Discurso de cierre de campaña
Luis Guillermo Vélez Álvarez
Economista
Mi Mamá solía decir que Cristo perdonó todo menos la
ingratitud. Ignoro cómo supo eso, pero estoy seguro de que era verdad como a la
postre resultan siendo todas las cosas que dicen las mamás. Por eso este es un
discurso de gratitud.
Empiezo por agradecer a mi esposa, Gloria Cecilia, porque
por ella estoy aquí. Flaco, obras son amores y no buenas razones, dile al presidente
que sí. Ahí empezó todo, un jueves de julio que me parece remoto, y desde
entonces ha estado conmigo con su amor, su compañía en la calle, su consejo
oportuno e inteligente. Gracias amor de mi vida.
Agradezco a mis hijos, quienes, por protegerme quizás,
no querían verme en esta aventura, pero una vez tomada la decisión me apoyaron
con entusiasmo.
Mi hijo, Juan Felipe, tuvo la idea de sacar el libro
con algunos de mis artículos y se dio a la tarea. También me hizo campaña entre
sus amigos. Sé de tu finura intelectual, hijo, gracias por apreciar esos
textos.
Sara Helena ha sido la impulsora de mi campaña en
redes sociales haciendo el milagro de hacerme ver hasta apuesto en sus
fotografías y videos. Gracias hija por tu mirada que me ennoblece.
Menciono aquí, al lado de mis hijos, a Alfredo
Trespalacios, el factótum de mi campaña, porque mi esposa casi lo adoptó, Doña
Marta. Saludo también a Sebas Pulgarín, Juanita Montoya y William Franco, mis
voluntarios.
Mis agradecimientos a nuestras dos familias, la Vélez
y la Tamayo. Firme apoyo emocional, económico, proselitista y de votos el
próximo domingo.
Mi gratitud se extiende a las amigas del costurero y
sus familias; a los amigos de la Mesa del Patio; a mis amigas de las
Terminales; a mis amigos de infancia y juventud de Belén Vicuña y La Floresta; a mis
compañeros del Liceo Antioqueño; a mis maestros de la de Antioquia; a los
amigos de Todo Fresa que son también los amigos suyos, presidente, desde la
época del IELA; a mis compañeros de la consultoría en ECSIM y otras entidades;
a los profesionales de EPM, jubilados y activos; a mis colegas docentes de varias
universidades de Medellín y a mis alumnos de todas ellas; a los directivos,
accionistas y profesionales de las empresas de Antioquia; a mis amigos
empresarios, a los amigos de la Feria, a algunos periodistas amigos que están
aquí y, por supuesto, a las nefelibatas digitales que me harán ganar esta
campaña.
Saludo con especial gratitud a la bancada antioqueña
de nuestro partido en el Congreso que está dando gran batalla contra las
reformas petristas y todo el proyecto político totalitario: Paola, Yulieth,
Andrés, Esteban, John Jairo, Hernán, Juan y Oscar Darío.
Gratitud también con mis compañeros de lista al
Concejo, cuyo despliegue proselitista - alegre, sustancioso y cariñoso con la
gente- reivindica la nobleza del quehacer político: Carolina, las Claudias
aceradas, Leticia, la aguerrida Luzma, la dulce Polly, Juliana pura sangre
política, Anderson el de la 13, los doctores Juan Francisco y Jorge Julián,
Sebastián, Pedro Juan, Carlos el grande, el alegre Milton, Javier, Camilo, Juan
Eduardo, Gury incansable, Mauricio y Pedro Pablo.
Gracias a los directivos de nuestro partido: María
Helena, Horacio y Molina. También gracias a Julia Correa y José Obdulio, fieles
amigos suyos que me han ayudado muchísimo en esta campaña. ¡Acabaste conmigo,
Julia!
Obviamente le quiero dar gracias a usted, señor presidente,
pero para hacerlo en la debida forma tengo que hacer un rodeo.
La Democracia es sin duda el mejor de los sistemas
políticos conocidos, pero es extremadamente riesgosa. No de hoy, como creen
algunos, desde siempre.
La Democracia es deseable menos por sus virtudes
propias que por los defectos más notorios de las otras formas de gobierno que
con ella se buscan evitar. James Madison, cuarto presidente de Estados Unidos,
y, probablemente, el más influyente de los Padres Fundadores y, sin duda
alguna, el más profundo de ellos como teórico político, decía que la república
– como él llamaba a la democracia, a la usanza de los antiguos griegos – era
preferible a todas las otras formas de gobierno porque bajo ella era más difícil
el abuso del poder. Por su parte, Sir Karl Popper, señala como el gran mérito
de la democracia, el permitir que las sociedades de deshagan de los malos
gobernantes sin derramamiento de sangre.
Pero la democracia, como ya dije, es extremadamente
riesgosa porque siempre el ciudadano está expuesto al poder seductor del
discurso del demagogo.
El discurso político es eminentemente persuasivo – no
demostrativo – y para implantar una idea falsa y nociva en la mente y el
corazón de los ciudadanos basta una frase repetida una y otra vez; para sacarla
pueden ser insuficientes muchos tratados y, con frecuencia, esas ideas falsas y
nocivas solo se expulsan al precio de mucho sufrimiento.
Pisístrato, el demagogo, en el ágora, democráticamente
derrotó a Solón, el sabio. Ya viejo como estaba, Solón se retiró a su casa y en
la puerta colgó su escudo, lo cual, entre los ciudadanos de Atenas, significaba
el abandono de la política. Pocos días después, Pisístrato, al mando de cuatrocientos
hombres armados, se tomó la Acrópolis e implantó su dictadura, naturalmente por
mandato y en beneficio del pueblo.
Por eso es que le quiero dar gracias, señor
presidente, por no haber colgado su escudo en la puerta de su casa como querían
y esperaban todos sus enemigos.
Gracias por no haberse ido del País a dictar
conferencias bien pagadas y a defender la libertad y la democracia en Colombia desde
cocteles en Washington, Buenos Aires o Madrid.
Gracias por estar desde hace más de un año - cuando
arrancó con sus foros académicos a los que me invitó a participar - recorriendo
el País buscando conquistar, como lo ha ido logrando, el fervor de los
ciudadanos por los valores de la libertad, el orden, la democracia, el estado
austero y la solidaridad que son la esencia misma de nuestro partido.
Gracias presidente por continuar su actividad
proselitista después de que quisieron revivir, sin éxito, los mitos históricos
de los “falsos positivos” y del “martirio” de la comuna 13 y siguieron con los
abusos del proceso judicial en su contra.
Le doy gracias presidente por no colgar su escudo.
Acepté esta candidatura para seguir su ejemplo y
porque estoy convencido de que mientras usted esté en la lucha hay esperanzas
de impedir que se cumplan los nefastos designios del Pisístrato que en malhora
nos tocó en suerte.
Señor presidente, por favor, no cuelgue su escudo.
LGVA
Octubre 23 de 2023.