Pensamiento
Económico II – Lección I
La
revolución marginalista o el nacimiento de la economía neo-clásica
Carl
Menger y la utilidad marginal
Luis
Guillermo Vélez Álvarez
Economista,
Docente Universidad EAFIT
Consultor,
Fundación ECSIM.
I
Ha mediados del siglo
XIX John Stuart Mill consideraba que las cuestiones teóricas fundamentales de
la economía política estaban resueltas y que en lo sucesivo la investigación
debía orientarse hacia las cuestiones empíricas. Poco más de 20 años después de
esta declaración autocomplaciente verían la luz una serie de obras que
cuestionarían la economía política clásica desde su fundamento mismo: la teoría
del valor.
En 1871 Carl Menger publica sus Grundsätze der Volkswirtschaftslehre y William Stanley Jevons The Theory of Political Economy.
Dos
años más tarde, Léon Walras publica Éléments
d´économie polique pure ou théorie de la richesse social.
Un austríaco, un inglés y un francés de manera independiente desarrollarán
una nueva teoría del valor que al cabo de unas tres o cuatro décadas, bajo la
influencia de Marshall, se convertirá el en el cuerpo central de la teoría
económica dominante desde entonces hasta la actualidad.
En esta lección se
examina el surgimiento de la teoría subjetiva del valor a partir de la obra de
Menger con referencias ocasionales al trabajo de Jevons. Incidentalmente se
aludirá al trabajo de otros economistas que contribuyeron el desarrollo de esta
teoría.
II
El punto de partida es
la noción de bien económico. Toda cosa capaz de satisfacer una necesidad humana
o, lo que es lo mismo, toda cosa dotada de una utilidad reconocida por el
hombre, es un bien. No todo bien es un
bien económico; para serlo debe ser escaso, es decir, la necesidad o la demanda
debe exceder a la cantidad disponible. Escribe Menger:
“La
utilidad es la capacidad que tiene una cosa de servir para satisfacer las
necesidades humanas y, por consiguiente, un presupuesto general de la cualidad
de los bienes. También los bienes no económicos son útiles, en cuanto tienen
tanta capacidad como los económicos para la satisfacción de nuestra necesidad.
Esta capacidad debe ser reconocida por los hombres, pues en caso contrario
tampoco podrían adquirir la cualidad de bienes. Los que distingue a un bien no
económico de otros económico, esto es, de otro que se halla inserto en la
relación cuantitativa sobre la que se fundamenta el carácter económico, es la
circunstancia de que la satisfacción de las necesidades humanas no depende de
unas cantidades concretas del primero, y sí, en cambio, de cantidades concretas
del segundo tipo. Por consiguiente, aunque los primeros tienen, desde luego,
utilidad para nosotros, sólo los segundos tienen además de utilidad aquella
significación que hemos llamado valor”
Utilidad y escasez son
los atributos que convierten a una cosa – material o inmaterial – en un bien
económico.
Ciento cincuenta años
antes, el abate Galiani había escrito:
“Es
evidente que el aire y el agua, muy útiles para la vida humana, no tienen
ningún valor porque no escasean. Por otra parte, un saco de arena de las costas
de Japón sería una cosa extremadamente rara, pero, a menos que tenga cierta
utilidad, carece de valor”[5].
Walras aporta una
fórmula condensada y elegante:
“Las
cosas útiles y limitadas en cantidad son valiosas e intercambiables; las cosa
valiosas e intercambiables son a la vez
útiles y limitadas en cantidad”.
O esta otra:
“La
economía política pura es esencialmente la teoría de la determinación de los
precios bajo el régimen hipotético de libre competencia absoluta. El conjunto
de todas las cosas, materiales o inmateriales, que son susceptibles de tener un
precio porque son escasas, es decir a la vez útiles y limitadas en cantidad,
forman la riqueza social. Es por eso que la economía política pura es también
la teoría de la riqueza social”
III
Los bienes útiles y
escasos son valiosos. Pero ese valor no es en forma alguna una cualidad inherente
a los bienes; depende de la relación de éstos – o mejor, de su cantidad -
con las necesidades de los hombres en
determinadas circunstancias de tiempo, modo y lugar.
“…valor
es la significación que unos concretos bienes o cantidades parciales de bienes
adquieren para nosotros, cuando somos conscientes de que dependemos de ellos
para satisfacer nuestras necesidades”.
“…el
valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los
mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es
un juicio que se hacen los agentes económicos sobre la significación que tienen
los bienes de que disponen para la conservación de su vida y de su bienestar y,
por ende, no existe fuera del ámbito de su conciencia”
El valor que atribuimos
a un bien surge de un cálculo individual de la significación que para cada uno
de nosotros tienen cantidades concretas de un bien en circunstancias
determinadas. El carácter económico de
los bienes y su valor es subjetivo y se define al margen de toda relación
social. “El carácter económico de los bienes no está en modo alguno vinculado a
la condición previa de que la economía humana tenga una dimensión social”,
escribe Menger. La base de la reflexión económica no es un tipo particular de sociedad.
Lo económico parte de la existencia de un
sujeto consciente y racional; el individuo calculador- maximizador.
Ahora bien, una vez que
sabemos qué hace que un bien tenga valor y que ese valor no es otra cosa que la
significación que cantidades concretas de ese bien tienen para un agente
económico dado, surge la pregunta sobre qué es lo que hace que un bien tenga
más o menos valor que otro. Es aquí donde radica la “revolución marginalista”,
en el desarrollo del concepto de utilidad marginal. Es conveniente precisar
este punto.
El hecho de que el
carácter económico de los bienes derive de su utilidad y su escasez es una
intuición obvia que está en la conciencia de cualquier agente económico y, por
supuesto, en la de cualquier economista. Pero otra cosa es pasar de esa
intuición a la elaboración, a partir de ella, de una teoría del valor de
cambio. Esto no es posible sin la noción de utilidad marginal. Recordemos la
forma en que Adam Smith plantea esa dificultad es su famosa paradoja del valor:
“Las
cosas que tienen un gran valor en uso tienen comúnmente escaso o ningún valor
en cambio, y al contrario, las que tienen un gran valor en cambio no tienen,
muchas veces, sino un pequeño valor en uso o ninguno. No hay nada más útil que
el agua, pero con ella apenas se puede compra cosa alguna ni recibir nada en
cambio. Por el contrario, el diamante apenas tiene valor en uso, pero
generalmente se puede adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros
bienes”
En Ricardo encontramos
también esa dificultad expresada, probablemente, con más claridad:
“El
agua y el aire son sumamente útiles; son además, indispensables para la vida;
sin embargo, en circunstancias ordinarias, no se puede obtener nada a cambio de
ellos. El oro, por el contrario, a pesar de tener poco uso, en comparación con
el aire y el agua, podrá cambiarse por una gran cantidad de otros bienes. Por
consiguiente, la utilidad no es la medida del valor en cambio, aunque es
absolutamente esencial éste. Si un bien no fuera, de ningún modo útil – en otras
palabras, si no puede contribuir de ninguna manera a nuestras satisfacciones –
no tendría ningún valor en cambio, por escaso que pudiera ser, o sea cual fuere
la cantidad de trabajo necesaria para obtenerlo. Por poseer utilidad, los
bienes obtienen su valor en cambio de dos fuentes: de su escasez y de la
cantidad de trabajo requerida para obtenerlos. Existen ciertos viene cuyo valor
está determinado tan sólo por su escasez”.
Los economistas
clásicos tenían la noción de utilidad absoluta. A partir de ella no es posible
fundamentar el valor de cambio de los bienes. Se precisa de la noción de
utilidad marginal
que resulta de la interacción de la pareja utilidad/escasez.
Veamos la forma en que Menger la construye.
“Una
vez , pues, exhaustivamente descrita la naturaleza del valor de los bienes y
establecido que, en definitiva, para nosotros sólo tiene importancia la
satisfacción de nuestras necesidades y que todo valor no es sino una traslación
de esta significación a los bienes económicos, se deduce claramente que la
diferencia de la magnitud del valor de cada bien concreto se fundamenta – tal
como podemos observarlo en nuestras propias vidas – en la diferencia de la
magnitud de la significación que tienen para nosotros aquellas necesidades cuya
satisfacción depende de aquel bien.
Dos observaciones:
1.
Estamos tratando de pasar de lo
subjetivo: magnitud de la significación, a lo objetivo: magnitud del valor.
2.
El método es apriorístico-deductivo.
Frecuentemente Menger emplea expresiones como “tal como podemos observarlo en
nuestras propias vidas”; “tal como nos lo enseña nuestra propia experiencia”;
“es un hecho de la más común experiencia”; “un cuidadoso análisis de los
fenómenos de la vida”; “como enseña la experiencia”;
etc. Estas expresiones son definitorias de su método y mediante ellas nos está
invitando a derivar de nuestra propia experiencia sus propias conclusiones.
Son dos problemas los
que deben resolverse:
1.
Establecer que para los hombres las
necesidades concretas tienen diferente importancia.
2.
El grado en que la disposición de un
bien determinado satisface una necesidad concreta.
Menger lo expresa claramente:
“Si
en el curso de nuestra investigación se descubre que la satisfacción de cada
una de las necesidades concretas tiene para los hombres una diferente
significación y, además, que de nuestra disposición sobre cada uno de los
bienes económicos dependen satisfacciones de muy diversa significación, queda
al mismo tiempo solucionado el anterior problema, es decir, queda explicado por
sus últimas causas aquel fenómeno de la vida económica cuya solución nos hemos
propuesto como punto capital de este análisis. Es decir, queda explicada la
razón de la diferencia de magnitud del valor de los bienes”
El punto de partida es
el individuo que conoce sus necesidades y puede clasificarlas en orden de
importancia: “… es un hecho de la más común
experiencia que los hombre suelen atribuir la máxima importancia a la
satisfacción de aquellas necesidades de las que depende la conservación de la
vida que la medida de la significación de las restantes satisfacciones responde
al grado del bienestar que se alcanza con ellas”.
Dada esa clasificación el individuo atribuirá una mayor significación o un
mayor valor a la unidad de un bien que satisface la primera necesidad. Una
unidad adicional de ese bien que satisface la segunda necesidad tendrá para
nuestro individuo un valor menor y así sucesivamente. Esto se resume en la
siguiente tabla:
Los números asignados
no tienen significación cardinal. No son medida de la utilidad o la
significación. Simplemente expresan un orden de significación de cada unidad
del bien con relación a las necesidades. El valor de una unidad decrece a
medida que decrece la importancia de la necesidad que satisface: eso es todo.
Ahora bien, con
relación a una misma necesidad la significación o el valor de una unidad también decrece a medida
que se dispone de unidades adicionales. Escribe Menger: “Un cuidadoso análisis de los fenómenos de la vida nos revela que la
diferente significación de cada una de las satisfacciones de necesidades puede
darse no sólo con respecto de la satisfacción de las diversas necesidades
consideradas en conjunto, sino también respecto de la satisfacción más o menos
completa de las mismas”.
Así, si tomamos una necesidad dada, la primera unidad del bien que consumimos
para satisfacerla tendrá una mayor significación que la segunda; la segunda
mayor que la tercera y así sucesivamente. Esto se representa en la tabla:
Podemos reunir las dos
escalas de satisfacción en la siguiente tabla:
Aquí está todo lo que
el individuo necesita para realizar su cálculo económico. Como es hedonista
usará las cantidades disponible de los bienes de forma que maximice su
utilidad. Por ejemplo, si nuestro agente tiene 10 unidades de un bien apto para
satisfacer todas sus necesidades empleará 4 en la satisfacción de la primera
necesidad, tres en la segunda, dos en la tercera y la última en la cuarta
pasando de una a otra a medida que la utilidad decrece. De esta forma el agente
económico garantiza que el valor del bien sea para él igual a su utilidad
marginal. La valoración según la utilidad marginal es un rasgo propio de la psicología
humana, pensaba Menger.
IV
A Robinson Crusoe,
aislado en su isla la anterior tabla probablemente le serviría para distribuir
el empleo de su tiempo en procurase los diversos bienes que satisfacen sus
necesidades. En una sociedad en la que existen múltiples individuos la
valoración de los bienes según la utilidad marginal debe explicar la formación
del precio o valor de cambio. El cambio no es otra cosa que entregar una
cantidad de un bien a cambio de cierta cantidad de otro bien. La relación entre
esas cantidades es el precio o el valor de cambio.
Menger empieza
explicando la formación del precio en un intercambio asilado. Señala:
“…la
posibilidad de un intercambio económico de bienes está vinculada a la condición
de que estos bienes tengan para su propietario menor valor que los bienes de
que dispone otro sujeto económico, mientras que en este segundo se da un
cálculo de valor de sus bienes de signo opuesto”
Además es necesario
suponer, cuando se trata de establecer el principio general, que ninguno de los
cambistas tienen ventajas de información o habilidad comercial sobre el otro.
Ninguno de ellos goza tampoco de una condición monopolio.
Así las cosas, el
mecanismo de determinación del precio es un simple regateo de precios. Dada la
diferencia de valoraciones que posibilita el intercambio, existe la posibilidad
de que ambos agentes obtengan mayores ventajas por ello “…es claro que cada uno de ellos intentará sacar el mayor beneficio
económico que le sea posible. Surge así el fenómeno de la vida cotidiana que
llamamos regateo de precio. Cada uno de los contratantes se esfuerza por
obtener la mayor porción posible en la realización práctica de la ocasión de
cambio y por conceder al otro la menor parte posible da las ganancias”
Con una unidad del bien
A, un individuo aumenta su satisfacción en una medida igual a la utilidad
marginal de ese bien. A cambio de ello entrega cierta cantidad del bien B que
por definición le reporta una utilidad menor que la unidad de A. Naturalmente
la entrega de B disminuye su utilidad y tratará por ello de dar la menor
cantidad posible de ese bien a cambio de la unidad de A. El otro cambista se
comporta exactamente de la misma manera: al entregar A en cambio de B, él busca
aumentar su satisfacción por el bien que recibe en mayor medida en que la
disminuye por el bien que entrega. Los individuos entrarán entonces en un
proceso de regateo de precio que sólo culminará cuando el valor atribuido por
ambos a una unidad de A sea igual al valor atribuido a la cantidad de B que por
esa unidad se entrega. Así el precio de A, es decir, la cantidad de B contra la
cual se cambia, es igual a la razón de las utilidades marginales de A y de B.
Pa
/
Pb
=
Uma/Umb
Uma
/
Pa
= Umb
/ Pb
Este resultado se puede
generalizar a todos los bienes:
Uma
/
Pa
= Umb
/ Pb
=
Umc
/ Pc
……………=
Umb
/ Pb
Esta es la ley de la
igualdad de las utilidades marginales ponderadas por los precios.
V
Lo expuesto hasta aquí
se aplica a los bienes que satisfacen directamente las necesidades de los
hombres, los bienes de consumo, que Menger denominaba bienes de primer orden.
Los bienes de segundo orden son aquellos que sirven para producir los primeros;
los
bienes de tercer orden sirven para producir los de segundo orden y así
sucesivamente. El valor de los bienes de orden superior “…está condicionado siempre y sin excepciones por el valor previo de
aquellos bienes de orden inferior a cuya producción sirven”.
Los bienes de orden superior de los que un individuo dispone en el presente
constituyen su capital: “por capitales
sólo se entienden aquellas cantidades de bienes económicos de las que
disponemos en la actualidad para uno períodos de tiempo futuros”.
El valor de los bienes
de orden superior es derivado del valor de los bienes de orden inferior, mas no
del valor actual de éstos sino del valor que puedan tener en el futuro cuando
se produzcan como resultado de la combinación productiva de dichos bienes de
orden superior: “…el valor previsible del
producto es el principio determinante del valor de los bienes correspondientes
de órdenes superiores”.
Aunque se trata de un
valor esperado o previsible, el valor de los bienes de primer orden determina
el valor de los de orden superior conforme al mismo principio de la utilidad
marginal:
“Suponiendo
en cada caso que todos los bienes disponibles de orden superior se utilizan del
modo más económico, el valor de una cantidad concreta de un bien de orden
superior es igual a la diferencia entre la significación de aquellas
satisfacciones que podríamos obtener en el caso de que dispusiéramos de la
cantidad del bien de orden superior, cuyo valor analizamos, y aquellas otras
que podríamos obtener si no pudiéramos disponer de esta cantidad”
Tomemos el caso de un
bien como el vino cuyo valor está asociado al tiempo de añejamiento. Así, una
cantidad (x) de vino de un año dado cuyo
propietario decida guardarla durante un tiempo se convierte en un bien de orden
superior con el cual se produce un bien de primer orden algunos años después. Así,
el valor actual del vino (Va) está determinado por el valor esperado (Ve) del
vino en un momento futuro. Se cumple que:
Va(X)
= Ve(X)/(1+r)
Si la cantidad
disponible de vino para añejar se reduce en una cantidad Y, su valor actual
varía en la misma proporción en que se cambia el valor esperado. En principio,
asumiendo que no hay cambio alguno en la escala de preferencias futuras, la
disposición de una menor cantidad en el futuro reduce la su valor y por consiguiente
el valor del vino actual considerado como bien de orden superior.
Va(X-Y)
= Ve(X
- Y)/(1+r)
VI
La principal
contribución de Menger es sin duda alguna la construcción de la noción de
utilidad marginal. Su teoría está concebida para explicar el intercambio de
cantidades dadas de bienes y servicios. No tiene una teoría de la producción.
Por otra parte, su teoría de la distribución tampoco está suficientemente
desarrollada. Sobre la renta de suelo, señala:
“…el
valor de la utilización del suelo se halla sujeto a las mismas leyes generales
que regulan, por ejemplo, la utilización de la máquinas, herramientas,
viviendas, fábricas y de todos los restantes bienes económicos”
Mientras que sobre el
valor del trabajo retoma la teoría clásica del salario de subsistencia:
“El
mínimo existencial (…) se convierte así en el principio a tenor de cual se
regula el precio del trabajo más común, mientras que el mayor precio de las
restantes prestaciones laborales se explicaría por las inversiones de capital
o, respectivamente, por las rentas del talento o cosas similares”
Bibliografía:
Deleplace, Ghislain.
(1981). Théories du capitalisme: une
introduction. Maspero, Paris.
Ekelund, R.B y Hébert, R.F. (2006). Historia de la teoría económica y
de su método. McGrawHill, México.
Jevons, W. S. (1911). The Theory of Political Economy.
Fifth edition, Macmillan. London.
Menger, Carl. (1871, 1996). Principios de Economía Política. Biblioteca
de economía, Editorial Folio, Barcelona.
Walras, L. (1900,
1976). Éléments d´économie polique pure
ou théorie de la richesse social. Librairie generale de droit et de
jurisprudence, Paris.
LGVA. Enero de 2013.