vt

Esta última expresión significa que el excedente es igual al trabajo comandado por el producto menos la cantidad de trabajo utilizada en la producción.  El excedente se forma en valor. El cambio en la formación del valor hace que un mismo producto se distribuya de otra manera.

Ahora bien, como ya se indicó, Smith propone una regla de formación del valor de cambio que puede denominarse regla de los componentes. El valor de cambio de cualquier mercancía es la suma simple de los valores de cambio de tres componentes que no tienen relación entre sí. Por ello, el valor de una mercancía varía en el mismo sentido en que varía cualquiera de sus componentes sin que se vea afectado ninguno de los demás. Un alza en los salarios eleva el precio de las mercancías sin afectar el beneficio. Esta es por supuesto una solución insatisfactoria y contradictoria con el mismo planteamiento de Smith. 

El beneficio se distingue sobre la base de un solo principio: su valor es proporcional al valor de capital invertido o, lo que equivale a lo mismo, la tasa de beneficio es igual en todas las ramas de la producción:

Bi = r Ki

Escribe Adam Smith:

“…el precio de la mayor parte de las mercancías se resuelve en tres partes. Una de ellas paga los salarios del trabajo; otra los beneficios del capital, y la tercera, la renta de la tierra, factores empleados en producirlas y llevarlas al mercado. El precio de algunas mercancías se descompone solamente de dos de las tres partes citadas, a saber: los salarios del trabajo y las ganancias del capital; en muy pocos casos consiste aquel en una sola, los salarios del trabajo. Pero el precio de todas las mercancías ha de resolverse necesariamente en alguna de las tres o en todas ellas, pues la que no se resuelve en renta o en salarios ha de rendir necesariamente un beneficio a cualquier persona. Siendo éste el caso, como hemos visto, respecto a cada mercancía particular, tomada separadamente, también ha de acontecer lo mismo respecto al conjunto de las que componen el producto anual de la tierra y del trabajo de cada país. El precio total o el valor en cambio de aquel producto anual no puede menos de resolverse necesariamente en esas tres partes, y distribuirse entre los habitantes del país, como salarios del trabajo, o como beneficios del capital, o como renta de la tierra.”[29]

De acuerdo con esto se puede escribir la ecuación del precio (3) de cualquier mercancía (i) y  el precio o valor de la producción total en la ecuación (4).

Pi = w Ti + r Ki + t Li   (3)

Ʃ Pi = w Ʃ Ti + r Ʃ Ki + t Ʃ Li

P = w T+ r K + t L   (4)

Donde (w) es el salario unitario o tasa de salario, (T) la cantidad total de trabajo empleada, (r) la tasa de beneficio, (K) el valor del capital empleado, (t) la renta por unidad de tierra y (L) la cantidad total de tierra empleada.

La solución de Smith al problema del precio es insatisfactoria. Es claro que de acuerdo con las ecuaciones (3) ó (4) las diferentes formas de ingreso – salario, beneficio y renta – pueden modificarse independientemente las unas de las otras. Si el salario (w) aumenta, por ejemplo, aumenta el precio del producto sin afectar los beneficios del capital o la renta. Este resultado es contradictorio con el planteamiento de Smith de acuerdo con el cual la aparición del excedente en valor implica una modificación del valor del producto de tal suerte que éste pueda comprar o comandar una cantidad mayor de trabajo que el empleado en su producción. Como se verá más adelante, es de esta consideración de donde parte la crítica de Ricardo a la teoría de Smith.

El precio de mercado de las mercancías, es decir, el precio al cual efectivamente se transan, puede diferir de lo que es Smith llama el precio natural. Más adelante se volverá sobre esta distinción, fundamental para la teoría de Smith y de toda la teoría clásica. Por el momento basta con señalar que en esta teoría es el precio natural el que rige el funcionamiento de la economía. Por ello es necesario estudiar la forma en que se determinan los niveles o tasas naturales del salario, el beneficio y la renta, cuya suma conforma el precio natural de las mercancías y de todo el producto social.

9

Empecemos por el salario. Smith trata la cuestión del salario en los capítulos 8 y 10. Allí se encuentran las siguientes proposiciones:

“El producto del trabajo constituye la recompensa natural o salario del trabajo (…) En el estado originario de la sociedad que precede a la apropiación de la tierra y a la acumulación del capital, el producto íntegro del trabajo perteneces al trabajador (…) Pero ese estado de cosas, en que el trabajador gozaba de todo el producto del trabajo, sólo pudo perdurar hasta que tuvo lugar la primera apropiación de la tierra y acumulación del capital”[30]

“Los salarios del trabajo dependen generalmente, por doquier, del contrato concertado por los común entre estas dos partes, y cuyos intereses difícilmente coinciden. El operario desea sacar lo más posible, y los patrones dar lo menos que puedan. Los obreros estás siempre dispuestos a concertarse para elevar los salarios, y los patronos, para rebajarlos”[31]

“Pero aun cuando en las disputas con los trabajadores gocen generalmente de ventaja los patronos, hay, no obstante, un cierto nivel por debajo del cual parece imposible que baje a lo largo del tiempo, el salario corriente de las ocupaciones de inferior categoría. El hombre ha de vivir de su trabajo y los salarios han de ser, por lo menos, lo suficientemente elevados para mantenerlo. En la mayor parte de parte de las ocasiones es indispensable que gane algo más que su sustento, porque de otro modo sería imposible mantener una familia y la raza de estos trabajadores no pasaría de la primera generación. Por ello (…) los trabajadores corrientes o de clase inferior, deben ganar en todas partes un jornal doble, por lo menos, del que sería suficiente para su propio sustento a fin de que cada cual, uno con otro, pueda mantener dos hijos, pues la labor de la mujer, que tiene que cuidar de todos ellos, apenas alcanzará para atenderse a sí misma”[32]

El nivel del salario resulta de una especie de puja distributiva entre trabajadores y empleadores. Existe un nivel por debajo del cual no puede descender el salario: el nivel que garantiza la reproducción de la clase trabajadora. El salario real está conformado por una canasta de bienes que permiten el sustento y reproducción del trabajador y su familia. Dicha canasta está determinada por condiciones biológicas y culturales. En todo caso está fijada por fuera del modelo económico. Conocida esa canasta (Q) y dados los precios de los bienes que la conforman (P) se determina el salario real en su nivel natural. El salario nominal (W) resulta de la interacción de la oferta y demanda de trabajo el mercado laboral.

SR =W/ ƩPiQi  (5)

El numerador y el denominador del lado derecho de la ecuación (5) son unidades monetarias. Por tanto el resultado de su división es un número sin dimensión cuyo valor de equilibrio es la unidad. En efecto, si W es igual a ƩPiQi ello significa que el salario nominal permite comprar exactamente la canasta de bienes que garantiza la reproducción de la clase trabajadora. Si el salario nominal es mayor o menor que el valor de la canasta, el salario real será mayor  o menor que la unidad; es decir, el salario nominal permitirá comprar una fracción mayor o menor de la canasta. Por tanto el nivel natural del salario real es siempre  igual a 1. Da aquí se sigue que para determinar el primer componente del precio real de una mercancía basta con conocer la cantidad de trabajo requerida para su producción y esta cantidad es un dato técnico que puede conocerse por fuera de toda relación económica. La participación del trabajo en las ecuaciones 3 y 4 puede determinarse sin ambigüedad.

10

La renta tiene también una tasa natural, según Smith. Veamos lo  dice al respecto:

“La renta, considerada como el precio que se paga por el uso de la tierra, es naturalmente el precio más elevado que el colono se halla en condiciones de pagar en las circunstancias en que la tierra se encuentra (…) es naturalmente un precio de monopolio. No guarda proporción con las mejoras que el propietario puede haber hecho en ella, ni con lo que la tierra puede rendir, sino más bien con lo que el colono esté dispuesto a dar.”[33]

“En términos generales, únicamente se puede llevar al mercado aquellas partes del producto de la tierra cuyo precio corriente alcanza para reponer el capital necesario para el transporte de los bienes, junto con sus beneficios ordinarios. Si el precio corriente sobrepasa ese nivel, el excedente irá a parar naturalmente a la renta de la tierra. Si no ocurre así, aun cuando el producto pueda ser llevado al mercado, no rendirá una renta al propietario. Depende de la demanda que el precio sea mayor o menor”.[34]

“La renta entra, pues, en la composición del precio de las mercancías de una manera diferente a como lo hacen los salarios y los beneficios. Que los salarios o beneficios sean altos o bajos determina que los precios sean, a su vez, elevados o módicos, mientras que una renta alta o baja es consecuencia del precio. El precio de una mercancía particular es elevado o bajo porque es necesario pagar salarios o beneficios altos o bajos para hacerla llegar hasta el mercado. Pero el que ese precio sea alto o bajo, o más o menos suficiente para pagar aquellos beneficios, da origen a que la renta sea mayor o menor, o que no haya absolutamente renta”[35].

Estas citas son suficientes para reconstruir analíticamente la teoría de la renta de Smith con las siguientes proposiciones:

·         La renta es un precio de monopolio.

·         La magnitud de renta es la diferencia entre el precio de mercado de la mercancía y el precio al cual se cubren exactamente el salario y el beneficio a sus niveles naturales.

·         La diferencia entre el precio de mercado y el precio natural depende de la demanda.

De lo anterior se sigue que la renta no hace parte del precio natural. Puede aparecer cuando el precio de mercado excede al precio natural y es más o menos grande según la magnitud de esa diferencia. En consecuencia, la renta está indeterminada. No hay una tasa natural o valor natural de la renta que haga parte del precio natural del producto.

11

El beneficio es el producto de la tasa de beneficio por el valor de capital invertido:

B = r*K

El beneficio es una forma de ingreso específica diferente del salario y la renta. Es diferente del salario porque no depende del trabajo del que lo recibe:

“Habrá acaso quien se imagine que estos beneficios del capital son sólo un nombre distinto de los salarios de una especie particular de trabajo, como es el de inspección y dirección. Pero son cosa totalmente distinta, regulándose por principios de una naturaleza especial, que no guardan proporción con la cantidad, el esfuerzo o la destreza de esta supuesta labor de inspección y de dirección”[36].

Es diferente de la renta porque ésta es un ingreso de monopolio en tanto que el beneficio es un ingreso asociado a la producción pues su existencia depende del capital avanzado por el propietario del capital. 

“Desde el momento en que las tierras de un país se convierten en propiedad privada de los terratenientes, éstos, como los demás hombres, desean cosechar donde nunca sembraron, y exigen una renta hasta por el producto natural del suelo”[37].

“Al cambiar un producto acabado, bien sea por dinero, bien por trabajo, o por otras mercancías, además de lo que sea suficiente para pagar el valor de los materiales y los salarios de los obreros, es necesario que se dé algo por razón de las ganancias que corresponden al empresario, el cual compromete su capital en esa contingencia. En nuestro ejemplo el valor que el trabajador añade a los materiales se resuelve en dos partes; una de ellas paga el salario de los obreros, y la otra las ganancias del empresario sobre el fondo entero de materiales y salarios que adelanta”[38].

Una vez esclarecida la especificidad analítica del beneficio, se plantea el problema de la determinación de su nivel natural. Sabemos que el beneficio es un componente del precio de las mercancías. Es implica que para conocer el precio de cualquier mercancía es necesario conocer antes el valor del beneficio. Sin embargo, el beneficio es proporcional al valor del capital avanzado, por lo tanto para conocer el beneficio es necesario conocer el precio de los diferentes elementos materiales que conforman el capital avanzado. Se sigue de esto que para conocer el beneficio es preciso conocer los precios y para conocer los precios es preciso conocer el beneficio. Que el beneficio y los precios deben determinarse de manera simultánea. Smith no resuelve de forma analítica este problema. Por ello puede decirse que en su sistema el beneficio está indeterminado y por tanto están indeterminados los precios.

12

Buena parte de los problemas enfrentados por Smith para determinar los precios naturales serán resueltos por Ricardo y Sraffa. Como ya se mostró el la Lección VI conocidas las técnicas de producción y dada una norma de distribución, es posible determinar los precios que garantizan la reproducción del sistema económico. Sin embargo, en la medida en que la economía descrita no es una economía centralizada es preciso establecer la forma en que los precios que se forman en el mercado convergen o se ajustan a los precios naturales. Esta no es una problemática exclusiva de la teoría clásica. En la teoría neo-clásica los precios de equilibrio se determinan a partir del conocimiento de la tecnología, las preferencias y las dotaciones de los agentes. También en este caso es preciso establece la forma en que el mercado conduce a esos precios de equilibrio.

 Smith aborda este problema en el capítulo VII. Estas son las proposiciones básicas:

·         “Cuando el precio de una cosa es ni más ni menos que el suficiente para pagar las renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado en obtenerla, prepararla y traerla al mercado, de acuerdo con sus precios corrientes, aquella se vende por lo que se llama su precio natural”[39].

·         “El precio efectivo a que corrientemente se venden las mercancías es lo que se llama su precio de mercado, y puede coincidir con el precio natural o ser superior o inferior a éste”[40].

·         “El precio de mercado de cada mercancía en particular se regula por la proporción entre la cantidad de ésta que realmente se lleva al mercado y la demanda de quienes están dispuestos a pagar el precio natural del artículo…”

Suponiendo que el capital está constituido únicamente por los salarios avanzados y que no hay renta, el precio natural de la  mercancía  (i) puede expresarse de la siguiente forma:

Pni = (1 + rn) wn Ti    (1)

La demanda que quienes están dispuestos a pagar el precio natural de la mercancía (i) se denomina demanda efectiva (Di) y puede definirse como el poder de compra afectivamente aportado al mercado para adquirir la cantidad (Qi) llevada al mercado. De acuerdo con lo anterior, el precio de mercado (Pm) de la mercancía (i) será:

Pmi = Di/Qi   (2)

Pmi Qi  = Di  (3)

De acuerdo con Smith, el precio de mercado puede coincidir con el precio natural o ser superior o inferior. Interesan los casos en los cuales el precio de mercado difiere del precio natural.

Veamos cómo se produce según Smith el proceso de ajuste. Seguiremos su propia descripción, intercalando en el texto las indicaciones que aluden a la representación del mercado del gráfico 2.

“Cuando la cantidad de una mercancía que se lleva al mercado (la cantidad Q1) es insuficiente para cubrir la demanda efectiva por todos cuantos se hallan dispuestos a pagar el valor íntegro de la renta, los salarios y el beneficio, que es preciso parar para situar el artículo en el mercado (en punto E) algunos estarán dispuestos a pagar más por ella. Por tal razón se suscitará entre ellos inmediatamente una competencia, y el precio de mercado subirá más o menos sobre el precio natural (hasta Pm1). (…) Cuando la cantidad llevada al mercado excede a la demanda efectiva (la cantidad Q2), no puede venderse entonces toda ella entre quienes estarían dispuestos a pagar el valor completo de la renta, salarios y beneficio que costó la mercancía hasta situarla en el mercado. Parte de ella tiene que venderse a los que están dispuestos a pagar menos, y este precio más bajo que ofrecen por ella, reducirá el de toda la mercancía. El precio de mercado bajará más o menos con respecto al natural (hasta Pm2)., según que la abundancia o escasez incremente más o menos la competencia entre los vendedores, o según que éstos se muestren más o menos propensos a desprenderse inmediatamente de la mercancía. (…) Cuando la cantidad llevada al mercado es justamente suficiente para cubrir la demanda efectiva (la cantidad Q0), pero no más, el precio de mercado coincide exactamente, o se aproxima, en lo que cabe, al precio natural (en el punto E). Toda la cantidad se vende a este precio, sin que se pueda obtener otro más alto”[41].

Gráfico 2
 
Lo descrito da cuenta del proceso de formación del precio de mercado. Es necesario considerar el proceso que se desencadena entre los productores a partir de las divergencias entre el precio natural y el precio de mercado. Veamos lo que dice Smith.

“Si alguna vez las remesas de mercadería exceden la demanda efectiva, alguna de las partes componentes del precio se pagará por debajo de su tasa natural. Si la porción afectada es la renta de la tierra, el interés de los dueños les inducirá a destinar parte de sus fincas a producir otros artículos, y si es el salario o el beneficio, el interés de los trabajadores, en uno de los caso, y el de los patronos en el otro, les inducirá a retirar rápidamente una parte de su trabajo o de su capital de este empleo. De este modo la cantidad que se ofrece en el mercado será en poco tiempo insuficiente para cubrir la demanda efectiva y todas las diferentes partes volverán a su nivel natural y el precio global a su precio también natural”[42]

En el gráfico la oferta se desplazará de Q2  hacia Q0. Cuando ocurre lo contrario la oferta se desplazará de Q1 hacia Q0. Leamos la descripción de Smith.

“Si, por el contrario, la cantidad llevada al mercado fuese, en ocasiones inferior a la demanda efectiva, alguna de las partes componentes de su precio se elevaría por encima de su nivel natural. Si es la renta, el interés de todos los demás terratenientes hará que dediquen más tierra para el cultivo de ese fruto; si es el salario o el beneficio, el interés de los otros trabajadores y negociantes les obligará pronto a emplear más trabajo y capital en la preparación de la mercancía y en el acarreo al mercado. La cantidad de mercaderías ofrecidas a los compradores pronto será suficiente para satisfacer la demanda efectiva, todos los componentes del precio bajarán prontos a su tasa natural y el precio global a su precio natural”[43].

Queda así descrito el proceso de ajuste del precio de mercado al precio natural[44].  Son convenientes algunas observaciones.

Ø  El proceso de ajuste se da a partir de los intercambios efectivamente realizados. Es decir, hay transacciones de compra venta a precios de mercado diferentes del precio natural. Este proceso difiere del proceso de ajuste walrasiano en el marco del cual no se realizan transacciones por fuera del precio de equilibrio. Este proceso es una especie de subasta en la cual el subastador propone un precio. Por su parte, los vendedores y compradores indican las cantidades que están dispuestos a vender o a comprar de dicho precio. Si las cantidades ofrecidas y demandadas son diferentes; el subastador propone un nuevo precio que será mayor o menor que el inicial según que la cantidad demandada sea mayor o menor que la cantidad ofrecida al precio inicial. El proceso se repite hasta encontrar un precio al cual las cantidades demandadas y ofrecidas sean iguales[45].

 

Ø  La curva de demanda representada en el gráfico 2 es una hipérbola equilátera de elasticidad unitaria de acuerdo con la descripción que hace Smith de la noción de demanda efectiva. Benetti, en el artículo citado, la llama curva de gasto natural. Durante el período de mercado de corto plazo dicha curva está dada, es decir, no se desplaza. Las cantidades efectivamente llevada al mercado, representadas por las por las rectas verticales determinan los precios de mercado. Estas ofertas son verticales porque los costos de producción están dados y no dependen de la escala de producción.

Ø  Las tasas naturales de los salarios, las rentas y los beneficios no se modifican durante el proceso de ajuste. Como las técnicas de producción están dadas, tampoco se modifican los precios naturales de las mercancías. Por ello como,  señala Smith, “el precio natural viene a ser, por esto, el precio central, alrededor del cual gravitan continuamente los precios de todas las mercancías”[46].

 

Ø  El proceso de ajuste no instantáneo ni de corto plazo. Se produce mediante el desplazamiento de la tierra, el trabajo y el capital desde las actividades donde sus remuneraciones de mercado están por debajo de sus tasas naturales hacia aquellas donde las exceden. Este ajuste en la estructura de la producción toma tiempo. Señala Smith: “Pero aunque el precio de mercado de una mercancía cualquiera está continuamente fluctuando, por así decirlo, alrededor del precio natural, a veces, ciertos accidentes, determinadas causas naturales u ordenanzas gubernamentales suelen mantener el precio del mercado de muchas mercancías, durante bastante tiempo, muy por encima del llamado precio natural”[47].  Y más adelante: “Tales alzas del precio de mercado son evidentemente efecto de varios acaecimientos particulares, pero su influencia puede durar muchos años consecutivos”[48].

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La teoría del proceso de ajuste expuesta es a la vez una teoría de la convergencia de los precios de mercados a los precios naturales y  una teoría de la asignación de los recursos productivos mediante un proceso descentralizado en el marco del cual - actuando en función de su propio interés – se produce una asignación globalmente eficiente como resultado no buscado deliberadamente por ningún agente en particular.  Veamos ahora los supuestos institucionales de dicho proceso.

Está en primer lugar el supuesto de la propiedad privada y, aparejada con ésta, la libertad de emplearla como convenga al interés de cada cual. Se lee en la Riqueza de las Naciones:

“La propiedad más sagrada e  inviolable es la del propio trabajo, porque es la fuente originaria de todas las demás. El patrimonio del pobre se halla en la fuerza y en la habilidad de sus manos, por lo que impedirle hacer uso de esas fuerza y de esa habilidad de la manera que juzgue más conveniente, y en tanto no perjudique a otra persona, constituye una violación manifiesta de su más sagrada propiedad. Equivale a una usurpación manifiesta de la justa libertad del trabajador y de aquellas personas que pudieran emplearle, pues se le impide al uno trabajar en lo considera más conveniente, y al otro darle ocupación den lo que le plazca. El juicio de si es apto o no para aquella tarea, puede sin duda encomendarse a la discreción de los patronos puesto que en ello radica su propio interés. La afectada preocupación del legislador por prevenir que se empleen personas incapaces es evidentemente tan absurda como opresiva”[49].

Esto es a la vez un postulado ético y económico: el sistema de libertad. Veamos cuales serían según Smith las consecuencias de aplicar sin restricciones el sistema de libertad:

“…el ingreso anual de la sociedad es precisamente igual al valor en cambio del producto anual de sus actividades económicas, o mejor dicho, se identifica con el mismo. Ahora bien, como cualquier individuo pone todo su empeño en emplear su capital en sostener la industria doméstica y en dirigirla a la consecución del producto que rinde más valor, resulta que cada uno de ellos colabora de manera necesaria en la obtención del ingreso anual máximo para la sociedad. Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve. Cuando prefiere la actividad económica de su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando la dirige de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este como en muchos otros casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios”[50].

Este párrafo contiene la expresión de Smith que todo mundo conoce, su metáfora de la mano invisible. En La teoría de los sentimientos morales se encuentra la primera formulación. Vale la pena transcribirla por ser menos conocida:

“El producto de la tierra mantiene en todos los tiempos prácticamente el número de habitantes que es capaz de mantener. Los ricos sólo seleccionan del conjunto lo más precioso y agradable. Ellos consumen apenas más que los pobres, y a pesar de su natural egoísmo y avaricia, aunque el único fin que se proponen es la satisfacción de sus propios vanos e insaciables deseos, dividen con los pobres el fruto de todas su propiedades. Una mano invisible los conduce casi a realizar la misma distribución de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes, y así sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie”[51].

Se sigue de lo anterior que en la sociedad libre la orientación de la producción puede establecerse de manera eficiente sin la intervención del estado:

“Cuál sea la especie de actividad doméstica en que pueda invertir su capital, y cuyo producto probablemente sea de más valor, es un asunto que juzgará mejor el individuo en cada caso particular, que no el legislador o el hombre de estado. El gobernante que intentase dirigir a los particulares respecto de la forma de emplear sus respectivos capitales, tomaría a su cargo una empresa imposible, y se arrogaría una autoridad que no puede confiarse prudentemente a ni una sola persona, ni a un senado o consejo, y nunca sería más peligroso ese empeño que en manos de una persona los suficientemente presuntuosa e insensata como para considerarse capaz de realizar tal cometido”[52]

Complementemos el texto anterior con este otro extraído de  La teoría de los sentimientos morales:

“El hombre doctrinario, en cambio, se da ínfulas de muy sabio y está casi siempre tan fascinado con la supuesta belleza de su proyecto político ideal que no soporta la desviación de la más mínima parte del mismo. Pretende aplicarlo por completo y en toda su extensión, sin atender a los poderosos intereses ni a los fuertes prejuicios que pueden oponérsele. Se imagina que puede organizar a los diferentes miembros de una gran sociedad con la misma desenvoltura con que dispone las piezas en un tablero de ajedrez.  No percibe que las piezas de ajedrez carecen de ningún otro principio motriz salvo el que les imprime la mano, y que en el vasto tablero de la sociedad humana cada pieza posee un principio motriz propio, totalmente independiente del que la legislación arbitrariamente elija imponerle. Si ambos principios coinciden y actúan en el mismo sentido, el juego de la sociedad humana proseguirá sosegada y armoniosamente y muy probablemente será feliz y próspero. Si son opuestos o distintos, el juego será lastimoso y la sociedad padecerá siempre el máximo grado de desorden”[53].

 

LGVA, septiembre de 2012.

 



[1] La Filosofía Moral puede identificarse con la ética, es decir, con el estudio de la conducta humana en sociedad. Ahora bien, si nos atenemos al contenido de La Teoría de los Sentimientos Morales, la obra que Smith escribe mientras regentaba esa cátedra, en ella se impartía una enseñanza que incluía tópicos de filosofía, sicología, economía, política e historia.
 
[2] La exposición que sigue está basada en estas obras. Las referencias son tomadas de Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones editada por el Fondo de Cultura Económica en 1958, reimpresa en 1979; y de La teoría de los sentimientos morales editada por Alianza Editorial en 1997.
[3] Smith (1776, 1979) página 3.
 
[4]Ídem, página 77.
 
[5] Ídem, página 4.
 
[6] Íd. Página 4-5.
 
[7] Íd. Página 7.
 
[8] Se lee: “El hombre adquiere una mayor aptitud para descubrir los métodos más idóneos y expeditos, a fin de alcanzar su propósito, cuando tiene puesta toda su atención en un objeto, que no cuando se distrae en una gran variedad de cosas. Debido a la división del trabajo toda su atención se concentra naturalmente en un solo y simple objeto. (…) Esto no quiere decir, sin embargo, que todos los adelantos en la maquinaria hayan sido inventados por quienes tuvieron la oportunidad de usarlas. Muchos de esos progresos se deben al ingenio de los fabricantes (…) y algunos otros proceden de los llamados filósofos u hombres de especulación…” Ídem, páginas 12 y 13.
 
[9] Íd. Página 16.
 
[10] Íd. Páginas 17 – 18.
 
[11] Ídem, página 20.
 
[12] La expresión “economía capitalista” no se encuentra en Adam Smith, ni en Ricardo. Se debe a Marx. Smith habla de la “Gran Sociedad”.
 
[13] Smith, Op. Cit. Página 84.
 
[14] Ídem, página 24.
 
[15] Ídem, página 24.
 
[16] Ídem, página 25.
 
[17] Ídem, página 28.
 
[18] Ídem, página 29.
 
[19] Ídem, página 272.
[20] Ídem, página 33.
 
[21] Ídem, página 31.
 
[22] En inglés existe la el verbo “command” cuyo significado es análogo a “comandar”. Smith utiliza la expresión “labor commanded” que se suele traducir como “trabajo comandado”. Aquí utilizaremos esa expresión entendiendo por ello el trabajo ajeno que se puede comprar o del que se puede disponer.
 
[23] Ídem, página 47.
[24] Ídem, página 33.
 
[25] Ídem, pagina 32.
 
[26] K Marx. Contribución a la crítica de la economía política.
 
[27] Smith, Op. Cit. Página 49.
[28] Ídem, pagina 49.
[29] Ídem, página 259.
[30] Ídem, página 63 
[31] Ídem, página 65
[32] Ídem, página 66
[33] Ídem, páginas 140 y 141.
[34] Ídem, página 141.
[35] Ídem, páginas 141 y 142.
[36] Ídem, página 48.
[37] Ídem, página 49.
[38] Ídem, página 48.
[39] Ídem, página 54.
[40] Ídem, página 55.
[41] Ídem, páginas 55 – 56.
[42] Ídem, página 56.
[43] Ídem, página 56.
 
[44] Carlo Benetti desarrolló una presentación matemática del proceso de ajuste en Smith. Véase: Benetti, C. “La question de la gravitation des prix de marché dans la Richesse des Nations”. En Cahiers d´economie politique, # 6, 1981. Presses Universitaires de France, Paris, 1981.
 
[45] En la literatura económica este proceso de formación de los precios de equilibrio se conoce con el nombre Proceso de Tanteo Walrsiano, por haber sido planteado por primera vez por León Walras, es su obra Elementos de  Economía política pura.
[46] Smith, Op. Cit. Página 57.
[47] Ídem, página 58.
[48] Ídem, página 59.
[49] Ídem, páginas 118 – 119.
[50] Ídem, página 402.
[51] Smith. La teoría de los sentimientos morales. Versión de Carlos Rodríguez Braun. Alianza Editorial, Madrid, 1997. Páginas 332 - 333. 
 
[52] Smith, Riqueza…Op. Cit. Página 402.
[53] Smith, La Teoría…Op. Cit. Página 418.