Listas
cerradas, listas abiertas, voto preferente: cómo y por quién votar el 11 de
marzo.
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente, Universidad EAFIT
El expresidente López
Michelsen decía que las listas electorales se parecen a un LP o a un CD: uno está
obligado a comprar la totalidad de las canciones incluidas a pesar de que solo
le gusten uno o dos temas. Algunas
personas, especialmente jóvenes, piensan el voto preferente les permite votar
por el candidato que les gusta sin tener que hacerlo por aquellos que les
desagradan. Están equivocadas: el voto preferente no es el Spotify de la
política.
Los sistemas electorales se
dividen en mayoritarios y proporcionales. En los primeros la totalidad de los
escaños o curules en disputa se asigna al partido que obtiene la mayoría de los
votos; en los segundos la asignación se hace en proporción al número de votos
emitidos. No existe un método de asignación que garantice que la distribución
porcentual de las curules sea exactamente igual a la distribución porcentual de los
votos. Los métodos aplicados se aproximen en diverso grado a ese ideal. Existen
dos grupos de métodos o fórmulas de
asignación proporcional: los de residuo mayor
y los de promedio mayor.
El más conocido de los métodos
de residuo mayor es de la cuota de Hare o de cociente electoral, que fue
utilizado en Colombia hasta 2002. En este método, la totalidad de los votos
emitidos se divide por el número total de curules de la circunscripción y con
la cifra obtenida, llamada cociente electoral, se dividen las votaciones
obtenidas por cada una de las listas. La parte entera de la cifra obtenida con esta última división arroja el número de curules
ganadas por cada lista por cociente. Si, como es usual, después de esta asignación
quedan curules por distribuir, éstas se asignan a los residuos decimales de las
listas de mayor a menor hasta agotar las curules remanentes. Este sistema
conduce a la multiplicación de listas pues el mismo número de votos divididos
en varias listas permite obtener más curules por residuo que los que se
obtendrían en una sola por cociente. En las elecciones de senado de 2002, el
último año en que se empleó el método de
cociente electoral, participaron 60 partidos o movimientos que inscribieron 312
listas 96 de las cuales obtuvieron curul; 11 curules se ganaron por cociente y
89 por residuo. Existen otras variantes del método de residuo mayor (cuota de
Droop, cuota Imperiali, cuota de Hagenbach-Bischoff) que difieren en la fórmula
de cálculo del cociente.
Los principales métodos de
promedio mayor, también conocidos como de los divisores, son el de D´Hont y el de
Sainte-Laguë. Con el método de D´Hont, que se aplica en la elecciones
legislativas de 2006, los votos de todas las listas se dividen sucesivamente
por 1,2, 3…..n, donde n es el número de curules, y se obtienen una serie de
cocientes decrecientes para cada lista. Estos cocientes se ordenan de mayor a
menor y el enésimo es la cifra repartidora por la cual se dividen los votos de
cada lista y el resultado entero es el número de curules asignado a cada una de
ellas. Bajo este sistema no hay residuos, todas las curules tienen el mismo
costo en votos y este es igual a la cifra repartidora. No hay lugar para el
juego de residuos mediante la multiplicación de listas. Al contrario, los
políticos agrupan sus fuerzas en listas unificadas para aumentar su
probabilidades de elección. En 2006, el primer año de aplicación de la fórmula de
D´Hont en las elecciones legislativas, se inscribieron 20 listas para senado
frente a las 312 de 2002, año en el que se aplicó la fórmula de Hare o de
cocientes y residuos. En 2010 y 2014 se inscribieron 14 y 12 listas para
senado, respectivamente. Para las elecciones de marzo de 2018 son 16.
Otro elemento del régimen
electoral que refuerza la agrupación es la existencia del umbral, que es el
número mínimo de votos requeridos para que una lista sea tenida en cuenta en el
cálculo de la cifra repartidora y en la asignación de curules. Para el senado es
el 3% de los votos válidos emitidos.
La fórmula electoral define
el número de curules obtenidas por cada lista, los votos preferentes establecen
el orden de asignación de curules dentro de ellas. Supongamos que la lista A obtiene
3 millones de votos y la B 340 mil y que la cifra repartidora es 150 mil. En
este caso la A gana 20 curules y la B 2. Si el vigésimo candidato de la lista A
ya ordenada tiene 5 mil votos preferentes y el tercer candidato de la lista B igualmente
ordenada tiene 20 mil, saldrá elegido el vigésimo candidato de la lista A y no
el tercer candidato de la B.
A la hora de votar la
primera decisión es la lista preferida, la cual se escoge marcando en el
tarjetón el logo que la identifica; la segunda, es el candidato preferido de
esa lista, el cual se escoge marcando el número que le fue asignado. Si no se
tiene candidato preferido, basta con marcar el logo y el voto será válido.
Pero, ojo, si se marca solamente el número, el voto es inválido. En cada una de
las tres últimas elecciones de congreso los votos inválidos han superado el
12%. El tarjetón sera similar al siguiente:
El principal objetivo de la mayoría
de los candidatos es su propia elección. El voto preferente es bajo el método
de D´Hont el equivalente a la multiplicación de listas pues permite controlar
la clientela electoral. Los votos de clientela no se transan al menudeo sino en
paquetes. Un líder es un personaje que maneja cierto número de votos, lo cual
significa que tiene una o varias listas de ciudadanos cuyas cédulas están
inscritas en una o varias mesas. El político intercambia con el líder promesas
por votos o dinero por votos. El político espera que en determinadas mesas
salga cierta cantidad de votos preferentes por su nombre así como antes
esperaba que salieran por su lista.
Debe ser claro ya que para
votar por un candidato preferido hay que votar también por los demás no tan
preferidos que lo acompañan en la lista. Veamos algunos ejemplos.
En la lista de la Alianza
Verde está, con el número 2, Iván Marulanda por quien profeso admiración por su
desempeño en el senado como militante del Nuevo Liberalismo de Luis Carlos
Galán. Por esa razón podría votar por Marulanda, a pesar de que su trasegar
político posterior se me hace un tanto lagartuno. Sin embargo, cuando veo que
en esa lista están también el dogmático Antonio Sanguino y el errático Antanas
Mockus, de inmediato me arrepiento.
Miguel Gomez Martinez, quien
encabeza la lista del Partido Conservador, es, a mi parecer, el menos estatista y el más defensor de la actividad
privada entre todos los candidatos al senado de todos los partidos. Este
conservador es el más liberal de todos los candidatos y gustoso votaría por él,
pero no puedo hacerlo al constatar que en su lista lo acompañan la “ilustrísima” Olga Suarez Mira y varios de esos politicastros, como Efraín
Cepeda, que después de cada elección preguntan: ¿quiénes ganamos?
De la lista del Partido
Liberal destaco a Luis Fernando Velásco quien me ha parecido siempre un político
preparado, cumplidor y de buenas maneras. Pero no puedo darle mi voto al verlo asociado
con una serie de personajes hirsutos, como su tocayo Duque, o de cadáveres
políticos, como Horacio Serpa, que
aspiran a hacerse elegir en cuerpo ajeno, el de su hijo en su caso.
Me dice un joven amigo que
en la lista del Partido de la U hay una señora llamada Maritza Martinez
Aristizabal, cuya personalidad política y sus ideas le atraen. La investigué y me parece respetable y digna
de confianza; sin embargo está en la misma lista de personajes que me causan
urticaria como Roy Barrera, Armando Benedetti, Germán Hoyos y, como si fuera
poco, los herederos del Ñoño Elias y de
Mussa Besaile. Y así no puedo.
Germán Varón Contrino, de
Cambio Radical, me ha parecido un político valioso y respetable, siempre que no
se le juzgue con los parámetros del Sermón de la Montaña. Está acompañado de muchos personajes un tanto
fastidiosos, pero a la que no me puedo definitivamente soportar es a la pastora
Claudia Yadira Rodriguez Castellanos una de las mayores responsables de hacer
que nuevamente aparezca en Colombia la peligrosa mezcla de religión y política. Yo a eso no
le juego.
En la lista del Centro
Democrático están los candidatos que más me gustan, empezando por Álvaro Uribe
Vélez. Voy a votar por esa lista, pero no le voy a dar mi voto preferente al
expresidente, sino a mi amiga Evamaría Uribe Tobón, economista y abogada, con
una gran vocación de servicio público y cuya presencia en el Senado sería de
enorme significación. En esta lista, hay, por supuesto, algunos personajes que no
me agradan mucho, como los señores Macías y Bustamante, que padecen un tremendo
tic nervioso: abren la boca y meten la pata.
Me abstengo de referirme una
serie de listas por las que jamás votaría porque los partidos que las promueven
están muy alejados de mis ideas económicas y políticas. Sin embargo, no puedo
desconocer que hay en ellas muchas personas cuya presencia en el Senado podría
ser de gran valor.
LGVA
Febrero de 2018.